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domingo, 23 de agosto de 2009

CHANDLEY, HENDRIX....... Y MILES DAVIS EN "LOS VIENTOS DE AGOSTO SOBRE LIMA:...........!OSWALDO HA DESTROZADO EL BAR!"

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Escribe: PP Calderón

Agosto es el mes de los vientos sobre esta parte de la costa del Pacífico Sur. Antes había la costumbre de salir a volar cometas a los parques. Naturalmente no había tantos cables como hoy que los chicos de toda edad más paran en el facebook. Pero los agostos no se acaban, y menos el viento, y por eso ambos se han encargado de mantener viva su dinámica e impronta, no obstante ya no hayan cometas en el cielo.

Escribo esto a propósito del efecto de los vientos de agosto sobre dos buenos amigos , Oswaldo Alvarez, músico y vocalista de El Syd, y Eric Dañino, fotógrafo. Ambos resisten y siguen apostado por el arte, lo cual implica ceder por necesidad a la tentación de rodar de cuando en vez por las exclusas de la cutre Lima, o a volar sin pararrayo por la metafísica ionizada de los que llamaré los terribles vientos de agosto.
Desde hace mucho tiempo voy viajando en caminos dorados por el sol, serranías, selvas, agresterías luminosas, lo que me permite conjugar la afirmación de que al volver a Lima la veo cada vez más tétrica, más allá de su imperfectible nubosidad oceánica. Pero esa oscuridad es básica para darse de postdesayuno de leche, pan y mantequilla remojada, un Peny Lane de los Beatles, eso si, un martes lluvioso por la mañana, contemplando un parque donde verdee al pasto bajo el juego de dos perros bien cuidados pero que necesitan ir a hacer su caca.
Toda esta introducción es -¡por favor no juzguen mal el tiempo!- para negar por completo que Oswaldo haya perdido la razón o cosa parecida cuando el pasado viernes en el Kekorock Bar, atacado por los vientos de agosto, dejó salir su mono con ametralladora y virtualmente destrozó todo el bar.
Me gusta destrozar bares. Y mucho más ver que los destrocen por que allí acoderan todos los acoderables aunque no sea adorable el motivo, digamos como Eric, andar una semana sin chamba o por que no, (en la senda Leo Dan) no poder olvidarla.




Vieja costumbre
Una vez mi amigo Tito, dueño de la disco Ukukus de Cusco estaba muy deprimido por que, me confesó, “yo no le gusto a mi esposa” y le aconsejé inmediatamente el remedio, romper su local, cosa que hizo muy precisamente y con tanta diligencia, pero es más, ante el asombro los que lo desconocían y sobrevivieron a esa noche extra de tequilas que hasta siempre lo consideraban un tío tranquilo. Pero Tito estaba a la deriva y con inercia suicida. Le acompañé en la rara posibilidad de calmar su energía amoratada de marido celoso invitándole, además, a pararnos de cabeza sobre los cueros de los asientos. Su mujer, Cecilia, me pidió que lo calmara y le contesté. "Esta es la forma". Y así lo hicimos. Miramos unos 10 minutos el mundo de cabeza, conversamos de política, de Evo Morales, y todo empezó a normalizarse. Luego salió corriendo hacia destino desconocido, pero me enteré que directo a su cama.
Pero confieso que esta escena de hacer mierda a un bar en pleno centro de Barranco no me la esperaba de Oswaldo, quien no solamente es un dentista que ha dedicado sus años a luchar contra el dolor, aunque sea practicando una humanitaria endodoncia, un verdadero aporte de felicidad y buen talante a quienes le visitan y no pueden ir al bar a escucharlo.
No, Oswaldo siempre mostró una dimensión pacifica, -salvo la vez que persiguió para atropellarlos a unos asaltantes de Enrique Palacios-. Pero tal vez pacifismo y civilidad es mas bien compresión -no comprensión- de las cargas de violencia que uno acumula dentro, pues solo esto puede explicar su altisonancia mayor, ¡la mejor!, en el memorable concierto que brindó el viernes pasado en el bar, cuyo nombre de ahora en adelante no volveré a mencionar por ser una verdadera mierda donde tu, que me estás leyendo también, se que le robaste su laptop, y fíjate con que alevosía, precisamente cuando estaba eyaculando su mejor inspiración, lo que demuestra tu ausencia de creatividad, incluso para hacerte de lo que no es tuyo.




Dos más dos si son cuatro
Esa noche Oswaldo estaba furioso y con la chispa encendida. Necesitaba dos más, me dijo, que fueron cuatro. Brotaba en él la inequívoca necesidad de estallar. Era evidente, pues, que de tanto implosionar, ni siquiera se de que, solo le cabía una posibilidad: desgastar el escenario, donde Magali y el bate acompañaban su desenvolvimiento por la pendiente del brusco rock.
No tuvo mejor ida que rodar por el Hey Joe de Hendrix, lo que ya era un indicio del posible efecto de los vientos de agosto. Eric me decía que esto era fantástico, Hendrix es violento, lleva la pistola, busca a su mujer revolcándose con otro, sin dejar de ver el culo de la chiquilla que hacía la primera en la banda que hacía algo de Beatles.






Y al Hey Joe, Oswaldo gritó, saltó, maldijo, pero jamás se sacó la gorra negra de estibador del puerto de Paita para su descarga en Barranco. En esos momentos el bar era una olla con pura chanfainita arrebosada amenazada por un huevo frito, y comentámos que tanto él como Maga nunca se casarán por que ya se casaron con la música y hacerlo sería un acto de infidelidad, así es que luego procedió a desenfundar una performance cruda, sin sal ni pimienta, sino esencial, de “Una mujer me dice ven”, circulando descalzo por la agrestería del vórtice. En ese rato inevitablemente íbamos directo al glorioso desatino. Pense en James Dean de “Al este del Paraíso” mientas el humo conversaba con la menopausia una década olvidada de la dama bien sentada que fue al bar solo para ver a su hija, y a quien Eric le invitó una chela solidaria.

Horizoverticalidad

Realmente la noche estaba bastante cordial, naturalizándose la intensidad que avanzaba en la misma medida que adelgazaban nuestras arcas que cristianamente convertían el níquel en más chela. El movimiento de codos era constante y estábamos semiborrachos cuando Luchín dio su aparición como lo prometió y comentó cosas que nadie escucho, razón por lo cual solo puedo referirme a los movimientos horizoverticales –término autoría de Paco Zeballos- de su boca. Oswaldo hizo un final a la faena con oreja y rabo en la mano ente aplausos. Naturalmente me acerqué a abrazarlo por su interpretación a pura llaga, comentando además a Magali y al bate, la consecuencia de ser consecuente: lograr el calificativo de “resistentes” por seguir en el arte. Cuando de pronto Oswaldo se desconectó. Y dio un viro inesperado. Había un raro solo de trompeta aunque a lo lejos. Oswaldo empezó a caminar por todo el local con la apariencia de andar en busca de algo.
Nunca vi a nadie rastrear con semejante pulcritud a un local como lo hacía. Levantaba todo lo que encontraba en busca de algo. Incluso, cuando el otro grupo estaba en pleno concierto subió por delante al escenario pasó delante del bajista hacia el fondo y revisó detrás de las cosas si estaba allí su laptop.
Definitivamente, Oswaldo buscaba como haciendo hacia una macroprofilaxis en el pub buscando donde se había escondido el problema que le afectaba hasta el píloro.
Finalmente le digo, carajo que haces, ven y conversa. Fue cuando me explicó que le habían tirado su laptop.

Vasos artificiales

Luego de eso lo vi caminar hacia el centro y sorprendió a todos al gritar ¡por la puta madre me robaron mi laptop!, pateando de abajo a arriba a una de las mesas repleta de vasos y botellas que volaron al unísono como fuegos artificiales chinos estrellándose en el techo y dejando volar millones de estrellas de vidrio sobre los asistentes. Seguido esto, el espectáculo ya no era el grupo que seguía tocando, sino Oswaldo, que además de eso, le quitó el micro al cantante y lo arrojó al suelo junto al atril y lo pisoteó, y pateó hasta destaparlo contra la pared, deteniéndose la música y dando paso a un rumor sin condicionamientos y asombro por el insospechado nacimiento de la ira.
Boyante y sin complejos, la ira de Oswaldo dio una vuelta de tuerca más y no paró de patear mesas sin que alguien le controle a lo que Eric dijo, “esto es una maravilla”, y empezamos a analizar que todo empezó cuando la muñequita que hacía la primera a lo Beatle y su grupo fueron interrumpidas y bajadas del escenario de un modo batante descortés, apagandoles de cuajo el sonido. La mueca de desolación de la muchacha que apenas empezaba para posiblemente atreverse lugo a un "Glass Onion" o bien a un "Rain" irradió una rara maldición, quizás spinetteana, de cuando los ángeles se alarman.
Pero en vez de esto, volví a escuchar a la trompeta, y apareció Miles Davis en medio de la espectacular bronca que por efecto dominó se propagó hasta Magali que me había dicho que algo de actuación había en esa posición de Oswaldo, los azufres iniciaron su efecto y hasta el mozo del bar empezó su griterío, ¡yo también estoy loco y arrancó una ráfaga de disparos de vasos y botellas contra la pared. Era un happening y todos estaban completamente locos.
Eric estaba muy deprimido, me decía, ¡no puedo creer, hace una semana no puedo reírme de nada, me va todo tan mal!. Y en ese momento precisamente dijo, ¡esto es de la puta madre! y comenzó nuevamente a hacer bromas. Por mi parte, me limite a contemplar el suceso pues no me quería meter en una bronca más, ¡una mas ya no! Y supuse que iba en serio eso de ¡llamen a la policía! para llevarse a medio bar con restos de cocaína en los aleros. Pero reflexioné antes en el mal karma del lugar en aquella poca elegancia de no permitir que dos personalidades como Eric y el que suscribe paguen por su entrada no obstante asegurar la compra de varios litros de su cerveza barata que expendían: Zenda.

Un bar cualquiera en agosto

Si Oswaldo, hiciste bien en romperlo todo. Norma me dijo que habría hecho lo mismo. Creo que estuvo bien después de todo. Además, no creo que las fotos porno-personales que seguramente también están en su memoria las pueda alguien decodificar por que me comentaste que la máquina tenía clave.
Solo que quisiera añadir algo, que tanto en la Lima maldita como en los Angeles de los 50, los vientos son terriblemente determinantes en la conducta de los hombres. Como diría Raymond Chandler, durante los meses que circulan en el cielo californiano los vientos Santa Ana, las mujeres engañadas empiezan a analizar el cuello de sus maridos o bien algún hombre de ninguna parte hasta puede animarse a ir solo en busca de amigos a un bar cualquiera a beber un rebosante vaso de cerveza.