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lunes, 8 de diciembre de 2008

CUSCO DE NUEVO

Procuradores, donde te procuran todo lo que necesites para ir a Marte sin moverte de tu sitio está violento. Los drogadictos de siempre desafinan su compañerismo en la hora del reparto de lo vendido. Algunos engañando a los incautos vendieron hojas de tomate. Cayó un cargamento de marihuana hace poco, no hay chistosa. Se elevan procacidades al viento, el paqueteo fue bajo ese día, y pensar que a menos de cien metros, horas antes las campanas de la María Angola tañían en respeto a la Immaculada Concepción.
Ando en el internet dando de tumbos, tratando de darle tiempo a mis temas personales, y pese a la violencia allá afuera, pese a la incertidumbre benigna que me produce todo, aún así la música de la vida prosigue inalterable.
Trinn. Suena el fono. La vida otra vez. Es Fano, tiene un hotel, está igual que yo unos días -más- en Cusco, cuzquito, y me cuenta que la chica que le robó 100 dólares de su billetera la noche que se la llevó al cuarto está embarazada, sabe Dios de quien. No te preocupes. Imaginate, tenía un culazo espectacular le consuelo. El me corrige, era una pera. Si, su culo era una pera y ella una perra. O sea, el polvo fue bien pagado, añado. Claro, añade. Era, es, una ramera. Recuerdo que la llevé una vez a cenar una de esas noches que no tenía nada que hacer. Me di cuenta que la pobre solo estaba para llevarla a la cama, nada más. Pero no fue ese el caso. Quería verla nada más en su estado natural. Tan indefensa, malvada y hermosa. la dejé esperando que le proponga algo que no le propuse. Odio ser igual. (Ulises, yo tampoco aprendí la lección).
La bruja me abrió el mail, sabe que estoy en Cusco, no le contesto. No me interesa mucho verla en el messenger. Creo que no. Se que mi llegada es un acontecimiento para algunos, pero me hago el tonto. Se que estará por allí. Yo estoy con la cabeza en las estrellas, no atiendo realmente a provincias, solo veo el mañana espectacular con esta nueva ocurrencia mía de elevar la valla. Será que he trabajado hace poco con unos israelitas. Vaya que si tienen la vaya alta. Para ellos nada es imposible.
Otra vez en Internet. Veo que el Chicago Tribune, el diario norteamericano que vende medio millón de ejemplares acaba de quebrar. En realidad el grupo editorial que tiene a los Angeles Times. El Comercio de Lima es una papita frita al lado de este coloso del periodismo mundial. Estados Unidos de cae a pedazos y la gente que se dedica al negocio del turismo en Cusco observa tranquilamente que ha bajado el caudal de turistas. Ya mejorará se lee en sus expresiones. Me hacen recordar a los campesinos de Pripia, o algo así, como se llamaba el pueblito junto a Chernobyl, donde los pastores miraban que bonitos juegos artificiales una octava de segundo antes de que dejaran de existir. No, el caudal de turistas no mejorará. Ahora no estarán los norteamericanos y los chinos comienzan a perder la brújula. En China ya se consume 7 por ciento menos de electricidad que el año pasado. Los europeos están empezando a no dormir y en diarios como El país la encuesta de hoy es ¿Ha bajado alas compras de la cersta familiar?
Bueno. Es hora de algo para la garganta. Me encontré con Pablo, el del Valle de las ideas. Me comentó que su blog era maravilloso, aunque mas bien creo que es el cariño que le tiene. Me gustó la historia de un marihuanero en el Cenepa, fumando huiros en plena guerra. Excelente. Sobrevivió en el blog de Pablo.
Una botella acaba de reventar en el empedrado de Procuradores, a solo media cuadra de la Plaza de Armas. Venden de todo, marihuana, cocaína, mientras uno ladea por negocitos. Pizzerías, mini agencias de viajes, diminutos locales con kebats alemanes o turcos, ya no se sabe. Vi a Nick, el inglés del restaurante Sumac Misky, estaba más flaco y relajado. Solo a un ingl´ñes se le ocurre hacer spaguettis con ají de gallina. Es inglés, claro. Sabe que no le creo nada de lo que dice, y eso no nos importa. No se trata de ser astuto, sino de vivir flotando, nada más. El está OK. En Inglaterra las cosas están muy mal. Claro que lo están, y la reina Isabel, a sus 82 años acaba de decir muy cínica que se debe aplicar una nueva ética del crédito, y anunció multas al banco que no preste a las pequeñas empresas.
Claro, las grandes deben demasiado, digamos que esto es como decir, construyamos de nuevo al país.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

EL CRIMEN PERFECTO


Era muy tarde. Una o dos de la madrugada. Conversábamos en círculo en una esquina. A lo lejos apareció con ropa de quien visita a su enamorada. Es decir, limpio. Se detuvo, encendió un cigarro y contó los sucesos. No era un querer ufanarse, no. Era sólo un muchacho que contaba lo que para él era importante.
-Me la chupó en el ascensor. Lo bueno es que se trata de una mujer muy liberal. Le encanta bailar, gozar, y está en su derecho. Lo malo es que su mamá la otra vez encontró una gotita en el mueble.
Era grato escucharlo. Todo contaba seriamente. Como esa vez cuando Horacio Paredes, el productor de teatro que apareció muerto en un hotel lo quiso seducir en el mismo mueble donde estaba segundos antes con su novia que fue a la cocina por un trago.
Miguelón era uno de los chicos del barrio más originales. Tenía algo de animal. Mas bien de perro, yo diría. Era alto, muy atlético, mirada serena y risueño en una dosis muy medida. Parecía un tipo serio, aunque yo dudé de que lo era a partir del momento en que su casa se volvió el club soñado por todos nosotros, a propósito del repentino viaje de su madre a Estados Unidos.

La personalidad de este amigo era, redundemos, amigable pues tenía el don de no considerar nada secreto, nada era malo, todo iba más allá del bien y el mal. Naturalizaba cualquier hecho que iba desde contar que su papá tenía la rara afición de ir con el auto por los barrios peligrosos para que lo asalten y de esta manera dar uso a su bereta de 9 milímetros hasta practicar algún tipo de zoofilia.

Sobre lo primero, me dijo que eso de matar tipos era como ir de caza aunque sin maldad. Entre patos y delincuentes, su padre prefería los pícaros ladronzuelos, a veces muy dañinos y que moraban en las sucias calles de El Callao, La Victoria, o Villa El Salvador.

Con este espíritu tan natural, Miguelón amaba a una chica muy alta, histriónica, espectacular según su atuendo que llevase, y orgulloso hablaba de ella, mostrando los vellos públicos de ella a un auditorio de curiosos, los cuales guardaba cariñosamente en su billetera.

Eran gruesos, castaños y brillosos. Miguelón confesó, "y no es por el champú".

No podíamos dejar de pensar en esos bellos cuando hipócritamente la saludábamos en las fiestas, donde Miguelón la llevaba con mucho cariño. Una gran chica. Se ganó nuestra estima más allá de sus pendejos.

Como decía, esa vez su madre viajó a Estados Unidos y teníala misión de mantenerla limpia y con el silencio que la caracterizó siempre.

Era una casa pequeña, de un piso, muy simetrica y graciosamente adornada. Su jardín era correcto y su sala tan acogedora como ligeramente elegante. Se sentía una atmósfera muy grata.

Durante aquel viaje, Miguelón abrió las puertas a todos, y lo que era un anochecer tranquilo en el barrio, se convirtió en una madrugada interminable con entradas y salidas a toda hora de esa casa en cuyas cortinas se dibujaba el perfil de escenas cojonudas de sexo, drogas y rokcandroll.

Tenía en su jardín una planta de marihuana la cual estaba bien crecida, y que era constantemente podada por nosotros, abitúes de su casa, y planchaban los verdes moños un comité de voluntarios que bien se dividía el trabajo con esmero.

Mi amigo Jean Luc, suizo completamente loco, (dedicó los ahorros de toda su vida a hacer una película sobre un choclo), no teniendo donde vivir, pues su futura suegra lo encontró follando con su hija me dijo donnde podré dormir. Recayó en la casa de Miguelón, sumando con su experiencia helvética un club muy colorido e irresponsable.

Hasta que no cabía un alfiler y se ténían que dar turnos, pues la sala, la cocina, las habitaciones, todo estaba repleto de gente en alguna actividad poco teleológica.

Me causó gracia ver en una de las paredes la imagen de Don Bosco, y unos pensamientos de cómo llevar la vida de la secta Nueva Acrópolis.

Indudablemente la casa de Miguelón era nuestra nueva acrópolis, donde la cópula se juntó con la mácula y el desierto se hizo bosque en un milagro incondicional que no nos exigía avemarías.

Al poco tiempo la madre de Miguelón anunció su regreso de Estados Unidos. Miguelón anunció el suceso. Vi a Josep, Giorgo, Choby, Kike, etc. con sus delantales y plumeros, limpiando, encerando, hasta remendando el eproducto de su fechorías. Recuerdo cómo lanzaron el desodorante, quedando en tres días la casa flamante. La madre llegó con regalos y Miguelón fue a recogerla al aeropuerto. !Hay cómo extrañaba mi casa!, dijo su madre.

-Mamá, esta casa sin ti no es lo mismo- respondió el hijo amoroso.

Fue cuando comprendí que si era posible el crimen perfecto.

Live and Let Die (la mujer cuántica)


Existen edificios silenciosos, con plantas ornamentales en sus fríos pasillos, y con olor a cigarrillo. En esos edificios, silenciosos y con cierto toque de elegancia, no es extraño encontrarse, a lo mejor de madrugada, con algún político mal encorbatado, con tufo a whisky, buscando en sus bolsillos el anillo de casado para reponerlo en un dedo concuspicás, lanzando en el proceso una mirada temerosa y malvada.
En uno de esos edificios vivía la flaca Paty, personaje extraño, a quien calificaré como la mujer cuántica.
La recuerdo entre ráfagas, pues casi ni me acuerdo de su rostro. A lo lejos veo una mujer blanca, pálida, con algo de Anabelle de Edgard Allan Poe, pero sin duda caminando en bata blanca entre borrascas, peñones azulados, y rayos que golpean su furia sobre el mar de la punta o Punta Hermosa, claro está en una noche de invierno.
No estaba mal, digamos. Iba para un agarre, pero no era ese el tema con ella.
Sino otro.
Siempre fue candidata al suicidio, al menos en el imaginario colectivo, y me escriben diciendo que alguna vez analizó si colgarse de la ducha podía limpiar su existencia.
Con la confianza de que otros pensaban lo mismo, confieso que siempre me pareció extraña, incapaz de sentir nada, ni siquiera amistad, dolor o pasión. La veía como un alma herida penando por el cosmos, y quizás esta fue la única razón por la cual se dio el fenómeno de que una sanisidrina recale en un barrio menos statutario que el suyo, como Pueblo Libre.
Iba a las fiestas, preparaba los bocaditos, tenía enamorados de la zona, invitaba a todo el mundo al departamento de sus padres, y su conversación siempre se inclinaba a lo normal, pero yo sabía que en el fondo era metafísica.
Era amiga de una estrella del rock en ciernes, Pedro Suarez, quien ponía sus zapatos sucios sobre la mesa de centro, y que su madre adoraba, dejando las caquitas de perro del Olivar, donde se fumaba sus tronchos.
Recuerdo que el futuro cantante decía mil palabras por minuto, siendo todas puta madres. Y era amigo de la flaca. A el le gustaba la rareza de la flaca, pero temía a su amiga de Pueblo Libre, la veía diabólica.
Ciertamente tuve un pequeño romance con esta amiga, en efecto, con una impronta zatánica, pero el romance fue fugaz, pero creo que romance fue decisivo para comprobar la extraña naturaleza de la flaca Paty, quien al parecer vivía muy molesta de que enamorara a la única amiga, (que era otro caso para ser francos).
Una vez intenté averiguar que sucedía en los arcanos de la flaca, y me arrepentí.
Estando en mis ociosas investigaciones de las transferencias de Jung, decidí experimentarlas con Paty, con resultados aterradores.
Cada vez que la llamaba por teléfono se activaba su antipatía hacia mi, la cual se materializaba estallando un foco de su casa.
Quiero pedir disculpas a mi amiga de estos daños, ya que nunca calculé que con solo oía mi voz ella emitiera sus energías cósmicas hacia las bombillas Philips de 50 bujías.
Una vez dejé de verla, y creo que fue para siempre. Si como algunos dicen, carecía de pulso, de que valía despedirse. Fue un nunca más definitivo, hasta que uno de los amigos del barrio viejo me escribe la siguiente nota:
“No se ni como ni cuando pero en algún momento la Flaca me empezó a
parecer un personaje de película de cine terror. Recuerdo una vez en uno de sus
cumpleaños, en su jato de Miraflores en un edificio, estábamos con Miki y Yoyo y
tocábamos la puerta harto rato, y empezaba a alucinar acerca de que se
había colgado en su ducha..... y amenazaba a alucinar en que llegaría la
delegación de investigadores y demás cosas”.
La verdad es que no se suicidó, vivió muchos años más, estudió psicología, hasta donde yo se, pero creo que no era necesario su suicidio. Al menos para mi nunca existió del todo. Juraría que se escapó de un cartel, o acaso ya se apoderó de otro cuerpo y la que creímos que era es una mujer normal, con un tremendo agujero en el alma, por los años desesperados de su propia ausencia.No obstante, aquel alma que vagaba por las calles donde estará, no lo sabemos, debe estar en algún lugar oscuro, o tal vez en el chofer del próximo taxi que decida tomar

domingo, 30 de noviembre de 2008

KANT-NIETZCHE-MELCOCHITA



“Hoy en día el noble y el villano, el pobre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha. Juntos los encuentra el sol a la sombra de un farol, empapados de alcohol abrazando a una muchacha”


Serrat cantando La fiesta de San Juan

Solía sentarme por las tardes en las escaleras de entrada de una de esas casas de barrio medio, donde mataba el tiempo tocando mi guitarra mientras esperaba la salida del vago. Todos mis amigos eran vagos.
Este era filósofo y vivía en esa casa. Siempre llegaba sin aviso y sospecho que más de una vez fui impertinente. Esa vez no esperé, me hizo pasar a su sala, donde me di cuenta de que estaba interrumpiendo una lectura concentrada.
Bajo una lúgubre lámpara de los años del Bauhaus, augustito leía afanosamente su Quehacer, revista de comunistas perfumados, preparándose para un encuentro más adelante con otros amigos, intelectuales, poetas, pensadores de izquierda, es decir, mejores que yo.

Esta revista, deduzco, le daba luces para poder mantener una conversación actualizada y, a su modo de ver, más profunda y certera respecto al pensamiento epocal, universal, y fundamentalente asexual de la existencia.

Mientras el filósofo leía su quehacer, yo hojeaba algunos textos muy atractivos de Nietzche, y de reojo le miraba para poder comprender mejor al ex estudiante de Basel.
Cada línea que leía sobre Nietzche -referida a los abismos de la comunicación con nosotros mismos- me inspiraba a observar a mi amigo filósofo, víctima de un ataque de objetividad terminal, pues en su cuarto había cerca de cinco mil boletos de microbuses de todo tipo, incluso de los ómnibus Enatru, de papel suave, ideal para armar tronchos, que por alguna razón no podía eliminar.
Y así como ver la gesticulación de Pat Metheny ayuda a sentir su música, miraba a mi amigo augustito para comprender a Nietzche. Indudablemente, todo lo que él leía se configuraba en su mirada penetrante.
Me asombraban sus selváticas cejas, dibujadas especialmente de asombro. Era un asombrado, incluso cuando dormía.
Viéndolo en su estudio del Quehacer pensé en las chicas que se lacean el pelo, o que se huelen el calzón antes de ir a la cita. Comprendí la condición humana en este universo donde la vanidad es el plasma por donde surfean las relaciones.

A decir verdad, aquel día yo no tenía como fin visitarlo sino usalo como medio. En su casa habían unas oportunas persianas, de donde sin ser visto podía mirar a una chica que me atraía por ser extraña como bonita. Augustito se sentaba delante de las persianas, hablaba, y mientras me distraía con sus palabras yo hacía guardia a ella.
La habíaa perdido, pero al mismo tiempo estaba en mis manos. Era una relación bastante complicada. Ok, Hablemos. Me alteraban sus confusiones ante el hecho de haber aceptado mis caricias, no obstante mi mala fama. Ella era una chica que iba al coro de la parroquia.

Una vez la muchacha me preguntó si finalmente yo estaba con Dios o con el Diablo. Sus ojos verdes me suplicaron una respuesta positiva. Y le dije que si estaba con ella era por su parecido a Luzbel. Creo que esto la confundió un poco más. Quien va a negar la belleza de lo satánico.
La verdad es que por esos días tenía las llaves a ambos reinos, pero ninguno me convencía del todo.
Yo solo quería regalarle unas flores y besarla por la noche. Finalmente me botó.
Entonces me rebajé a ser un asaltante de sus besos. Le esperaba en el paradero de noche donde le caía de sorpresa y le regalaba flores robadas, y le hurtaba besos que aceptaba inexplicablemente pese a que me decía que no quería saber nada de mi.
Sin embargo, esta indeterminación que me atribuía esta mujer de duraznos prometedores, acabó con nuestro breve pero recordado amor. Era evidente que pese a tener la misma substancia, ella fue mas incoherente que yo. Se casó con un buen hombre.
Yo esperaba el paso de ella mientras augustito leía su Quehacer. Mi amigo filósofo cerró la revista nos despedimos, yo me fui a lo mío, él a ver a sus amigos superiores.
Precisamente, uno de ellos era un estudiante de física a quien augustito no solo estimaba, sino que respetaba mucho.
Al parecer hacían cosas muy intelectuales como jugar ajedrez estilo telefunken, un juego muy violento, muy calculado, muy exigente. Es jugar ajedrez contra el reloj. Jugadas rápidas, casi instantáneas, un desafío a lis reflejos.
El filósofo era desigual, y muy zahorí en sus expediciones blibliotecológicas. Estaba completamente loco. Vamos, dejó la ingeniería para dedicarse a la filosofía.
Tenía una bonita voz. Y cantaba las tontas canciones de Sui Generis. Yo le decía, vamos al parque a hacer ejercicios, a sacar brazos. Y accedía a todo esto. Pero en el fondo el sabía que no era lo suyo este tipo de cosas.
Despreciaba a los chicos del barrio que cariñosamente le decían, augustito. El pequeño mas bien consideraba a los chicos “fascistas” por el hecho de mantener una sociedad cerrada, protectora, y exclusiva. Todos iban a la universidad y, por cierto, fumaban marihuana a escondidas, cuidando su bien ganada reputación.
A mi me daba mucha risa el repertorio de principios de por que los consideraba fascistas, pues yo no creo en ese cuento del respeto entre los humanos y esas cosas que nunca se practican.
Pero augustito sin darse cuenta se tragó el esqueleto de la moral judeocristiana de favorecer a todos los principios éticos que nunca se han cumplido, pero que se repiten en los cursos de educación cívica o ética. Mi amigo estaba en el rubro de los políticamente correctos.
Asombroso. Ni bucear en las categorían kantianas, o desplazarse por la estética de Duchamp, ni ajustar la retina para dar con la mejor foto, pudo con ese principio de pontificar lo que era el bien, y descalificar a mis amigos como fascistas.
Un día augustito se fue a visitar a su amigo físico, y una vez más jugaron ajedrez por siete horas. Los pelos rubios del físico se enervaron y sus dedos mostraron sus venas apretadas sobre una piel blanca, huesuda y mortecina.
Augustito no se atrevía a mover sus cejas por la paliza que le estaba dando a su amigo. Vivía un orgasmo hasta que vio a su amigo físico derrumbarse. El filósofo casi le pedía disculpas por la ofensa que podia determinar el fin de la amistad. Finalmente, el físico que no era estúpido aceptó la derrota, se metió en su casa, y augustito se fue con un sabor amargo, pero al mismo tiempo placentero en el alma. Acababa de asesinarlo y se sentia bien.
Pasaron los años y me entero de que mi amigo filósofo es una especie de crítico de arte, que habla suavecito junto a esos otos críticos a quienes no ocultaba su aversión. Le mandé un comentario a su blog, pero creo que nunca lo vio o no quiso responder. Me parece que sigue considerandome fascista.
Hace unos días los fascistas nos reunimos en la casa de mi hermano. Fue cuando recordé una noticia que me sobresaltó y que me hace pensar en cuan mejor es uno frente al otro. La noticia señalaba:
"Profesor de física en ataque de locura mata a su madre”.
Era el buen amigo de augustito.
No se por que todo esto hizo que me acuerde de la muchacha bonita y extraña.

sábado, 29 de noviembre de 2008

¿ME DAS A TU NOVIA POR FAVOR?


PRIMERA PARTE-

No me invitaron, y si lo hicieron fue de mala gana, hasta me hicieron prometer que no molestara a esa muchacha, a lo cual accedí seguro de no cumplir la promesa. Comí, bebí, reí, conversé y traté de ser un muchacho correcto... 10 minutos. (CONTINUARA EN EL ULTIMO PARRAFO)


Anoche llegaron a casa de mi hermano. Eran los mismos protagonistas de este blog. Estaban frescos, no sólamente correctos, sino intactos, descontando los decrementos capilares, las inflaciones lípidas y los horarios restringidos que curiosamente nos anclan a un buen mañana, es decir, a un otoño o invierno tranquilo antes de morir.

Pisco, scocht, martini, piñas coladas brindaba el bar. Serían más o menos seis los que llegaron del viejo barrio, para ser sinceros, algunos mucho más cercanos a mi hermano, de los cuales sólamente dos aparecieron con sus mujeres. Era evidente que las otras no podían ir, o más bien, no tenían el interés mínimo en ir. Muchas ya nos cambiaron por televisiones y nosotros por otro tipo de artefacto.

Pienso que en estos tiempos muy pocas mujeres están dispuestas a ir con nosotros a algún lado. Nos quieren en realidad a su lado, que es una forma un tanto roma de ir a algún lado.

(Curiosamente, las que importan, incluso ellas en su momento, siempre aparecen más distantes que las que no significan nada).
Me agradó de todos modos verlos en la cita con atisbos de aquelarre, con momentos destornillados.

Pero me llamó la atención una cosa. A diferencia de otras veces, esta vez poco se miraba atrás. No había el te acuerdas...

Esa boche encontré momentos prometedores, búsquedas de alguna trastienda, y hasta una posibilidad para el futuro. Noté que esta vez la parrilla perdió popularidad. No se trataban de los lípidos. No. Igualmente, parece que sepultamos un poco los recuerdos. Había sed de mañana. ¿Lo intuyó una de las esposas asistentes?

Hasta que sugirió T. "Por que no un fin de semana en Cieneguilla, se alquila un espacio, y ya, conversar -chupar- todo el día". Nadie dijo ya.
Era evidente que todos, todos veían un poco lejos eso, conversar y dar largas a esa posibilidad de no parar.

Sin embargo me pregunto, ¿que pasaría si hablaríamos más, mucho tiempo, mucho más tiempo? Tal vez nos daríamos con sorpresas.

Casi pregunto ¿Donde les duele? Pero no lo hice. Pero tampoco me quedé en la idea. No quise observar.

Ahora reflexiono y escucho Confortably Numb, que es un tema de Pink Floyd referido a la gente que vive plácidamente insensible hasta que encuentra que the wall, el muro que construyeron para protegerles, comienza a sacar de si mismos los peores rostos.

Hace mucho tiempo que he tratado de negar el muro, pero es muy complejo, casi diría que es una tarea de toda la vida.


(CONTINUACION DEL PRIMER PARRAFO)

Pero calma, al final el muro lo pasamos todos, cuando saltamos de la vida a la muerte.
Cuando nos metemos a la fiesta sin ser invitados, comemos, bailamos, y sin importar nada le quitamos la enamorada al dueño de la fiesta.

domingo, 23 de noviembre de 2008

ALEX VALLE: PRIMER FILOSOFO PERUANO

Si alguiente ataca decididamente te quedan dos salidas. O corres o lo eliminas. Si corres lo eliminas de algún modo pues su odio vuelve a i mismo, y de la otra forma, igual. No hay ley más cierta que quien a hierro vive a hierro muere. Y de esta reflexión comento un diálogo raro al que asistí hace unos días.
-No queda más que eliminar al contrario, puedo concebir frente a la injuria, es decir al ataque, a la trampa, a la condena a la que nos somete siempre el semejante que se nos presenta con la guadaña para empequeñecernos o remitirnos a la nada. En esta selva te buscan para matar. No lo neguemos.
El amigo que salía del baño después de esnifar un rato cocaína respondió lúcidamente.
-Aunque estas leyes parecen las atinadas en caso de ataque, y aún sin dudar de que cualquiera pudiera quedar libre de culpa si encaja un ladrillo defensivo en el encéfalo del intruso que se mete a la morada resollando decisión y muerte, pienso en las palabras de un viejo amigo que me enteró de reciente artículo de The Economis. Me comentó sobre la nueva policía en ciertos ambientes peligrosos, beligerantes de la India, tierra de siks y otras sectas que matan orando. No utilizan armas, sino son como guaquer ranger texas, son dueños de una asombrosa técnica de paralización del enemigo con un tipo de cachiporras de un material absolutamente tolerable por el atacante, no obstante lo suficientemente rígido para temerle.
-Un ejército de Jackies Changnes
-Algo así, con sabiduría en la mente para no ser abusivos-
-Como lo son nuestros pobres diablos de la policía o esa chatarra humana que son los guachimanes.
-Pienso en los chorros de agua de gran presión que en estados Unidos detienen las turbas a doscientos metros.
-Y en el profesionalismo de la respuesta que brindan autoridades mejores que las peruanas ante desbordes más complicados que los nuestros, y solamente por eso concibo lo inepto de esta masa de ultramarinos que son el gobierno, oposición y demás contertulios, que permiten el secuestro de generales de la Policía por turbas encabezadas por imbéciles sin parangón.
-Esa falta de carácter del gobierno es extraña, como la suerte de Toledo que nunca gobernó y quedo bien. Pienso en los rusos y Georgia, en los israelís y sus ataques selectivos, a los gringos que mataron en Waco a toda una secta que desafió al estado, y en el Perú lo permitimos todo, narcos, terroristas, desgraciados que matan a padres de familia, incluso que roben a una madre su bebé en el vientre.
-Solo escucho a un grupete de imbéciles defendiendo el pisco que nos quiere robar Chile cuando es una grapa.
-No, el Perú se pasó de pacífico, se pasó de imbécil. Y tu Ollanta Humala, ¿Y vendiste a Francia el petròleo? ¿Permitirás a los argelinos entrar al negocio del gas? ¿Cual es tu poder?
-Tu poder es la imbecilidad terminal de los peruanos que se toman en serio las bromas y son cultores de la primera parte del chiste de alex valle: la santa paciencia.
Acabé mi cerveza. No estaba la gente que buscaba, pero oí suficientemente. Apgué. Pregunté a mis adentros, por que estos mierdas no se meten a la política y levantan el nivel de las cosas. Lo entendí pronto. Estaban en el Perú.

viernes, 21 de noviembre de 2008

LA CREENCIA

La performance es sencilla. Se necesita conectar nuevamente con uno mismo y seguir hacia arriba, es decir, seguir el camino de lo normal. Extrañas razones de la vida me han llevado a una anormalidad tan normal. En todo caso, no es necesario dar demasiadas explicaciones, aunque mandar en este momento este tema, es tal vez un intento de no llevar dolor a quienes importo, esto si, sin dejar de considerar una cortesía la desganada atención que les merezco en el plano creativo e innovador.
No ha sido bueno recalar en las orinadas calles del centro, cuando yo amo los colores bonitos, los perfumes Dior y las emociones bellas. Es por eso que busco el verde, la luz, la transparencia. Si supieran lo que es experimentar el olor a la madera de los árboles húmedos después de la lluvia, o el ver andar de la gente de todos lados en sus mundos, o escribir emancipado de ataduras, horas, cosas así, al sonar de la lluvia que corre por el empedrado de Cusco, sabiendo que lo que uno hace es combustible para los que amamos, si lo supieran las cosas serían diferentes.
La cuestión es hasta cuando uno va a dejar de vivir, esa es la pregunta, o es la vida una cárcel en la que el tema es la renuncia a lo que uno desea. No creo. Tal vez sea el momento de ser radical, pero esto implica al mismo tiempo tomar la vida con una seriedad mucho mas completa que la de los últimos tiempos.
Las respuestas a la injuria, por ejemplo, me vi con un amigo en la tarde y fue tan diferente la respuesta a los ataques, que entendí la ausencia completa de comprensión de tantos, cosa que solo configura una soledad más perfecta e inesquiva que pesa, tanto, pero tanto, que es casi un signo de buscar el camino nuevamente.
Escribo, entonces, por que no hay otra cosa en este momento más importante que hacer que esto. Por que para mi esto es lo importante, lo más importante, sin dejar de anotar que las bolsas de valores también lo son, así como la tinta, el papel y el sueño que cada pone en sus cosas.
Cómo dar combustible al sueño, me pregunto, ¿Es correcto este camino? Me parece que no. Lo que si agrego es acabar con los fantasmas, con las trabas, con los desánimos, es el verdadero imperativo, y abrir la ventana, y dejar entrar la luz, aunque sea con un poco de frío.
Se que todo esto es un poco críptico, pero asumo las consecuencias, esta vez no me importa que me entiendan, ni mucho menos las interpretaciones absurdas, solamente me pongo de acuerdo conmigo mismo, y doy mi verdad a todos los que quieran saberla, por que no hay menos en lo que uno hace, frente a lo que obra el que iza una bandera. Si, claro, me dirán que la vida es mucho de lo otro, y seguramente tendrán razón, pero la verdadera recompensa, más allá del dinero es la satisfacción espiritual, sin la cual no hay nada que justifique estar pisoteando todo el tiempo lo único que se tiene en la vida, la creencia.

sábado, 11 de octubre de 2008

!CORRE NENA, CORRE, Y NO TE DETENGAS!


Ni sabía mi verdadero nombre, ni mi domicilio, ni si era la única a quien visitaba. En cambio yo si todo de ella. Era el lobo feroz rondando su casa, aunque en realidad el héroe que necesitaba para salvarla de su mediocre existencia. No necesitaba un auto rojo -todavía-, sino un transbordador que la someta a las emociones fuertes que no iba a encontrar en su entorno.
Siempre llegaba de improviso. No me afeitaba para eso. Pero aún así trataba de ser amable. Duramente amable.
-Me haz tenido media hora esperando- demoraba mucho en salir -y no creo que sean necesarias las explicaciones. Total, es inevitable que llegue de otra manera que en falta, de modo que no hay posibilidad de que pueda reprocharte esto- Luego la abrazaba y empotarla contra la pared.
La llevaba a las escaleras entre el cuarto o quinto piso del edificio verde. Martes o miércoles de medianía. 7 de la noche. Olor a guiso en el aire. Se notaba que no estaba de acuerdo. Con nada. Solo quería placer sexual, espiritual, mental.
Un día llegué hablando de China, contra Mao, cintra Sendero, contra el país amarillo. Y le hablé de la libertad. Y le toqué la chucha.
Subimos al techo y entre la ropa tendida sobre la luminosa Lima, dicho sea de paso bombardeada por Sendero Luminoso, y nos amancebámos sin compasiones ni retrocesos al calor del verano, con nuestros cuerpos endemoniados, derrotados ante la promesa inmediata de una noche cruda y sin frenos. Definitivamente ella iba a mil, estaba harta de la contabilidad que ejercía su padre, de las aspiraciones mínimas de su hermana, de la enormidad de su perro aniñado, de piso rojo del pasillo de su edificio, de la falta de un ascensor, del amoroso pescado entomatado. Ella necesitaba otra realidad. Necesitaba arte, cosmopolitismo, realidad, es decir, violencia, caos, conscuspicacia. Y yo estaba exactamente para eso. Pero igual que ella, yo llegaba harto como ahora de dejar morir un día en vano, y mi devildad, mi impotencia apuraba el contorneo en su sexo que, finalmente, me llevaba a declinar a mi más básica animalidad.
-Casando. Eres un fantasma que aparece y desaparece. La otra véz fue hace seis meses. Pero ya encontré el gusto en esto. Cada encuentro es diferente. Calla tonta, pensaba, me resistía a amarla. El poder de la hembras va más allá de todo. Es un factor incontrolable que llevan en la mente. Es como un aparato que funciona solo y que domina a los hombres más avisados. Y yo sentía peligro.
-Todo es igual. Tu quieres verlo todo diferente- mascullaba acomodándome el pantalón. No estaba conforme.
A mis 19 años solía llegar a ella en mis momentos de máxima confusión e inconformismo.

En realidad estaba enamorado de su vecina. De la del otro piso.
Nunca pasó por mi mente que vayamos por allí de la mano. No era un amor. Era solo un deseo, un antojo, un recurso.
Decididamente quería ser un mal recuerdo. Y seguramente lo soy, pues aun me acuerdo cuando los soldados subieron de improviso y la detuvieron. La muy tonta no llevaba documentos, cosa que en esos días de violencia era obligatorio. Debía ir a su casa a avisar a sus padres. Pero me detestaban. Fui de todos modos. Y cuando estuve frente a ellos me querían matar con la mirada. Les mentí. Pregunté por ella. Cobardemente dije "La busco por un trabajo y ella me dijo que le acise". Los padres cambiaron la mirada y la hermana que me detestaba me agradeció diciendo. "Donde habra ido la tonta".

Siempre la vi como un potencial problema. Como cuando me mintió diciendo que estaba embarazada. Fue realmente un momento complicado. Puso a prueba mi bondad. Y fingí ser un canalla. Hasta que me dijo la verdad. No debió hacerlo. Realmente no debió hacerlo. Me alejé por mucho tiempo.
Pero volví. Siempre por lo mismo.
Una vez ya no quiso entregarse. Estaba de novia. Pero igual lo hicimos de todos modos en el techo. Estaba con un vestido muy corto. Se iba a la playa. Luego me enteré que su novio llegaba. Bajó apurada y le dio un beso. Era increible. Ni un minuto antes me brindaba sus piernas y ahora se entrechaba en abrazos con el firme. No me decepcionó. Casi la aplaudo en ese momento. "No se quien eres, pero me agrada tu garra" pensé.

Y por eso me amaba, por que yo apreciaba su defectuoa existencia, su humanidad. No importa si la usaba, ella a mi también me usaba.

Un día descubrió mi verdadero nombre, y hasta donde vivía. Llegó a mi casa, habló con mi madre quien me avisó de una chica que venía a verme. La hizo pasar. La miré con indiferencia. Le dije si quería tomar algo. Estaba muy contenta. La re cuerdo sentada con las manos juntas y riendo. Según ella me había descubierto. No se imagniaba que le iba a decir.
-Bueno, pero ya que terminaste con el misterio. que harás con tu libertad. Po que ya eres libre, ya no eres mi esclava. Y noté pavor en ella. Luego volvimos a salir, y las cosas siguieron iguales. La vida no admite idioteces. Y me quise coger a su amiga, y cosas por el estilo. Logré lo que buscaba, que se aparte de mi. No me hacía bien verla. No la amaba. Después de cada sesión de sexo me detestaba a mi mismo.
Pero comenzó a darse cuenta de que hay cosas que no son correctas. Y trató de sobreponerse con más fuerzas a sus depresiones constantes. Y me fue rechazando con más determinación. Comenzó a ver a varios muchachos. A decir verdad, fue anchando las caderas y sus senos eran de Pamela Anderson.
No obstante, siempre detesté sus manos. Eran unos alambres muy frágiles. No eran las manos contundentes que cogen un pene con maestría.
Era depresiva, ya lo dije. sus días arrancaban en blanco y terminaban en gris. Pero las chicas con este tipo de problemas son estúpidas. Toman decisiones poco atinadas. Como cuando se fue a la cama con su jefe después que le ofreciera cien dólares. No creo que haya sido una puta, aunque técnicamente lo fue. Simplemente era una tonta. Una tonta con un posterior de Jennifer López y la autoestima muy baja.

Pronto volvimos a salir y me olvidé de pedirle sexo. Conversábamos. En realidad mi penetración era mental. Me gustaba tener el control absoluto de sus emociones. Hasta que ella me llamó un sábado por la tarde. Salimos nuevamente y esta vez me propuso lo que en el fondo deseaba: tener sexo de vez en cuando. Le dije que estaba sin plata para el hotel sólamente para ver su reacción. Y fue auténtica. No fue muy cool. Me gusta cuando la gente que se computa cool baja a la tierra. Me imagino que eso tiene todo el mundo. Y es gracioso eso. Por eso es que yo apuesto por la verdad. Y la vi en su verdarero rostro. Nuevamente tomé la iniciativa y fuimos a un telo frente al hospital de empleado.

Había mejorado mucho. Pero como siempre, sus manos me alejaron. No solo eso, también sus comentarios estúpidos.

Nuestros encuentros eran, como lo dije, crudos. Eran sexo con tristeza y mera diversión. Pero a veces había ternura. Como esa noche previa a Navidad. Yo estaba en el paradero de Brasil y Bolívar con una bolsa llena de champagna, paneton y conservas. Estaba solo, desolado, en la intemperie. En realidad estaba inconforme con algo, con muchas cosas. Era verano pero el invierno era total en mi alma. Y alguien me tapó los ojos desde atrás. Era ella. POr que esa rara ley de que nos encontremos en los momentos mas ciertos. No le saludé, la tomé de la mano y la subi a la 11. Esas carcachas que decían cementerio. En la cafetera morada conversamos iluminados por los foquillos de la cabina. Fui feliz. Por esos días la gente fumaba en los micros y encendí un pucho. Un niño dormía a mi costado. Nos bajamos en los acantilado de San Isidro. Lima es grandiosa desde esta vista. Vimos un cerco y entramos.Nos deslizamos hasta una torre de observación. Toda era de madera. Normalmente el sitio era para hacer bicicross. Era un descampado. Subimos las escaleras. Lo hicimos con desesperación pero también con y amor. Y cosa rara, esa vez la vi por primera vez hermosa. Las luces de los autos que hacían la curva paneaban lejanamente su rostro, sus senos. Me olvidé de sus manos. Bebimos champagna y comimos dulces. Y abrimos una lata con salchichas. También las comimos.
Luego cachamos. cachamos mucho.
Al salir de la caseta nos esperaba un tipo con un arma. Era un tipo a oscuras con una chata de ron destacando de su pantalón. Le dije que corra, y me quedé con el sujeto. Le quité el arma diciéndole que era peligrosa. La arrrojé al abismo y el sujeto se sorprendió. Me arrepentí de esto. Desde ese día me convertí en un hérose de una tonta. Que hice para merecer esto, dije. Pero después de este acto de heroismo hice muchas canalladas más para reinvindicarme. Aunque nunca le pedí dinero.
Nos vimos uno o dos años más. siempre sin cita, de improviso, sin promesas.
La última vez fue peor. Después de detestarnos por años, la encontré de vendedora en una perfumería. Se iba a casar. Faltaba tan poco. Estaba con un uniforme guinda. Aparecí como siempre, sombreando su vereda. Y esta vez fue más decidida. Me dejó plantado, esperando, para siempre. No la llevé al hotel. No hubo despedida de soltera.
Pese a todo. es posible que ahora ella haya tomado una buena decisión, y tenga una vida llena de emociones fuertes, o tal vez no. No podría asegurarlo. Dicen que mientras uno más madura está menos seguro de todo. No se si esto sea mejor que cuando estaba seguro de que el Pe,ú ni yo, ni ella teníamos futuro.
No se si la duda sea una buena consejera. Solo se que en medio de la incertidumbre, vuelven las ganas de dejarlo todo nuevamente, y tomar el primer micro a la carrera y bajar en los acantilados a quitar el arma a un asesino y decirle a una chica !corre nena, corre, y no te detengas!

viernes, 3 de octubre de 2008

MALHECHO

Santander. Así se llamaba la calle finalizando el pasaje donde lagarteaban los tipos mas extraños que en mi vida conocí. No me refiero solamente a "cochón" Celada ni a sus particularidades entre ellas sus conocidas encerradas de seis meses, ni tampoco a Sodón, que a los 45 años no conocía la palabra trabajo, ni mucho menos al Cochirifífiri, que jamás tuvo el carro descapotable que habría ido bien con tremendo mujerón que llevaba en los brazos y que seguro le abandonó cansada de pagarle los taxis. Menos mereferiré al hermano de Sodón, hidrocefálico y gran borracho que dio acogida a Pepe Trueno en su cumpleaños, ni a Huguito Poy, digno candidato a secretario general de la Sutep,q ue en su expresión burlona, pesimista y vencida, había exactamente el zumun del peruano de avanzada.
Me referiré, mas bien, a un tipo indefinible pero concreto, señalado por el vulgo como Malhecho.
Era, en realidad, malhecho, al haberse ahorrado su cuerpo ese engranaje fundamental para la vida llamado cuello.
Malhecho carecía de cuello, lo cual no impedía que tocara guitarra. Una vez me pregunté si dada la proximidad, asi como Jimmy Hendrix, Malhecho alcanzaría a tocar las cuerdas con la lengua.
Nunca lo supe. No hablé cosas en serio con Malhecho, pero a lo lejos seguramente que parecía, ya que su parafernalia no era otra que la de alguien pensativo, reflexionando antes de hablar, aspirando un pucho "premier".
Lo conocí zampándome a una fiesta que su hermana hacía en su casa. Era nuevo en el barrio y entré así nomas. Me hice pasar como argentino y así llamar la atención. Y lo logré, cosa que hasta ahora me impresiona.
Y fue una fiesta extraordinaria que se prolongó algunos años más.
Siempre lo vi como un tipo excelente, aunque nunca me imaginé que fuera a desaparecer de este modo. Tal vez fue por que se casó con la misma muchacha que me abría la puerta de su casa. O tal vez por alguna otra razón. Creo que en todo caso, no importan las razones de su desaparición, sino su recuerdo vivo, sereno y recurrente.

viernes, 26 de septiembre de 2008

RINA O EL OCTOPUS DE LA BONDAD


"El olor fino solitario de tus axilas Un hacinamiento de coronas de paja y heno fresco cortado con dedos y asfódelos y piel fresca y galopes lejanos como perlas Tu olor de cabellera bajo el agua azul con peces negros y estrellas de mar y estrellas de cielo bajo la nieve incalculable de tu mirada"

(César Moro)

Resistíamos irresponsablemente sin un intento, al menos mío, de abandonar el país. Lima en los 80 era sincera, descuidada, emancipada de la palabra "futuro". Era ahora, no mañana, y las bombas de Sendero Luminoso ya casi se extrañaban si en la noche no se iba la luz. las cargas de violencia no eran lo nuestro, pero si un esperar, esperar y esperar, cuajado de imbecilidad, confianza y sueños cortos. Al menos eso me pasaba, y aunque nada invitaba a volver, todos los domingos después de la misa recalabamos en su casa, con las viejas guitarras, y las tontas caniones de Sui Generis, y alguna pena amorosa por que pensar que la vida era fea. pero en realidad era bella, por que nada del todo importaba. Pero recuerdo la casa y el perfirl de Rina.
Vivía en una casa con algo de domicilio de Hansel y Gretel, con florecitas blancas a ambos lado de la entrada, idénticas a las que van en los velos de novia, y uno o dos perritos insoportables a los que yo tenía muchas ganas de coger subrepticiamente para hacerlos volar sobre las fauces de los cocodrilos del Parque de las Leyendas.
Nunca hice esto, pero recuerdo a Rina no como ella, sino como una expresión redonda de la amistad aséptica, sin maldad ni desconfianzas, con quien mas allá de su gazmoñería, compatió conmigo, en las antípodas de su modo de ser, el raro sueño de arreglar el mundo.
Nunca mas la vi, ni me buscó ni yo a ella, aunque dejó un recuerdo impecable, blanco como una mancha de semen sobre la solapa azul del canciller.
Pero eran tiempos vaporosos, con nieblas en los cercanos horizontes, fantasmas y brillos de amor que uno imaginaba en los ojos de cualquier amada.
Y Rina siempre estaba rodeada de muchachos tranquilos, pero con cierta simpatía a lo indebido. Si, Rina, todos fumaban chistosa.
A todos nos trataba con diminutivos y nosotros, en contraparte, le hacíamos bromas tal vez intolerables para otras personas, pero que muy bien ella sabia encajar en sus bien elevada actitud de madre superiora que se enrola en la universidad para ayudar a los demás.

No si se ha casado, si ha sido madre, o si sigue haciendo suyo, subiendo y bajando de los cerros de Manzanilla, el Pino o Huaycán, sorteando miradas maculosas de desprotegidos mentales con tatuajes en los brazos y risdas mefistofélicas han frías como el hierro que les esperaba en algún
callejón orinado de las márgenes.
Lo que si se es que una tarde conversando, le propuse una invitación. ir a un burdel, a la Nene, allá, pasando los rieles, allá en la Colonial. Ella me dijo con despierta mirada, !perfecto! Se iba a listar el cabello y pasar como parroquiano al venusterio mas famoso de Lima.
!Que iba a decir cuando Perla me diga marido! o cuando Aura me llame !ven que te lo voy a hacer rico!... o si la charapa me jale al privado para preguntárme al oído "y tu hermano".
Tal vez no debí soslayar la ocasión. Habría sido un enigma lo que sucedería si entraba al 8 o al 23 mientras Rina desplegaba su etnografía en el clima rojo.
Rina, estudiante, medio socialista, sonreía y tomaba en serio la vida. Tenía una misión. Y no se si la sigue teniendo. Pero en realidad que poco se sabe de los compañeros circunstanciales de los años maravillosos. ¿Como es posible que nunca mas se tenga contacto con alguien con quien se pretendió cambiar el mundo?
No he cambiado. Yo estoy en lo mío, las huevadas, por que !que mas hacer en la vida sino huevadas!
Imagínate a los locos de Lehmann Brothers, con su tuerto, parche o tiro, al medio día, frescos, con sus trajes de tres mil dólares y las invitaciones a los restaurantes de moda, timbeando con el futuro de Estados Unidos sin imaginar que hoy nada existe.
Que Carlos Manrique ni Pepe Trueno en angustia robando un foco al paso para cambiarlo por media luca. No, Rina, entiéndelo, nadie es unoctopus de la bondad. El mundo no es de los santos. Y tal vez tampoco ni tu lo seas.
En todo caso, no habiendo batallas alrededor, este viernes de trastienda, viernes de deber, de estar en lo necesario, hay que escribior y, por que no, un salud por Rina y su batalla. Y si abandonaste el carro por la plata. Ven a nuestro cubil, échate una cerveza... o lo que quieras, y quizás hasta te vayas con un regalito.

sábado, 20 de septiembre de 2008

PELUSA: LAS FRESAS CON CREMA

Maybe I might have changedAnd not been so cruel. Not been such a foolWhatever was done is doneI just can't recallIt doesn't matter at all
(Parte del tema From the beginnen de Emerson Lake & Palmer)


Pelusa quemó cerebro. Dicen que la culpa fue un cóctel de “fresa con crema”, es decir, 35 pepas de preludín (blancas) y 50 de optalidon (rosas) que escalaron dos días hasta el mismo centro de su mente. Comentan que la primera vez que las tuvo en sus manos experimentó con ellas un amor a primera vista. Tal vez esto pasa a los que aman los peligros, como a las mujeres. Más putas, mas encantadora la conquista.
Para que el cóctel suba más rápido a su cabeza, dicen que solía tomar Inca Kola, buscando, claro está, que el gas empuje lo tóxico a su cabeza.
Pelusa era muy barrial, pero le gustaban los viajes largos, sobre todo al mundo de la antimateria. Fumaba mucho, y lo hacía al modo de Free Town, quemando el bate en papel de despacho. Para eso compraba budines caseros de la tienda (nunca en la de Calicho) Y como Renzo lo haría mas tarde, botaba el budín al suelo, y rescataba el papel que corría rico y no raspaba la garganta, ah, y por su tamaño daba para varios.
Pelusa era varios años mayor que nosotros y solo sabíamos que fue mas allá de la raya, hasta el punto del no retorno. Y quemó fusible. Fue una mala noticia en esos tiempos en los que yo ni siquiera vivía en Free Town. El fue uno más en el barrio que se iba. Así eran los chicos de los 70. Muchos fueron a manicomios, a la cárcel, o a otra vida. Nosotros, ochenteros, en el fondo los admirábamos. Pensábamos que en nuestra época nada pasaba. No sabíamos que Sendero Luminoso se acercaba, crecía, y no había que lo parara. Casi hace pedazos, no a uno o a dos de nosotros, sino a todo el país.

Pero Pelusa no murió. Sobrevivió a siete años de malvivencia vegetal. Y cuando abrió los ojos comentan que quisieron darlo de alta. Pero no quería. Dicen que nueve meses no se atrevió a mirar por la ventana. Pero salió, un poco con estilo Frankenstein, luchando con su cruel destino dando torpes movimientos. No obstante las miradas, decidió “comenzar de nuevo”.

Era rosado, flaco, ligeramente jorobado. Esto por que siempre iba en bicicleta.
Sobre él había una leyenda. Decían que fue muy atrevido en los tiempos en los que iba por los parques con su chaqueta fumando todo lo que venía a sus manos mientras era amado por distintas chicas. Decían, además, de que era un eximio tocador de guitarra. Y no solamente eso. Afirmaban las voces sin nombre que sabía ejecutar los más difíciles temas de Hendrix, Led Zepellin y Emerson Lake & Palmer.
Pelusa apareció de pronto. Era distante. Tenía temor al mundo. Y pasaba como una nube por el barrio. Sin embargo, para él era importante pasar, enfrentar al mundo, decir lo que mas anhelaba en la vida, “he vuelto”.
Cuando lo conocí caminaba a grandes trancos y bamboleándose de un lado al otro, como imitando a una campana. Usaba un pantalón negro, corto, y una camisa blanca. Sus cabellos rubios mal cortados caían sobre sus hombros. Nunca reía.
Pero nosotros le llamábamos por su sobrenombre. Pelusa. Nunca se detenía. No contábamos con que nos estaba analizando.
Pasaron dos años cuanto menos, hasta que se detuvo. Sentí lo mismo que cuando alguien o algo que se supone que nunca debería hablar conmigo habla. A veces es una sorpresa agradable, otra ves no.
Pero ya estaba al frente. Queríamos decirle algo. No sabíamos que. Asi es que le dijimos algo. Pero nunca contestaba. Eso si, se reía con muchas ganas.
Hasta que tomé la guitarra del tocino. Era una guitarra blanca, probablemente de su herman, pero que se quedó en mi casa por un año, mas o menos.
Erauna guitarra que nació para evangelizar personas, pero la guitarra se emancipño con mas vigor que el Perú y en vez de resonar sus cuerdas en la parroquia, lo hacía en parques llenos de vagabundos, indeseables, y turistas del paraíso de los diecinueve o veinte años. La guitarra olía a humo de cigarrillo, marihuana, a licor barato, y descansaba en cualquier sitio, en las bancas de los parques, al costado de la casa de Quintanilla, en los autos donde se iba a levantar chicas de otros barrios, en fin. La guitarra no era una inmaculada como su dueña. Era, por el contrario, maculosa, inquieta, y lo mejor... ajena.
Entonces se me ocurrió desbrozar el bosque nubloso que había entre él y nosotros, y a ver si nos encontrábamos con algo real de su famosa leyenda. Así es que, si dicen que era un guitarrista consumado, era un hecho que algo en su persona, diría mas bien en su alma, que no estaba enfermo como su mente, algo que aparecería si se reencontraba con esa guitarra.

Recuerdo que aceptó tomarla. Primero por el mango. La miró verticalmente. Sonreía como mirando un auto recién regalado. La empuñó. Entonces noté las yemas de sus dedos casi planas y redondas, como si mucho hubieran dado con el traste. Recuerdo que la manoseó y dio una leve sonrisa. Y luego se desplazó, no su brazo sino su alma a través de todo el traste. Curioso encuentro entre él y la guitarra. Tal vez nadie observó un detalle. La canción que eligió para el nuevo encuentro con la viola fue “from the beginnen” de Emerson Like & Palmer.
La canción “desde el principio” es un tema hecho para ciudadanos del espacio. Y Pelusa jugaba con nosotros. Por que decía que provenía de un planeta al que llamaba Novorc, “donde solo hay jóvenes donde solamente producen guitarras”.
Dicen que Pelusa era hijo de una pareja de ancianos, y que su padre era médico. Pero nunca los vimos. Jamás lo buscaron. Era obvio, era el monstruo de la casa, el despojo de la familia.
Y Pelusa con ese ir y venir entre las galaxias en las que se encontraba y la tierra, eligió el barrio para sus constantes aterrizajes. Y no solamente tocaba From he beginnen, sino también intentaba tocar Hey Joe de Hendrix (el tipo que iba a matar a su mujer mientras esta se revolcaba con otro).
Pelusa tomó mas confianza y aceptó unos toques. Realmente tenía ganas. Y se incendió el porro por la potencia de sus pulmones. Y a veces la traía. Pelusa se convirtió en el transportador. Por que ya tenía su bicicleta en la que viajaba él y un conejo blanco. Luego lo vimos con una radio vieja. Y, finalmente, le puso motor a su vieja “ticla”.
Pelusa iba mejorando. Ya no se balanceaba como campana. Quería volver, o tal vez no, mas bien irse mas lejos y no volver. Nosotros le dimos la pauta.
Un día nos fuimos del barrio, todos, y nunca más supimos de Pelusa. Dicen que anduvo un tiempo más por ahí. Pero otros aseguran haberlo visto lejos, muy lejos, mas lejos de Novorc. No precisamente donde se hacen las guitarras, pero si... donde nacen las canciones.

martes, 16 de septiembre de 2008

EL NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA


"¿Qué efecto estético surge cuando aquellos dos poderes artísticos, de suyo separados, de lo apolíneo y de lo dionisíaco, entran juntos en actividad? ¿Qué relación mantiene la música con la imagen y con el concepto?".
Nietzche


El parque el Carmen. Que decir de este parque en el corazón de Free Town, si no que era uno de los aeropuertos preferidos del barrio. Basta mencionar los elementos que lo recalaban: Pepe Collazos, el "loco Empírico", Dioni, Michell....
Todos ellos tenían un delirio intelectual que se fusionaba en la pasión por el cine clásico (íbamos al cine club de la guay a ver películas de Hitchcock o Orson Wells). Eran atrevidos, de buen porte, y las chicas los miraban con cierto respeto y temor. Vicky, la corista de la parroquia aceleraba el paso al verlos, aunque no por eso usaba zapatillas.
También había otro tipo en el barrio que me caía bien. Alberto. Pero no se conocía con ninguno de los mencionados, aunque cuando bajaba de su auto se me acercaba para escuchar me tocando guitarra.

Pepe, Dioni y Michell eran como del club de los cortapalos de Disney. Profundizaban en otos saberes.
Dioni era hijo de un naturista francés, Jean Dourojeanni, Michell, de un belga, me parece que profesor, y Pepe no se de quien, pero seguramente era traumatizado. Pepe me recordaba a James Dean. Parecía inconforme. Pero era muy activo y raro. Vendía sandwichs en la playa y por su talla atlética se cogía a chicas muy atractivas.
Dioni, por su parte, era un capo en ciencias naturales, igual Michell, y volviendo a Pepe, era un amante de la alta tecnología en general, al punto que gozaba explicándome como funcionaban los grandes telescopios.

Nunca comprendí por que en un país que se caía a pedazos como Perú de los años 80, estos muchachos muestren una fasceta tan constructiva. Era una broma. Algo no funcionaba bien.
Mientras todos abandonaban el país, los chicos se encontraban en la estrambótica casa de Dioni, hecha con pasajes secretos y dibujos de la evolución en sus techos. Allí se hablaba de todo. El gesto de deprecio era constante.
No solo se reían del modo como actuaba Sendero Luminoso y de las ideologías que animaban a este grupo terrorista. Hablaban de que mientras mas rápido se destruya el país, más rápido los holding dueños de compañías mineras entrarían a concesionar el país pues todo estaría a precio de ganga. Yo pensaba que por eso y no por los derechos humanos las ONG que apoyaban a los grupos terroristas no recibían sus fondos de Moscú o Beijin, u otros países comunistas, sino de fundaciones de la mas rancia estirpe capitalista. La Ford por ejemplo.

En ninguna universidad del Perú había semejante libertad de ideas. Todo era permitido en la tertulia.
Mis amigos, igualmente, hablaban con simpatía de los ingenuos estudiantes de la universidad Católica que no está en la lista de las 500 mejores del mundo. Para nosotros eran idiotas terminales sin personalidad, que se tragaban las currículas de la inteligencia británica o francesa que daban via becas a sus maestros, a fin de impulsar la democratización de la destrucción del país. ¿No son hoy los grands abogados de estas casas de estudio quienes ayudan a las miltinacionales a tragarse los activos del Perú con regalías mínimas? Bien pensado, claro.

En las conversaciones corrían todas las propustas imaginables. Inclusive acabar por la vía más rápida con los subversivos, cambiar de nombre al país, o cultivar la compasión por los que no saben lo que hacen.
Realmente eran arrogantes, pero lúcidos. Me recordaban un poco a Goebels, o los mas brillantes militantes del nazismo. Sin embargo, ninguno era cojo, fracasado o infeliz como Goebels.
Todos eran unos chicos clase media, que vivían mas allá del bien y el mal, aspirando de vez en cuando marihuana, siempre al arrullo de los eucaliptos del parque El Carmen, que en verano era pefumado por una deliciosa mezcla de jazmines y floripondios.

Una noche los chicos conversaban de la imbecilidad sin límites de los de Sendero Luminoso. Observábamos que sus atentados eran muy limitados. Clavos, dinamita, un poco de amoniaco.
Igualmente, conversaban de lo fácil que podía ser un movimiento más letal.
"Imagínate, estos cojudos con estas huevadas tienen aplastado al Perú", dijo Pepe. Podían ser peores.
¿Como sugerirías? preguntó Dioni. Hubo un silencio largo.
Dos horas mas tarde pasó algo.
Con la misma naturalidad con la que se optaba en ir al cine de la guay, los muchachos decidieron hacer algo verdaderamente poderoso: nitroglicerina.
La fórmula estaba allí, en cualquier lado. Michell trajo el manual de la bibliteca de ciencias de la universidad Católica. Una chicas de arte estaban completamente desn udas, mientas que unos cuantos estudiantes de derecho programaban viajes a Marcahuasi. La droga corría en abundancia en la universidad. Mucho más que en San Marcos, donde se practicaba el alcoholismo.

Los muchachos leyeron las instrucciones con cuidado. Compraron el instrumental necesario, aunque buena parte lo tenía Dioni por que su papá era profesor de biología. Consiguieron el hielo (muy necesario para el enfriamiento), el termómetro etc.
Recuerdo que yo estaba en la avenida Bolívar tratando de entender la defensa de la mentira del filósofo Kirkegaard.
En la parroquia se alistaban para la misa. El culo de una de las chicas me gustaba mucho. Y yo planeaba como atacar sin ser visto. Necesitaba dar un solo paso y romper el hielo.
Mientras Pepe y compañía practicaban química, yo pensaba en el ataque a esa muchacha.
Y vino otra variante. A menos de 100 metros vivía Alberto Venero. Simpático. Su departamenti estaba en la asotea de la casa blanca. Allí vía con sus hijas y su esposa que se ganaba la vida haciendo confecciones para las pocas tiendas de ropa caras que quedaban en Lima.
Venero se compró un auto negro de lineas bajas con un ágila que se extendñia sobre su motor interminable. Era muy atrevido. Usaba casacas de cuero y tenía, no se como, un pub en San Borja, donde una noche nos invitó a tocar unas canciones de Sui Generis.

El papá de Dioni había sido traficante de carne en la II Guerra Mundial, y tuvo a maestros de la talla de Marcel Mauss en el Museo del Hombre de País. Después de la guerra vino al Perú por que del Callao pensaba a partir a Tahití. Pero el siguiente barco partía en un año y medio. La espera iba a ser larga. Duraría toda su vida. Me imagino que fue un traficante de germoplasma. Tenía miles de mariposas disecadas. Igual murciélagos.
Pepe, Dioni y Michell, terminaron de mezclar los elementos. Por mi parte, tomé del brazo a la chica -cuando salía de una fiesta de disfraces a la que no fui- y le dije "me cansé de hipocresías, ya no seré mas tu amigo".
Venero salió a toda velocidad de su casa. Dioni se fue a Francia y Michell a Bélgica. Yo aparecí en Kreuzberg en Berlín, la pequeña Turkía.
La besé a la chica con ternura y ella me correspondió. En eso sonó un estallido a lo lejos. Era en el cuarto de Dioni. Lo lograron. Venero llegó a la cita. Era una cita con Vladimiro Montesinos, un oscuro abogado que necesitaba destruir la partida de nacimiento de un japonés que quería postular a presidente.

Nada de esto imaginamos jamás. Mucho menos que Vicky era dirigente de la central este Lima 31 (giroscopio 30 60) del MRTA y que necesitaba las zapatillas para escapar de las bombas que sembraba.

viernes, 12 de septiembre de 2008

EL SEÑOR TELLO

“La «verdad» ha de ser entendida como un sistema ordenado de procedimientos para la producción, regulación, distribución, circulación y operación de juicios. La «verdad» está vinculada en una relación circular con sistemas de poder que la producen y la mantienen.” Michael Focault


Conocer al señor Tello fue una experiencia linguística. Era el apellido perfecto para su persona. Con una complexión absolutamente dominada por la amabilidad, el buen reír, y la simpatía instantánea, era el equilibrio perfecto. Repito: Era la relación onomatopéyica más impecable entre alguien -o algo- y su denominación: Tello.
No se por que, pero me recordaba a mi perro, y solamente por eso me caía extraordinariamente bien. Siempre se mostraba feliz. Y aunque fue el amigo mas sincero que conocí, había un detalle, solo uno, que pudo revertir el cúmulo de confianza que adquirió en mi aprecio. Mintió por años con su nombre. No era en realidad el señor Tello.
Enterarme de esto pudo echar bajo suelo nuestra amistad. Pero en honor a los buenos ratos que pasamos en los años sin destino del Perú, reflexioné con desapasionamiento analítico, con criterio weberiano -!hay la verstehen!- los porqués de tal mentira. Finalmente, lejos de sentirme engañado, comprendí de buen creer su decisión de ocultar su identidad, cambiarse nombre, apellido, y presentarse en el barrio como otro.
Al venir a Free Town, el señor Tello estrenaba barrio, amigos, religión (era evangelista), y con el tiempo hasta quería estar con una de las ninfetas - a quien Marisol Corneta al ver caminar hacia la parroquia decía despectivamente “vaginitas”-.

El señor Tello, ya lo dije de otras formas, poseía un carisma acompañado de un porte de heroicidad, velocidad y deporte, (y por eso Giorgio Bardakas le decía a viva voz Conan el Bárbaro). Pero habían otras cosas muy extrañas respecto a su persona: Era el primer ser humano de nuestra edad a quien descubrí que usaba Glostora.
Su personalidad era un enigma para mi. No podía dormir sin antes pensar al menos media hora en los porqués de tan extraño flujio vital.
Así es que un día me aventuré a visitarlo a su domicilio, en Breña.
Cuan grande sería mi sorpresa que all llegar al número indicado me topé no con una casa convencional, sino con una tienda de disfraces.
Cuando toqué la puerta alguien preguntó quien era. Dije naturalmente mi nombre. Inmediatamente otra voz salió de esa garganta profunda que era su casa. Era el.
Mis ojos se costumbraron a la oscuridad y no pude ocultar cierto sobresalto al encontrarlo vestido del hombre araña.

Sientate, me dijo, ¿Se te ofrece algo? me preguntó sin inmutarse en lo mínimo de mi sorpresa. Agua, le dije con parquedad. Silvando, sin ningún peso en el alma, fue a la cocina a complir con mi pedido.
Entonces comencé mi análisis topológico de su mundo. Pude ver que en su habitación habían muchos cuadros volteados contra la pared. Mi intriga aumentó. Cuando las preguntas comenzaban a asociarse con posibles hipótesis apareció nuevamente. Tenía en su mano el vaso con agua. Noté que se había peinado. Lo bebí por completo de un solo tirón.
Pero su presencia me impedía una observación mas objetiva. Mi cometido era saber que pasaba.
Necesitaba que se vaya de la habitación. Maliciosamente insistí, ¿Podrías invitarme otro vaso con agua? Accedió inmediatamente no sin antes poner su disco de Slade en Vivo.
Mientras escuchaba a lo lejos el correr del agua en el grifo, calculé el tiempo que demoraría en llenar el vaso, atravesar el pasillo y aparecer nuevamente en la habitación. Era ahora o nunca. Furtivamente fui a ver que había detrás de cada uno de esos cuadros.
Eran muchos diplomas con su foto, la misma camisa y chompa, perocon distintas edades. No solo eso, y allí mi desequilibrio. Tenía distintos nombres. Cuan grande sería mi espanto al toparme con que cada diplma correspondía, además, a diferentes colegios donde decía "... en honor al mérito por haber ganado el primer lugar en el concurco de matemáticas el señor Mario Aspilcueta". En otro diploma, calro que también de otro colegio se leía "...por su destacada participación en el concurso nacional de lógica al señor Enrique Murga palavicini". En otro decía, "primer lugar en el campeonato Adecore de Atletismo al señor Gurfunkel" Y así sucesivamente encontré que estaban todos los nombres de los chicos del barrio. En todos había la misma foto. Hasta que encontré mi nombre. "... campeón nacional de esgrima en la categoría 12 -13 años".
Comprendí que el señor Tello tenía mil nombres, mil mejores amigos, mil barrios y era como si se habría perdido en una sala de espejos.
Llegó con el vaso de agua y le dije una indirecta. "He estado leyendo a Michael Focault". ¿A si? Interesante, yo ya lo leí, me contestó. No paró de hablar una media hora del filósofo postestructuralista.
Intenté de nuevo. Le dije una frase que me encantaba del filósofo: "nunca pienses que mañana sea el mismo".

El señor Tello, inteligente y atrevido, comprendió la indirecta. Con la velocidad de una mosca en peligro visualizó hacia los diplomas. Seguramente se dio cuenta de que habían sido movidos.
Se dio cuenta de mi incursuión clandestina a su intimidad.
Me tomó del brazo y caminando lentamente me dijo claramente.
"La realidad no existe, por eso es que la verdad es una falla de la humanidad".
Nunca encontré frase mas perfecta para justificar mis innumerables defectos, sobre todo la mentira. Por que soy un mentiroso profesional sin remedio.
Inmediatamente sentí un alivio absoluto a todos mis actos. A las mentiras a las chicas, a mi madre que tanto me perseguía por saber donde recalaba después de las 10 de la noche, pensé en las mentiras a mis profesores y a Dios.
Bastó esa frase para no seguir en el tema y considerar al señor Tello mi amigo en su personalidad múltiple. Podía ser si quería el señor Tello, Guzmán o Ampuero. No importaba ya nada. Pensé en las ventajas de tener un millón de amigos en uno.
Hasta ahora no se como se llama, y es posible que el tampoco lo sepa. Solo se que un día fui a su casa donde había una tienda de disfraces. Y es posible que eso sea todo. Que la vida sea un pasaje como su casa, cada vez mas oscuro, en cuyo fondo se encuentren los diferentes disfraces que debemos llevar en la vida.
El trip

Recuerdo esto y pienso en sus lentes gruesos, de marcos metálicos, y su predisposición a lo indebido. Precisamente esto me pareció ideal para un trip. Y lejos de decirme no, inmediatamente se solidarizó y se ofreció para armar el porro.
Lo hizo en 24 segundos con una sola mano. Eran perfectos, sin fisuras, ensamblados con una precisiñon alemana, y con la presión absolutamente modulada para que corra lo debido y sin irregularidades en cada pitada. Nunca tuvimos que curar con saliba alguna de sus obras de arte.
Definitivamente, aprendió eso en Breña, uno de los mejores hubs de Lima.
Tello perdió muy rápidamente la vergüenza y pensando que nadie se había dado cuenta, quería guardar la imagen por que le gustaba una de las chicas de la parroquia.
Estuvo con ella mucho tiempo. Y me gustaba que esté con ella. Era mi amiga. Pero al parecer, al señor Tello le resultaba un poco celosa.
Pronto la expectoró y fue nuevaente el hombre mas feliz de la vida.
Un día roleamos varios en el parque Don Bosco, en Canta, en el parque América, en todo lado. El señor Tello ya podía ser director del Museo nacional de Historia Natural, por que a la fecha había visto, producto de la chistosa, perros, gatos, monos, capizos, satunis, ornitprrincos, y en el aire peces, moluscos que hablaban, y hasta al cateblapas, criatura extraña inventada en “Ficciones” por Borges. Con el tiempo vimos animales prehistóricos. Lo que no nos dijo era que, como decía la canción, “uhhhh me he vuelto a enamorar”.
Una tarde pasó el padre Lucho por el parque, y nosotros estábamos dando de alimentar a un tiranosaurio.
-¿Crees que se haya dado cuenta?- Me preguntó.
Obviamente le preocupaba su imagen. Su amada era corista de la parroquia.
-Imposible. No creo- respondí, mientras el padre se iba, nos miraba y meneaba la cabeza.
Fue una mentira piadosa. El padre lo sabía.
Pero Tello sospechaba de que le mentía. Entonces silenció, le vino la bajada, el habló de un caballo, de árboles, y de una chica que subía y bajaba de su mente.
Sube y baja, decía, no la puedo olvidar.
Ahora sabemos bien quien era.
Me dijo que era el amor de su vida. Pero el señor Tello la olvidó en una semana.
Nunca llegó a ser tan consistente su amor... como sus porros.
Ahora se que usaba glostora para sujetar sus máscaras.
No se quien será en estos momentos. Tal vez lo único autentico que tenga sean ... sus anteojos.
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jueves, 11 de septiembre de 2008

UN CRISTIANO EJEMPLAR: QUINTANILLA

Luego nos dio la espalda y siguió con su trabajo.
Mientras pasábamos como una hermosa guadaña negra por aquel paisaje perfecto


Raymond Carver


Cuando lo conocí, Mario tenía unos 65 años. Vivía solo en la esquina. Su casa era muy descuidada. Sucia. Parecía que nunca lustraron el parquet. Unos moribundos granados sobrevivían en desorden sobre la tierra meada que flanqueaba su vivienda. Pero tenía algo a favor: era grande.

Mario sabía muchas cosas, pero a retazos. Francés, derecho aeronáutico, amaba Buenos Aires y Paris donde vivió. Una vez le vendió una cocina de tercera a un amigo suizo que estaba de paso en Lima. A Mario su mujer lo dejó. Pero era simpático, social, y jamás se cambiaba su traje azul al cual nunca lavaba, aunque en las partes desteñidas pasaba plumón para oscurecerlas. Mario era sombrío, vetuzto y digno de cualquier sospecha. A mi me caía bien. Me imaginaba su insomnio. Tres de la mañana que hacer. Y se dirigía al baño y lavaba sus calzoncillos remojados por semanas o se metía un pajazo con una porno blaco y negro con páginas pegadas.

Cuando viajaba en la 89 fingía que leía el periódico. Pero la verdad era otra. Diana Libia me comentó. "Ese viejo se baja los lentes como si leyera, pero en verdad me mira las piernas". No lo culpo. Diana era un tanque digno de todo ataque.

En su casa había polvo por todos lados pero no habían cucarachas. Tampoco comida en el refrigerador. Su mesa de sala era una lavadora del siglo pasado y un foco colgaba de un cable.

Pero era divertido. Mario hacía de vez en cuando fiestas en su casa, aunque tenian algo particular, sus invitados eran mujeres viejas, hombres como ellas divorciados, profesionales dados de baja, todos con cierto aire a naftalina y fracaso. Me recordaban a Ricardo Belmont.

Una vez hizo una de esas fiiestas mientras yo, no muy lejos de su casa tocaba guitarra en compañía de mi amigo Pepe Collazos. Se escuchaban guarachas, cumbias, los Panchos. Pero de pronto se apagó la luz de toda la ciudad... y silenció la música. Otro atentado de Sendero Luminoso. Era un sueño. Solamente batían las cuerdas de mi guitarra en ese anochecer esplendoroso de verano.

La oscuridad mejora todo. El sonido era cristalino. Había encanto.

Pero ya no había música en la fiesta de esos viejos.

Se abrió la puerta roja y Mario apareció en mangas de camisa -sucia- y corbata. Nos saludamos. Nos invitaron a animar la fiesta. "Pero no se criollas", advertí.

"Toca lo que quieras" rió.

Entramos y este fue el panorama. Telarañas. Habían ex sindicalistas, médicos expulsados del gremio por negligencias, abortistas, contadores fraudulentos de poca monta, abogados trafas, y mujeres abandonadas por sus maridos que solian pasar la noche en los bingos. Busqué entre ellas alguna rescatable. Fue un fracaso la búsqueda. Todas estaban obsoletas para eventuras sicalípticas.

Tomé confianza y fui a lo mio. Toqué guitarra. Música de Charly García. Contra todo lo pensado, estos viejos o próximos a la tercera edad se entusiasmaron y empezaron a bailar. Las gordas se bamboleaban con frenesí mientras el alcohol iba en aumento.

Yo le dije !un salud por los viejos polvos ... y por los que vendrán!

Todos aplaudieron.

A la gorda de mi costado le dije... "me exitas chiquilla". Y ella me dijo. "Usted es un atrevido".

No me importaba nada. Mario estaba borracho y en ese momento Pepe encendió un porro delante de los viejos. Todos fumaron. Estaban competamente stones. Bailaron aún mas. La lavadora cobró vida y fue sacada a bailar. La cocina bailó.

De pronto empezaron a hablar de sus vidas. Yo le pregunté al médico. "Te acuerdas de la niña que te llevaron hace cinco años. No puede tener hijos. Era mi enamorada. Debes suicidarte".

"Pero te cobré barato, no te olvides", me respondió.

Recuerdo que le propuse a Mario convertir su casa en hotel. "Los chicos del barrio necesitan privacidad".

Mario aceptó la propuesta "a cambio de un tallarín con pollo chifa".

Fue así que una noche llevé a una muchacha. Era espectacular. Antes fuimos al chifa. La chica cuyo nombre ni me acuerdo se extrañó de ir, previamente a comprar el tallarín con pollo, que nos los dero en una bolsa.

Toqué la puerta. Mario abrió. Etaba en bata. Pasen, dijo en su tersa amabilidad.

Subimos. La puerta estaba desmontada y para abrirla había que cargarla. El colchón era una biósfera de bacterias. Ese día ella fue con jean a nuestro encuentro, pero la conocóa con una microscópica faldita negra en la casa de su prima. Recordaba todos los momentos previos antes de gozar de su absoluta naturaleza.

Pero nada es perfecto. Cuando estábamos en lo mejor del empiernamiento, se cayó la puerta muy cerca a nuestros pies. Era obvio, Mario estaba mirando por el hueco de la chapa. Sentimos unos pasos desiguales alejarse por alguno de los demáscuartos.

Menos mal ya había satisfecho mis apetencias, aunque ella se mostró insatisfecha. Traté de calmarle. Era obvio, se moria de miedo. Entonces sonó la bocina del carro de Toño. Salí por la ventaba desnudo. Ven, le dije a ella, que se asomó igualmente desnuda. Había mucha música en el escarabajo. Entramos. Escuché de abajo la risa de Kike. "....... esta chachando..... esta cachando....tu hermano está cachando".

Bajé y le presenté al grupo a mi amiga. Mario no quiso aparecer. Comprendí que Diana tenía razón. Mario era un fizgón, pero a quien todos tenemos en el recuerdo, y brindamos un pedestal por que nunca supimos de él nada, cómo se ganó la vida, por que hablaba francés y como así era experto en derecho aeronáutico sin ser piloto ni abogado. Un día vendió su casa en 70 mil dólares. Nunca mas lo vimos.

Creo que le hizo bien el porro.

sábado, 6 de septiembre de 2008

MARISOL CORNETA Y THE WALL (En los confines de la voluntad)




Nietzsche


Kike me ha pedido que devele los vergonzosos acontecimientos de The Wall, registrados en los extramuros de Free Town, allá en los floripondiosos años 80. Me lo ha exigido de múltiples formas, primero con llamadas anónimas, spans inexplicables y, finalmente, mediante un chantaje.

Sin embargo, no puedo hacer otra cosa que condescender a su prerrogativa aclarando:

1- No es mi intención reivindicar la egregia figura de Marisol Corneta.

2- Tampoco es mi intención poner en valor la valentía de Manuel ni su contribución en la búsqueda de las nuevas fronteras de la estética

3- Escribo solo por que Kike me ha compelido a hacerlo aun sabiendo que nunca me lo perdonará Manuel.

4-Los relatos referidos al muro al que me referiré son premonitorios a la caída del muro de Berlín y puede haber sido una señal de que esto iba a pasar, aunque años mas tarde.

Se llamaba Marisol. Apellido, Corneta. Si un día Dios hizo la tierra, un día ella empezó a hincharse. La conocimos de sorpresa, cuando la mancha miraba de reojo a esas tres muchachas espectaculares de quien no me referiré ahora, quienes eran acompañadas por aquella mujer ballena.
Simplemente era inmensa, un cíclope, un poema caterpille, o sencillamente bella... para Dios.
El auto del diplomático pasaba repleto de muchachos. Era una de esas afiebradas noches de sábado en verano. La atmósfera olía a jazmín y las malas intenciones reptaban. Yo estaba preso en casa de mi enamorada Gaby Poti. Nos acompañaba Marisol. La madre de Gaby me odiaba. Llegó. Gaby me dijo quédate. Pero le respondí “me odia”. Marisol me dijo al oído “también a mi”. La gorda fue el pasaporte de salida a la libertad. Gaby no sentía celos de ella por que su amiga poseía una cualidad de seguridad ideal: era incachable.
Me despedí de Gaby (fui al baño, acabé con el papel higiénico). Salí con la gorda Marisol. La boca de ella manaba lisuras y tenía una acrimonia o mezcla al menos seis platos de comida y marihuana.
Subimos al carro con destino a algún paraje tranquilo para beber el veneno elegido de esa noche, si mal no recuerdo, un macerado de coco, que podría matar a una docena de elefantes.
La gorda gozaba en el auto con seis apuestos malandrines con la joda en las venas. Noté que con los baches la gorda empezó a buscar acomodar el abismo que separaba sus inmensas nalgas en alguna de nuestras piernas.
Yo sabía de la proclividad de Marisol por asaltar a los hombres, pero nunca imaginé en que la próxima víctima sea él.
Decía con su voz pastosa "a mi me dicen la veloz... por que en cinco minutos la doy" o bien "!A mi me dicen pavo de navidad... por que siempre estoy con las piernas abiertas y el relleno adentro".
Todo esto la hacía nauseabunda. Sin embargo, sospecho que entre sus polvos, Marisol tenía una especie de droga que si alguien la tomaba alucinaba que ella era una belleza. (Dicen que Malhecho le robó un poco y por eso tenía buenas hembritas).
Solo recuerdo que desapareció momentáneamente el vaso de plástico en el que Manuel Caballero bebía el macerado de coco. Lo recuerdo con el ojo zahorí del investigador en la búsqueda de indicios que pongan luces a misteriosos hechos criminales sepultados en el tiempo.
Cuando bajamos del auto, entramos a ese parque escondido entre unas huacas y el contrafrontis de unas casas en la urbanización Avep. Nos sentamos en las frías butacas.
Bebíamos con el fondo de Billy Idool o algo así cuando, ahora lo afirmo, alguien cambió el vaso de Manuel. Pero reapareció y una voz dijo "chupa carajo" y Manuel obedeció.
Manuel era esmirriado, es decir, menudo, delgado y con perfil de buque. No era un enano, era simplemente un hombre pequeño, un buen amigo.
Marisol iba en la sexta ronda. Noté cierta desesperación y cálculo en su mirada. de pronto y sin decir nada rompió con el grupo y lanzó uno de sus tentáculos contra Manuel y lo enrolló entre sus brazos.
Nosotros vimos como se lo llevaba con el criterio de un universitario llevando una enciclopedia, o de la misma forma como los chicos que terminan un partido de fútbol llevan desganadamente la pelota de fútbol a casa.
La gorda inmensa se bamboleaba castrensemente, literalmente como un panzer por ese sendero entre The Wall y los granados del parque de La Luz.
Pero la luz se fue para Manuel que desapareció en los brazos de ese Leviatán que lo empotró contra la pared.
Solo se veía la enorme complexión de la gorda contra The Wall y unos puntos y comas que se escapaban de vez en cuando del perfil oblongo de la criatura mostrenca.

Eran los zapatos y manitos de Manuel- !Que Tiburón!, !Que Terminator!, !Qué Blade! Marisol Corneta estaba succionando la breve humanidad de Manuel estampándolo como calcomanía.
Lo que pocos sabían era que Manuel, completamente fuera de si, la veía hermosa, aromática, dulce, pues sin duda estaba bajo los efectos del misterioso brebaje que presumo le surtió esa especie de Hermelinda Linda de los 80. de lo contrario Manuel habría muerto de la impresión.
Ahora que está lejos Manuel, puedo decir lo que nunca nadie supo.

Eyaculó.

Sus gotitas blancas fueron como lágrimas de ángel en el océano Pacífico.
Si la barrera del sonido la rompió el avión a turbina, todas las fronteras de la estética fueron avasalladas con la violación de Manuel.
No quiero decir que fue por esta razón precisamente, pero entiendo que poco después del acontecimiento abandonó el país... y no volvió nunca. se que aún donde estés, nunca olvidarás la corneta que te dio.

(Próximo capítulo)

"Un cristiano ejemplar: Quintanilla)

jueves, 4 de septiembre de 2008

Papa Leon XIII y los animales


A esas alturas del camino conocía Pueblo Libre de arriba para abajo. Si íbamos de este a oeste desde la avenida Brasil, caminando máximo de 7 cuadras, llegábamos a las “islas verdes”, gran mercado de marihuana donde la venta a plena luz del día -nunca de noche- era particularmente tensa. Dejabas el dinero en un teléfono público y un tipo te señalaba un arbusto -granado para ser mas exactos- donde debías buscar el paquete. No compraba a menudo, es mas, casi diría que fui un turista en estos menesteres, pero lo que si se es que menos turistas que yo eran los chicos del barrio con quienes contemporizaba, aunque está claro que eran candidatos a las drogas, pues les gustaban sus toques, siempre y cuando sea lo mas lejos posible de nuestros conocidos–con la excepción del señor Tello que fumaba prácticamente en cualquier sitio-.
No quiero hablar de la vez cuando el esquizofrénico Peluza, con su conejo en el timón de su bicicleta nos trajo al barrio un arbusto de marihuana que lo fumamos en un papel de carta debajo del balcón de “Papi”. No, tampoco diré cuando el filósofo de Arco Iris aspiraba el canabis sativa ni cuando la bella me dijo si estaba mal que le toque la teta. No, no lo haré.
Proseguiré con lo mío y veo llegar a mi mente la rocambolesca, aunque ya borrosa historia de un lugar llamado Papa Leon XIII, un paisaje solitario y petrificado en medio de un tenebroso bosque de algarrobos que marchitaban su existencia sobre un piso terroso, rojizo y desesperante.
Papa Leon XIII quedaba en el lado contrario de la canción de los NoseQuien y NoseCuantos, pues el camino terroso no iba a la derecha, sino a la izquierda, mas o menos a la altura del kilómetro 30 de la Panamericana. Es decir, íbamos en dirección opuesta al mar.
El lugar inesperado estaba salpicado por esos árboles con cólico, con cierto aire gótico, y definitivamente en blanco y negro. Todo daba una sensación de fin del mundo, a tal extremo que en sentido maculoso yo diría que alguna vez allí hubo un crimen perfecto, redondo y sin fisuras.
Cuando le dijimos a Coco nuestro plan de hacer una bacanal en la casa de su tío dijo que jamás permitiría utilizar el bungalow o su auto para objetivos condenables. Imposible aceptarlo. Imposible que me robe las llaves de la casa de reposo de mi tío, declamó.
Sin embargo, el barrio era asi, insistía y, para ser francos, Coco no tenía la suficiente fuerza de voluntad para negarse a una expedición tan extraña. (Coco da discursos rimbombantes en nuestras fiestas y después se tira al piso como un pescado desesperado).
La fecha elegida para la expedición al bungalow de Papa leon XIII fue un viernes. Coco se maldecía haber tomado las llaves. Pero lo hizo. Entró a las seios de la tarde y cerrando los ijos las tomó de la cocina. A eso llamo personalidad.
Todo estaba decidido. El paseo duraría hasta el domingo por la tarde.
Cargaron el viejo auto con las provisiones y los muchachos se acomodaron cada quien con las chicas, entre ellas “la chata”, a quien sacamos de su habitación valiéndonos de unas escaleras robadas.
Casi puedo imaginar a la carcacha de Coco zigzagueando por la Panamericana, el ambiente zepelliano, el fracaso del Padre Lucho, pero sobre todo, de nuestros padres que invertían todo en darnos una atmósfera positiva.
Era obvio, los chicos estaban felices, pues se dirigían a una especie de reino de la libertad y nada menos que con unas muchachas muy inquietas, sobre todo la que llevó el negro “Lunar Blanco”, precisamente después de que el seminario le cerrara hasta el fin de sus días las puertas de la iglesia. “Lunar Blanco buscaba el pecado mas que nadie, y sólo el sabe de que lugar consiguió a esa muchacha de hablar procaz, quien masticaba chiclets, y por supuesto, era impresentable para todas las chicas casaderas del grupo. (aunque recuerdo que juna vez llevé de pareja a una puta a la fiesta del negro.
En esos años nos gustaban mucho las que llamaríamos las pachas, pero aunque parezca imposible de creer, por razones distintas. Por ejemplo, un amigo estudiante de diplomacia, que no se trataba del hermano de Coco, se llevó en su auto a Bety, hoy célebre anticuchera de la avenida Bertello. Le hizo el amor en la Huaca Mateo Salado. Fue un polvo cultural, indudablemente, pero si a mi amigo le gustaba Bety era por que, dados sus pequeños brazos y cortas piernas: “era maniobrable”.
“Lunar Blanco llevó a una maniobrable muy dócil. Sin lugar a dudas alguna era dúctil a muchas caricias y acaso provino de algún burdel o sala de masajes del centro de Lima o Lince, pues fue sodomizada de a pocos por muchos de los que fuimos a la cita con el papa Leon XIII.
Recuerdo que para mi se presentaba el viaje a Papa Leon XIII como una experiencia excitante, ya que pese a no haber podido salir el viernes me aparecí el sábado.
Me esperaban con cierta desesperación, (!llegaron los animales gritaron al verme!) por que iba a pasar antes por las islas en busca de chistosa. Cuando llegué al lugar encontré un ambiente un tanto infernal, ya que del pequeño bungalow salían gritos, risas y alaridos fantasmagóricos.
Recuerdo que en la timba nocturna apostamos de todo, hasta la posibilidad de irnos con la chica de “Lunar Blanco a uno de los cuartos. El ex aspirante a sacerdote la apostó, para mala suerte suya. perdiéndola en un memorable juego de 21.
La cobranza fue muy divertida, pues “Lunar Blanco” no querñia despojarse de la muchacha de moral liviana que dicho sea de paso la noche anterior ya fue llevada por Toño al tálamo, donde en otras circunstancias jugueteaban los primitos de Coco.
Llegó la noche y se encendieron los porros. La casa sin luz era iluminada por linternas que imitaban la pestañadota de una discoteca. Recuerdo que la euforia iba a ritmo de Jetro Tull y que nos fuimos fragmentando en un descentente camino por nuestros bajos instintos.
Las chicas estaban a punto, con sus cigarros en la boca y el vodka con naranja mojando sus labios. Todo era muy turbio, recuerdo ráfagas de imágenes, todos estábamos stones (tu también).
Estábamos en exceso y las chicas malas hicieron más de la cuenta para subrayar su condición. El ex aspirante a sacerdote estaba arrojado en la cama mientras su amiga imitaba a Miles Davis, aunque horizontalmente. Las fotos corrieron por todos lados y "Lunar Blanco" estaba seriamente preocupado.
Pero luego de la fiebre, nos sorprendió que ellas mismas mostraron en su rostro el rubor de los últimos rescoldos de inocencia que les quedaba.
Pero en eso escuchamos del páramo, del bosque petrificado unos lamentos que aal mezclarse con el aire nos pusieron los nervios de punta.
No contábamos con que a 100 metros había una casa de reposo para drogadictos, quienes después de años, por nuestra culpa, volvieron a sentir el acre pero dulce aroma de la marihuana, ante el cual enloquecieron.
Sentimos que pronto nos alcanzarían. Si, estaban rompiendo los barrotes y era obvio que posiblemente nos matarían. Presos de la paranoia me imagine el tema de Charly García "cuando la noche comienza a caer yendo por el lado del río, la paranoia es quizás nuestro peor enemigo, cubres tu cara y tu pelo también, como si tuvieras frío, pero en realidad, te estas escapandó de algún lío".
En medio de aquella paranoia sentí que los pasos avanzaban con la fuerza de los capizos, esos monstruosos cerdos de la selva que van en bandadas de 300 y destruyen y matan todo lo que se cruza en su avance depredador.
Subimos al carro. Siento el olor de pástico de esa carcacha. Percibo la mirada de cemento de “Lunar Blanco” y reverbera en mi cerebro la risa mefistofélica de Toño, hijo de un general que luchaba por la pacificación del país, aunque su hijo estaba como todos nosotros en faenas distintas, en búsqueda de emociones fuertes, claro está, cayendo de bruces por los abismos de la vieja fórmula: sexo drogas y rockandroll.