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sábado, 11 de octubre de 2008

!CORRE NENA, CORRE, Y NO TE DETENGAS!


Ni sabía mi verdadero nombre, ni mi domicilio, ni si era la única a quien visitaba. En cambio yo si todo de ella. Era el lobo feroz rondando su casa, aunque en realidad el héroe que necesitaba para salvarla de su mediocre existencia. No necesitaba un auto rojo -todavía-, sino un transbordador que la someta a las emociones fuertes que no iba a encontrar en su entorno.
Siempre llegaba de improviso. No me afeitaba para eso. Pero aún así trataba de ser amable. Duramente amable.
-Me haz tenido media hora esperando- demoraba mucho en salir -y no creo que sean necesarias las explicaciones. Total, es inevitable que llegue de otra manera que en falta, de modo que no hay posibilidad de que pueda reprocharte esto- Luego la abrazaba y empotarla contra la pared.
La llevaba a las escaleras entre el cuarto o quinto piso del edificio verde. Martes o miércoles de medianía. 7 de la noche. Olor a guiso en el aire. Se notaba que no estaba de acuerdo. Con nada. Solo quería placer sexual, espiritual, mental.
Un día llegué hablando de China, contra Mao, cintra Sendero, contra el país amarillo. Y le hablé de la libertad. Y le toqué la chucha.
Subimos al techo y entre la ropa tendida sobre la luminosa Lima, dicho sea de paso bombardeada por Sendero Luminoso, y nos amancebámos sin compasiones ni retrocesos al calor del verano, con nuestros cuerpos endemoniados, derrotados ante la promesa inmediata de una noche cruda y sin frenos. Definitivamente ella iba a mil, estaba harta de la contabilidad que ejercía su padre, de las aspiraciones mínimas de su hermana, de la enormidad de su perro aniñado, de piso rojo del pasillo de su edificio, de la falta de un ascensor, del amoroso pescado entomatado. Ella necesitaba otra realidad. Necesitaba arte, cosmopolitismo, realidad, es decir, violencia, caos, conscuspicacia. Y yo estaba exactamente para eso. Pero igual que ella, yo llegaba harto como ahora de dejar morir un día en vano, y mi devildad, mi impotencia apuraba el contorneo en su sexo que, finalmente, me llevaba a declinar a mi más básica animalidad.
-Casando. Eres un fantasma que aparece y desaparece. La otra véz fue hace seis meses. Pero ya encontré el gusto en esto. Cada encuentro es diferente. Calla tonta, pensaba, me resistía a amarla. El poder de la hembras va más allá de todo. Es un factor incontrolable que llevan en la mente. Es como un aparato que funciona solo y que domina a los hombres más avisados. Y yo sentía peligro.
-Todo es igual. Tu quieres verlo todo diferente- mascullaba acomodándome el pantalón. No estaba conforme.
A mis 19 años solía llegar a ella en mis momentos de máxima confusión e inconformismo.

En realidad estaba enamorado de su vecina. De la del otro piso.
Nunca pasó por mi mente que vayamos por allí de la mano. No era un amor. Era solo un deseo, un antojo, un recurso.
Decididamente quería ser un mal recuerdo. Y seguramente lo soy, pues aun me acuerdo cuando los soldados subieron de improviso y la detuvieron. La muy tonta no llevaba documentos, cosa que en esos días de violencia era obligatorio. Debía ir a su casa a avisar a sus padres. Pero me detestaban. Fui de todos modos. Y cuando estuve frente a ellos me querían matar con la mirada. Les mentí. Pregunté por ella. Cobardemente dije "La busco por un trabajo y ella me dijo que le acise". Los padres cambiaron la mirada y la hermana que me detestaba me agradeció diciendo. "Donde habra ido la tonta".

Siempre la vi como un potencial problema. Como cuando me mintió diciendo que estaba embarazada. Fue realmente un momento complicado. Puso a prueba mi bondad. Y fingí ser un canalla. Hasta que me dijo la verdad. No debió hacerlo. Realmente no debió hacerlo. Me alejé por mucho tiempo.
Pero volví. Siempre por lo mismo.
Una vez ya no quiso entregarse. Estaba de novia. Pero igual lo hicimos de todos modos en el techo. Estaba con un vestido muy corto. Se iba a la playa. Luego me enteré que su novio llegaba. Bajó apurada y le dio un beso. Era increible. Ni un minuto antes me brindaba sus piernas y ahora se entrechaba en abrazos con el firme. No me decepcionó. Casi la aplaudo en ese momento. "No se quien eres, pero me agrada tu garra" pensé.

Y por eso me amaba, por que yo apreciaba su defectuoa existencia, su humanidad. No importa si la usaba, ella a mi también me usaba.

Un día descubrió mi verdadero nombre, y hasta donde vivía. Llegó a mi casa, habló con mi madre quien me avisó de una chica que venía a verme. La hizo pasar. La miré con indiferencia. Le dije si quería tomar algo. Estaba muy contenta. La re cuerdo sentada con las manos juntas y riendo. Según ella me había descubierto. No se imagniaba que le iba a decir.
-Bueno, pero ya que terminaste con el misterio. que harás con tu libertad. Po que ya eres libre, ya no eres mi esclava. Y noté pavor en ella. Luego volvimos a salir, y las cosas siguieron iguales. La vida no admite idioteces. Y me quise coger a su amiga, y cosas por el estilo. Logré lo que buscaba, que se aparte de mi. No me hacía bien verla. No la amaba. Después de cada sesión de sexo me detestaba a mi mismo.
Pero comenzó a darse cuenta de que hay cosas que no son correctas. Y trató de sobreponerse con más fuerzas a sus depresiones constantes. Y me fue rechazando con más determinación. Comenzó a ver a varios muchachos. A decir verdad, fue anchando las caderas y sus senos eran de Pamela Anderson.
No obstante, siempre detesté sus manos. Eran unos alambres muy frágiles. No eran las manos contundentes que cogen un pene con maestría.
Era depresiva, ya lo dije. sus días arrancaban en blanco y terminaban en gris. Pero las chicas con este tipo de problemas son estúpidas. Toman decisiones poco atinadas. Como cuando se fue a la cama con su jefe después que le ofreciera cien dólares. No creo que haya sido una puta, aunque técnicamente lo fue. Simplemente era una tonta. Una tonta con un posterior de Jennifer López y la autoestima muy baja.

Pronto volvimos a salir y me olvidé de pedirle sexo. Conversábamos. En realidad mi penetración era mental. Me gustaba tener el control absoluto de sus emociones. Hasta que ella me llamó un sábado por la tarde. Salimos nuevamente y esta vez me propuso lo que en el fondo deseaba: tener sexo de vez en cuando. Le dije que estaba sin plata para el hotel sólamente para ver su reacción. Y fue auténtica. No fue muy cool. Me gusta cuando la gente que se computa cool baja a la tierra. Me imagino que eso tiene todo el mundo. Y es gracioso eso. Por eso es que yo apuesto por la verdad. Y la vi en su verdarero rostro. Nuevamente tomé la iniciativa y fuimos a un telo frente al hospital de empleado.

Había mejorado mucho. Pero como siempre, sus manos me alejaron. No solo eso, también sus comentarios estúpidos.

Nuestros encuentros eran, como lo dije, crudos. Eran sexo con tristeza y mera diversión. Pero a veces había ternura. Como esa noche previa a Navidad. Yo estaba en el paradero de Brasil y Bolívar con una bolsa llena de champagna, paneton y conservas. Estaba solo, desolado, en la intemperie. En realidad estaba inconforme con algo, con muchas cosas. Era verano pero el invierno era total en mi alma. Y alguien me tapó los ojos desde atrás. Era ella. POr que esa rara ley de que nos encontremos en los momentos mas ciertos. No le saludé, la tomé de la mano y la subi a la 11. Esas carcachas que decían cementerio. En la cafetera morada conversamos iluminados por los foquillos de la cabina. Fui feliz. Por esos días la gente fumaba en los micros y encendí un pucho. Un niño dormía a mi costado. Nos bajamos en los acantilado de San Isidro. Lima es grandiosa desde esta vista. Vimos un cerco y entramos.Nos deslizamos hasta una torre de observación. Toda era de madera. Normalmente el sitio era para hacer bicicross. Era un descampado. Subimos las escaleras. Lo hicimos con desesperación pero también con y amor. Y cosa rara, esa vez la vi por primera vez hermosa. Las luces de los autos que hacían la curva paneaban lejanamente su rostro, sus senos. Me olvidé de sus manos. Bebimos champagna y comimos dulces. Y abrimos una lata con salchichas. También las comimos.
Luego cachamos. cachamos mucho.
Al salir de la caseta nos esperaba un tipo con un arma. Era un tipo a oscuras con una chata de ron destacando de su pantalón. Le dije que corra, y me quedé con el sujeto. Le quité el arma diciéndole que era peligrosa. La arrrojé al abismo y el sujeto se sorprendió. Me arrepentí de esto. Desde ese día me convertí en un hérose de una tonta. Que hice para merecer esto, dije. Pero después de este acto de heroismo hice muchas canalladas más para reinvindicarme. Aunque nunca le pedí dinero.
Nos vimos uno o dos años más. siempre sin cita, de improviso, sin promesas.
La última vez fue peor. Después de detestarnos por años, la encontré de vendedora en una perfumería. Se iba a casar. Faltaba tan poco. Estaba con un uniforme guinda. Aparecí como siempre, sombreando su vereda. Y esta vez fue más decidida. Me dejó plantado, esperando, para siempre. No la llevé al hotel. No hubo despedida de soltera.
Pese a todo. es posible que ahora ella haya tomado una buena decisión, y tenga una vida llena de emociones fuertes, o tal vez no. No podría asegurarlo. Dicen que mientras uno más madura está menos seguro de todo. No se si esto sea mejor que cuando estaba seguro de que el Pe,ú ni yo, ni ella teníamos futuro.
No se si la duda sea una buena consejera. Solo se que en medio de la incertidumbre, vuelven las ganas de dejarlo todo nuevamente, y tomar el primer micro a la carrera y bajar en los acantilados a quitar el arma a un asesino y decirle a una chica !corre nena, corre, y no te detengas!

viernes, 3 de octubre de 2008

MALHECHO

Santander. Así se llamaba la calle finalizando el pasaje donde lagarteaban los tipos mas extraños que en mi vida conocí. No me refiero solamente a "cochón" Celada ni a sus particularidades entre ellas sus conocidas encerradas de seis meses, ni tampoco a Sodón, que a los 45 años no conocía la palabra trabajo, ni mucho menos al Cochirifífiri, que jamás tuvo el carro descapotable que habría ido bien con tremendo mujerón que llevaba en los brazos y que seguro le abandonó cansada de pagarle los taxis. Menos mereferiré al hermano de Sodón, hidrocefálico y gran borracho que dio acogida a Pepe Trueno en su cumpleaños, ni a Huguito Poy, digno candidato a secretario general de la Sutep,q ue en su expresión burlona, pesimista y vencida, había exactamente el zumun del peruano de avanzada.
Me referiré, mas bien, a un tipo indefinible pero concreto, señalado por el vulgo como Malhecho.
Era, en realidad, malhecho, al haberse ahorrado su cuerpo ese engranaje fundamental para la vida llamado cuello.
Malhecho carecía de cuello, lo cual no impedía que tocara guitarra. Una vez me pregunté si dada la proximidad, asi como Jimmy Hendrix, Malhecho alcanzaría a tocar las cuerdas con la lengua.
Nunca lo supe. No hablé cosas en serio con Malhecho, pero a lo lejos seguramente que parecía, ya que su parafernalia no era otra que la de alguien pensativo, reflexionando antes de hablar, aspirando un pucho "premier".
Lo conocí zampándome a una fiesta que su hermana hacía en su casa. Era nuevo en el barrio y entré así nomas. Me hice pasar como argentino y así llamar la atención. Y lo logré, cosa que hasta ahora me impresiona.
Y fue una fiesta extraordinaria que se prolongó algunos años más.
Siempre lo vi como un tipo excelente, aunque nunca me imaginé que fuera a desaparecer de este modo. Tal vez fue por que se casó con la misma muchacha que me abría la puerta de su casa. O tal vez por alguna otra razón. Creo que en todo caso, no importan las razones de su desaparición, sino su recuerdo vivo, sereno y recurrente.