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jueves, 28 de febrero de 2013

Los Convencianos

Algo se ha desconectado mucho tiempo atrás en La Convención. El esfuerzo que vemos en tantos que bregan en gradientes de vértigo con sus cafés, se ha ido suavizando casi femeninamente en la medida que más se aproxima a esa torre de Babel, que es la municipalidad provincial, un barco a la deriva donde parece que nadie hace caso a nadie, ni a la alcaldesa, en el cual la evaporación a mitad de camino de las directrices es norma, siendo el terreno burocrático un océano exangüe de inequívoco fracaso, aunque no con el humor de un Kafka tropicalizado. Los ingenieros suelen pasarla haciendo papeles en lugar de estar en la obra, y conformistamente dicen que así es el sistema. Esa sumisión solo refleja mediocridad. Los que hacen papeles, algunas veces se los llevan a casa y desaparecen con el cuento de dejé la cartera colgada, aumentando la combustión de mucha gente seria que llega a esta zona y solamente se lleva la peor de las impresiones. Si nos pusiéramos a pensar en cuáles son las fuentes de valor de los convencianos encontraríamos que nadie se ha preocupado en esto, y a no ser admirar su cielo, floresta o cosas que Dios nos dio, no se caracterizan por mantener la palabra, aunque si el consabido coordinatemos, trabajaremos y una conjugación en indicativo futuro que delata una degradación del lenguaje, especialmente en los profesionales que don Cesar Lomellini llamó “el ignorante superado”. El desarrollo del verbo indicativo futuro, por su naturaleza, implica ser un precontrato verbal que en la práctica es tan ciego e iluso como la “D” de Django, que al ser sometido al análisis, revela en esquemas binarios de 1 a 0, que la palabra de estas personas no vale absolutamente nada. Que lejos estamos del honor al que se refería Shakespeare en Ricardo II cuando alguien acometía en una injuria. Estamos en otras ligas. Los chinos suelen ser muy cuidadosos de lo que dicen y los suizos también. Ni una palabra es soltada al viento, pues entienden que el lenguaje es una herramienta de comunicación tan sistémica como la programación de un reloj. Podríamos decir que solamente los más pobres cafeteros, aquellos que carecen de educación privilegiada, y que siguen teniendo una vida duda, así como los matsigengas, mantienen la palabra. Esto habla de que en el mundo concreto sí se mantiene la palabra. ¿Este mundo del canon es concreto o es una fábrica de ignorantes regresivos? Yo me pregunto una vez más ¿Cuáles son las fuentes de valor de los convencianos? Tal vez aún quedan los días de epopeya cuando llegaron los primeros a estas tierras. Pero si un día existió una fuente de valor , hoy en día disponemos una amplia sociedad analfabeta de personas que nunca en su vida han leído un libro, señorones cuyas madres ayer lavaban ropa a señores, y que agvanzan como los gusanos , con resentimiento y mácula, sub humanos que quieren dinero para comprar camionetas y casas y follar hasta dejar raquíticos sus testículos, verdaderas basuras humanas de miasma concéntrica, que le pasan el abanico a sus jefes, y que como ellos, muchos no encontrando valor en la mujer más que el culo bamboleante de la mañana, lejos de pensar con ellas en cosas grandes, las arriman al costado, las usan de adorno, de presea tras haber llegado a tener plata, objetualizándolas sexualmente, que como muchas de sus parejas podrían terminar sus días con el cerebro virgen y, desde luego, insatisfechas pues se sospecha que ni saben hacer el amor ante el aumento hacia alta del cuernómetro. Dicen que la plata del canon lo arruinó todo. No estaría tan seguro. La proclividad a culpar al otro es un deporte nacional, más aún en La Convención, del cual podría ser que ya tenemos campeones mundiales, lo cual es muy penoso, pues no cargar con la culpa propia es síntoma de transferencia de culpabilidad y en esencia cobardía. Entonces también tenemos un pueblo que ha institucionalizado la cobardía. Y esto es patente cuando algún procedimiento que debió hacerse no se hizo por apatía o desprecio al solicitante, y solo queda al funcionario sea inje o injerto esconderse en sus hombros, mostrar un falso brillo de vergüenza, culpar al otro, para despedirse de los problemas a las 3 y 30 de la tarde, y pasar a cosas más agradables. Esto es el actuar sin pundonor, la actitud vencida, el espíritu que se le va poniendo a las obr4as. Yo quieiera saber si cuando hicieron Tipón o Machupicchu las piedras fueron moldeadas y acomodadas con este espíritu. Desde luego que no. Finalmente vemos que esta opacidad espiritual, este fácil dejarse caer en la derrota, es solo un aspecto más de un país de docilidad individual y valentía colectiva, curiosamente, lo contrario al solitario aventurero que va a la conquista. Pero que valentía va a haber cuando cada quien tiene un testaferro y pone por delante de la conquista de la historia a uno o dos minusválidos mozos, echándose la culpa de un homicidio que pondría en peligro a su prole. Vaya que esto si es una vergüenza familiar y moral. Culpar a otro, Lo dijimos, Inclusive al marido, vaya escuela de lealtad, Eso es lo que he visto y he callado. Muchos lo vieron, pero no hablan. Como en la canción de Pedro Navaja, “todos lo comentan, nadie lo delata”. Muchos denuncian corruptelas en Echarate, Santa Ana. Son solo los efectos, estas palabras son m{as dolorosas, porque retratan de cuerpo entero a un pueblo desangelado y desentrañado por cualquiera. Y sobre el hecho que la palabra no existe. Aquí hay miedo a decir no. Todo acto de lenguaje se construye en un doble espacio : espacio externo donde se encuentran las convenciones psicosociales, espacio interno donde se sitúan las convenciones discursivas ; y es en la articulación de estos dos espacios donde se construye el sentido. Con la quiebra del lenguaje y el triunfo de los indicativos irrealizables, coordinaremos, el sentido ha muerto en esta provincia. Que el Perú la recoja y haga con ella lo que quiera. Las condiciones están dadas.

domingo, 6 de enero de 2013

y

La vida es un cortocircuito controlado. Es la deducción a la que llego tras la secuencia de malos entendidos y afirmaciones que uno suele suponerse de los demás. Cada persona tiene muchas cosas que cargar y que la afean. Generalmente el lado feo prevalece en los peores momentos, y es cuando se disuelve el fluido social.

viernes, 4 de enero de 2013

MUJERES DE ACERO

La idea de que se debe empezar a elaborar un nuevo contrato social entre hombres y mujeres no solo es estúpida y necesaria, sino que está asociada a la seguridad de que en estos tiempos ambos géneros se han declarado la guerra a muerte. Las mujeres están frustradas gracias a ellas mismas. Decidieron duplicar su trabajo y hoy no saben que hacer. Las consecuencias son la ruptura de la relación histórica con el hombre y el camino allanado a que cada hombre empiece a remendar la mujer de antes juntando pedazos de varias. Una puede ser amable y tonta, la otra inteligente y frustrada, o bien otra creativa y violenta. Hay todo tipo de dualidades en este género. Pero su situación hoy en día es complicada porque durante siglos vivió con una forma de pensar, con una forma de ser feliz, y tal vez la inercia le sigue diciendo que esa es la manera de alcanzar esta felicidad, aunque la historia y nuevas costumbres y posibilidades la ha lanzado a la otra orilla. Observando a las actriz porno, a las ejecutivas, a las chicas que buscan en la disco un idiota que se encargue de sus dos hijos, sin imprtar si lo ama, me hace suponer que las mujeres son un género que ha entrado en la fase última de degeneración. Y eso es penoso. Hay que hacer algo, urgente. En Perú, y en muchas partes del mundo, no pocas son de una facilidad innata para denotar frustración ante alguna circunstancia, por lo general ligada a las cadenas que le impone la maternidad. Muchos hombres por cobardía o por recibir duros ataques de histeria de ella, suelen considerar oportuno abandonarlas, más aún si se consideran autosuficientes. Esto es cada vez más frecuente. Pero se equivocan los hombres si creen que con esto ganan la felicidad. Si es que hay hijos de por medio la felicidad posterior es postiza. Así es que para gozar de los hijos se acepta la tortura, la cual justifica muchos atropellos que hay que considerarlos como la marea que sube o un asunto incontrolable del clima. No obstante, si uno no lo toma así, la incomprensión se traduce en infidelidades frecuentes, y por qué no, cuentas de dinero a escondidas. Muchas mujeres suelen culpar a los hombres de sus desgracias o frustraciones. Si antes los hombres compraban la paz con dinero, hoy no ha variado esto en demasía. Uno les entrega dinero y suelen alegrarse. Pero nunca es suficiente. Lo quieren todo. Ellas, sabiendo las partes débiles del hombre, en algunos casos suelen ser arteras como si su vocación fuera la misma de las viudas negras: llevarlos a la ruina moral. El hombre inteligente no les hace caso, el sabio tampoco gana mucho explicando a ellas los abismos en los cuales se enreda. El bruto las termina eliminando en algún ataque de furia. De ahí que no todas son como la prometida de Bassanio en El mercader de Venecia, una mujer justa e ingeniosa, aunque claro, un personaje de novela de fantástico puntaje que es de difícil repetición. He visto hogares ejemplares hasta que la mujer le ha recordado al hombre, no obstante tenga una visita en ese momento, que la bebé está con escozor. Es decir, el hombre debe dejar su copa de whisky, abandonar al amigo, a su conversación sobre el cosmos, para ver el caso. ¿Razonable o no? Razonable ciertamente. ¿Pero no hay algo que suena mal en eso? Tal vez el amiugo debería entender eso. Pero no, yo no lo entiendo, lo desapruebo y condeno, pues con estas interrupciones el hombre tal vez habría abortado las empresas más fantásticas que nos ha permitido el mundo que hoy disponemos, producto de la inventiva y la concentración dialéctica. Conocí a un tipo que sufrió el peor daño que podía propinarle una mujer. Ciertamente junto a este caso cualquiera podría parecer una santa. Pero se equivocan, la menos puede ser capaz de arruinar un día en la vida de cualquier hombre. La solución parte de independizar al máximo la vida uno respecto al otro. No hacer negocios juntos. Vivir en la misma casa pero separados. Tal vez la ausencia de palabras de amor sea un mal ejemplo para los hijos, pero pueden haber estas palabras si es que ayuda a la armonía. Finalmente, mi consejo es el de escoger la menos perjudicial, lo cual sí que es una tarea titánica. En todo caso, nada mal sería empezar a escribir más las pequeñas estupideces que entorpecen los días y darse a lo valioso lo más tiempo posible. Si consideramos los buenos momentos que uno vive, no está demás decir que un ataque de la mujer llega a ser un asunto sin importancia. Tal vez esto no deberían ellas de enterarse nunca. N ese sentido, es curioso el mensaje que lanza Angela Merkel, la mujer más pdoerosa del mundo, cuando dice que su primera tarea es servirle el desayuno a su esposo, la segunda analizar el rumbo económico, y la tercer ir a la modista que le brinda esas chaquetas chillonas que la suavizan. Un amigo francés tenía otra idea: Huye lo más lejos y lo antes posible. Yo pienso que al madurar la idea lo que queda es rehacer un nuevo contrato social, donde se empiecen a rehacer la sambiciones en conjunto de ambos géneros, donde el hombre no pierda sus característias, y donde la mujer encuentre una manera de emanciparse no necesariamente del hombre, sino de su falsa idea de equivalencia, pues la equivalencia no existe ni existirá jamás, sea para la mujer o el hombre.

martes, 11 de septiembre de 2012

LA VERDAD VERDADERA

El vigoroso espíritu de la mal nacida Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) apenas es hoy un mortecino aliento, tras el tardío reconocimiento, a guisa de vómito negro, del ex comisionado Enrique Bernales, de que esta se equivocó, convirtiendo en víctimas a asesinos, como el tal Willians, el mismo que fue liberado para seguir asesinando a militares, todavía mujeres. Me pregunto de si algo de esto que ver tendría el antecedente de que los miembros de esta esperpéntica comisión, no solo estaban emparentados biográficamente con el marxismo maoísta, sino hasta sanguíneamente con Sendero Luminoso, al tener como comisionado a uno de los primos de Osmán Morote, quien le hablaba a la oreja de Abimael Guzmán. Ahora entendemos por qué cayó enfermo el comisionado Javier Ciurlizza cuando Plinio Esquinarila le descubrió en amigables charlas con Abimael Guzmán. Es que este hombre sabía lo que estaba haciendo. En aquellos audios Ciurlizza, con el pretexto de investigarlo, conoció a Guzmán en prisión demostrándole una “simpatía emocional”, la misma de esos periodistas políticamente correctos, que fueron cómplices de la rehabilitación del “honor” abimaelita aconchabándose con la comisión y las ONG, dando puente de plata a la libertad de los Willians que siguen matando. Para algunos esa “simpatía emocional” no es peligrosa. Para nosotros sí, pues es el lado amigable por donde la secta asesina se cuela en la sociedad, buscando siempre el driblen por los intersticios de la cautela de los más inocentes, como los cafetaleros de Vilcabamba, que involuntariamente son los hospederos del tal Gabriel. El Sendero Luminoso que mató a tantos fue derrotado por la presión del Estado, pero sus cómplices han obtenido la contrapartida de la rehabilitación política por adelantado, cortesía de Alejandro Toledo, y la cosecha la practica el mal nacido Momadeff, conformado por los rehabilitados de la comisión. Escribir hoy en día estas cosas es fácil, pero no lo era hace unos años, cuando un pequeño grupo de periodistas éramos acusados de todo al sacar las mentiras de esta comisión al descubrir que aumentaba el número de muertos con dudosos antropólogos forenses, para acusar de todo a las Fuerzas Armadas. Tal vez Velasco fue el que extirpó al periodismo de su pureza, y por eso nos inundaron sus viejos amanuenses que expropiaron a Correo. Para nosotros, desde luego, no era posible mentir ante fraudes que denunciamos como el falso heroísmo de la ex agente, Leonor La Rosa, cuando fuimos esa mañana a recoger vidrio por vidrio, en aquella playa de Lurín, las evidencias de que la beata estaba de parranda con amigos, hasta estrellar el coche, tras cobrar 100 mil dólares por meter a la cárcel a militares que nunca la torturaron. Cómo no dudar de la CVR, si cuando fui a ver qué médico certificaba que su parálisis era producto de torturas –y no de neurosis conversiva- , nos encontramos con el doctor Cruz, el mismo loco a quien conocí años atrás en una excéntrica comisión con el fotógrafo “Chino” Domínguez, cuya clínica cucarachezca, sin un solo paciente, un íncubo de pestilencia, era un templo donde se idolatraba a Fidel Castro y, se dice que era donde se curaban a heridos de combate. Ese “fidelísimo” -¿por Fidel?- testigo de la comisión era gracioso, y se pintó de cuerpo entero cuando en esa entrevista sacó en su consultorio una botella de Habanna Club, y tres puros Cohimba, convirtiendo el sanatorio en cantina. Recuerdo que después de certificar el origen de la parálisis de La Rosa, el tal Cruz llamaba inútilmente por teléfono a Heriberto Benítez para que le pague su “saldo” por haber internado a La Rosa en su pocilga. Estos hechos nos daban potencial argumentativo para soportar cualquier ataque, y nuestra verdad sobrevivió al tiempo, como esa roca polaca de la cual hablaba Winston Churchill en sus Memorias de Guerra, la cual puede ser cubierta por la turbulencia oceánica (Hitler), pero siempre se mantendría firme para reaparecer cuando baje la marea. Nuestra verdad, pura, redonda y sin fisuras, ha salido a superficie, lo cual es una satisfacción enorme, y confirma dos cosas, que Bernales no pudo callar más, y que los irresponsables trepadores buscadores de ascensos en la burocracia internacional, llegaron a la cima como el gusano de la fábula de Esopo, arrastrándose y traicionaron a los peruanos para este fin. Ahora ellos experimentarán el genuino repudio de la historia, pues haber vendido el país a su peor enemigo, la secta maoísta, no es para decir perdónalos porque no sabían lo que hacían. Sin duda el tal Garcia Sayán, que llegó a donde quería, la Corte Interamericana de Derechos Humanos para condenar a militares sí sabía lo que hacía con su ONG Comisión Andina de Juristas. Igual el Instituto de Defensa Legal y APRODEH, que se han vuelto mudos, y merecen nuestro señalamiento. Ahora que las aguas vuelven a su nivel, hay que indicar que nuestro país necesita recuperar sus símbolos básicos. Símbolos de gran utilidad cívica, social, humana, que nos fueron robados por el engendro velasquista, comunista y abimaelita. Uno de ellos, la verdad, en cuyo nombre ya se mintió mucho. Tras este acontecimiento podemos decir, descansa en paz CVR, no vuelvas nunca más, y bienvenida nuevamente la “verdad verdadera”. Ahora sí: Viva el Perú.

sábado, 12 de mayo de 2012

TRIBUTO A JUAN CELADA (ALAMO DAY) Hay sujetos que nunca envejecen y, así el tiempo diga la proximidad del otoño, o incluso estando en el invierno de la vida, persisten con esa frescura de niño endiablado. Roman Polansky es uno de ellos. Otro tal vez sea yo mismo, que no puedo dejar de bailar cuando me apetece. Preciso rock, es como una pastilla, el del bueno y te hace volar. Siempre el de los mejores. También en esta lid estaba mi amigo Alamo Day, como decidió a última hora llamarse. Me decía, Juan Celada ha muerto. Escucho the dark side on the moon una noche llena de luna. Absoluta. 1981. Lo conocí a Alamo, o Juan Celada del Perú, en Pueblo Libre, un barrio donde todos estaban locos. Incluso los que querían parecer lo contrario. No era raro ese comentario. Incluso decían que la razón estribaba en la abundancia de laboratorios de firmas internacionales. Decían que algunos experimentos hacían con la gente. Y en verdad... había bastante loco. Desde un tipo que se pasó de mezcalina y andaba con una bicicleta cargando un conejo hasta otro que asesinó a su madre. Poco después de terminar el colegio aprendía el arte de hacer nada constructivo. Todo en mi vida era experimentación. Juan era unos ocho años mayor que yo, pero aun así era un muchacho de veintitantos años, cinético y rítmico, que rimaba bromas estúpidas todo el tiempo. Era como un hippie de los 70. Alamo era flaco y de pasos anchos, ligeros, y brazos que se balanceaban como péndulos. Parecía que tuviese algún deber. Pero era vago. O lo contrario: demasiado hiperactivo para detenerse trabajando. Por entonces íbamos al billar, donde pasábamos horas con otros del barrio. Enrique Rangel, generoso, impecable y deportista, gran tipo, su hermano, "Katucha", singular y sólido en sus ideas, y otros en quien no me detendré, y tampoco creo que lo haga. En el billar teníamos un secreto Decíamos que si conservábamos la bola número 9, la naranja, seríamos invencibles. Era el futuro. Y pensar que esto sucedió siempre. La década siguiente fue naranja, Fujimori entró al poder y por muchos años fue invencible. Era extraño y certero. O pretendía serlo. Le gustaba que le crean. Juan era dado a cualquier azar, desde jugar a las cartas hasta los caballos, porque era un eximio militante de toda cábala. Encontraba en la vida algo más abstracto que los argumentos. Líneas y curvas, algoritmos y relaciones en el tiempo. Por eso nunca era el mal lo que dictaba su camino. El solamente creía en que todo estaba vectorizado, o como decía “pautado”. Y pautado estaba que esa tarde en el teléfono del parque Don Bosco iniciemos una amistad, aunque interrumpida por dos décadas, que fue retomada con la misma naturalidad de siempre. Alamo o Juán solía llegar a casa como cualquier amigo. Pronto fue apreciado y querido por su singularidad. Al principio daba la idea de tratarse de un fumón más, pero por el contrario no lo era. Decía que tenía “ la droga instalada en el cerebro”, por lo que no necesitaba meterse nada. Excepto cigarrillos premier. Estos le acompañaban siempre en los juegos de cartas o en el taco. Luego lo dejó. Pocos sabían de las tremendas discusiones metafísicas que nos encerraban en tertulias interminables acompañadas del mejor rock: Queen, Alice Cooper, Led Zepelling. Fue la nuestra una amistad rock. No nos importaba nada que fuese en español, y hablábamos de los músicos consagrados con una cercanía que parecían tipos del barrio. Por ejemplo de David Bowie, que con su Amor Moderno descontaba su camaleónica estirpe. Y sencillamente nos caía bien. Podía ser que nosotros asumíamos que también le caíamos de la misma manera. Nunca hablamos del bien o del mal, sino de los mensajes, de lo que sucedía, de lo que vendrá. Era el tormento oculto de su madre, que cada día a las 4.00 PM, algo incómoda de mi presencia en su casa, interrumpía nuestra conversación llevando un jugo de manzana y una pastilla azul. Llevaba expresión de pesar, sabía que le disgustaba mi visita, como si supiese que mi diálogo cargado de sueños e imposibles, era exactamente el asunto que flotaba en el cosmos de mi amigo, y que le ponía a pensar en cosas de las que no estaba segura de que pudiera salir. Ella sabía que Juán tenía un mundo aparte del cual a veces no podía volver. Estudiaba para ser ingeniero mecánico. Pero ante la acometida de un insoslayable ataque de bipolaridad, o más bien creo de esquizofrenia la dejó de cuajo. Ya me imagino el tormento. Poco antes se había ido su padre de la casa para nunca volver. Era un tipo alto, potente, siniestro. Nunca creí esos rumores de que Juan se rayaba y enclaustraba por meses, saliendo al año gordo, hinchado y rubio. Hasta que pasó nuevamente eso. Fui a buscarlo a su extraña casa cuyo jardín era un terral de donde al asomarse había una ventana con persianas cerradas como evitando la entrada de la luz. Nadie abrió la puerta. Pero claramente vi que alguien miraba detrás de las persianas. Supuse que algo no andaba bien. Y así me la pasé meses tratando de hablar con él. Por esos años leía cosas verdaderamente extrañas, Camus, Ortega, Hesse, y hasta me pareció interesante Jung y sus madrás o mandalas. Justamente fui seducido por sus caminos oscuros, me refiero a Jung, y apenas pude le conté de su camino a las profundidades de la psiquis. Seguramente si su madre se enteraba esto era peor que invitarle un cigarrillo de pasta básica de cocaína o engramparnos con una docena de preludines. A él no le pareció mal ese asunto de las transferencias, pues tenía algo que ver con las respuestas que buscaba. Me acompañó por algunas de esas experiencias psíquicas hasta que un día decidimos lanzar energía a alguien. Yo andaba leyendo libros en las calles, en los parques, suponían que también me estaba volviendo loco. Por eso es que estaba en tal grado de incandescencia espiritual que no fue difícil aproximarnos a los rincones prohibidos de la psiquis y nos asustamos mucho cuando sentimos que perdimos peso hasta sentir algo así como un soplo de tal fuerza que casi nos tumbamos. Pero el soplo era interno, una implosión o escape de fuerzas que nuca más volví a experimentar. Nos asustamos. Comprobé que, en efecto, existían las transferencias. La descompensación o perdida de energía fue un asunto de mucha seriedad que confirmó algunas teorías excesivamente peligrosas para el hombre. Pero a él le gustaba entrar al terreno de Dios, el alma, y hasta era un habitué conocido en el infierno. Él vivía en el infierno. El me dijo que no sabía dónde se fue aquella energía, pero yo sé que se fue a algún lado. Así tuvimos muchas aventuras, expediciones por una ciudad bombardeada por Sendero Luminoso, otras nos fuimos al campo, a aquella Canta donde tuvimos unas aventuras con unas chicas innecesarias y tomables. El tenía una chica, Camucha, muy estrambótica, era como él. Le perdí también el rastro. Un día nos alejamos por muchas cosas, y nunca más supe de él, hasta cuando mi madre murió, de esto no hace mucho tiempo. Apareció en aquel momento y conversamos como si nunca hubiésemos dejado escapar el tiempo. El heredó algunas amistades mías y se hizo querer entrañablemente. Las hermanas Elías. Fue algo así como un consejero chistoso, parte de la diversión que era lo esencial en nuestra vida y no hay que ocultarlo. Porque para qué tener amigos sino para divertirse. No siendo parientes, no existían obligaciones de ningún tipo, ni causas para ser más próximos. Pero después de la muerte de mi madre, el día que él nació, le perturbó. Decía que esto estaba asociado a ciertos cálculos numéricos. Para el la matemática era tan sencilla que era un profesor bastante buscado. Pocos meses después murió su madre. Entonces al llegar al velorio me di con otros rostros indicándome que todo ese tiempo que no vi a Juan no fue por gusto, y que no necesariamente era el buen tipo que recordaba. Entendí que, siendo bipolar o esquizofrénico, no había forma de que no haga sufrir a los suyos, sea por su falta de sueño, la necesidad de hablar con alguien, y hasta el inevitable caminar suyo por las noches, sobre todo en una casa que desgranaba misterios a todas luces y seguramente más con las luces apagadas. Puedo imaginarlo fumando en las madrugadas entre los listones de sombra que formaban las persianas. Una señora que fue amiga de su madre velaba a Tota, su madre, Me preguntó de dónde conocía a ella. Dije que era amigo de Alamo o Juan. La mujer me hizo una mueca de rechazo. Nunca le pregunté que le hizo a su madre para que ocasionara tales rechazos. Solo recuerdo que una vez Juan me advirtió “no soy tan bueno como antes, es más, soy un maldito”. Supe que se hizo de una mujer, igual de extraña que su madre, pero que el de pronto detestaba, (o era su víctima) y con quien tuvo una niña tan rubia quien era tan hija suya como nunca vi. Despierta, contestadora, y mágica, era su adoración. Romina. Vendió parte de su casa, lo que le correspondía de herencia de una manera rara. En principio yo no haría negocios nunca con un bipolar pues inmediatamente sería considerada la nulidad de acto jurídico. Me parece que el buscaba ya quemar su existencia. Tal vez la mujer que le dio el dinero lo sabía. Pero según Juán me decía no era lo suficiente. ¿Lo timaron? Luego lo vi en Cusco. Una vez le dije que allí me gustaba ir con frecuencia. Sea a descansar, a trabajar, siempre voy a estar completamente conmigo mismo sin interferencias. A Alamo se le ocurrió que podía hacer lo mismo con el dinero que recibiría de parte de la casa que heredó de su madre. No sabía que al irse daría paz a sus seres queridos. En Cusco nació Alamo Day. Sacó un programa de televisión con ese mismo nombre. “Alamo Day Ya está”. Compró un espacio televisivo y por unos meses fue explotado. Le sacaron miles de dólares. Hablaba horas y horas tonterías en el aire Y recibía llamadas del público. Se concentraba en el lado oscuro de las noticias, en el tema Ciro, por ejemplo, el chico misteriosamente desaparecido y hallado muerto en el Colca. Su mujer lo buscaba insistentemente. Aguardaba su regreso en Lima. Mientras tanto él iba por Cusco probando todo lo que le sea posible, desde visitas a night clubes hasta las discotecas más cosmopolitas, como el Ukukus, donde le presenté a mi amigo Tito, dueño del bar, quien inmediatamente sintonizó y a quien le ofreció varios kiskurt verdes, un preparado de dos onzas de menta y vodka en un shop. Eso nos llevaba al techo. Se sentía querido, pleno y extraño. Escucho el lunático tirado en el pasto de Pink Floyd. Escribo cuando empieza a sentirse un poco más lejos. Sé que está en el espacio al fin disperso, seguramente ya se encontró con Baldor. No sé por qué en sus últimos días tuvo el deseo de viajar a Italia. Tal vez para el ese era su futuro, o quizás fue en Italia donde regía el imperio que entregó a Cristo a la muerte. Tal vez, y ahora lo entiendo, él, que se sentía un profeta, que por eso hablaba todo el tiempo. Una vez me llamó por teléfono indignado porque un falso profeta lucraba con la palabra de Dios. Lo quería matar. En su alucinante existencia, pensaba que aún estaba a tiempo para vengar a Jesucristo. Sus últimos mensajes eran insultos anónimos, decía que odiaba a todos. Debió sufrir mucho. Dicen que reapareció en la cuadra semidesnudo con un traje presumiblemente regalado por alguna persona piadosa. A lo mejor tuvo un ataque y decidió caminar desnudo. Como muchos locos. A lo mejor ya no daba más y dormía en las calles, o tal vez alguien le hizo daño. No lo sé. Él me dijo que una vez en un ataque de locura apareció tirado en los rieles del tren y que ni se acordaba de cómo llegó allí. Esta vez encontraron su cuerpo en una playa. Por un momento pensé en que alguien le hizo daño. No lo sé. Tal vez si fue así fue un favor. Solo estoy seguro de que estaba bien desapegado de la vida. Si creía que se iba a vengar a Cristo, es seguro que ya se había ido antes de su muerte, quizás buscando el poder para librarse de sí mismo, buscando un suicidio definitivo. Antes de morir decidió lanzar todo el odio posible al mundo, a la iglesia, a su familia, a sus amigos. En verdad estaba pidiendo auxilio. Pero ya nadie podía ayudarlo. Sabía que iba a morir pronto. Estaba solo. Por eso para mí su recuerdo mayor es cuando reía en las calles, allá en los años 80, conversando de música y gozando de la vida, cuando decía brazo en alto ¡comes alive! el gran disco de Peter Frampton… ¡en vivo!

viernes, 9 de marzo de 2012

CRAPULA /CAPITULO XX/ EL BAUTIZO

La vi nuevamente el lunes y me puse nervioso. Me había contenido todos esos de llamarla. Mary Luz pasó a mi lado y me sonrió un poco...como a todos. No supe si acercarme. Me miré en el espejo de la ventana y vi a un imbécil. En eso Fort pasó y al verme se detuvo para llamarme. - Cuídate con ella. No te vayas a templar- me advirtió. - ¿Tas loco? - Es una perra. Y se muere por Nico Carrazco. Se la cacha hasta por las orejas y la otra vez hasta me mostró su foto chupándosela. Apareció Mirko. Disimulé un pequeño dolor. Pero pasó rápidamente. Solo era una perra. Fuimos los tres a la cafetería. - Tres cocacolas- pidió Fort. Nunca saludaba al mozo que nos miraba con resentimiento. Fort ordenó a la cajera que ponga su casette. Conversamos como tres cuartos de hora. El fondo musical era música de Smits. Poco a poco estaba entrando a ese mundo, a un mundo que era en verdad el mío, pero que no se cuando lo perdí. Ni tan alto, ni tan bajo, pero eso sí, arribista, el mismo de los que se sienten en la cima del mundo, pero que a pesar de eso, terminan mirando con reverencia al que está más allá. En lo pragmático, ya tenía las conexiones que buscaba, mi pase de entrada a las redes de ascenso, los códigos básicos. Ser un tío más o menos bien parecido, aspirar cocaína, cacharme a una chica que se sinceró conmigo la noche anterior, perfecta para amar, pero que decidí llamar "la puta esa". No podía mostrarme´vulnerable ni al amor, ni a la consideracíón, ni solidario con los que quieran cambiar el mundo, pues eran comunistas, irreales, corruptos, mierda humana. Era momento de confesar algo que sería la fresa que faltaba. Confesar que nunca estudié para ingresar a la universidad. Es decir, que mi ingreso fue un fraude, que pagué mas de mil cocos por mi vacante. Eso me daría más prestigio y solvencia. Además debía evitar que me pongan un apodo como el que solían poner a los más idiotas. Una tarde, después de salir del billar, campeonamos en pareja a los Fort y Larrañaga. Mirko caminaba exultante de alegría. -Los cagamos- Celebró y abrió la chata de ron. Fue cuando le dije que nunca había dado examen de ingreso, que pagué más de mil dólares por la plaza. Mirko se detuvo, abrió su enorme boca, y me miró en silencio y alegría. Era obvio que el aprecio hacia mi lindaba con la admiración. Me abrazó y felicitó por ser así. Ya algo ebrio, decidió bautizarme con un sobrenombre. -Yo te bautizo hasta el fin de tus días como el Crápula. ¿Crapula? No sonaba mal. Me gustaba el apodo. Su eco era fuerte, filoso, en definitiva, con carácter. Pero pese a eso me sentía ajeno, cohibido y sucio ante ellos. Mis zapatos eran fuera de moda, mi casaca tenía tres mil días de uso. Al día siguiente llegué de muen humor y otra vez estaban los dirigentes políticos en reunión. Nunca entraban a clases. - Son unos cholos de mierda- comentó Pepe Lucho Gonzales, hijo del congresista Pepe Lucho Guzmán, un hombre muy astuto de enorme corazón partidario, pero que sabía que el Perú se movía a muchas velocidades, en realidad, era como India, una nación llena de castas. Perú tiene unas trecientos clases sociales y se van creando nuevas. - Son marcianazos- Dijo Mirko- Ese Huxley es un terruco del MRTA. - No creo – opiné - Mmmmm malas vibraciones- se escuchó por ahí- pequé. No debía decir nada a favor de ellos. Era claro que había una línea divisoria. - Es un resentido. Para mí que es terruco. ¿No ves que tiene un gas plomo alrededor? - dijo Pamela. Solían reírse de todos los que mostraban humildad, de los alumnos, dirigentes, profesores. LA verdad es que muy pocos eran adinerados. Todos se hacían ser más ricos d elo que eran. Aunque habían casos evidentemente de chicos muy ricos. Pero yo me sentía bien con ellos como con Huxley, Hitler Gómez, o el Anófeles, como llamábamos a Álvaro, quien era el terror de las vendedoras de salchipapas de la vuelta. Mientras Huxley era calladito y cerrado, los impolutos eran fríos, naturales y directos. Los humildes persuaden, engañan, no piden por favor; los impolutos ordenan, nunca persuaden. Pero también saben decir por favor. Eran mentalidades distintas. Cuando salía a divertirme con los impolutos bebíamos cerveza, cada uno con su vaso. Pero cuando lo hacía con Hitler Gómez o Huxley, bebíamos de un solo vaso.

CRAPULA / CAPITULO XIX / MAS QUE SUCIO

El taxi se detuvo. Y me imaginé que ambos subiríamos. Imaginé el camino. De hecho ya estaba en el taxi. Junto a ella. En esos instantes pregunté qué diablos yo hacía con una chica tan linda. Me daba temor. No, no voltees ni me mires limpiamente. No lo hagas, rogaba. Pero la verdad atravesó todas las barreras esperadas. Se me erectó el pene. La desnudé en la medida que la luz de la calle la sometía a claros oscuros destacando el rojo de sus labios, la caída de sus cabellos, su delicada forma de tomar el bolso. Era una reina. Esta vez ya fui demasiado lejos. No sabía qué hacer. Y si vamos muchas cuadras y Mary no quiera hablar. ¿de qué le hablaré? ¿Cómo la fregué? ¿Qué hice? ¿Me teme? ¿Debo ser un imbécil o un atrevido? Mirko se lanzaría apenas haya subido al taxi. Yo era inofensivo. Tenía la seguridad de que no intentaría nada. O tal vez no. Cómo saberlo. Ya iba a subir al taxi cuando Larrañaga se interpuso. - Vos por su ruta- - Agustín sube- invitó Mary Luz - Si, sube- Me hice el desinteresado. Pero un sentimiento del deber práctico me asaltó. Apenas tenía dinero para comer al día siguiente. No podía gastar más de lo que tenía. Pero tampoco podía dejarla ir. Solo sentir su perfume unos minutos valía la pena cualquier sacrificio. Mirko ya se iba. Lo llamé. Se me acercó y me dio el paco. - Sin saber qué hacer, traté de irme sin que nadie se percatara. Me arrinconé en el kiosco de diarios y aspiré dos cerros de coca. Pensé que ya se habían ido. Pero con sorpresa al volver encontré a Mary algo disgustada. - No tengo auto. Ya lo ves- Le dije. - ¿Y? - No tengo dinero, apenas, no quiero mentirte belleza. Tu eres una mujer titánica y de un metal demasiado duro para mi. Soy un trozo de mantequilla que te teme y condena por que estás como un colmillo del pleistoceno. No. No importa lo que diga. Soy el chico que aspira, que aspira amorcito, y solo aspira. Y estoy triste de no tener para llevarte a casa. Mary Luz hizo una sonrisa forzada. Era muy alta. Caminaba y todos la miraban. Se notaba fuerte, de gluteos grandes y tetona. - Eres un huevón- Dijo. Estaba rebuena para un polvo. La miré y me pregunté ¿Y ahora qué? Fumamos cigarrillos. La gente juergueaba en las calles de Barranco. Caminamos entre los embotellamientos. La tomé increíblemente de la mano. Y me sentí, no lo sé, iraní, sunita, tal vez Simbad el Marino. Realmente me sentí hermoso. Mary se detuvo y me dijo seriamente. - Beto. Yo me voy a mi casa. Entonces la miré fijamente a los ojos y me di cuenta que era una hembra con necesidades. Luego comenzó un forcejeo entre los árboles orinados. Sus tacos tropezaron. Se sacó los zapatos. Estaba medio ebria. Se dejó besar. Fui bruto. Hacpia tiempo que no cogía a una hembra. Y sentí sus senos recién salidos del mercado, y su sexo mordía, o eso quería imaginar. Sabía que a ella le gustaba el sexo. Le decían Mary de todos. Toqué un seno. Era suave, duro, vigoroso. Ella intentó zafarse. - Déjame mierda, qué te has crido apestoso de mierda Pero era tarde. Le metí la lengua entre sus labios. No pudo resistir. Estaba ardiendo de deseo. Ella misma buscó con sus manos mi pene y lo apachurró como si fuese un objeto para destrozar. Bajamos a la playa. Entonces la penetré. Mary gritaba. - Cáchame papi, papi, papi, cáchame, hazme tuya, mira como me tienes. Eyaculé. No discurrieron más de dos minutos cuando alguien nos dijo con voz áspera. - ¡Qué hacen! Un tombo. - Nos besamos. ¿Esta mal?- dije al poli. - Han estado fornicando en la calle - Usted nos ha estado observando- Reclamé. Mala jugada. Apareció otro policía. - ¡A ver documentos! Tuve que dárselos. Este policía me llamó unos metros. Yo no quería dejar sola a Mary. Pero no tuve más remedio. En eso escucho un grito. Mary le cogía a cachetadas al policía. - ¡Maldito cholo asqueroso¡ No ,. No hagas eso, pensé. Recordé que estaba con cocaína en la billetera. El policía la abofeteó. Mary lloró. Yo me fui encima del policía. Mal hecho, me golpeó con su cachiporra. - ¡Me ha tocado abajo sucio policía de mierda! - Mátame concha de tu madre o pelea, sácate el uniforme!- Grité. Mary gritó. - Te cagaste Canchán. Mi tío es el general Alzamora. Te cagaste cholo de mierda. La agresividad de Mery Luz me asombró. Parecía tener mucho más calle de lo que aparentaban sus buenos modales. Los dos policía ordenaron. -Suban al auto- Entonces le recordé al tombo concha su madre que yo serví en el Ejército. Que por imbéciles como eran, en Ayacucho los mataban, degollaban, hacían picadillo a sus colegas y que por mucho menos eran puestos en la mira de los tucos. Le recordé que tenían suerte de hacer ronda por Barranco, que era un barrio tranquilo, unos de los pocos del Perú, pero que no se confíen, que si los llevaban detenidos sería por gusto pues ella no iría a callar hasta mandarlos a la zona. O solo les quedaba matarlos, o reducirlos. Y faltaban doscientos metros para subir hasta la calle donde estaba el auto patrullero. Varios fumones aparecieron. En verdad eran muchos. Unos veinte por lo menos. Los policías sacaron sus armas. Estaban paranóicos. Sendero solía estallar bombas con anfo en las comisarías. Esa verdad ya estaba en el inconsciente de estos policías. Muchos de sus compañeros murieron con el cráneo despedazado. Entonces fueron bajando el tono, a excepción de sus armas desenfundadas. - Ya váyanse- dijo de mala gana el policía grandote. - Concha tu madre cholo de mierda- dijo la muchacha. Subimos por el gras, sucios, humillados, el efecto de la cocaína había pasado. El taxi fue por Miraflores, calle Borgoño, sexta casa. Mary Luz dijo. Esta es mi casa. Era una residencia descuidada. Tenía una buganvilla demasiado crecida que coronaba desordenaba la muralla. El timbre estaba roto. Sin duda era una familia en decadencia que ya no podía mantener las apariencias. Comprendí por qué no quería que los impolutos la traigan a su casa. Su modo de ser aceptada era regalando sexo. - No sé porque mi papá conserva este auto tan viejo- se excusó. Yo sabía la verdad. Estaban quebrados. Me quedé callado. - ¿Qué hace tu papá- Me preguntó. - Es contador- Confesé. Pero mentí un poco- Vive de alquilar varias casas. - Mi papá quiere que sea odontóloga. Odia a mi vieja. Por eso es que yo salía a la calle. Antes era una perdida. - ¿Por qué? - Allá –señaló- paraban los Calígula. Me buscaban. Nos íbamos a juerguear. Se levantaban a viejos y viejas con plata. Pero es ya pasó. Lo mataron al enamorado de Lucila, una prima. Traficaba. Y era malo. Vendían coca en grupos de gente ficha. Mary se despidió con un beso en la mejilla. Eran las cuatro de la madrugada. Sin dinero tuve que caminar. ¿Te das cuenta el lomo que has cenado? Grité. No pude dejar de pensar en ella. Supuse que ella se había regenerado. Mentira. Ella me eligió porque sintió alguna empatía, algo indescifrable pero que le dio confianza. Pero reflexioné y pensé en los estúpidos que fueron los Calígula para morir y caer en prisión. Unos narcos de tercera.