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miércoles, 29 de febrero de 2012

CRAPULA/ CAPITULO VII / NUNCA LIBERES AL MIONSTRUO, PUS ENTONCES SERÁ TU AMO

Moro en una ciudad, en la cutre Lima. Es húmeda pero no mojada: eso ya dice bastante. Vivo en ella, pero no por ella. Como ya dije no soy un tipo adecuado. Aunque tal vez el adecuado para decir sinceramente "No soy bueno". Pero a la vez lo soy. Esto quiere decir que también soy adecuado y que soy bueno. ¿Para qué? Es la pregunta. Análisis. Hago muchas cosas. Entre otras: existo. La palabra existir está fuera de moda, pero yo la uso porque nada en ella contradice el hecho de tener apetencias. Esto es una señal de vida. Las personas deben ser clasificadas por sus apetencias antes que por sus logros. Quien apetece más, está más vivo. Lima apetece de todo. Apetece de baile, apetece de juego, apetece de bromear, apetece de no estar triste, apetece a la mujer del otro, apetece ser libre, apetece trabajar poco para divertirse todo el tiempo. Por eso Lima es una ciudad llena y poco aburrida debido a que nadie sabe qué cosa es lo importante aparte de la economía. Todos apetecen algo. Pero es una ciudad como otras que se ha escapado como fuera de rumbo. Me doy cuenta de esto al ver que los parques ya no son para el amor y donde la gente que lee es la que menos sabe de lo que ocurre. Los hombres cultos deben de ser de izquierda, asociativos entre ellos, pero envidiosos a la vez. Solo ellos son los cultos. Un pobre diablo el que lee a solas a Tito Andrónico de Sakespeare. Un infeliz si se sumerge en el Fausto y se asusta con la alegoría de “Las Madres”. En Lima los diarios son muy malos y apestosos. Huelen a sudor, a canchita frita de dos días, a mujer con mucha leche en las tetas. En algunos de ellos sus periodistas se cambian calzoncillo a la semana, y se nota cuando se agachan en la Prefectura y dejan mostrar parte de la raya del culo. Esta es una ciudad enferma llena de desconfiados donde las posiciones se llevan muy, pero muy dentro y por eso es peligroso chupar con cualquier desconocido. Aquí solo se pueden ver trazos desconectados: condiciones, síntomas y casi imperceptibles contrastes. Definir un contraste, exagerarlo no es solo osado: es brillante. A muchos les gusta la situación. A mí no. Yo soy anormal. Por eso no tengo plata, y eso que no soy intelectual. Y ya estoy acostumbrado a estar desacostumbrado. El hecho de morir no es un hecho tan extraordinario. Lo verdaderamente increíble es vivir. Esto es, pasar de las cosas duras a las blandas y luego a la vanidad. Tengo un aparato digestivo: vive y existe pero no forma parte de mi idea. Yo existo. Pero ¿mecánicamente?, ¿Idealmente? Paradójicamente sí. Sí que. Un gato no se hace esas preguntas. Existe Solo se de mi algo. No mucho. Que puedo vender mucho de mí. Es que esa es la condición para el ascenso. Así comienzan los jefes de cualquier organización. Existir es como una explosión donde un torrente de partículas se desplaza sin pena ni gloria en todos los sentidos hasta generar una luz centellante a la que se acude cuando se teme. Tal vez esta es la luz interior que todos anhelamos. Es el pleno donde a veces nos perdemos y al no reconocerlo podemos confundirlo con la muerte. He visto los diarios. No más me impactan las fotografías de tipos inertes en un charco de sangre con la mirada perdida. Hoy en día más me aterrorizan las páginas femeninas donde aparecen titulares como "consejos para mantenerse joven" "El apio prolonga la vida" "cuidado con el SIDA" o bien la página institucional donde se anuncia "campaña de solidaridad en favor de los cancerosos" o bien un aviso como ese que dijo "Este domingo por América Televisión Teleamor". La puta de tu madre. Yo no quiero surgir ni mucho menos hacer un viaje a las estrellas. No deseo ayudar a nadie ni que nadie me ayude. Ando medio aflojado, es cierto, pero no es tan fácil descarrilar un proceso. En medio de un absoluto desconcierto suelo hacer descubrimientos raros. Por ejemplo he descubierto que la unificación de mis partículas tiene poca duración. ¿Será el signo de una fe tremenda o una consecuencia de la masturbación? La misión que me persigue no pretendo aceptar. Sepa usted: Necesito plata. Antes todos los padres se esmeraban por mejorar, y no solo eso, creen estar mejorando. Ahora vivimos con la duda y sin poder hacer nada por mejorar las cosas. En el mejor de los casos reconstruimos carreteras destrozadas. El océano huela. No. Son las plantas de harina de pescado. Se nota una juventud televisiva y achatarrada que no asimila nada y sin ganas. Veo a Lima y recuerdo la obra de unos artistas: un pollo a la brasa gigantesco en medio de la plaza San Martí. Me figuro gente, mucha gente, a pesar de todo, va caminando. Cómo a las 10 de la noche los ambulantes arrastran sus carretillas sujetadas con rodajes pequeños reciclados de los autos. Rodajes de acero atravesados por maderos. Veo a un travesti. Muy cerca le sigue la cara de un estudiante que se muerde los labios. Se meten en el hotel Manu Ulloa. Manuel Ulloa ha volvió otra vez más. Tenía fama de degenerado sexual. Era un prícipe del mal. U magnate demoniaco y brillante. Un tipo necesario. Miraba con respeto a su presidente, que era como Ali Babá. No robaba, solo decía ábrete sésamo. Ullloa sin embargo despreciaba todo lo demás. A sus colegas del Parlamento miraba con desdén. Por ejemplo a Valentín Paniagua miraba como un pinga loca, o como una rata que llegaba a tomar las migas después de que los humanos comieran. De hecho Paniagua a quien ven como un santo no lo era. Sé que un periodista del diario El Sol lo entrevistó una vez. Había pedido la entrevista. A Paniagua el demócrata no le gustaron las preguntas del periodista. Le preguntó de los robos y del nepotismo del partido Acción Popular. Paniagua se quejó y el mismo reescribió las respuestas y eliminó algunas preguntas incómodas donde lo ridiculizaba. Cuando Ulloa era primer ministro en el gobierno de Telahúnde, hacía acabado de comprar una línea aérea. Dicen que era el dueño de toallas higienicas Mimosa. Solía recibir las llamadas de los magnates mundiales. Se casó con una millonaria española. Su hija, que era la enamorada del príncipe Felipe, futuro rey de España, dijo que “el millonario peruano” la alocó y la volvió drogadicta. Dijo que su madre consumía mucha coca y que hasta ella, siendo una adolecente le debía ir a buscar cocaína. Recordó que Ulloa la trajo a vivir al Perú y que cuando su madre estaba muy mal el primer ministro se metía con varias putas al cuarto y se tomaba con ellas fotos desnudo. Atrevimiento es la meta de muchos. Ulloa tenía pasaporte peruano. Era un tipo atrevido. He visto conveniente dejar el ejercicio reflexivo. No ayuda. No da dinero. Por otro lado esto hacer me suele depositar en niveles los inferiores de mi consciencia. Me deprimo. Solo se que cada quien lleva un monstruo oculto en casa. Ulloa tuvo mucho éxito en la vida. Dice que empezó hacía siglos cuando comenzó su abuelo a traer chinos de esclavos. Tal vez al liberar a sus instintos liberó al monstruo que lo domina.

CRAPULA CAPITULO VI / VOCACION: CANALLA

Junio de 1,986. Cuando regresé de Ayacucho, enclave de Sendero Luminoso, estaba feliz. No había terminado el terrorismo. Más bien se iba a su fase más cruenta, pero yo ya había cumplido con la patria. Cómo pudo pasar un año. Será una sorpresa mi regreso, pensé. Tal vez esta fue la primera vez que vi a Lima de tiempo. Note a la gente más triste, apagada y con sus ropas viejas caminando. Ya se notaba la crisis. Ubiqué la nueva casa de Balconcillo, donde se acababa de mudar mi familia. No tenía la llave así que toque el timbre.
Tenía un sonido desagradable, pero más que nada extraño. Era una casa fea y de un piso que formaba parte de un condominio. Mamá puso unas sábilas carnosas y poco queridas junto a la puerta para disimular las paredes viejas y humedecidas por una tubería rota.
Inmediatamente me di cuenta que la economía de casa estaba de mal en peor. Tras el abrazo y las lágrimas de mi mamá mire a mi alrededor. No me gustaba la casa. Una anciana se asomó por su
ventana enrejada para ver a que se debía el barullo en la entrada de mi casa. Al ver a esa chismosa cerré descortésmente la puerta.
Quise saludar a mi padre pero no estaba aunque si el rastro de un cigarro, señas de que no hace mucho estuvo allí. En su lugar estaba mi hermano quien con un vaso de limonada en la mano veía el Chavo del Ocho. Al verme se paró sorprendido y efusivamente me abrazó. Ese hecho fue muy extraño. Los abrazos son impersonales cuando se dan entre hermanos. Los hermanos no necesitan darse la mano ni mucho menos. Al ver a mi alrededor noté que en ese tiempo y pese a las constantes mudanzas se había intensificado la relación entre mi madre y sus viejos objetos.
Los adornos polvorientos hacía mucho tiempo que habían perdido su función ornamental y estaban allí como pegados a la fuerza para que no sean evaporados por el olvido. Me sorprendió que aun existiera esa ballena de vidrio. ¿Dónde la compraría? Tenía una aleta rota y en esa parte, para que nadie se corte, la limaron con esmero. Todo se sentía olvidado, como un gallinero donde hace años no hay una sola gallina excepto aire caliente donde cinco moscas revolotean en círculo. En la casa faltaba luz.
No comprendía cómo el piso podía estar tan sucio ni como así esas cortinas aun eran cortinas. El piso era hueco y abajo vivían roedores. Para colmo mi mamá odiaba a los gatos. Todos los objetos se notaban demasiado próximos. Las vidas estaban demasiado cerca. Un año en el ejército me curtió y me acostumbre a los ambientes impersonalmente ventilados. Era increíble volver a ser civil. Fue difícil.
Acostumbrado a dormir en los interminables cuarteles, en los campamentos al aire libre, las paredes de la casa me parecieron estrechas. No solo eso. Por toda la casa circulaba un campo magnético de interferencias, pensamientos, emociones y miedos ajenos. Supe inmediatamente que hacía falta en el espacio un agujero de oxígeno pues sino me asfixiaría.
En eso llego mi padre. El sintió que la mirada de su hijo era otra, tal vez mas cínica, y que ya no tenía caso seguir el engaño. Era un fracasado.
¿A estaa vida has llevado a mi madre?, pensé. Yo venía renovado tras enfrentar la muerte veinte mil veces más que él
Pronto pasó el festejo y la monótona vida familiar cubrió mi vida como el polvo. Y así nuevamente volví a ser hijo.
Mis increíbles historias de la guerra empezaron a ser sustituidas por el embarazo de la vecina o los calcetines de oferta del supermercado. Esto lo entendía, mas no el hecho de que Lima fuese esa olla de grillos y como refiere la gente de provincias, "donde todos son malos y sacan ventaja de todo".
Laa civilización no me atraía del todo. No obstante decidí estudiar contabilidad en un “cenecape”, cosa que no supe jamás que significaba, del centro.
Era una materia aburridísima. Busqué trabajo. Era una miseria la ganancia por tanto esfuerzo. Nunca me gusto ser vigilante. Busque los avisos de los periódicos. Fui a decenas de ellos. A veces eran solamente engaños. La verdad es que también me faltaba fuerza de voluntad.
Vender libros, ollas o volantear, no son trabajos fáciles. Debe haber otra forma de ganar más dinero. Tal vez trabajando en un banco, pensé.
Fui donde un amigo de mi padre a ver si me conseguía un puesto. Me dijo que no. Luego fui donde otro, tampoco. Luego un amigo me dijo que ya no podía seguir entrenando perros y me sugirió reemplazarlo. Yo le dije que podía aprender y así lo hice. Me desempeñaba en el parque El Olivar enclavado en el exclusivo San Isidro. Me gustaba el estilo de esa gente de plata. Me pagaban poco, pero tampoco podía exigir más por trabajar apenas la mañana de los sábados. Me conformaba.
Pronto me di cuenta de muchas cosas nuevas. Entre ellas que en Lima era posible encontrar ambientes agradables, permisibles, vacacionales, pero también ideales para dejar los buenos modales y dejar escapar los sueños presidenciales en el estercolero.
Al ver la calle llena de gente triste que trabajaba por tan poco creía que yo era mejor y que subiría en la vida por otro camino. Como no encontraba este camino seguía entrenando perros.
Pwro fue así como me reencontré con los parques. Note que mi naturaleza se amoldaba con los parques donde pasé emociones fuertes de ciudad. Pronto me volví un vago.
Estas vacaciones sin fin duraron dos años, tiempo en el que entrené a treinta y cinco perros. Un día empecé a quedarme sin clientes.
-¿A dónde fue Don Felipe?
-Se fue a Estados Unidos con toda su familia- me dijeron.
-¿Y los Ruiz de Somocurcio?
- Viven en España.
El terrorismo avanzaba. Los diarios informaban acerca de masacres ya no solo en Ayacucho sino en todo el país. Los terroristas volaban puentes, tomaban de rehenes a los hijos de las autoridades de los pueblos que asesinaban en sus incursiones. Luego les lavaban la cabeza con ideas marxistas-maoistas.
Los terrucos tenían un periódico que en virtud a que existía la libertad de prensa. Circulaba libremente por el país. Telahúnde permitía todo. Y claro, si el mismo devolvió los periódicos que Velasco confiscó, por qué iba a hacer lo mismo con un diario de ideas adversa.
Los terroristas llegaron a la costa. Ese martes asesinaron a unos ingenieros japoneses en Huaral, el pueblo agrícola a 100 km al norte de Lima donde la abundancia de pollos que comen algunas hormonas, por coincidencia es proporcional al número de homosexuales.
¿Por qué matar a cooperantes japoneses? Se supone que ellos estaban en el país para brindar ayuda. Para mejorar la calidad productiva en las cooperativas agrarias.
La hostilización no solo iba en contra de la gente de plata, también en todo peruano que haya desarrollado el conocimiento. Por eso los terroristas se hicieron de los sindicatos de maestros. De todos. Asimismo secuestraron las universidades amparándose en que la ley de autonomía universitaria impedía a los militares su ingreso para detener la destrucción. La universidad de San Marcos no pagaba agua ni luz. Los maestros no iban. Los estudiantes llegaban a salones con los virios rotos e imágenes de países uniformados con banderas rojas y un patriarca enchompado, feo y con lentes de carey dando lecciones. Se supone que era Abimael Guzmán, cabecilla de sendero Luminoso. A falta de agua, los baños eran plantas productoras de metano y había montañas de caca resecándose bajo galaxias de moscas. La Universidad de San Marcos, sin embargo, y dado su abandono era ideal para llevar a cachar a alguna chica. Todo era oscuro y libre.
Las cosas empeoraron y mis padres me notaban a la deriva, muy vago, porque no te buscas un trabajo o estudias bla, bla, bla.
El tránsito de pasar de héroe y orgullo familiar a mal hijo fue veloz.
En realidad nunca tuve el tipo de héroe y eso de orgullo familiar es mentira. En el Perú ir al ejército es ser de baja posición social o cholo. Por ser medio blanquito ya fui discriminado en el cuartel, pero luego supe fragmentarme y aprendí a ser de una manera que no recuerdo. Así empecé a malograrme. A llegar de madrugada, al día siguiente, a dormir hasta las dos de la tarde.
Innumerablemente fui expulsado de casa. Por qué no te vas de nuevo al ejército. Tú me vas a matar, decía mi madre. Pero sea por falta de dinero o decisión no me largaba.
Un día comenzó a preocuparme mi vida: el dinero, la mala fama. El nombre de Frank, mi gran amigo de esa época empezaba a ser muy manipulado. Frank era un neo drogadicto. La gente
hablaba mucho de él. Daba pena. A mí todavía me veían bien. Tal vez porque teía padres. La gente ataca al más débil. Me alejé de Frank del mismo modo que abandonaría a Katy. Ver
su deterioro me apenó mucho.
Pronto llegué a mis primeras cimas ideológicas. Supe que lo primero que debía hacer era establecer urgentemente mis límites. Sin hacer nada me estaba anarquizando.
Delimité mis fronteras y dejé los parques. Ya no encontraba sentido en llegar a más.
Mientras Frank era feliz vagabundo del rock. Yo reciclaba mi espíritu con legía y me disparaba al mañana. No más quería ser un héroe militar o urbano. Quería ser un verdadero canalla.

CRAPULA CAPITULO V LAS DESVENTAJAS DE NO SER ROSQUETE

El día cuando me di cuenta que todos estábamos involucrados en el proceso de descomposición nacional yo estaba mirando el futuro con optimismo. Recién había terminado el colegio. El mundo era para mí.
Roberto, un amigo del barrio, que era hijo de unos gitanos, me pidió que le acompañase a ver ese asunto del servicio militar obligatorio. Yo que nunca tenía nada que hacer, accedí, siempre y cuando él me pague los pasajes. Aun no cumplía dieciocho años, edad en la que se adquiere la mayoría de edad, pero los aparentaba. Fuimos al Ministerio de Marina, en Salaverry. Mientras esperaba el turno para que Roberto se inscriba, vino un grupo de soldados a pedirnos nuestra identificación. Yo no tenía ninguna. Era menor de edad. No valió mi respuesta. Junto a otros me trasladaron a una carpa. Me desnudaron. Me revisaron la pinga y luego los pies. Luego debíamos mostrar el culo. Y un tipo nos miró. A Roberto y a mí nos “aceptaron”, nos subieron en camiones diferentes. Me cortaron el pelo e inmediatamente comprendí que estaba siendo intempestivamente asimilado al Ejército.
El viaje duró dos días. Todos estábamos tirados en el camión. Subimos por un camino terrorífico por sus abismos a cada paso. Llovía. Cuatro debíamos estar sobre la cubierta. La orden era disparar a cualquiera que se nos acerque. Debíamos mirar a todos lados. Pero hacía cada vez más frío. Vi a varias vicuñas en plena libertad. El amanecer fue esplendoroso. El hielo congelado sobre el ichu es una alegoría. El sol caía tan sólidamente que parecía arrancar la noche por pedazos definidos.
Mi familia no supo nada de mí una semana. Cuando se enteró yo ya estaba en Ayacucho, embriagado por la belleza del paisaje serrano y con la angustia de no poder ir ese verano a la playa.
Nunca más vi a Roberto.

CRAPULA CAPITULO IV / NO HAY MOTIVO PARA DEJAR DE DIVERTIRSE

Aquella mañana el economista dijo en radio
- Cada peruano nace debiendo mil dólares a los organismos internacionales-
Con razón es tan difícil obtener la visa para Estados Unidos, supuse. El mensaje parecía abstracto. Más aún era ese fenómeno de cada día devaluarse más la moneda. Los economistas aparecieron en la televisión. Era como si hubiese una plaga de ratas y surgieran los expertos en eliminarlas. Todos buscaban ser famosos. La mayoría quería un puesto en un organismo internacional. Todos tenían una gran opción para subir en la vida. Su pasaporte peruano. Cada quien sugería las recetas que daban estos organismos internacionales.
El presidente Belaúnde, a quien un diario de un narcotraficante llamaba “telahunde”, tenía cara de foto emblemática. Nunca se descontrolaba. Siempre me daba la impresión de que por más que estuviera en terno estuviese en bata. Los atentados terroristas eran cada vez más frecuentes.
Salió a decir que los ataques eran marginales y que por cada torre que derriben levantarían diez. Nadie se daba cuenta, pero espontáneamente el Perú de provincia se cansó de vivir en los Andes e inundaba Lima. Muchos tenían éxito. Otros no. La ciudad se fue poblando de mendigos. Eran gentes que abandonaban sus pueblos por muchas otras razones a las que se cree. Para suerte suya, posteriormente muchos de estos pueblos fueron tomados por Sendero Luminoso o el MRTA. No había excusas para seguir en sus montañas. Para mi esta gente que llegaba era muy extraña. Nunca me imaginé que podrían pensar. No los detestaba. Simplemente eran otra casta. En cierto modo el Perú es como la India. Solo que acá en vez de que caguen las vacas por las calles, cagaban los perros. ¿Será por eso que Sendero colgó perros en los postes?
Tomás venía de La Oroya, en Cerro de Pasco. Un lugar horrible, frío, lleno de montañas contaminadas por la siderúrgica de inicios de este siglo. El era un chico que tenía cadmnio en la sangre. Pero no estaba muy enfermo. De alguna manera lo metabolizó y parecía fortalecerse con la vida áspera que llevaba.
Llegó en silencio. A su padre, alcalde de Huaripampa le propinaron seis balazos. Yo pensaba que solo mataban a tipos importantes. A esos quer salen en la televisión. Pero en su microcosmos, su padre era la imagen de la ley. Comprendí que Sendero Luminoso estaba en todos lados y que por algo había soldados camuflados en cada torre de transmisión energética.
Cuando edificaron las Tores de San Borja, un proyecto de viviendas para miles, un compañero de colegio me dijo. Se jodió el barrio. Desde luego que había una guerra en el país. Una guerra de castas. Los inmigrantes llegaron a partir de los 60, pero cada día fueron encajando los desplantes de la ciudad limpia y educada que pretendía ser.
Por eso en los 80 Lima era un basurero. La gente hacía su caca en las veredas, allí mismo comía, y hasta dormía. El centro estaba plastificado por los vendedores ambulantes de millones de tonterías made in Taiwan.
Los restaurantes de lujo del centro se trasladaron a San Isidro o Miraflores, barrios exclusivos de Lima. Muchas fortunas terminaron de irse del país. No bastó con que Velasco terminara con los latifundios. Sendero Luminoso, igual que Velasco, odiaba a los ricos. No solo les chantajeaba con sus dinamitazos. También los mataba. Pero a mí no me importaba tanto esto. Yo quería gozar de la vida.

CRAPULA / CAPITULO III LAS DEFINICIONES

Me dicen el crápula. Soy de inteligencia inconstante. Por lo tanto me maljuzgan de traicionero. Pienso en otros crápulas e intuyo que la mente crápula es la que hoy en día se catapulta hacia el futuro. Al menos ha vencido a la mentalidad criolla pues esta segunda ha degenerado. El crápula respira actualidad y se sabe turbio, maculoso y poco invitado. No es cojudo. Sabe que su elección es políticamente incorrecta, pero no aspira ser impoluto, mucho menos un vasallo de su conciencia. El crápula desconfía de todos pero no desestima. Aprecia globalmente al ser humano. Es un tipo interesado y ante todo que no aspira otra cosa que ser
el mismo. El crápula sabe que los impolutos son crápulas y que a la vez estos impolutos no tienen posibilidad de saberse crápulas pues no son. El crápula duda y se regocija cuando la
paradoja vence a sus cálculos. Por eso los crápulas no carecen de fe. Siendo tipos medio solitarios buscan otros crápulas en busca de complicidad. El crápula no aspira a casi nada, no desea hacer una secta ni organizar un cambio. El crápula tiene fe y por lo tanto paciencia. Claro que entre sus aspectos humanos el crápula puede descartar al crápula que empieza a sentirse
impoluto.

CRAPULA / CAPITULO II DE CONTRABANDO

A veces siento que voy en Lima de contrabando. Otras veces no. Y más bien ser el amo de la urbe. No se. Si, claro, hay una insensibilidad en el fondo. Es que yo ando un poco atosigado de tanto remordimiento que me produce pensar lo precaria de mi situación actual, moral y futura.
¿Es esto ser consciente? ¿Tener sentido de la gravedad? -Bueno joven- me podrá decir el pobre vecino comprador del mercado de Breña- lo verdaderamente grave es el hambre.
Pero yo digo ¡no! ¡Existe otras cosas mas graves! Obviamente mi vecino no me comprende.
Sucumbo ante las fuerzas tomando en cuenta que a estas alturas y sin haber hecho casi nada ya poseo algunas derrotas. Es la historia de muchos jóvenes de esta ciudad. Sin embargo,
continúo pensando, vagando, derivando en algún distrito junto al mar y nuevamente reflexiono en que al poseer el don de no estar seguro de casi nada, supongo que tampoco puedo afirmar que esté del todo derrotado. Así me reanimo. Así somos los de los 80.
Almuerzo en el comedor popular de Breña. Extenso, piso de cemento, agrietado, algunas ratas, techo de calamina. Esos viejitos encorvados ante el tazón de sopa tampoco poseen sentido de lo grave pese a que comentan de política. Yo, por el contrario, siento que la rata me muerde el corazón. ¿Estoy en mi destino? Escucho un anuncio propalando el Día mundial de la lucha contra el cáncer.
El escalofrío me asciende por la médula. ¿Es tener sentido de lo grave? No ando nada bien. Dejo la sopa pues solo es un poco agua mojando dos mitades de papas. Voy al segundo. Tallarín en salsa roja. Salgo. Compro un plátano.
Sigo vagando. La policía me recuerda al plasma. Dicen que el espacio no esta vacío como ya señalan algunos científicos. Piensan que donde se suponía que reinaba la nada, la ingravidez, el vacío, por el contrario está lleno de plasma, el gran componente unificador del universo. Los científicos vieron que algunas estrellas pese a su masa rotaban con demasiada lentitud, como atrapadas en un invisible banco de aceite. ¿Si en donde creíamos que estaba el vacío yace el pleno qué diablos hay en el aire? ¿Que sabemos de las personas? ¿Cómo así, sin que se
quieran ni entiendan conviven? ¿Es que es imposible estar solo?

CRAPULA CAPITULO I : UNA CIUDAD SECA JUNTO AL OCEANO

Mi nombre es Alberto, (¿lo escucha bien?) pero me dicen Beto y puedo afirmar categóricamente que, dadas las circunstancias, todo lo que se de mi es que calzo 42.
Si aceptara entrar en una clasificación, y como están las cosas, podría decir que soy del tipo humano, contrainteligente y, definitivamente poco acostumbrado a que sus parientes mueran
asesinados (un hecho que no proporciona prestigio de ningún tipo). Moro en Lima. La ciudad yace sobre lo que fue un bonito valle. Es una ciudad que se comporta como tal. Algunos barrios elegantes se parecen a Miami Beach, mientras otros a cualquier villa miseria del Tercer Mundo. La gente está acostumbrada a estar acostumbrada. Exteriormente, Lima posee un aspecto incompleto, pero también otro completo. Es una ciudad que cree resolver sus problemas apostando. A veces se comporta como si fuera suicida. Otras veces es muy pagana, incluso cristiana.
Gualmente, como otras, Lima no carece de escondrijos, putas y drogas. Es una ciudad llena, local y proclive hacia lo irregular como a lo repetitivo. Sus diarios son los más malos del hemisferio sur.
En Lima la gente bebe las aguas provenientes de un río sucio y sin vida. No obstante, por un milagro de la tecnología son potabilizadas, aunque ya han dicho por allí que al microscopio muestra partículas de caca, hecho utilizado para un ataque político de algún periodista sin importancia que no sabe que, ante todo, el agua mata la sed.
Estoy viendo el océano Pacífico desde el Callao. Un fulano espera a alguien Por su aspecto, viene de los Barracones. Está nervioso. Hace algún tiempo, igual que él yo solía esperar en
sitios como ese a mis contactos. Nada grande. Ocho gramos de coca en el bolsillo. Pero eso no va más. Es un refrito. Pienso en Marina. Creo que me estima.

jueves, 23 de febrero de 2012

ES MAS BARATO NO SER

“El dolor posee para mí un encanto raro, y que nada enciende más mi pasión que la tiranía, la crueldad y, sobre todo, la infidelidad de una mujer hermosa”. Leopold S

Hablaba de mi intención absoluta de no renunciar a nada. Tal vez experimento este pestañeo de felicidad, dicho sea de paso, solo encomendado por dios a Bob Dylan con su armónica, a quien sigo escuchándola en este verano del 2012, mientras declina la tarde... aunque ahora me doy cuenta que ya es de noche.
No me considero a estas alturas. Soy, y eso es lo que importa.
Cualquiera que intente poner en duda esta afirmación corre un riego severo: y ya lo sabe. Mi temperamento me atrapa en eso.
Algunos no necesitamos ser exactamente lo que somos, porque ser ya es un lujo como ir a la tienda de habanos y pedir unos Montecristo de los mejores. Es más barato no ser.
Es que no hay otra salida. No debo de compensar nada, y esto que algunos señalarían como egoísmo me ensordece, ¿me entiende?, no puedo perder tiempo escuchándolo. Ghandi no lo hizo. No escuchó a cuatrocientos millones de hindúes.
Ni pedir disculpas ni mucho menos.
Tengo amigos que se llaman de izquierdas y otros considerados fascistas. Todos me caen bien por su lado simpático. Y viceversa. Y eso es lo que me hace poco exigente con las personas. No necesito personas a la alturas de mis exigencias. Solo necesito que sean entretenidos y profundos.
Ir por la vida sin temor a nada es lo que considero adultez, madurez, o encajar en sus propios zapatos. Tambourine man, Dylan. Cómo compaginar esto con el estado de bienestar que me ocasiona escribir, el dar el sí de mí al teclado. Adentro la nena, y más allá el chico. Podría decir que esto es divino. Y pensar que los humanos lo merecemos.

UNA NOCHE EN EL BUNKER

Una noche en el bunker la fiesta daba a todo trapo, y decolaban las emociones con la frecuencia de Heatrow, Frampton estallaba con el wua wua mordiendo la pipeta y con las manos lijando el diapasón. Era un ambiente humoso y constante, la gente conversaba , reía, se desplazaba fuera de su cuerpo. Era un buen rato esa madrugada. La marihuana había colapsado y era no ella sino el piloto automático lo que extrañaba por esa sensación personal tan incondicional, primaria, imperativa. Me la cojo, decía al mirarla, o cuídame mis impulsos al sexto vodka tonic. El Bunker esa mi sitio, cuyo nombre ofendió a unos cooperantes, por ser el refugio de los canallas. Pero quien dijo que bohemia era ser de izquierda, pacifista, dador y nunca egoísta. Todos pagaban con su plata su deleite, para eso trabajaban, o se esforzaban a su manera, para estar un rato extendidos en la superficie donde solemos estar los que amamos la noche.
Entonces la música era insoportablñe, demasiado bella, penetrante y compleja. Behin your eyes. Era llorar lo necesario, por las mujeres dejadas en el camino con historias rotas por mal paridas o decantadas en su naturaleza finita. Pero de hecho todo lo recordable y bueno era, de espaldas a los muertos, disparados en el presente de la vida. No faltaban las emanaciones profundasd de inconformismo, el dolor de la putita Martha, ese nunca reconocible de haber sido mujer de varios narcos y de un amigo ebrio, o el imparable móvil, no haber vivido diez años por estar en la cama, de la brujita. Vivió, es verdad, en quirófanos por un mal extraño. O la risa controlada de Nick que no sé por qué prefería este Cusco a Londres.
Per entonces apareció en medio del bar una mujer vieja, anciana, con una bata de dormir, rosada con florecillas. Estaba despeinada pese a llevar atado el cabello. Tenía una cara enorme, seguramente le había crecido como a todos con la vejez. Y tenía aspecto de ser una dama. Hablaba, gritaba, estaba furiosa. Nosotros seguimos bebiendo, conversando sin hacerle caso. Ella tomó un vaso de fanta que le ofrecí y se dio media vuelta.

jueves, 16 de febrero de 2012

RACISTAS Y OFENDIDOS YA NO JODAN

Me llamó Alamo para decirme escandalizado lo del caso de racismo de parte del hijo de Micky Gonzales, aparentemente un antiracista, y una tal Aguirre, un chico de 13 años, contra otro muchacho. Pensé un poco en esto y me pregunté. ¿Luchar contra el racismo? ¿Cómo? Si en Perú se odian los unos a los otros. Pero el peor racismo es el que genera la ignorancia "ilustrada" de no querer ver una realidad para imponer otra a la fuerza. Y claro ni los caviares con sus colegios permisivos y democráticos, ni Micky Gonzales, que se la pasó media vida con los negros, pudieron evitar eso que está adentro. Y fíjate, condenando al racismo no ganas nada. La única forma de no ser racista es ver de cara a cara al que es abismalmente diferente, valorando lo bueno que tenga y desdeñando lo malo. Pero para eso hay que bajar del pedestal. En el Perú la hipocresía es tan grande que no me sorprendería que muchos militantes de lo "políticamente correcto" como el anti racismo, lo sean en verdad. Tenemos en Perú racismo, y bien fuerte, pero la forma de combatirlo, la tiene cada persona, cada quien lo procesa y va generando nuevas formas de valor de sí misma y parte de eso es cuando uno descubre lo maravilloso de estar uno puesto en sus propios zapatos y circunstancia. Es más, el racista no sabe eso, y en términos machistas, no sabe lo bellas que pueden ser las damas en todos sus colores. Ahora, desde luego, y no para ser políticamente correcto, los racistas compulsivos son personas que ya padecen algún problema profundo, cosa que se la dejo a los psicólogos, y por quienes solo puedo decir, ¿importan? Hay el racista de piel -tipo más afamado-, el ignorante superado -profesional pedante- , el que defiende una clase social alta -no sabe que esto genera odio gratuito, miren no más lo que hizo Sendero con estos- , el racista intelectual -caviares ex marxistas pero esencialmente deconstructivistas- el racista simplón -que toda la respuesta está en hacer empresa y que palafrasea a otros- el racista marginado -es decir, el que siempre cree que es discriminado y por eso odia, por ejemplo al más blanco, inteligente o capaz-, y finalmente, el racista que odia al racismo para estar en una posición políticamente correcta y demostrar que es mejor que los que no son anti racistas. En resumen, no hago nada contra el racismo. A propósito, una vez en Freiburg no me dejaron entrar a una discoteca (Half Drive se llamaba) Volví a la media hora, con otra ropa y el perfume de moda (Joop). Pasé sin problemas. Eso me dejó confundido, muy confundido, pero a lo mejor esa satisfacción interna de estar al otro lado ya me hace culpable de no estar al otro lado, al de los que no entraron. Ahora, alguien me dice, ¿O sea te dejaron entrar por que te olieron? Podría ser, no lo se, pero si estaba más limpio, y además de moverme un poco en varios sitios, en mi país, Perú, suelo viajar en omnibus interprovinciales que no huelen tan rico, en verdad apestan, huelen a axila, a caca de bebé, a aliento de borracho, a veces, mezclado con coca chacchada, pero no hay otra, no es tan malo, lo cual no me hace racista, tengo derecho a que no me gusten algunas mezclas de olores, y de hecho si se descuida, la reina de Inglaterra también olería a tempestades. Pero la otra vez, hablando con el jefe de cocina de un hotel 5 estrellas, un francés muy distinguido, grado 3 de Escala Michellin, me dijo que el café peruano tenia un fondo de aroma a hombre, a campo, además de sus características frutadas, excelente, (asi hablan los gourmets muy educados), con lo cual debo suponer un aroma rico en el peruano de adentro, que exuda coca, comida sana, algo de alcohol. Ahora, de hecho había algo tipo racismo en el incanato, pues el inca dominaba a pueblos enteros diferentes, y sí que habían razas diferentes. Y hasta en inglaterra los de la City, allí ven con burla a los galeses del mismo Reino Unido, hablando su idioma entre sí. Ni que hablar de la India. Tal vez sea como me dijo un antropólogo capo, será mas bien rivalidad de razas, o simples expresiones de desdén que incomodan. De hecho, los hombres somos diferentes. Y en cuanto a la colonia Joop, tema que me preguntó una de mis alumnas, respondí que en esa época costaba como US $ 60 dolares. Y la verdad .... muy buena era.

martes, 14 de febrero de 2012

Como me aburres , baby

No todos los días puedes conocer a una mujer dueña de tres mil elefantes y un marido que esconda su homosexualidad. Me ha dicho su secreto y le he concedido el desfogue en tiempos prolongados de concupiscencia. Por eso he tenido mala noche, y hasta ahora no tengo ganas de nada, por eso te escribo para salir de una realidad que no comparto ni en fondo ni forma Odio la realidad, odio que la gente muera, odio el cansancio, odio nuestra precariedad de vida, odio la necesidad de dinero y las leyes en arreglo a la termodinámica, eso cansa y mucho tiempo se la pasa uno sufriendo Sigue con tus telenovelas y canciones de Chayane, baby, es natural y aconsejable, evita las revoluciones Te daré un damasco seco, o un marrasquino solitario como el corazón de los hombres vengativos. Sigo apostando por lo imposible y creando circunstancias donde no hay, pero eso exige más estrategia, no solo es plata, es algo más, mucho poner a prueba lo que uno es. Pero a veces se necesita impulso. Apura los caballos y destruye todo lo que encuentres, atropella, no pienses en los costos ni en las malas lenguas, busca la razón en tu sin razón y ponle Barracuda en la cima de tu alma, que es acomodarte simplemente en tus zapatos-. - ¿Que, es eso la letra de tu última canción? - No, asi opino. Las putas son néctares de segunda, no agua después de la sed verdadera

miércoles, 8 de febrero de 2012

Spinetta ha muerto me dijo un fulano llamado Paco Incio

Y ocurre que nos ha dejado sangrando el mismo día cuando a seis columnas en Página 12 Cristina Kichner pidió “una oportunidad a la paz”. Y resulta también que sangramos, solidarios con sus inexplicables duraznos. Sí. El hizo sangrar a los duraznos y soñar para esquivar la realidad de una Lima que se podría. Spinetta ha muerto, me dijo un fulano llamado Paco Incio. Nunca sacó una sola producción peruana, ni sonó en las radios, así es este país, pero la primera vez que llegó a Lima a dar el concierto, había un lleno en el María Angola. Era abstracto desde luego. Como sus canciones. Ni facebook, ni internet. Nada. Tipo Jesucristo, se encargó el destino de aglut inarnos. Era un coro ese concierto. Yo me preguntaba si Spinetta lo esperaba. Tal vez no se preocupaba de esas cosas pues decía “a veces las cosas suelen solucionarse por el camino más absurdo”. Debió ser extraño que Spinetta llene un ambiente cuando nunca hubo un solo rebote suyo en los diarios peruanos, ni en las disqueras. Desde luego nunca fue a Sábado Gigante o a cualquier bodrio que degluten los peruanos los sábados de noche. De hecho solo había una forma de conseguir aquella música. Viajando al cosmos. Y el cosmos eran los agujeros cutres de Limamanta, reino de la música pirata. Lo tuve navegando en el gentío de Colmena, a la diestra de la Recoleta. Con los bolsillos semi vacíos, y la mirada encendida solté dos millones de intis por un casete. Era el Pescado rabioso en funda de fotocopia. Pensaba en Leandra a quien cantaba con mi guitarra. La primera vez que escuché al flaco Spinetta, Lima sonaba a Beirut, a guerra, a no hay ninguna posibilidad. Todo era un poema. Y a ritmo de grupo electrógeno sonaba en casa de los Del Valle. Lo escuchábamos en los parques, que entonces eran parques, donde aún existía cierto descuido y encanto. La mayoría los tomaba como clubes u oficinas para ahumarse un rato. Algunos se tornaban perfectos para llevarlas con maculosas intenciones. Era Free Town. Esos parques eran el área triunfal de los que no encontrábamos en la guerra y la insania el porvenir. No. No existía el porvenir. Spinetta le puso cierto valor al aquí y ahora. Entiendo, pues, que lo que él hacía era romperlo todo con amor. “Oh mi amor yo te choco débilmente”. Murió cuando amenaza nuevamente la guerra de las Malvinas. Cuando recuerdo los momentos donde estuvo arrullándonos sus “Barcos de papel sin alta mar”. Lo escuché cuando mi pequeño Sebastián le daba llantos a la Norma porque nació chiquitito y ni pensaba que un día iba a crecer. “Que nadie, nadie despierta al niño, déjelo que siga soñando, felicidad, destruyendo trapos de lustrar, alejándose de todo mal”. Cómo no recordar los colores cálidos, pastel, de esa cuna, el único rockero que también se acomodaba a esos cromatismos. Tenía algo de Rilke en sus canciones de los ángeles “Aunque mi ángel no tiene ya deber, por mi día más fuerte desplazado, baja a veces su rostro con nostalgia, como si no quisiera ya su cielo”. Imposible citar sus antónimos, porque sabía que no se podía tocar la verdad sino de contrabando. Y era humilde en saberlo. Y se fue como sus hojas, que son del viento, pero la luz que deja es como la luz del sol. Menos la luz del sol, ahora pienso que nunca pensó salirse con la suya. Hoy es calma, flaco, no me presiones tanto que ya casi me pongo a llorar. “Si no canto lo que siento, me voy a morir por dentro, he de gritarle a los vientos hasta reventar aunque sólo quede tiempo en mi lugar”.

martes, 7 de febrero de 2012

Animals Please Don't let me be Misunderstood.

Resulta que me he metido en un lío. Debo de ganar, para lo cual es clave saber empezar. Y no se si esto es el principio o el final. El problema es que tengo varios enemigos para eso. La ubicación de estos ya es todo un trabajo, sobre todo si no hay el tiempo necesario. Uno nace y muere. Es obvio. Dame tu dinero y no te hagas el héroe. Huyo. Me persiguen. He entrenado, mi físico me ayuda. Pero estoy cansado. Acá no hay botes de basura donde esconderse como en Estados Unidos. Tomo camino a Gamarra. me dirijo al puterío. Me venden un antibiótico en la puerta. sonríe Humareda. Se que me dibujará y me venderá. He robado un banco y matadio a dos. Admiro por eso a Karl Lagerfeld. No se hizo problemas. Obvió todo lo considerado importante del día, y sintetizó. Es decir, si la moda sigue siendo un asunto de élites, su necesidad de decir algo fue más que su propio qwuehacer, y sin renunciar a su estilo, bajó a los sótanos menos epidérmicos de las comunicaciones, donde comienzan los enlaces, tropismos, necesidades del hombre a auparse en torno a alguna inquietud espiritual y material, y lo hizo. Sacó una extraña edición del diario que él mismo editó, no puso ninguno de esos hechos considerados por todos interesantes, importantes, inesquivables. Puso otras cosas. Pero algo más, se aseguró de que el proceso creativo de ese periodismo no solo absorbiera las fuentes de la realidad, que es de donde saca sus tendencias, sino que él mismo acudió al metro de Paris para hacer, y nuevamente él mismo, su distribución. N fue a distribuir diarios de verde, como es el uniforme de los distribuidores de diarios, sino en su riguroso traje, corbata y gafas negras, y desde luego, su impecable camisa blanca. Si pocos se han dado cuenta de cómo este hombre de 73 años integra lo desintegrado de este mundo en el que nadie quiere dar la mano a alguien y el mismo planeta donde el ayudado a veces se comporta como un desconsiderado miserable, podemos entender, pues, algo de lo que dice la moda. De hecho es un quehacer infinitamente más elevado que el arte de la cocina. Por eso es que pienso. ¿Los medios están integrados a la realidad? Me encantó cuando estuve en Berlín y al entrar a la redacción de Die Tage Zeitung, el editos me dijo. Tensmos muchas ventanas porque tenemos la idea central de que la realidad debe entrar potentemente de todos lados. Por eso somos diarios. Fue entonces que comprendí que ganar implica ir siempre a la velocidad de la realidad, y la realidad marca la pauta, y uno al desafiarla sucede ese misterioso fenómeno que se llama. Ganar. Vuelvo al Perú y no despierto. Humareda no ha muerto. Entro al banco para probar suerte. Veinte años han pasado. Quién se acordará de mi. Veo en la oficina principal una muestra de pintura. Corre el vino blanco y los perfumes caros. siento ganas de vomitar. No es por los perfumes. recuerdo el burdel donde pagué a la puta un polvo de dos días. Ahora lo recuerdo al pintor enloquecido. Y me veo entre colores verdes espantosos, atravesado por luminosidades naranjas, atravesado de un helam celeste, retratado. La muestra de Humareda es el acontcimiento artístico del año. Robé el banco e hice una nueva vida en Haway... pero el muy maldito banco compró mi alma.

viernes, 3 de febrero de 2012

COCINANDO A LOS COCINEROS

A la vez que salen las válidas críticas de Thays a la cocina peruana (uno de los pocos peruanos que leen) Vargas Llosa prepara como postre una demoledora critica a la cultura actual, haciendo budín con los superficiales cocineros que opinan de ciencia (transgenicos) defienden comida chatarra (Gaston no quiere impuestos). Vean cómo los demuele en su ultimo articulo reseñado en el diario ABC: "Como ejemplo de la entronización de lo superficial, el Nobel destaca la dictadura de la cocina y la moda. No en balde, los chef y los modistos han usurpado el espacio que antes ocupaban los científicos, los compositores y los filósofos". Mi amigo Manuel Cadenas, periodista y crítico de gastronomía, reaccionó a mis palabras. Felizmente se puede discrepar contigo, querido Pepe, porque eres uno de esos pocos espíritus verdaderamente libertarios desde hace siglos, porque -como dijiste alguna vez a uno de aquellos defensores de la cultura de la trompada: "Gentes co ...mo tú, mataron a John Lennon"- no eres de los que se suman al cargamontón no más porque sí. Al margen de sus calidades literarias que desconozco por no haberlo leído, me parece que el comentario de Iván es todo lo válido que se quiera porque es SU vivencia gastronómica. Si él, como MVLL, quieren limitarla al ejercicio de la nutrición -cosa que dudo de parte del Nobel-, estará bien. Sin embargo, dadas las circunstancias, ese prurito por la altisonancia en las tribunas globales no parecen del mejor gusto. Me recuerdan a César Hildebrandt diciendo que usaba el pisco para subir el octanaje de su gasolina. No creo que toque a la cocina el territorio de lo banal. Los banales o profundos somos los seres humanos, no nuestras ocupaciones. No es menos banal Marito por ser escritor. Conozco mucha cocina italiana y francesa que es tanto o más estruendosa que la peruana: al menos en nuestros tiempos eso dependía de nuestra madre o nuestra abuela. En mi caso particular, guardo los mejores recuerdos de la cocina de mi abuela, que jamás uso más que de tomates, ajos y cebollas para aderezar su extraordinaria sazón chiclayana, ferreñafana para mayores señas. Sí, hay cocineros que se suponen la cereza de la torta nada más porque los apuntan los reflectores, pero ese es otro tema. Thays, a mi parecer, ha realizado una generalización ombliguista, quizás podría entenderlo si almorzara un día en su casa. Un abrazo, estimadísimo.Ver más Hace 8 horas · Ya no me gustaMe gusta · 1.Eliminar comentario...Marcar como spamDenunciar como ofensivo... Mi amigo Ebert Solis Alagon no tradó en reaccionar. "Me parece que esta es la altura de una buena crema de chuño con trozos de carne de cordero...esa discusion no la habria aceptado mi abuela, o mi madre , experta en hacer un sopa de platanos verdes con presas de gallina de chacra...pero que bueno que la comida resulte indigesta para alguien que lee tanto y vive muy poco en su pais... ....................... Respondo. Tiendo, es verdad, a valorar a los que leen y escriben, sean buenos o malos lectores y escritores. No esperen justicia de mi parte. Podría decir que existe hasta un pacto secreto de simpatía hacia ellos. Y me parece bien, normal y hasta necesario el abandono en que se encuentran ya que están obligados a escucharse a si mismos, cosa que hoy casi no existe. En ese sentido, el Perú es una maravilla. No hay lectores en los micros, menos oidores de lecturas por TV. estamos muy cerca al concepto de soledad por anorexia cultural de la sociedad. No hay con quien hablar. Por eso mismo, si entre escritores y cocineros debiera elegir, siempre me quedaré al lado de los escritores. De tal manera que no puedo pasar por alto tan abierto desprecio desprecio de este Thays por cocineros con acento de Elliot Nesses, líderes de una comparsa de seguidores de dudoso alfabeto y bien desarrollado píloro. Una vez puse a prueba a un cocinero, fue en el Salón del Chocolate. Pregunté al tal Schiafino por qué elogiaba ese chocolate peruano que tenía en la mano, que por cierto era buenísimo para mi gusto. Se desconcertó. Y claro, el pobre no sabía mucho, y seguro tampoco con quién hablaba. Le pregunté qué cacao era el que tenía ese sabor divino, ¿Blanco?, ¿CCN51?, ¿chuncho? ¿O le parecía un blend con insinuaciones almendradas o frutadas? Al parecer no lo sabía. Opino que en este mundo de muchos malos periodistas que suelen pasan por encima de todos, no veo a tantos que amen de verdad al periodismo al punto de ser incorrectos. Y Resulta que a veces la verdad no es correcta. Pero estos constructores de consensos que deciden qué es bueno y malo, descalificando lo que no es descalificable y viceversa no leen pero sí comen. ¿Te acuerdas Manuel cuando reventamos a todo un gobierno cuando sacamos en portada ¿PAN CON CANCER? Nos tiramos a la industria del bromato de potasio en dos días. Fuimos incorrectos. Nos interesaba vender diarios con salud, y de paso disparar en los tobillos al gobierno. Entre las creaciones mostrencas y desproporcionadas de los constructores de consensos vemos que están los cocineros, hoy considerados intocables y políticamente correctos, pero defensores conscientes o inconscientes de un negocio obvia el aspecto de la salud. Casi a diario me encuentro con alguien asustado de sus triglicéridos o la diabetes. Yo no dudaría en poner en portada COCINA PERUANA MATA, porque vemos la diabetes, el colesterol etc. asociado a un modo de ser donde comer lo que sea es bueno. Pero más allá de eso, me asombra la multitud de militantes del insulto desproporcionado, quienes han aparecido contra Thays, a quien aprecio por sus programas que solo veíamos unos cuantos, ya que Joyce o Dickens (que se celebran los 200 años del nacimiento del gran puta), aparentemente no hacían maridaje con casi nada que les interese a los peruanos. Y es que es preocupante esta ausencia de maridaje, y que deba ir afuera –por tv- a enterarme de la impronta de la obra de Szyslo mediante una presentación sencilla, sentida, transversal de Oppenheimer. Me pregunto cuántos podrían hablar de sus silencios y misteriosos sincretismos abstractos que te muestran la desesperación ante la oscuridad de nuestras raíces peruanas sacudidas por la competitividad Nazca, la crueldad chanca, la sabiduría política inca y la logística feroz de los gerentes de obras del inca. Entonces me acordé de ese solitario escritor, Thays, que después de siete años de hablar de cultura, resulta que al tocar el álgido tema de la comida peruana, me encuentre con que Gastón Acurio ofendido por sus palabras, disimula no conocerlo, mostrando su epidermis acrítica, muelle y boyante, seguro de que todos le aplaudirán su “no lo conozco” antes de lanzar su apología del cebiche con caspa y la empanada a las cuales les ha puesto con mayúscula el sello mayor de la cultura. Se que Chocano ya lo habría matado y Vallejo nunca habría encebollado sus poemas con la mentalidad del cocinero adicto a la mediática. Consideren tales cosas, pues desbalancear la palabra cultura poniendo a su nivel las emociones digestivas y las sensaciones del gaznate, que son finalmente sensaciones como el sexo, que solamente a veces alcanza ser erotismo, pues me molesta. Por eso, Manuel, Ebert, que tienes un magnífico hijo cocinero, y tú Manuel que vas escribiendo de gastronomía con una limpieza excesiva, me alegro de poder vomitar un poco mi desprecio por los que desprecian incluso a los escritores buenos o malos, y me alegro de que Thays, haya utilizado finalmente el soponcio culinario, para penetrar, aunque sea por un ratito y de contrabando, nombre de tu banda, Manuel, al siempre popular tema de la cocina.Ahora me disculpan, que me voy a tirar un buen pedo… ¡!!que abrace!!!Hace 2 minutos · Me gustaYa no me gusta. José Calderón Tiendo, es verdad, a valorar a los que leen y escriben, sean buenos o malos lectores o escritores. No esperen justicia de mi parte. Podría decir que existe hasta un pacto secreto de simpatía hacia ellos. Y me parece bien, normal y hasta necesario el abandono en que se encuentran. En ese sentido, el Perú es una maravilla. No hay lectores en los micros, menos oidores de lecturas por TV. Pero si entre escritores y cocineros debiera elegir, siempre me quedaré al lado de los escritores. De tal manera que no puedo pasar por alto tan abierto desprecio desprecio de este Thays por cocineros con acento de Elliot Nesses, líderes de una comparsa de seguidores de dudoso alfabeto y bien desarrollado píloro. Una vez puse a prueba a un cocinero, fue en el Salón del Chocolate. Pregunté al tal Schiafino por qué elogiaba ese chocolate peruano que tenía en la mano, que por cierto era buenísimo para mi gusto. Se desconcertó. Y claro, el pobre no sabía mucho, y seguro tampoco con quién hablaba. Le pregunté qué cacao era el que tenía ese sabor divino, ¿Blanco?, ¿CCN51?, ¿chuncho? ¿O le parecía un blend con insinuaciones almendradas o frutadas? Al parecer no lo sabía. Opino que en este mundo de muchos malos periodistas que suelen pasan por encima de todos, no veo a tantos que amen de verdad al periodismo al punto de ser incorrectos. Y Resulta que a veces la verdad no es correcta. Pero estos constructores de consensos que deciden qué es bueno y malo, descalificando lo que no es descalificable y viceversa no leen pero sí comen. ¿Te acuerdas Manuel cuando reventamos a todo un gobierno cuando sacamos en portada ¿PAN CON CANCER? Nos tiramos a la industria del bromato de potasio en dos días. Fuimos incorrectos. Nos interesaba vender diarios con salud, y de paso disparar en los tobillos al gobierno. Entre las creaciones mostrencas y desproporcionadas de los constructores de consensos vemos que están los cocineros, hoy considerados intocables y políticamente correctos, pero defensores conscientes o inconscientes de un negocio obvia el aspecto de la salud. Casi a diario me encuentro con alguien asustado de sus triglicéridos o la diabetes. Yo no dudaría en poner en portada COCINA PERUANA MATA, porque vemos la diabetes, el colesterol etc. asociado a un modo de ser donde comer lo que sea es bueno. Pero más allá de eso, me asombra la multitud de militantes del insulto desproporcionado, quienes han aparecido contra Thays, a quien aprecio por sus programas que solo veíamos unos cuantos, ya que Joyce o Dickens (que se celebran los 200 años del nacimiento del gran puta), aparentemente no hacían maridaje con casi nada que les interese a los peruanos. Y es que es preocupante esta ausencia de maridaje, y que deba ir afuera –por tv- a enterarme de la impronta de la obra de Szyslo mediante una presentación sencilla, sentida, transversal de Oppenheimer. Me pregunto cuántos podrían hablar de sus silencios y misteriosos sincretismos abstractos que te muestran la desesperación ante la oscuridad de nuestras raíces peruanas sacudidas por la competitividad Nazca, la crueldad chanca, la sabiduría política inca y la logística feroz de los gerentes de obras del inca. Entonces me acordé de ese solitario escritor, Thays, que después de siete años de hablar de cultura, resulta que al tocar el álgido tema de la comida peruana, me encuentre con que Gastón Acurio ofendido por sus palabras, disimula no conocerlo, mostrando su epidermis acrítica, muelle y boyante, seguro de que todos le aplaudirán su “no lo conozco” antes de lanzar su apología del cebiche con caspa y la empanada a las cuales les ha puesto con mayúscula el sello mayor de la cultura. Se que Chocano ya lo habría matado y Vallejo nunca habría encebollado sus poemas con la mentalidad del cocinero adicto a la mediática. Consideren tales cosas, pues desbalancear la palabra cultura poniendo a su nivel las emociones digestivas y las sensaciones del gaznate, que son finalmente sensaciones como el sexo, que solamente a veces alcanza ser erotismo, pues me molesta. Por eso, Manuel, Ebert, que tienes un magnífico hijo cocinero, y tú Manuel que vas escribiendo de gastronomía con una limpieza excesiva, me alegro de poder vomitar un poco mi desprecio por los que desprecian incluso a los escritores buenos o malos, y me alegro de que Thays, haya utilizado finalmente el soponcio culinario, para penetrar, aunque sea por un ratito y de contrabando, nombre de tu banda, Manuel, al siempre popular tema de la cocina.Ahora me disculpan, que me voy a tirar un buen pedo… ¡!!que abrace!!!Hace 2 minutos · Me gustaYa no me gusta. José Calderón Tiendo, es verdad, a valorar a los que leen y escriben, sean buenos o malos lectores y escritores. No esperen justicia de mi parte. Podría decir que existe hasta un pacto secreto de simpatía hacia ellos. Y me parece bien, normal y hasta necesario el abandono en que se encuentran. En ese sentido, el Perú es una maravilla. No hay lectores en los micros, menos oidores de lecturas por TV. Pero si entre escritores y cocineros debiera elegir, siempre me quedaré al lado de los escritores. De tal manera que no puedo pasar por alto tan abierto desprecio desprecio a este Thays por parte de cocineros de hábitats sudorosos, líderes de una comparsa de seguidores de dudoso alfabeto y bien desarrollado píloro. Una vez puse a prueba a un cocinero, fue en el Salón del Chocolate. Pregunté al tal Schiafino por qué elogiaba ese chocolate peruano que tenía en la mano, que por cierto era buenísimo para mi gusto. Se desconcertó. Y claro, el pobre no sabía mucho, y seguro tampoco con quién hablaba. Le pregunté qué cacao era el que tenía ese sabor divino, ¿Blanco?, ¿CCN51?, ¿chuncho? ¿O le parecía un blend con insinuaciones almendradas o frutadas? Al parecer no lo sabía. Opino que en este mundo de muchos malos periodistas que suelen pasan por encima de todos, no veo a tantos que amen de verdad al periodismo al punto de ser incorrectos. Y Resulta que a veces la verdad no es correcta. Pero estos constructores de consensos que deciden qué es bueno y malo, descalificando lo que no es descalificable y viceversa no leen pero sí comen. ¿Te acuerdas Manuel cuando reventamos a todo un gobierno cuando sacamos en portada ¿PAN CON CANCER? Nos tiramos a la industria del bromato de potasio en dos días. Fuimos incorrectos. Nos interesaba vender diarios con salud, y de paso disparar en los tobillos al gobierno. Entre las creaciones mostrencas y desproporcionadas de los constructores de consensos vemos que están los cocineros, hoy considerados intocables y políticamente correctos, pero defensores conscientes o inconscientes de un negocio obvia el aspecto de la salud. Casi a diario me encuentro con alguien asustado de sus triglicéridos o la diabetes. Yo no dudaría en poner en portada COCINA PERUANA MATA, porque vemos la diabetes, el colesterol etc. asociado a un modo de ser donde comer lo que sea es bueno. Pero más allá de eso, me asombra la multitud de militantes del insulto desproporcionado, quienes han aparecido contra Thays, a quien aprecio por sus programas que solo veíamos unos cuantos, ya que Joyce o Dickens (que se celebran los 200 años del nacimiento del gran puta), aparentemente no hacían maridaje con casi nada que les interese a los peruanos. Y es que es preocupante esta ausencia de maridaje, y que deba ir afuera –por tv- a enterarme de la impronta de la obra de Szyslo mediante una presentación sencilla, sentida, transversal de Oppenheimer. Me pregunto cuántos podrían hablar de sus silencios y misteriosos sincretismos abstractos que te muestran la desesperación ante la oscuridad de nuestras raíces peruanas sacudidas por la competitividad Nazca, la crueldad chanca, la sabiduría política inca y la logística feroz de los gerentes de obras del inca. Entonces me acordé de ese solitario escritor, Thays, que después de siete años de hablar de cultura, resulta que al tocar el álgido tema de la comida peruana, me encuentre con que Gastón Acurio ofendido por sus palabras, disimula no conocerlo, mostrando su epidermis acrítica, muelle y boyante, seguro de que todos le aplaudirán su “no lo conozco” antes de lanzar su apología del cebiche con caspa y la empanada a las cuales les ha puesto con mayúscula el sello mayor de la cultura. Se que Chocano ya lo habría matado y Vallejo nunca habría encebollado sus poemas con la mentalidad del cocinero adicto a la mediática. Consideren tales cosas, pues desbalancear la palabra cultura poniendo a su nivel las emociones digestivas y las sensaciones del gaznate, que son finalmente sensaciones como el sexo, que solamente a veces alcanza ser erotismo, pues me molesta. Por eso, Manuel, Ebert, que tienes un magnífico hijo cocinero, y tú Manuel que vas escribiendo de gastronomía con una limpieza excesiva, me alegro de poder vomitar un poco mi desprecio por los que desprecian incluso a los escritores buenos o malos, y me alegro de que Thays, haya utilizado finalmente el soponcio culinario, para penetrar, aunque sea por un ratito y de contrabando, nombre de tu banda, Manuel, al siempre popular tema de la cocina.Ahora me disculpan, que me voy a tirar un buen pedo… ¡!!que abrace!!!