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viernes, 26 de septiembre de 2008

RINA O EL OCTOPUS DE LA BONDAD


"El olor fino solitario de tus axilas Un hacinamiento de coronas de paja y heno fresco cortado con dedos y asfódelos y piel fresca y galopes lejanos como perlas Tu olor de cabellera bajo el agua azul con peces negros y estrellas de mar y estrellas de cielo bajo la nieve incalculable de tu mirada"

(César Moro)

Resistíamos irresponsablemente sin un intento, al menos mío, de abandonar el país. Lima en los 80 era sincera, descuidada, emancipada de la palabra "futuro". Era ahora, no mañana, y las bombas de Sendero Luminoso ya casi se extrañaban si en la noche no se iba la luz. las cargas de violencia no eran lo nuestro, pero si un esperar, esperar y esperar, cuajado de imbecilidad, confianza y sueños cortos. Al menos eso me pasaba, y aunque nada invitaba a volver, todos los domingos después de la misa recalabamos en su casa, con las viejas guitarras, y las tontas caniones de Sui Generis, y alguna pena amorosa por que pensar que la vida era fea. pero en realidad era bella, por que nada del todo importaba. Pero recuerdo la casa y el perfirl de Rina.
Vivía en una casa con algo de domicilio de Hansel y Gretel, con florecitas blancas a ambos lado de la entrada, idénticas a las que van en los velos de novia, y uno o dos perritos insoportables a los que yo tenía muchas ganas de coger subrepticiamente para hacerlos volar sobre las fauces de los cocodrilos del Parque de las Leyendas.
Nunca hice esto, pero recuerdo a Rina no como ella, sino como una expresión redonda de la amistad aséptica, sin maldad ni desconfianzas, con quien mas allá de su gazmoñería, compatió conmigo, en las antípodas de su modo de ser, el raro sueño de arreglar el mundo.
Nunca mas la vi, ni me buscó ni yo a ella, aunque dejó un recuerdo impecable, blanco como una mancha de semen sobre la solapa azul del canciller.
Pero eran tiempos vaporosos, con nieblas en los cercanos horizontes, fantasmas y brillos de amor que uno imaginaba en los ojos de cualquier amada.
Y Rina siempre estaba rodeada de muchachos tranquilos, pero con cierta simpatía a lo indebido. Si, Rina, todos fumaban chistosa.
A todos nos trataba con diminutivos y nosotros, en contraparte, le hacíamos bromas tal vez intolerables para otras personas, pero que muy bien ella sabia encajar en sus bien elevada actitud de madre superiora que se enrola en la universidad para ayudar a los demás.

No si se ha casado, si ha sido madre, o si sigue haciendo suyo, subiendo y bajando de los cerros de Manzanilla, el Pino o Huaycán, sorteando miradas maculosas de desprotegidos mentales con tatuajes en los brazos y risdas mefistofélicas han frías como el hierro que les esperaba en algún
callejón orinado de las márgenes.
Lo que si se es que una tarde conversando, le propuse una invitación. ir a un burdel, a la Nene, allá, pasando los rieles, allá en la Colonial. Ella me dijo con despierta mirada, !perfecto! Se iba a listar el cabello y pasar como parroquiano al venusterio mas famoso de Lima.
!Que iba a decir cuando Perla me diga marido! o cuando Aura me llame !ven que te lo voy a hacer rico!... o si la charapa me jale al privado para preguntárme al oído "y tu hermano".
Tal vez no debí soslayar la ocasión. Habría sido un enigma lo que sucedería si entraba al 8 o al 23 mientras Rina desplegaba su etnografía en el clima rojo.
Rina, estudiante, medio socialista, sonreía y tomaba en serio la vida. Tenía una misión. Y no se si la sigue teniendo. Pero en realidad que poco se sabe de los compañeros circunstanciales de los años maravillosos. ¿Como es posible que nunca mas se tenga contacto con alguien con quien se pretendió cambiar el mundo?
No he cambiado. Yo estoy en lo mío, las huevadas, por que !que mas hacer en la vida sino huevadas!
Imagínate a los locos de Lehmann Brothers, con su tuerto, parche o tiro, al medio día, frescos, con sus trajes de tres mil dólares y las invitaciones a los restaurantes de moda, timbeando con el futuro de Estados Unidos sin imaginar que hoy nada existe.
Que Carlos Manrique ni Pepe Trueno en angustia robando un foco al paso para cambiarlo por media luca. No, Rina, entiéndelo, nadie es unoctopus de la bondad. El mundo no es de los santos. Y tal vez tampoco ni tu lo seas.
En todo caso, no habiendo batallas alrededor, este viernes de trastienda, viernes de deber, de estar en lo necesario, hay que escribior y, por que no, un salud por Rina y su batalla. Y si abandonaste el carro por la plata. Ven a nuestro cubil, échate una cerveza... o lo que quieras, y quizás hasta te vayas con un regalito.

sábado, 20 de septiembre de 2008

PELUSA: LAS FRESAS CON CREMA

Maybe I might have changedAnd not been so cruel. Not been such a foolWhatever was done is doneI just can't recallIt doesn't matter at all
(Parte del tema From the beginnen de Emerson Lake & Palmer)


Pelusa quemó cerebro. Dicen que la culpa fue un cóctel de “fresa con crema”, es decir, 35 pepas de preludín (blancas) y 50 de optalidon (rosas) que escalaron dos días hasta el mismo centro de su mente. Comentan que la primera vez que las tuvo en sus manos experimentó con ellas un amor a primera vista. Tal vez esto pasa a los que aman los peligros, como a las mujeres. Más putas, mas encantadora la conquista.
Para que el cóctel suba más rápido a su cabeza, dicen que solía tomar Inca Kola, buscando, claro está, que el gas empuje lo tóxico a su cabeza.
Pelusa era muy barrial, pero le gustaban los viajes largos, sobre todo al mundo de la antimateria. Fumaba mucho, y lo hacía al modo de Free Town, quemando el bate en papel de despacho. Para eso compraba budines caseros de la tienda (nunca en la de Calicho) Y como Renzo lo haría mas tarde, botaba el budín al suelo, y rescataba el papel que corría rico y no raspaba la garganta, ah, y por su tamaño daba para varios.
Pelusa era varios años mayor que nosotros y solo sabíamos que fue mas allá de la raya, hasta el punto del no retorno. Y quemó fusible. Fue una mala noticia en esos tiempos en los que yo ni siquiera vivía en Free Town. El fue uno más en el barrio que se iba. Así eran los chicos de los 70. Muchos fueron a manicomios, a la cárcel, o a otra vida. Nosotros, ochenteros, en el fondo los admirábamos. Pensábamos que en nuestra época nada pasaba. No sabíamos que Sendero Luminoso se acercaba, crecía, y no había que lo parara. Casi hace pedazos, no a uno o a dos de nosotros, sino a todo el país.

Pero Pelusa no murió. Sobrevivió a siete años de malvivencia vegetal. Y cuando abrió los ojos comentan que quisieron darlo de alta. Pero no quería. Dicen que nueve meses no se atrevió a mirar por la ventana. Pero salió, un poco con estilo Frankenstein, luchando con su cruel destino dando torpes movimientos. No obstante las miradas, decidió “comenzar de nuevo”.

Era rosado, flaco, ligeramente jorobado. Esto por que siempre iba en bicicleta.
Sobre él había una leyenda. Decían que fue muy atrevido en los tiempos en los que iba por los parques con su chaqueta fumando todo lo que venía a sus manos mientras era amado por distintas chicas. Decían, además, de que era un eximio tocador de guitarra. Y no solamente eso. Afirmaban las voces sin nombre que sabía ejecutar los más difíciles temas de Hendrix, Led Zepellin y Emerson Lake & Palmer.
Pelusa apareció de pronto. Era distante. Tenía temor al mundo. Y pasaba como una nube por el barrio. Sin embargo, para él era importante pasar, enfrentar al mundo, decir lo que mas anhelaba en la vida, “he vuelto”.
Cuando lo conocí caminaba a grandes trancos y bamboleándose de un lado al otro, como imitando a una campana. Usaba un pantalón negro, corto, y una camisa blanca. Sus cabellos rubios mal cortados caían sobre sus hombros. Nunca reía.
Pero nosotros le llamábamos por su sobrenombre. Pelusa. Nunca se detenía. No contábamos con que nos estaba analizando.
Pasaron dos años cuanto menos, hasta que se detuvo. Sentí lo mismo que cuando alguien o algo que se supone que nunca debería hablar conmigo habla. A veces es una sorpresa agradable, otra ves no.
Pero ya estaba al frente. Queríamos decirle algo. No sabíamos que. Asi es que le dijimos algo. Pero nunca contestaba. Eso si, se reía con muchas ganas.
Hasta que tomé la guitarra del tocino. Era una guitarra blanca, probablemente de su herman, pero que se quedó en mi casa por un año, mas o menos.
Erauna guitarra que nació para evangelizar personas, pero la guitarra se emancipño con mas vigor que el Perú y en vez de resonar sus cuerdas en la parroquia, lo hacía en parques llenos de vagabundos, indeseables, y turistas del paraíso de los diecinueve o veinte años. La guitarra olía a humo de cigarrillo, marihuana, a licor barato, y descansaba en cualquier sitio, en las bancas de los parques, al costado de la casa de Quintanilla, en los autos donde se iba a levantar chicas de otros barrios, en fin. La guitarra no era una inmaculada como su dueña. Era, por el contrario, maculosa, inquieta, y lo mejor... ajena.
Entonces se me ocurrió desbrozar el bosque nubloso que había entre él y nosotros, y a ver si nos encontrábamos con algo real de su famosa leyenda. Así es que, si dicen que era un guitarrista consumado, era un hecho que algo en su persona, diría mas bien en su alma, que no estaba enfermo como su mente, algo que aparecería si se reencontraba con esa guitarra.

Recuerdo que aceptó tomarla. Primero por el mango. La miró verticalmente. Sonreía como mirando un auto recién regalado. La empuñó. Entonces noté las yemas de sus dedos casi planas y redondas, como si mucho hubieran dado con el traste. Recuerdo que la manoseó y dio una leve sonrisa. Y luego se desplazó, no su brazo sino su alma a través de todo el traste. Curioso encuentro entre él y la guitarra. Tal vez nadie observó un detalle. La canción que eligió para el nuevo encuentro con la viola fue “from the beginnen” de Emerson Like & Palmer.
La canción “desde el principio” es un tema hecho para ciudadanos del espacio. Y Pelusa jugaba con nosotros. Por que decía que provenía de un planeta al que llamaba Novorc, “donde solo hay jóvenes donde solamente producen guitarras”.
Dicen que Pelusa era hijo de una pareja de ancianos, y que su padre era médico. Pero nunca los vimos. Jamás lo buscaron. Era obvio, era el monstruo de la casa, el despojo de la familia.
Y Pelusa con ese ir y venir entre las galaxias en las que se encontraba y la tierra, eligió el barrio para sus constantes aterrizajes. Y no solamente tocaba From he beginnen, sino también intentaba tocar Hey Joe de Hendrix (el tipo que iba a matar a su mujer mientras esta se revolcaba con otro).
Pelusa tomó mas confianza y aceptó unos toques. Realmente tenía ganas. Y se incendió el porro por la potencia de sus pulmones. Y a veces la traía. Pelusa se convirtió en el transportador. Por que ya tenía su bicicleta en la que viajaba él y un conejo blanco. Luego lo vimos con una radio vieja. Y, finalmente, le puso motor a su vieja “ticla”.
Pelusa iba mejorando. Ya no se balanceaba como campana. Quería volver, o tal vez no, mas bien irse mas lejos y no volver. Nosotros le dimos la pauta.
Un día nos fuimos del barrio, todos, y nunca más supimos de Pelusa. Dicen que anduvo un tiempo más por ahí. Pero otros aseguran haberlo visto lejos, muy lejos, mas lejos de Novorc. No precisamente donde se hacen las guitarras, pero si... donde nacen las canciones.

martes, 16 de septiembre de 2008

EL NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA


"¿Qué efecto estético surge cuando aquellos dos poderes artísticos, de suyo separados, de lo apolíneo y de lo dionisíaco, entran juntos en actividad? ¿Qué relación mantiene la música con la imagen y con el concepto?".
Nietzche


El parque el Carmen. Que decir de este parque en el corazón de Free Town, si no que era uno de los aeropuertos preferidos del barrio. Basta mencionar los elementos que lo recalaban: Pepe Collazos, el "loco Empírico", Dioni, Michell....
Todos ellos tenían un delirio intelectual que se fusionaba en la pasión por el cine clásico (íbamos al cine club de la guay a ver películas de Hitchcock o Orson Wells). Eran atrevidos, de buen porte, y las chicas los miraban con cierto respeto y temor. Vicky, la corista de la parroquia aceleraba el paso al verlos, aunque no por eso usaba zapatillas.
También había otro tipo en el barrio que me caía bien. Alberto. Pero no se conocía con ninguno de los mencionados, aunque cuando bajaba de su auto se me acercaba para escuchar me tocando guitarra.

Pepe, Dioni y Michell eran como del club de los cortapalos de Disney. Profundizaban en otos saberes.
Dioni era hijo de un naturista francés, Jean Dourojeanni, Michell, de un belga, me parece que profesor, y Pepe no se de quien, pero seguramente era traumatizado. Pepe me recordaba a James Dean. Parecía inconforme. Pero era muy activo y raro. Vendía sandwichs en la playa y por su talla atlética se cogía a chicas muy atractivas.
Dioni, por su parte, era un capo en ciencias naturales, igual Michell, y volviendo a Pepe, era un amante de la alta tecnología en general, al punto que gozaba explicándome como funcionaban los grandes telescopios.

Nunca comprendí por que en un país que se caía a pedazos como Perú de los años 80, estos muchachos muestren una fasceta tan constructiva. Era una broma. Algo no funcionaba bien.
Mientras todos abandonaban el país, los chicos se encontraban en la estrambótica casa de Dioni, hecha con pasajes secretos y dibujos de la evolución en sus techos. Allí se hablaba de todo. El gesto de deprecio era constante.
No solo se reían del modo como actuaba Sendero Luminoso y de las ideologías que animaban a este grupo terrorista. Hablaban de que mientras mas rápido se destruya el país, más rápido los holding dueños de compañías mineras entrarían a concesionar el país pues todo estaría a precio de ganga. Yo pensaba que por eso y no por los derechos humanos las ONG que apoyaban a los grupos terroristas no recibían sus fondos de Moscú o Beijin, u otros países comunistas, sino de fundaciones de la mas rancia estirpe capitalista. La Ford por ejemplo.

En ninguna universidad del Perú había semejante libertad de ideas. Todo era permitido en la tertulia.
Mis amigos, igualmente, hablaban con simpatía de los ingenuos estudiantes de la universidad Católica que no está en la lista de las 500 mejores del mundo. Para nosotros eran idiotas terminales sin personalidad, que se tragaban las currículas de la inteligencia británica o francesa que daban via becas a sus maestros, a fin de impulsar la democratización de la destrucción del país. ¿No son hoy los grands abogados de estas casas de estudio quienes ayudan a las miltinacionales a tragarse los activos del Perú con regalías mínimas? Bien pensado, claro.

En las conversaciones corrían todas las propustas imaginables. Inclusive acabar por la vía más rápida con los subversivos, cambiar de nombre al país, o cultivar la compasión por los que no saben lo que hacen.
Realmente eran arrogantes, pero lúcidos. Me recordaban un poco a Goebels, o los mas brillantes militantes del nazismo. Sin embargo, ninguno era cojo, fracasado o infeliz como Goebels.
Todos eran unos chicos clase media, que vivían mas allá del bien y el mal, aspirando de vez en cuando marihuana, siempre al arrullo de los eucaliptos del parque El Carmen, que en verano era pefumado por una deliciosa mezcla de jazmines y floripondios.

Una noche los chicos conversaban de la imbecilidad sin límites de los de Sendero Luminoso. Observábamos que sus atentados eran muy limitados. Clavos, dinamita, un poco de amoniaco.
Igualmente, conversaban de lo fácil que podía ser un movimiento más letal.
"Imagínate, estos cojudos con estas huevadas tienen aplastado al Perú", dijo Pepe. Podían ser peores.
¿Como sugerirías? preguntó Dioni. Hubo un silencio largo.
Dos horas mas tarde pasó algo.
Con la misma naturalidad con la que se optaba en ir al cine de la guay, los muchachos decidieron hacer algo verdaderamente poderoso: nitroglicerina.
La fórmula estaba allí, en cualquier lado. Michell trajo el manual de la bibliteca de ciencias de la universidad Católica. Una chicas de arte estaban completamente desn udas, mientas que unos cuantos estudiantes de derecho programaban viajes a Marcahuasi. La droga corría en abundancia en la universidad. Mucho más que en San Marcos, donde se practicaba el alcoholismo.

Los muchachos leyeron las instrucciones con cuidado. Compraron el instrumental necesario, aunque buena parte lo tenía Dioni por que su papá era profesor de biología. Consiguieron el hielo (muy necesario para el enfriamiento), el termómetro etc.
Recuerdo que yo estaba en la avenida Bolívar tratando de entender la defensa de la mentira del filósofo Kirkegaard.
En la parroquia se alistaban para la misa. El culo de una de las chicas me gustaba mucho. Y yo planeaba como atacar sin ser visto. Necesitaba dar un solo paso y romper el hielo.
Mientras Pepe y compañía practicaban química, yo pensaba en el ataque a esa muchacha.
Y vino otra variante. A menos de 100 metros vivía Alberto Venero. Simpático. Su departamenti estaba en la asotea de la casa blanca. Allí vía con sus hijas y su esposa que se ganaba la vida haciendo confecciones para las pocas tiendas de ropa caras que quedaban en Lima.
Venero se compró un auto negro de lineas bajas con un ágila que se extendñia sobre su motor interminable. Era muy atrevido. Usaba casacas de cuero y tenía, no se como, un pub en San Borja, donde una noche nos invitó a tocar unas canciones de Sui Generis.

El papá de Dioni había sido traficante de carne en la II Guerra Mundial, y tuvo a maestros de la talla de Marcel Mauss en el Museo del Hombre de País. Después de la guerra vino al Perú por que del Callao pensaba a partir a Tahití. Pero el siguiente barco partía en un año y medio. La espera iba a ser larga. Duraría toda su vida. Me imagino que fue un traficante de germoplasma. Tenía miles de mariposas disecadas. Igual murciélagos.
Pepe, Dioni y Michell, terminaron de mezclar los elementos. Por mi parte, tomé del brazo a la chica -cuando salía de una fiesta de disfraces a la que no fui- y le dije "me cansé de hipocresías, ya no seré mas tu amigo".
Venero salió a toda velocidad de su casa. Dioni se fue a Francia y Michell a Bélgica. Yo aparecí en Kreuzberg en Berlín, la pequeña Turkía.
La besé a la chica con ternura y ella me correspondió. En eso sonó un estallido a lo lejos. Era en el cuarto de Dioni. Lo lograron. Venero llegó a la cita. Era una cita con Vladimiro Montesinos, un oscuro abogado que necesitaba destruir la partida de nacimiento de un japonés que quería postular a presidente.

Nada de esto imaginamos jamás. Mucho menos que Vicky era dirigente de la central este Lima 31 (giroscopio 30 60) del MRTA y que necesitaba las zapatillas para escapar de las bombas que sembraba.

viernes, 12 de septiembre de 2008

EL SEÑOR TELLO

“La «verdad» ha de ser entendida como un sistema ordenado de procedimientos para la producción, regulación, distribución, circulación y operación de juicios. La «verdad» está vinculada en una relación circular con sistemas de poder que la producen y la mantienen.” Michael Focault


Conocer al señor Tello fue una experiencia linguística. Era el apellido perfecto para su persona. Con una complexión absolutamente dominada por la amabilidad, el buen reír, y la simpatía instantánea, era el equilibrio perfecto. Repito: Era la relación onomatopéyica más impecable entre alguien -o algo- y su denominación: Tello.
No se por que, pero me recordaba a mi perro, y solamente por eso me caía extraordinariamente bien. Siempre se mostraba feliz. Y aunque fue el amigo mas sincero que conocí, había un detalle, solo uno, que pudo revertir el cúmulo de confianza que adquirió en mi aprecio. Mintió por años con su nombre. No era en realidad el señor Tello.
Enterarme de esto pudo echar bajo suelo nuestra amistad. Pero en honor a los buenos ratos que pasamos en los años sin destino del Perú, reflexioné con desapasionamiento analítico, con criterio weberiano -!hay la verstehen!- los porqués de tal mentira. Finalmente, lejos de sentirme engañado, comprendí de buen creer su decisión de ocultar su identidad, cambiarse nombre, apellido, y presentarse en el barrio como otro.
Al venir a Free Town, el señor Tello estrenaba barrio, amigos, religión (era evangelista), y con el tiempo hasta quería estar con una de las ninfetas - a quien Marisol Corneta al ver caminar hacia la parroquia decía despectivamente “vaginitas”-.

El señor Tello, ya lo dije de otras formas, poseía un carisma acompañado de un porte de heroicidad, velocidad y deporte, (y por eso Giorgio Bardakas le decía a viva voz Conan el Bárbaro). Pero habían otras cosas muy extrañas respecto a su persona: Era el primer ser humano de nuestra edad a quien descubrí que usaba Glostora.
Su personalidad era un enigma para mi. No podía dormir sin antes pensar al menos media hora en los porqués de tan extraño flujio vital.
Así es que un día me aventuré a visitarlo a su domicilio, en Breña.
Cuan grande sería mi sorpresa que all llegar al número indicado me topé no con una casa convencional, sino con una tienda de disfraces.
Cuando toqué la puerta alguien preguntó quien era. Dije naturalmente mi nombre. Inmediatamente otra voz salió de esa garganta profunda que era su casa. Era el.
Mis ojos se costumbraron a la oscuridad y no pude ocultar cierto sobresalto al encontrarlo vestido del hombre araña.

Sientate, me dijo, ¿Se te ofrece algo? me preguntó sin inmutarse en lo mínimo de mi sorpresa. Agua, le dije con parquedad. Silvando, sin ningún peso en el alma, fue a la cocina a complir con mi pedido.
Entonces comencé mi análisis topológico de su mundo. Pude ver que en su habitación habían muchos cuadros volteados contra la pared. Mi intriga aumentó. Cuando las preguntas comenzaban a asociarse con posibles hipótesis apareció nuevamente. Tenía en su mano el vaso con agua. Noté que se había peinado. Lo bebí por completo de un solo tirón.
Pero su presencia me impedía una observación mas objetiva. Mi cometido era saber que pasaba.
Necesitaba que se vaya de la habitación. Maliciosamente insistí, ¿Podrías invitarme otro vaso con agua? Accedió inmediatamente no sin antes poner su disco de Slade en Vivo.
Mientras escuchaba a lo lejos el correr del agua en el grifo, calculé el tiempo que demoraría en llenar el vaso, atravesar el pasillo y aparecer nuevamente en la habitación. Era ahora o nunca. Furtivamente fui a ver que había detrás de cada uno de esos cuadros.
Eran muchos diplomas con su foto, la misma camisa y chompa, perocon distintas edades. No solo eso, y allí mi desequilibrio. Tenía distintos nombres. Cuan grande sería mi espanto al toparme con que cada diplma correspondía, además, a diferentes colegios donde decía "... en honor al mérito por haber ganado el primer lugar en el concurco de matemáticas el señor Mario Aspilcueta". En otro diploma, calro que también de otro colegio se leía "...por su destacada participación en el concurso nacional de lógica al señor Enrique Murga palavicini". En otro decía, "primer lugar en el campeonato Adecore de Atletismo al señor Gurfunkel" Y así sucesivamente encontré que estaban todos los nombres de los chicos del barrio. En todos había la misma foto. Hasta que encontré mi nombre. "... campeón nacional de esgrima en la categoría 12 -13 años".
Comprendí que el señor Tello tenía mil nombres, mil mejores amigos, mil barrios y era como si se habría perdido en una sala de espejos.
Llegó con el vaso de agua y le dije una indirecta. "He estado leyendo a Michael Focault". ¿A si? Interesante, yo ya lo leí, me contestó. No paró de hablar una media hora del filósofo postestructuralista.
Intenté de nuevo. Le dije una frase que me encantaba del filósofo: "nunca pienses que mañana sea el mismo".

El señor Tello, inteligente y atrevido, comprendió la indirecta. Con la velocidad de una mosca en peligro visualizó hacia los diplomas. Seguramente se dio cuenta de que habían sido movidos.
Se dio cuenta de mi incursuión clandestina a su intimidad.
Me tomó del brazo y caminando lentamente me dijo claramente.
"La realidad no existe, por eso es que la verdad es una falla de la humanidad".
Nunca encontré frase mas perfecta para justificar mis innumerables defectos, sobre todo la mentira. Por que soy un mentiroso profesional sin remedio.
Inmediatamente sentí un alivio absoluto a todos mis actos. A las mentiras a las chicas, a mi madre que tanto me perseguía por saber donde recalaba después de las 10 de la noche, pensé en las mentiras a mis profesores y a Dios.
Bastó esa frase para no seguir en el tema y considerar al señor Tello mi amigo en su personalidad múltiple. Podía ser si quería el señor Tello, Guzmán o Ampuero. No importaba ya nada. Pensé en las ventajas de tener un millón de amigos en uno.
Hasta ahora no se como se llama, y es posible que el tampoco lo sepa. Solo se que un día fui a su casa donde había una tienda de disfraces. Y es posible que eso sea todo. Que la vida sea un pasaje como su casa, cada vez mas oscuro, en cuyo fondo se encuentren los diferentes disfraces que debemos llevar en la vida.
El trip

Recuerdo esto y pienso en sus lentes gruesos, de marcos metálicos, y su predisposición a lo indebido. Precisamente esto me pareció ideal para un trip. Y lejos de decirme no, inmediatamente se solidarizó y se ofreció para armar el porro.
Lo hizo en 24 segundos con una sola mano. Eran perfectos, sin fisuras, ensamblados con una precisiñon alemana, y con la presión absolutamente modulada para que corra lo debido y sin irregularidades en cada pitada. Nunca tuvimos que curar con saliba alguna de sus obras de arte.
Definitivamente, aprendió eso en Breña, uno de los mejores hubs de Lima.
Tello perdió muy rápidamente la vergüenza y pensando que nadie se había dado cuenta, quería guardar la imagen por que le gustaba una de las chicas de la parroquia.
Estuvo con ella mucho tiempo. Y me gustaba que esté con ella. Era mi amiga. Pero al parecer, al señor Tello le resultaba un poco celosa.
Pronto la expectoró y fue nuevaente el hombre mas feliz de la vida.
Un día roleamos varios en el parque Don Bosco, en Canta, en el parque América, en todo lado. El señor Tello ya podía ser director del Museo nacional de Historia Natural, por que a la fecha había visto, producto de la chistosa, perros, gatos, monos, capizos, satunis, ornitprrincos, y en el aire peces, moluscos que hablaban, y hasta al cateblapas, criatura extraña inventada en “Ficciones” por Borges. Con el tiempo vimos animales prehistóricos. Lo que no nos dijo era que, como decía la canción, “uhhhh me he vuelto a enamorar”.
Una tarde pasó el padre Lucho por el parque, y nosotros estábamos dando de alimentar a un tiranosaurio.
-¿Crees que se haya dado cuenta?- Me preguntó.
Obviamente le preocupaba su imagen. Su amada era corista de la parroquia.
-Imposible. No creo- respondí, mientras el padre se iba, nos miraba y meneaba la cabeza.
Fue una mentira piadosa. El padre lo sabía.
Pero Tello sospechaba de que le mentía. Entonces silenció, le vino la bajada, el habló de un caballo, de árboles, y de una chica que subía y bajaba de su mente.
Sube y baja, decía, no la puedo olvidar.
Ahora sabemos bien quien era.
Me dijo que era el amor de su vida. Pero el señor Tello la olvidó en una semana.
Nunca llegó a ser tan consistente su amor... como sus porros.
Ahora se que usaba glostora para sujetar sus máscaras.
No se quien será en estos momentos. Tal vez lo único autentico que tenga sean ... sus anteojos.
Publicado por josecalderon en 10:26 0 comentarios

jueves, 11 de septiembre de 2008

UN CRISTIANO EJEMPLAR: QUINTANILLA

Luego nos dio la espalda y siguió con su trabajo.
Mientras pasábamos como una hermosa guadaña negra por aquel paisaje perfecto


Raymond Carver


Cuando lo conocí, Mario tenía unos 65 años. Vivía solo en la esquina. Su casa era muy descuidada. Sucia. Parecía que nunca lustraron el parquet. Unos moribundos granados sobrevivían en desorden sobre la tierra meada que flanqueaba su vivienda. Pero tenía algo a favor: era grande.

Mario sabía muchas cosas, pero a retazos. Francés, derecho aeronáutico, amaba Buenos Aires y Paris donde vivió. Una vez le vendió una cocina de tercera a un amigo suizo que estaba de paso en Lima. A Mario su mujer lo dejó. Pero era simpático, social, y jamás se cambiaba su traje azul al cual nunca lavaba, aunque en las partes desteñidas pasaba plumón para oscurecerlas. Mario era sombrío, vetuzto y digno de cualquier sospecha. A mi me caía bien. Me imaginaba su insomnio. Tres de la mañana que hacer. Y se dirigía al baño y lavaba sus calzoncillos remojados por semanas o se metía un pajazo con una porno blaco y negro con páginas pegadas.

Cuando viajaba en la 89 fingía que leía el periódico. Pero la verdad era otra. Diana Libia me comentó. "Ese viejo se baja los lentes como si leyera, pero en verdad me mira las piernas". No lo culpo. Diana era un tanque digno de todo ataque.

En su casa había polvo por todos lados pero no habían cucarachas. Tampoco comida en el refrigerador. Su mesa de sala era una lavadora del siglo pasado y un foco colgaba de un cable.

Pero era divertido. Mario hacía de vez en cuando fiestas en su casa, aunque tenian algo particular, sus invitados eran mujeres viejas, hombres como ellas divorciados, profesionales dados de baja, todos con cierto aire a naftalina y fracaso. Me recordaban a Ricardo Belmont.

Una vez hizo una de esas fiiestas mientras yo, no muy lejos de su casa tocaba guitarra en compañía de mi amigo Pepe Collazos. Se escuchaban guarachas, cumbias, los Panchos. Pero de pronto se apagó la luz de toda la ciudad... y silenció la música. Otro atentado de Sendero Luminoso. Era un sueño. Solamente batían las cuerdas de mi guitarra en ese anochecer esplendoroso de verano.

La oscuridad mejora todo. El sonido era cristalino. Había encanto.

Pero ya no había música en la fiesta de esos viejos.

Se abrió la puerta roja y Mario apareció en mangas de camisa -sucia- y corbata. Nos saludamos. Nos invitaron a animar la fiesta. "Pero no se criollas", advertí.

"Toca lo que quieras" rió.

Entramos y este fue el panorama. Telarañas. Habían ex sindicalistas, médicos expulsados del gremio por negligencias, abortistas, contadores fraudulentos de poca monta, abogados trafas, y mujeres abandonadas por sus maridos que solian pasar la noche en los bingos. Busqué entre ellas alguna rescatable. Fue un fracaso la búsqueda. Todas estaban obsoletas para eventuras sicalípticas.

Tomé confianza y fui a lo mio. Toqué guitarra. Música de Charly García. Contra todo lo pensado, estos viejos o próximos a la tercera edad se entusiasmaron y empezaron a bailar. Las gordas se bamboleaban con frenesí mientras el alcohol iba en aumento.

Yo le dije !un salud por los viejos polvos ... y por los que vendrán!

Todos aplaudieron.

A la gorda de mi costado le dije... "me exitas chiquilla". Y ella me dijo. "Usted es un atrevido".

No me importaba nada. Mario estaba borracho y en ese momento Pepe encendió un porro delante de los viejos. Todos fumaron. Estaban competamente stones. Bailaron aún mas. La lavadora cobró vida y fue sacada a bailar. La cocina bailó.

De pronto empezaron a hablar de sus vidas. Yo le pregunté al médico. "Te acuerdas de la niña que te llevaron hace cinco años. No puede tener hijos. Era mi enamorada. Debes suicidarte".

"Pero te cobré barato, no te olvides", me respondió.

Recuerdo que le propuse a Mario convertir su casa en hotel. "Los chicos del barrio necesitan privacidad".

Mario aceptó la propuesta "a cambio de un tallarín con pollo chifa".

Fue así que una noche llevé a una muchacha. Era espectacular. Antes fuimos al chifa. La chica cuyo nombre ni me acuerdo se extrañó de ir, previamente a comprar el tallarín con pollo, que nos los dero en una bolsa.

Toqué la puerta. Mario abrió. Etaba en bata. Pasen, dijo en su tersa amabilidad.

Subimos. La puerta estaba desmontada y para abrirla había que cargarla. El colchón era una biósfera de bacterias. Ese día ella fue con jean a nuestro encuentro, pero la conocóa con una microscópica faldita negra en la casa de su prima. Recordaba todos los momentos previos antes de gozar de su absoluta naturaleza.

Pero nada es perfecto. Cuando estábamos en lo mejor del empiernamiento, se cayó la puerta muy cerca a nuestros pies. Era obvio, Mario estaba mirando por el hueco de la chapa. Sentimos unos pasos desiguales alejarse por alguno de los demáscuartos.

Menos mal ya había satisfecho mis apetencias, aunque ella se mostró insatisfecha. Traté de calmarle. Era obvio, se moria de miedo. Entonces sonó la bocina del carro de Toño. Salí por la ventaba desnudo. Ven, le dije a ella, que se asomó igualmente desnuda. Había mucha música en el escarabajo. Entramos. Escuché de abajo la risa de Kike. "....... esta chachando..... esta cachando....tu hermano está cachando".

Bajé y le presenté al grupo a mi amiga. Mario no quiso aparecer. Comprendí que Diana tenía razón. Mario era un fizgón, pero a quien todos tenemos en el recuerdo, y brindamos un pedestal por que nunca supimos de él nada, cómo se ganó la vida, por que hablaba francés y como así era experto en derecho aeronáutico sin ser piloto ni abogado. Un día vendió su casa en 70 mil dólares. Nunca mas lo vimos.

Creo que le hizo bien el porro.

sábado, 6 de septiembre de 2008

MARISOL CORNETA Y THE WALL (En los confines de la voluntad)




Nietzsche


Kike me ha pedido que devele los vergonzosos acontecimientos de The Wall, registrados en los extramuros de Free Town, allá en los floripondiosos años 80. Me lo ha exigido de múltiples formas, primero con llamadas anónimas, spans inexplicables y, finalmente, mediante un chantaje.

Sin embargo, no puedo hacer otra cosa que condescender a su prerrogativa aclarando:

1- No es mi intención reivindicar la egregia figura de Marisol Corneta.

2- Tampoco es mi intención poner en valor la valentía de Manuel ni su contribución en la búsqueda de las nuevas fronteras de la estética

3- Escribo solo por que Kike me ha compelido a hacerlo aun sabiendo que nunca me lo perdonará Manuel.

4-Los relatos referidos al muro al que me referiré son premonitorios a la caída del muro de Berlín y puede haber sido una señal de que esto iba a pasar, aunque años mas tarde.

Se llamaba Marisol. Apellido, Corneta. Si un día Dios hizo la tierra, un día ella empezó a hincharse. La conocimos de sorpresa, cuando la mancha miraba de reojo a esas tres muchachas espectaculares de quien no me referiré ahora, quienes eran acompañadas por aquella mujer ballena.
Simplemente era inmensa, un cíclope, un poema caterpille, o sencillamente bella... para Dios.
El auto del diplomático pasaba repleto de muchachos. Era una de esas afiebradas noches de sábado en verano. La atmósfera olía a jazmín y las malas intenciones reptaban. Yo estaba preso en casa de mi enamorada Gaby Poti. Nos acompañaba Marisol. La madre de Gaby me odiaba. Llegó. Gaby me dijo quédate. Pero le respondí “me odia”. Marisol me dijo al oído “también a mi”. La gorda fue el pasaporte de salida a la libertad. Gaby no sentía celos de ella por que su amiga poseía una cualidad de seguridad ideal: era incachable.
Me despedí de Gaby (fui al baño, acabé con el papel higiénico). Salí con la gorda Marisol. La boca de ella manaba lisuras y tenía una acrimonia o mezcla al menos seis platos de comida y marihuana.
Subimos al carro con destino a algún paraje tranquilo para beber el veneno elegido de esa noche, si mal no recuerdo, un macerado de coco, que podría matar a una docena de elefantes.
La gorda gozaba en el auto con seis apuestos malandrines con la joda en las venas. Noté que con los baches la gorda empezó a buscar acomodar el abismo que separaba sus inmensas nalgas en alguna de nuestras piernas.
Yo sabía de la proclividad de Marisol por asaltar a los hombres, pero nunca imaginé en que la próxima víctima sea él.
Decía con su voz pastosa "a mi me dicen la veloz... por que en cinco minutos la doy" o bien "!A mi me dicen pavo de navidad... por que siempre estoy con las piernas abiertas y el relleno adentro".
Todo esto la hacía nauseabunda. Sin embargo, sospecho que entre sus polvos, Marisol tenía una especie de droga que si alguien la tomaba alucinaba que ella era una belleza. (Dicen que Malhecho le robó un poco y por eso tenía buenas hembritas).
Solo recuerdo que desapareció momentáneamente el vaso de plástico en el que Manuel Caballero bebía el macerado de coco. Lo recuerdo con el ojo zahorí del investigador en la búsqueda de indicios que pongan luces a misteriosos hechos criminales sepultados en el tiempo.
Cuando bajamos del auto, entramos a ese parque escondido entre unas huacas y el contrafrontis de unas casas en la urbanización Avep. Nos sentamos en las frías butacas.
Bebíamos con el fondo de Billy Idool o algo así cuando, ahora lo afirmo, alguien cambió el vaso de Manuel. Pero reapareció y una voz dijo "chupa carajo" y Manuel obedeció.
Manuel era esmirriado, es decir, menudo, delgado y con perfil de buque. No era un enano, era simplemente un hombre pequeño, un buen amigo.
Marisol iba en la sexta ronda. Noté cierta desesperación y cálculo en su mirada. de pronto y sin decir nada rompió con el grupo y lanzó uno de sus tentáculos contra Manuel y lo enrolló entre sus brazos.
Nosotros vimos como se lo llevaba con el criterio de un universitario llevando una enciclopedia, o de la misma forma como los chicos que terminan un partido de fútbol llevan desganadamente la pelota de fútbol a casa.
La gorda inmensa se bamboleaba castrensemente, literalmente como un panzer por ese sendero entre The Wall y los granados del parque de La Luz.
Pero la luz se fue para Manuel que desapareció en los brazos de ese Leviatán que lo empotró contra la pared.
Solo se veía la enorme complexión de la gorda contra The Wall y unos puntos y comas que se escapaban de vez en cuando del perfil oblongo de la criatura mostrenca.

Eran los zapatos y manitos de Manuel- !Que Tiburón!, !Que Terminator!, !Qué Blade! Marisol Corneta estaba succionando la breve humanidad de Manuel estampándolo como calcomanía.
Lo que pocos sabían era que Manuel, completamente fuera de si, la veía hermosa, aromática, dulce, pues sin duda estaba bajo los efectos del misterioso brebaje que presumo le surtió esa especie de Hermelinda Linda de los 80. de lo contrario Manuel habría muerto de la impresión.
Ahora que está lejos Manuel, puedo decir lo que nunca nadie supo.

Eyaculó.

Sus gotitas blancas fueron como lágrimas de ángel en el océano Pacífico.
Si la barrera del sonido la rompió el avión a turbina, todas las fronteras de la estética fueron avasalladas con la violación de Manuel.
No quiero decir que fue por esta razón precisamente, pero entiendo que poco después del acontecimiento abandonó el país... y no volvió nunca. se que aún donde estés, nunca olvidarás la corneta que te dio.

(Próximo capítulo)

"Un cristiano ejemplar: Quintanilla)

jueves, 4 de septiembre de 2008

Papa Leon XIII y los animales


A esas alturas del camino conocía Pueblo Libre de arriba para abajo. Si íbamos de este a oeste desde la avenida Brasil, caminando máximo de 7 cuadras, llegábamos a las “islas verdes”, gran mercado de marihuana donde la venta a plena luz del día -nunca de noche- era particularmente tensa. Dejabas el dinero en un teléfono público y un tipo te señalaba un arbusto -granado para ser mas exactos- donde debías buscar el paquete. No compraba a menudo, es mas, casi diría que fui un turista en estos menesteres, pero lo que si se es que menos turistas que yo eran los chicos del barrio con quienes contemporizaba, aunque está claro que eran candidatos a las drogas, pues les gustaban sus toques, siempre y cuando sea lo mas lejos posible de nuestros conocidos–con la excepción del señor Tello que fumaba prácticamente en cualquier sitio-.
No quiero hablar de la vez cuando el esquizofrénico Peluza, con su conejo en el timón de su bicicleta nos trajo al barrio un arbusto de marihuana que lo fumamos en un papel de carta debajo del balcón de “Papi”. No, tampoco diré cuando el filósofo de Arco Iris aspiraba el canabis sativa ni cuando la bella me dijo si estaba mal que le toque la teta. No, no lo haré.
Proseguiré con lo mío y veo llegar a mi mente la rocambolesca, aunque ya borrosa historia de un lugar llamado Papa Leon XIII, un paisaje solitario y petrificado en medio de un tenebroso bosque de algarrobos que marchitaban su existencia sobre un piso terroso, rojizo y desesperante.
Papa Leon XIII quedaba en el lado contrario de la canción de los NoseQuien y NoseCuantos, pues el camino terroso no iba a la derecha, sino a la izquierda, mas o menos a la altura del kilómetro 30 de la Panamericana. Es decir, íbamos en dirección opuesta al mar.
El lugar inesperado estaba salpicado por esos árboles con cólico, con cierto aire gótico, y definitivamente en blanco y negro. Todo daba una sensación de fin del mundo, a tal extremo que en sentido maculoso yo diría que alguna vez allí hubo un crimen perfecto, redondo y sin fisuras.
Cuando le dijimos a Coco nuestro plan de hacer una bacanal en la casa de su tío dijo que jamás permitiría utilizar el bungalow o su auto para objetivos condenables. Imposible aceptarlo. Imposible que me robe las llaves de la casa de reposo de mi tío, declamó.
Sin embargo, el barrio era asi, insistía y, para ser francos, Coco no tenía la suficiente fuerza de voluntad para negarse a una expedición tan extraña. (Coco da discursos rimbombantes en nuestras fiestas y después se tira al piso como un pescado desesperado).
La fecha elegida para la expedición al bungalow de Papa leon XIII fue un viernes. Coco se maldecía haber tomado las llaves. Pero lo hizo. Entró a las seios de la tarde y cerrando los ijos las tomó de la cocina. A eso llamo personalidad.
Todo estaba decidido. El paseo duraría hasta el domingo por la tarde.
Cargaron el viejo auto con las provisiones y los muchachos se acomodaron cada quien con las chicas, entre ellas “la chata”, a quien sacamos de su habitación valiéndonos de unas escaleras robadas.
Casi puedo imaginar a la carcacha de Coco zigzagueando por la Panamericana, el ambiente zepelliano, el fracaso del Padre Lucho, pero sobre todo, de nuestros padres que invertían todo en darnos una atmósfera positiva.
Era obvio, los chicos estaban felices, pues se dirigían a una especie de reino de la libertad y nada menos que con unas muchachas muy inquietas, sobre todo la que llevó el negro “Lunar Blanco”, precisamente después de que el seminario le cerrara hasta el fin de sus días las puertas de la iglesia. “Lunar Blanco buscaba el pecado mas que nadie, y sólo el sabe de que lugar consiguió a esa muchacha de hablar procaz, quien masticaba chiclets, y por supuesto, era impresentable para todas las chicas casaderas del grupo. (aunque recuerdo que juna vez llevé de pareja a una puta a la fiesta del negro.
En esos años nos gustaban mucho las que llamaríamos las pachas, pero aunque parezca imposible de creer, por razones distintas. Por ejemplo, un amigo estudiante de diplomacia, que no se trataba del hermano de Coco, se llevó en su auto a Bety, hoy célebre anticuchera de la avenida Bertello. Le hizo el amor en la Huaca Mateo Salado. Fue un polvo cultural, indudablemente, pero si a mi amigo le gustaba Bety era por que, dados sus pequeños brazos y cortas piernas: “era maniobrable”.
“Lunar Blanco llevó a una maniobrable muy dócil. Sin lugar a dudas alguna era dúctil a muchas caricias y acaso provino de algún burdel o sala de masajes del centro de Lima o Lince, pues fue sodomizada de a pocos por muchos de los que fuimos a la cita con el papa Leon XIII.
Recuerdo que para mi se presentaba el viaje a Papa Leon XIII como una experiencia excitante, ya que pese a no haber podido salir el viernes me aparecí el sábado.
Me esperaban con cierta desesperación, (!llegaron los animales gritaron al verme!) por que iba a pasar antes por las islas en busca de chistosa. Cuando llegué al lugar encontré un ambiente un tanto infernal, ya que del pequeño bungalow salían gritos, risas y alaridos fantasmagóricos.
Recuerdo que en la timba nocturna apostamos de todo, hasta la posibilidad de irnos con la chica de “Lunar Blanco a uno de los cuartos. El ex aspirante a sacerdote la apostó, para mala suerte suya. perdiéndola en un memorable juego de 21.
La cobranza fue muy divertida, pues “Lunar Blanco” no querñia despojarse de la muchacha de moral liviana que dicho sea de paso la noche anterior ya fue llevada por Toño al tálamo, donde en otras circunstancias jugueteaban los primitos de Coco.
Llegó la noche y se encendieron los porros. La casa sin luz era iluminada por linternas que imitaban la pestañadota de una discoteca. Recuerdo que la euforia iba a ritmo de Jetro Tull y que nos fuimos fragmentando en un descentente camino por nuestros bajos instintos.
Las chicas estaban a punto, con sus cigarros en la boca y el vodka con naranja mojando sus labios. Todo era muy turbio, recuerdo ráfagas de imágenes, todos estábamos stones (tu también).
Estábamos en exceso y las chicas malas hicieron más de la cuenta para subrayar su condición. El ex aspirante a sacerdote estaba arrojado en la cama mientras su amiga imitaba a Miles Davis, aunque horizontalmente. Las fotos corrieron por todos lados y "Lunar Blanco" estaba seriamente preocupado.
Pero luego de la fiebre, nos sorprendió que ellas mismas mostraron en su rostro el rubor de los últimos rescoldos de inocencia que les quedaba.
Pero en eso escuchamos del páramo, del bosque petrificado unos lamentos que aal mezclarse con el aire nos pusieron los nervios de punta.
No contábamos con que a 100 metros había una casa de reposo para drogadictos, quienes después de años, por nuestra culpa, volvieron a sentir el acre pero dulce aroma de la marihuana, ante el cual enloquecieron.
Sentimos que pronto nos alcanzarían. Si, estaban rompiendo los barrotes y era obvio que posiblemente nos matarían. Presos de la paranoia me imagine el tema de Charly García "cuando la noche comienza a caer yendo por el lado del río, la paranoia es quizás nuestro peor enemigo, cubres tu cara y tu pelo también, como si tuvieras frío, pero en realidad, te estas escapandó de algún lío".
En medio de aquella paranoia sentí que los pasos avanzaban con la fuerza de los capizos, esos monstruosos cerdos de la selva que van en bandadas de 300 y destruyen y matan todo lo que se cruza en su avance depredador.
Subimos al carro. Siento el olor de pástico de esa carcacha. Percibo la mirada de cemento de “Lunar Blanco” y reverbera en mi cerebro la risa mefistofélica de Toño, hijo de un general que luchaba por la pacificación del país, aunque su hijo estaba como todos nosotros en faenas distintas, en búsqueda de emociones fuertes, claro está, cayendo de bruces por los abismos de la vieja fórmula: sexo drogas y rockandroll.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Simpatía por el mal


Una loca se mató en la otra cuadra de la parroquia, quiso ser nuestra amiga, el hermano de Wendy se volvió ciego, creo que también intentó ser nuestro amigo, Pepe Trueno mandó sancochar piernas de pollo para celebrar su santo en la casa de Sondón, quería ser nuestro amigo, nunca nos importó, Cecilia la gorda se casó y todos fuimos a saludarla por su nueva vida. Recuerdo que le dije a Coco, “será la última vez que la vemos”. Así fue.

1 de la madrugada “He estado cheleando”
(Pechito)


Pocos como Francis Dürrenmat, escritor suizo, fueron al mismo tiempo tan admirados como respetados. Acostumbrado a burlarse de si mismo y de los demás, decidió por encima de sus nauseas convertirse en parlamentario.
Fue en esta circunstancia que dejó un raro pero inquietante testamento político: Que una vez muerto, en homenaje suyo se monte la máxima de sus obras en medio del hemiciclo. Precisamente la obra elegida por él mismo implicaba llevar una montaña de mierda en el mismo centro del hemiciclo, y así zanjar de una vez por todas con la hipocresía secularizada en ese colectivo de políticos obedientes a los dictámenes de los banqueros.
No se por que, en esta noche lluviosa, en la que mi hermano acaba de renunciar al queso azul de su refrigeradora, encuentro relación entre este pasaje de Dürrenmat y un acontecimiento aislado en las calles de mi viejo barrio de Pueblo Libre, en Lima.
Mientras Lima era bombardeada por Sendero Luminoso, y Vicky, la monja, abrazaba en silencio las banderas rojas del MRTA, los chicos de la parroquia de ese barrio clase media, apostaban por quien se portaba mejor para tomar el escaso margen de posibilidades de entonces para lograr ser alguien en la vida.
El margen era mínimo y todos buscaban un lugar en las pequeñas balsas de ese Titanic llamado Perú.
Algunos dirán que no estaban enterados de que el país se caía a pedazos y cada quien se allanaba una ruta por el camino correcto de la vida. Pero yo creo lo contrario. Pienso que todos, parroquianos, comunistas, anárquicos, punkis y raspadilleros iban por lo mismo. Por una tablita para no hundirse en el océano y no permitir que el otro ocupe su lugar. En los años 80, la lucha por la supervivencia era tan cruel como la bondad de Rina. En los años 80, surgieron los Israelitas del Nuevo pacto Universal, crecieron los evangelistas y los Testigos de Jehova. En los años 80, el padre Carlos se fue a Italia vestido de cura y se puso tanga en Ibiza para no volver más. Era farsante.

En apariencia, nada era condenable en aquel grupo de muchachos vistos por lo general con guitarras y una áurea plateada después de las nocturnas misas de los domingos. Recuerdo que cantábamos canciones de protesta argentinas. A mi me gustaban esas canciones, pero mas su dimensión de pasaporte para acercarme a una de las chicas.

Era obvio que todos deseaban –yo no en realidad- ser buenos chicos, estar lejos de las drogas, de la violencia, del sexo, aunque no siempre del alcohol.
Entonces sucedió lo que algunos científicos sociales denominan “la alteridad”, aquel misterioso y poco explicable factor que acelera en las entrañas de las mejores personas los más oscuros e insospechados sentimientos.
Sospecho que este grupo, emancipado de toda malicia y sentimiento subalterno, por primera vez y sin saber por que tuvo un ataque colectivo de humanidad, de cruel humanidad, y solo eso explica la popularidad en el mismo greupo de temas tan contradictorios de los Rolling Stones como “Simpatía por el mal”.
Al parecer los chicos de la parroquia llevaban por mucho tiempo esperando only the momento to be free, y eso explica el por que fluyeron en ellos como de la nada las más ruines cargas de violencia.
Fue un secreto que llevaron oculto por años, pero que ahora cuento, seguro de que a estas alturas a muchos de esos chicos, sea en el trabajo, el hogar o en la espera de la luz verde, vieron reverdecer en su expresión la simpatía por el mal.
Todo tiene su momento y me pregunto por que Jesucristo despertó tanto encono y poder.
La simpatía por la mácula en el inmaculado grupo se debió, indudablemente a lo que llamaré el “factor papi”.
El “factor papi” apareció de pronto del otro lado de la avenida. Era vecino desde hacía años de los dos hermanos apristas que estudiaban letras en la Católica y de quienes hablaré próximamente, especialmente cuando me refiera al terminal pesquero de Ventanilla.

“Papi” era un ingenuo muchacho, gordito y cachetón, a quien fácilmente podía imaginármelo en politos a rayas, similares a los del hijo del loco Adams.
El talento de “papi” para despertar nuestros más sórdidos resplandores no parecía tener fronteras. Decía que estudiaba para triunfar en la vida, tener un carro verde y una chica blanca de piernas largas.
Cuando “Papi” decía esto, el 90 por ciento del grupo fumaba marihuana.


Incluso tú.



Poco a poco, la inocencia con que “papi” hablaba de sus anhelos fue dando confianza a los del grupo cristiano para que fluyan las turbulencias que cada uno saboreaba como miel envenenada. Recuerdo que nadie desperdiciaba la oportunidad para demoler con críticas a sus espaldas al nuevo “amigo” del grupo.
Una vez “papi” se sintió en confianza, y nos invitó a todos a una fiesta en su casa. Todos fuimos a comer. La idea era soportarlo 10 minutos más y escapar lo más lejos posible. Ese clima de piñata y chantillí era insoportable para todos, o al menos para los que la teníamos clara. Sin embargo pude ver en el rostro de la gata, el bambú y la piñata, tres de las más conspicuas amigas del cura que usaba tanga, el signo de superficialidad que lleva toda mujer que no considero decisiva.
Luego se hizo una especie de juicio de Nuremberg a “papi” y vi cómo, con mis propios ojos, lo llevaban al precipicio.
“Papi” dio un raro discurso frente a su enorme torta de cumpleaños: “no tengo enamorada… pero tengo amigos”.
Todos nos reímos por dentro, y hasta fuimos al baño en grupo para estallar de la risa.
Sin duda fue el acto mas cristiano de todos los que pude sentir en ese grupo, pues lo mataron con el pensamiento, el gesto y el ademán. Pero lo peor de todo fue que “papi” llegó antes que nosotros, y una vez terminada su carrera, se compró su ansiado carro verde, aunque Mortadelo se cogió a su soñada chica blanca de piernas largas.

Sin presencia de "Papi" los miembros de aquel barrio cristiano lo condenamos a la antipatía e ignorancia de por vida. Todos firmamos el veredicto: expulsarlo del barrio por el mismo hecho de haber nacido.
Pero tal vez ese no era el fondo. Se le expulsó por que con su inocente existencia, con su protegida circunstancia, despertaba en todos los cristianos de la margen izquierda de la Bolivar, la mas íntima y genuina maldad. Quizás el tenía la vida tranquila que ninguno de nosotros poseía y, por que no pensar, anhelábamos la normalidad de su vida de Walt Dysney.

Recuerdo que después de participar en conjunto en aquel juicio, el reproche, la nausea por uno mismo surgió en algunos de los miembros de aquel grupo. Si, todos cayeron en la trampa. Si, todos tropezaron consigo mismos, y tal vez en ese momento se abrió paso el cinismo que aún debe mantenerse vivo en todos los miembros de ese jurado, de ese tribunal sin rostro que aniquiló a la imagen que catalizaba en todos la simpatía por el mal.


En cuanto a la gata, el bambú y la piñata, moralistas y jurados de honor del juicio a "papi" , se que se casaron. Había en todas ella un alma inequívocamente artístico. Pero sus almas dejaron de penar hace algunos años, y es posible que en últimos 20 transcurridos no hayan aprendido ninguna otra canción de protesta ni roto con el pincel imaginario el lienzo de ese paisaje sombrío que es Lima un sábado por la mañana.
Como diría Pink Floyd, tal vez sollo hayan envejecido... Comfortably numb (placidamente paralizados).

En cuanto a "papi", sospecho que aún no solo ve de vez en cuando, sino que aquilata las fotos de esa noche de cumpleaños cuando dijo "..no tengo chica ... pero tengo amigos".

The child is grown,the dream is gone.I have becomecomfortably numb

martes, 2 de septiembre de 2008

EL CORAZON DELATOR

Esta es una infidencia, y asumo las consecuencias, inclusive el desprecio de los agremiados de la 89, que traqueteaba por Bolivar, allá en los años sin futuro, que eran los 80. Si, a las 10 y pico de la noche estábamos temblando debajo de la cama de mi habitación tres tristes tigres, mirándonos de soslayo en la penumbra, tras el haber atacado a un microbus de aquella línea, mas bien acostumbrada a llevar a chicos diametralmente opuestos a nosotros, al menos en lo que a ocupaciones se refiere, cuidadosos estudiantes, quienes tomados a diario de los manubrios iban a arar en el agua en las universidades Católica o San Marcos.
Por un impulso antiuniversitario, no se si anarquista o de lealtad a una época sin destino, atacamos al vehículo con una ráfaga de globos de colores rojo, azul y amarillo, ocasionando un repliegue del parabrisas que no pudo contener la fuerza de Olimpo que luchaba por liberarse de su encierro de gebe.
Reventaron las lunas cuando Kike -si, asi se llamaba- pensó al tiempo de nosotros, que tomar por sorpresa a esos cansados hombres de micro precisamente cuando se creían libres del asedio de los carnavales.

Lo hicimos

Los proyectiles estaban listos al tiempo que Reagan terminaba su Guerra de las Galaxias. Inmediatamente sonó un estruendo y restando fe a lo que nuestros ojos percibían, vimos lo que no debía pasar, es decir al microbus regresar en U, embistiendo a todo trapo su complexión metálica, cansada, oxidada, furiosa, contra nosotros que al unísono tomamos el camino contrario, y desafiando las leyes del sonido corrimos lo más rápido hacia el refugio, en este caso, el edificio de departamentos donde vivía.

Kike, respiraba en silencio mientras que al estilo de los hombres de la Gestapo, los furiosos microbuseros seguramente rosollando, empañando los pedazos de vidrio que quedaban, buscaban a que departamento se habían ido los agresores.
Escuchamos pasos, gritos, y muchas tocadas de puerta.
Terminaron culpando a Pablo Alzamora, futuro oficial de la policía, y nosotos contuvimos la respiración como estando sentados en la ópera de Berlín escuchando la Flauta Dulce de Mozart.
Ciertamente evocábamos al díscolo Mozart, quien en estos tiempos seguramente sería cacha o matacabros, tras haberse educado en calle vendiendo sobrecitos a los chicos.
Horas después, tras una cínica negativa de mi madre, misma Ma Baker, salimos de nuestro cubil. Kike caminó nerviosamente a su casa, y tal vez no sintió en su casa el sabor a la comida. Quería olvidarlo todo. Absolutamente todo. No se si fue al baño a acrecentar su olvido con un medicinal tratamiento onanístico. No podría afirmarlo. Querñia dormir, olvidar, y no saber nunca mas nada de la 89. Pero como diría Poe en El Corazón Delator o en doctrina de derecho, "no hay crimen perfecto" y el vagar flotante de esta noche, en la cual mi hijo empieza a vencer algunos callejones algebraicos, y cuando mi hija se envenena con la novela de las 9, mi hermano una vez más me hace cómplice de esta nueva fechoría y delatamos a Enrique Murga Palavicini de este crimen no resuelto.