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martes, 20 de octubre de 2009

Y?

Estoy de nuevo en Cusco que lo encuentro desértico y pelado. Una "amiga" se comunicó conmigo para decirme que hizo su estudio y que le haga propaganda. No se de que otra manera puedo serle útil. He recuyperado algo la velocidad, aunque ando medio herido por que estuve 9dentista. SOn cosas de la vida tan absurdas como inequñivocas. Hago esto solo para ganar tiempo ya que no le quiero regalar 6 minutos al del ciber.

viernes, 9 de octubre de 2009

ja!

La vida continua, que fácil decirlo pero, ¿y el libreto? Que pasa cuando no hay más líneas que seguir sea por que los hijos crecen los padres mueren, el amor se ha ido, o las ilusiones ordinarias se acaban. Muchos le echarán la culpa al magnesio, otros a lo oscuro del cielo, pero yo no le echo a nada la culpa, sin o a que sucede y punto.
He estado haciendo algunas cosas interesantes e interesadas y luego de aquello veo que ya no tengo más por que seguir viviendo, al menos eso digo ahora, y pasar al siguiente momento es saltar a una incógnita porque es el reino de la contingencia al no tener ni siquiera fuerza mis dedos para empujar el suave teclado de la computadora.
He buscado algunos placeres onanistas para compensar la insatisfacción permanente y se ha replegado toda la constancia a su expresión mínima. No siento muchas ganas de escuchar la música, la verdadera religión de la vida, y los colores me da igual si sean como en su cromatismo o los del un vulgar daltónico.
Confieso, no obstante, que incluso este decir es impuro por que la esperanza aún, como una muchacha inquerida se asoma de la esquina, a lo lejos, pero sin el poder de decir que las cosas mejorarán en cuanto a lo que es la definición del objetivo siguiente.

sábado, 3 de octubre de 2009

desarticulacion, peras y vino

Las peras del olmo se cansaron de no existir y empujaron el concreto como las flores de los años 70, aunque, y he aquí la perfección, de su soledad, desarticuladas de cualquier esperanza.
Tanto palabreo para mostrar esa desarticulada esperanza en la que la vida sigue, atrabiliaria y sin respuesta, pero más aún sin preguntas, coja y cansada de evadirlo todo con alguna que otra droga blanda.
Detesto la alta verdad, preiero la mediana, mejor si es chiquita que se acerca a la fantasía, que ya es fantasía verdadera, la que agujerea el tiempo para ingresar su hilo penelopezco en consideración a la chompa de esperanza trenzada para cubrir de tanto frío a la desarticulada esperanza.
Vivo en la desarticulación consentida, y esperanzadoramente escribo sin especular, en sentido de bolsa, la mínima ocasión anímica.
Física y a-dinerada la desarticulación organiza la claridad del día gris, extrañando el salir a los campos verdes y cielos cristalinos donde parece habitar la vida, aunque para ser sincero, solamente otra versión -más- de la desarticulada esperanza.
Mecanizo un poco y pienso en las peras del olmo y los hortelanos sin perros y configuro, pues, la convicción continua…y persiste la coincidencia. Un testigo de Jehová. Las verdades nunca paran, compiten entre sí, y somos las almas buscadas para equiparar los imperios. Le escucho. Soy su vecino. Sigo parado con la puerta seiabierta. Es la primera vez que alguien me atiende. No se, tal vez intuye que ando en un lío y necesito chuparle la vida para vivir. Me dice, tenga este librito, gratis, lo tomo. Abro una de sus páginas y habla de medicinas contra las desarticuladas esperanza.
Y digo, por la puta madre, si dios hizo con el pan vino ¡por que mierda los olmos no pueden dar peras!

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Fatiga

Fatiga. Como estás. ¿No te aburres de andar con la misma todo el tiempo? Ya me tienes embarazado tanto tiempo que casi el burdel es tu socio. Podría llamarte banco, pero no tiene luz roja, aunque si brillo, como las tarjetas cuyo hilo dental es metálico. Fatiga, me tienes enfermo y no me aburro, pues sino por que escribo, ¿o es medicina y no literatura el hacerlo. Tomemos ya las pistolas y llenemos de plomo la fábrica, y huyamos sin Bonny por la Panamericana sin norte, y frescos nos detengamos en la chicharronería, para calmar la sed con unas cervezas, y no desintoxicar la mente, por que de tóxica que la tenemos hemos hecho todo esto de solo ganas de equipararla.
Fatiga, ¿cuantos años tienes? Curiosa coincidencia. ¿Un cigarrillo? Después de todo tienes tu lado amable. Averiguaré un día que quieres, que se te ofrece, y hasta a lo mejor, digo, podríamos llegar a un acuerdo menos caro que tu dictadura, aunque no se, eres tan correcta que no cedes, sino un momento, como ahora, para seguir dejándome en tinieblas.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

ONANISTAS

Tuve la ocurrencia de revisar el fenómeno de la masturbación en su origen y cúspide como realidad virtual y sexual que se encarama hoy en día en nuestro modo de ser al vivir en una placentera y extrañamente liberadora cárcel de fotones.
Entramos a los días de la plenitud masturbatoria, y considero adecuado reflexionar acerca del confort facilitado por la mediática, sea mediante una laptop con wifi o cd, acceso garantizado al ejemplar femenino, a decir de Charly García que toca esta noche en Lima, “a la medida de sus obsesiones”.
Lejos de los cines de la avenida Alfonso Ugarte o de Colmena, o el famoso Rivoli de los años 70, donde los chicos en solitario o grupo acudían para contemplar en tamaño gigante a las rubias suecas u holandesa inimaginables en una Lima sin extranjeros, hoy día una portátil accede a nuestra intimidad, y en la pantalla nos miran las rameras dominicanas hasta portugusas, brasileras o francesas, profesionales o amateurs, hasta musulmanas en danzas de velos e hindúes poco remilgadas con sexo con sabor a curry y, por allí, unas cuantas escenas de swingers.
Mis expediciones por este cosmos han sido abundantes, y pienso que han tenido réplicas similares por muchos de mis congéneres, pues obviamente el barrio era crisol de muchos onanistas, que seguro lo siguen siendo, y seguramente m´s desarrolados, lo que no excluye a las muchachas, que de seguro ya deben acariciar la posibilidad de un dildo de silicona o cosas por el estilo que, según escuché, empiezan a ser sustituto peligroso de falagracioso que duerme a su lado.
Me declaro culpable de haberme masturbado, se seguir haciéndolo, pero también quiero pensar en que los mayores exponentes del acto onanista en el barrio de Cartagena eran Malhecho y Augustito del Valle, pues la lentitud de sus pasos originaba la idea de cierto cansancio ísico o mental, o en el meor de los casos un relajamiento, o aburrimiento, como obviamente hay después de tomar a la belleza insospechada paseando en baby doll entre el hemisferio derecho e izquierdo de la mente. Luego de esto ¡qué mas puede valer la pena en la vida!

De hecho, hacerlo con la mujer que te gusta, supone libertad compulsiva, pues no hay límites, sea mujer libre, casada, divorciada, cuarentona, treintona o jovencita para someterla a nuestras courrencias.
Pienso que el señor Tello, mas bien es metódico en estas cosas, y de Miguelón no dudo que se masturbaba donde sea, como comer una pizza hut de pasada y sin pensar.
Del padre Lucho no quisiera pensar demasiado, por que me cae bien, y en cuando a muchachas onanistas, la principal candidata para mi, Wendy, que tenía cierta impronta amazonica, como si su hábitat no fueras esas calles que recorría tan desavisadamente, sino mas bien una choza con techo de kapizo y listones d emadera cmo suelo, con una serpiente jergota mirándola desde lo alto, sin comprender sus amancebamientos.

A veces digo por que escribo estas cosas, y recién caigo en cuenta que las palabras provienen de un sueño que tuve: Vargas Llosa en un burdel con una ramera hermosa.
Era una alegoría verlo en mi sueño amando, en la pose perfecta, estudiada yo diría, a una mujer blanca, algo rolliza pero muy bella.
Si se van a masturbar, piensen en las palabras de Charly “hay un modelo para cada moral”.

viernes, 18 de septiembre de 2009

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO


Escribe: José Calderón


Anoche tuve un sueño verdaderamente raro, y como todos los sueños, mutilado por partes. Estuvo asociado a las conversaciones recientes, y a cosas seguramente muy profundas. Los hechos soñados fueron, un campo medieval con el hijo mayor portando un saxo que amenazaba convertirse con un sable samuray. No se sabe si usó a ambos. Uno representaba la belleza de la vida, el otro, la belleza de la muerte.
Era una mañana, seguramente, y el cielo mate era de un nublado agradable, al parecer no frío. Los árboles no eran de la selva sudamericana, sino más bien europea. El hijo menor, igualmente aparecía, pero asombrosamente gordo, de la misma edad, eso si.
Pensando, ya no soñando, en los saltos cuánticos a los que Albert se refería, una cosa sorprendente he leído sobre la esquizofrenia. Que a diferencia de otras enfermedades, carece casi por completo de historia. Esto me dejó muy sorprendido por que la había de la gripe, la difteria, el tétano, por decir algunas, pero no de esta.
La respuesta al enigma fue aun mas sorprendente, pues según los investigadors de la enfermedad la encontraban muy encajable en la idea de salto evolutivo de la sociedad, por lo cual se producían ciertas deformaciones genéticas en el cerebro, que significaban riesgos inmediatos de contraerlas para algunos infortunados y sus descendencias y/o hermanos que eran cabalos de troya de las primeras piedras deectuosas del futuro.
Pero más insólita me pareció la figura de que en el mundo existían muchos más esquizofrénicos que nunca, lo que significaría un salto evolutivo global que se asoma en este horizonte, y de allí la contradicción bipolar y la brillantez momentánea de los que padecen esta enfermedad.
Todo un rollo para extender en una mesa de interrogantes cuyas claves podrían ser la entrada a experiencias telekinésicas, solución de problemas de matemáticas aún no inventadas, o bien exposiciones sincrónicas mucho más detalladas de los abismos del hombre, que sin lugar a duda será el principio de nuevas conquistas, conquistas dicho sea de paso, para lo cual los credos habrán de reacomodar sus parábolas pues de ahí en adelante, todo pasara de nuevo a ser objeto e duda.
Increíble este hecho que me dejó pensando, pensando, pensando.
Igualmente me vino a la mente un escrito de hace años en el que un chico conoce a una mujer el 24 de diciembre. Es la avenida del Ejército, una linea de asfalto separada por el puericultorio Pérez Aranibar que se asoma en sus cerca de 1000metros de largo los acantilados de Lima. Al frente está una obra de similar enormidad que es el manicomio, larco Herrera. Comprenderán que la calle es larga, interminable y extraña. En un lado viven los niños abandonados, y a frente los locos.
La historia es nocturna. Ese 24 de diciembre el disconforme caminaba indeciso de ir a casa. Al parecer no era muy agradable lo que tenia como hogar, o al menos muy recogido para su gusto exterior. Caminaba con esa tristeza permanente de los hombres complejos, aunque el personaje era aún muy jóven, soñador y brillante. Conoce al pas, y raramente, a una chica abrigada, demasiado para ser verano. El blanca y tiene cabellos lacios. No la conoce en realidad y entablan conversación desconocida.
Caminan un poco más y después de muchos pasajes de aún mayor intriga para el que escribe, ríen, disrutan de un momento fabulosamente bello en clima tan tétrico como ese.
Para dar más detalles, la arquitectura del manicomio y el horfelitano, es clásica, derroche de espacio, jardines, edificios de no más de dos pisos entre los grandes verdes donde pasean los inimputables de la ciudad.
El arquitecto de estos lugares debio tener una gran sensibilidad para crear udos escenarios de de atmósfera tan pacíficas, como para que en ellas puedan sedimentar las amarguras de los enfermos y abandonados, claro está, al ritmo calmo de las monjas que sirven a dios en ambos espacios.
Lo misterioso es que los dos desconocidos trenzan miradas y cuerpos en una felicidad sin par. Cuando van de la mano y se prometen amor eterno, ella le mira con una cristalina expresión casi sobre iluminado, y no por las luces de la noche, sino por algo más que brota de su interior. El siente que es la mujer de su vida.
N pasan más de tres minutos antes de las 11, cuando para una ambulancia a su costado. La toman y ella no se resiste. Ella le mira con cariño. El no lo llega a entender.
El la amó, ella salió a meterse su polvito.

lunes, 14 de septiembre de 2009

NOS OLVIDAMOS DEL CUMPLEAÑOS DE TOÑO


Soñe que un cura daba la primera comunión a todos y cuando ya la tenía bajo la lengua me dijo:
!Bota la ostia carajo!
Lejos de hacerlo, se la mostré pegada a mi lengua y guiñándole el ojo al cura me la tragué, luego me di media vuelta y caminé mirando al suelo, pero riéndome por dentro entre la feligresía portando inciensos y flores. !De donde este pensar eclesiástico! Rebobino y llego a la noche before del sabado cuando los chicos llegaron a casa.

La noche eructaba goce al sin sing, como llamaré, el movimiento de las velas, ronroneando hacia las pupilas de... bueno, comenzaré dada su mácula mostrada (de immaculada, es decir, llena de mácula) de Tello, lentes, camisa medio abiertas, gel y permisibilidad absolutamente acristiana.
Sendas copas de martini iba llenando con desparpajo juvenil, como festejando la disposición permanente, ¿de qué? de la noche, del día, de la luz... o de Mr Treneman.
La noche era, y estábamos. Conjugó el ser y estar, sein o be, que importa, donde la apuesta por el buen rato mostró nuestra incapacidad de renovar momentos ya vividos, sino de darle estreno una vez más, cuando se trata de ver las cosas en su inmensidad y simpleza. Crujimos risas varias veces y mi hijo al dia siguiente en el desayuno se cagaba de risa en la noche aspirando a saber de que se reían a lo lejos.
Los amigos de la cuadra una vez más en la casa de este servidor que dio a las velas la oportunidad esperada por sus defensores ante la llegada de la bombilla, allá en el siglo pasado. ¿Que es broma? Miguel de Unamuno, filósofo existencialista español fue un detractor sin cuartel de la bombilla, seguro él de su artificial verdad. Me gustaría saber que diría si iba al concierto de Roger Waters en Lima
.


Pero en fin, dimos a las velas ese clima, un tanto de hueco de Cusco, que recogió muy precisamente el encanto de vernos nuevamente, a Coyo, siempre con su mismìsima tranquilidad de jean, a pesar de los padecimientos que todos ya debemos haber blandido, o Pepe Cruzate, que estaba en la primera como si fuese una manía o incorregible virtud. Lo bueno, que cada quien encajaba a la perfección en ese ser que nos llamó a juntanos en parques y joder.

LLamaron al diplo a su casa en Washington, y nadie al cumpleañero de la boda fantástica esa, ¿que pasó? y el diplo o no contestó o tiró el fono a otro lado, ya que la media noche hacía rato de su paso.
Y mojaron los labios sin contestar preguntas ya que nunca lo hemos hecho. Por ahí recordamos a Miguelón mostrando los pendejos de su hembra simpótica, como el Ciudadano Kane antes de morir dice las palabras que llamaba a los genitales de su amante, o a Malhecho que se fue con Ethel (No Eden) al reino de lo desconocido, para seguir con sus medias en constante lucha contra la gravedad, pro finalmente devorada por la inercia de sus talones atmosféricos en el fondo de sus zapatos húmedos de tanto tocar puertas de ladrillo, y si hablamos de Malhecho, que era incluso eso antes que le conozcamos, por eso mismo supe, imagínense a que alturas, gracias a una exégesis brindada por Kike que antes de conocernos el era quien daba la hora en el barrio de Cartagena y de ahí su postura inexplicable entre Bogart y la rana René al chupar experimentadamente el cigarro, Premier, claro, por que él era un todo terreno a punto de nacer, casi casi, una canción de Bruce Springten, pero que por ahí se quedó en la puerta, ni del horno, sino en el sobre mismo donde iba la harina, y no logró fraguar con las otras leyendas barriales, las yemas , la mantequilla y apresurar lo que había que apresurar.
Tremendo drama jamesdeaniano el del Malhecho, inconcebible ni por mi ni por nadie, al comprender la dimensión de tal repliegue para vivir con la que nos abría la puerta. En fin bendiciones y "puta carhagajo" para el sueco de Cartagena.
El bartender, como llameré a Rodolfo estaba inquieto, últimamente está brotando con más soltura, me imagino que se debe a que hay menos iones en su hábitat, y casi, casi hiolizaba al poner los hielos en cada copa, que por cierto era previamente saboreada cual mejor gaznate de Maranga.
Y restandole fama llamamos a Pardo, que estaba no se en dondo, y cantamos un buen rato las de siempre con misión emparentadora de conceguir uno más, como cuando Kike cogía las monedas necesarias para ir por un cambiña, cediendo a unmacerado de coco o, ya que mierda, "esa huevada que te deja ciego" .
al parecer no nos quedamos ciegos, y mas bien muy memoriosos, al extremo que solo por esta vez recordamos que no era ya más propicio el momento para otra anécdota de Papi, cuando fumamos debajo de la ventana de su sala el tremendo troncho de 50 gramos de marihuaba, servicio de Pelussa Diller, apestando un radio de 300 metros.
Bueno, quien iba a sospechar, menos de martincito o rodolfito. Eran los chicos de la parroquia, los mismos que atendían a las ninfetas al pedir con sus vocecitas indefensas "toca Seminaré".

domingo, 6 de septiembre de 2009

GUILLERMO THORNDIKE


Por José Calderón
Necesariamente defectuoso, si, así me parece que es la forma de ser de muchos buenos periodistas, me comentaba Kelly Hearm, ganador de la beca Pulitzer en un alto en el bar de Chete, donde perro, pericote y gato de aquel pueblo de la selva tropezaban las miradas.
Festejábamos nuestra defectuosidad, los arrebatos, sufrimientos y casualidades en la tratienda de cada despacho, en su caso, de Georgia, Beijing, Argentina, esta vez de Perú, con motivo de la masacre de Bagua, o en mi caso, ¿que decir?, desde inaugurar un estúpido parque o Europa, huzmear por el Congreso, los mercado, o las divertidas selvas peruanas, por que no, del VRAE.
Pensé en mis desatinos periodísticos, no de fondo, pero si de forma, como si
algo maligno y políticamente correcto haya emancipado al periodismo de la belleza.
Y en medio del periodismo crepuscular de hoy, trabajar con Thorndike era una de las pocas salidas. Por cierto, un escape ambivalente: por una parte era cuestionable: era un gran puta que comulgaba con el hampa. Pero por otra, escribía igualmente de puta madre, deliraba y estallaba. A su lado se garantizaba el regreso a la acción, al rigor estético, abismarme a Mailer, Capote, Santana y Aerosmiht, juntos al cerro San Cosme.
Lo conoci años atrás en un diario pulguiento -los hay tantos- que dirigía un enano venerado por las putas de baja monta de Colmena, y que tuvo el atrevimiento de burlarse del talento de un gringo en caída. Si, decían que el enano le dejaba paquitos de coca en la mesa. Hasta le tomo al gringo una foto dormido. Curiosidades de la vida. estar allí era un problema para mi. Pero el gringo, a pesar de vivir un mal momento, atraía gente entrañable, el uruguayo Sengo, Manuel Cadenas, en fin.
Salí pronto de ese diario y ui de tumbo en tumbo, un poco por aqui un poco por allá.
Pero después de años, nuevamente el destino trajo el nombre Thorndike a mi vida.
!Oh no!, exclamé después de la llamada. La banda de malvivientes se reunía en una nueva fórmula seductora.
Era algo tan seductor a tal extremo a medio editar abandoné la revista de economía donde agonizaba solamente para reunirme con el equipo que Thorndike estaba formando. desde lugo que Manuel Cadenas me recomendó.
Este y Milagros Rumiche, el “Flaco” Eduardo Deza, el “Chato I” Aquije, Eric Dañino y el "Chato II"Farje, Miriam Valenzuela, Itala Uribe el "Paiche" Elmer Olótegui, el siniestro Plinio Esquinarila, el "loco" Polar y el que firma, fuimos arrancados del quehacer crematístico de mediana o baja intensidad donde nos disecábamos para ir al importantísimo papel de defender con cuchillo, dientes y botella rota en mesa de cantina de Manzanilla , cada página de un periódico dudoso y con olor a baño de estadio, con un atractivo titular y una crónica “sabrosa” como ordenaba el "gringo", no obstante la destartalada locomotora que contábamos, propiedad de unos judíos apestdos por la comunidad, por pillar su fortuna con doctrinas no contempladas en la Torah.
Pesea todo e trataba de un diario como otros, dadaista, nada ingenuo, donde más allá del bien y el mal, empezamos a burilar un día a día fascinante con periodismo duro, sudoroso, con olor a axila, y no el que se acomoda al cliché de "periodismo de verdad" cuando solo se trata de una mermelada televisiva.

El "gringo", a diferencia de otros medios, nunca subestimó al público y tocaba exactamente al nervio social abandonado por los otros periódicos... pero contradictoriamente y al mismo tiempo, donde cuecen las emociones subalternas de un país descontento en busca de venganza contra sus poderosos, en este caso el gobierno, enemigo de los Wollfenson.
Si me quedé fue por dos cosas, porque el gobierno de Alejandro Toledo era corrupto hasta el extremo, pero también por que amaba el buen periodismo. Pocas veces vi un director más apasionado que con gran olfato era capaz de poner un "pan con cáncer" en portada o bien a una caña de pescar.
Nos obligaba a pensar, a estrujar la realidad, sea del congreso, fuente que me tocaba cubrir, palacio de gobierno o de justicia, pues tenía claro que el éxito de un diario en mucho dependía de la sintonía con la calle, como diría Ortega, "el área triunfal del hombre¨".
Descubrí que esta regla era general en el mundo, no solo hablando con Robert Clark de National Geographic, sino especialmente con Kelly Hearn del Washington Times, ambos apasionados, obsesionados, absolutamente necesitados de ángulos distintos y sensacionales.
¿Qué no? Clark me explicó que estaba en el Perú por la hoja de coca. Abrió su mochila y sacó un dibujo inca de una hoja de coca. A su lado estaba un personaje con una erección que cai sobrepasa el borde del papel. ¿Cómo explicas esto? me preguntó. Buena interrogante. Millones de norteamericanos y europeos saben que la sexualidad muere con un tiro de cocaína. La respuesta estaba en que solo uno de los 14 alcaloides de la hoja era la cocaína y el resto, por el contrario era energizante.
Esto es buscar un ángulo distinto.
Thorndike conocía los valores periodísticos universales y estar a su lado implicaba consultar a diarios de otras partes del mundo como The New York Times, en otras palabras, desprovinvializaba este oficio tan maltratado, especialmente por los propietarios de los medios acostumbrados a tener esclavos y no a periodistas.
El "gringo" quería que la realidad se fragüé en la redacción misma.
Una vez que estuve en el Tage Zeitung de Berlín, el editor general nos dijo a los periodistas latinoamericanos que los visitaban que "la realidad debía entrar por todas esas ventanas".
En el fondo esa era la premisa: rendir tributo a la rara misión o manía de ser los primeros y conjugar el infinitivo ser y estar, llegar a estar en el corazón de nuestros lectores, ricos, pobres, ignorantes y cultivados.
He allí la impronta existencial que nos excitaba y que hasta ahora no lo comprenden los imbéciles que criticaban esto sin sopesar que trabajar con Thorndike era, a lo mejor, la última oportunidad en el Perú de conocer a un periodista forjado en el romanticismo de una Lima hoy degradada e insípida, donde los climas y aromas de la estética de los 50, no más existen.
! Imposible perder!, !menos arrugar o ceder! El objetivo !vender, ser y dejar de no ser! Con esa mentalidad acudíamos diariamente a nuestras fuentes. Debíamos ser los reyes en nuestras fuentes, los mariscales de los campos minados.
Pero entonces !uggg! aparece esa muletilla tan emperifollada de la ética. En nombre de la ética mucho se ha mentido. Su labor taxonómica de los hombres ha sido digna de parangonarse con la miseria intelectual que repta diariamente en las publicaciones.
Además, la ética, consustancial a la verdad periodística, puede en países como el nuestro ser la coartada perfecta para ocultar las incapacidades de no poder hacer lo que a veces lográbamos en una dialéctica de gines tonics entre amigos, por ejemplo, un sábado por la tarde con "mi pequeña redacción de fin de semana", como nos animaba el amigo Thorndike, en una rara faceta de hombre tierno, pese a su inequívoca simpatía por el mal.
Mi padre asombrado por uno de los tantos viros de gringo, a quien apreciaba, me dijo "el talento no discrimina al bien y el mal".
Yo diría que trabajar para Velasco lo dañó, y seriamente a el y al periodismo.
Retrocedió la estética en general -¿no ven el Centro Cívico?- y el periodismo bueno cayó de rodillas.
El gringo era un fórmula uno, y si uno va a tanta velocidad, casi no hay tiempo para amar otra cosa que la rapidez, por eso tantos casos de desarreglo personal en los buenos periodistas, y Thorndike, como dijo en su monólogo con Peru 21 que los de su generación vivían 24 horas por adelantado, y es por eso que en un raro ejercicio de abstracción, ponía en marcha su inconfesada máquina del tiempo, y pensaba en la portada antes de tener la noticia. Cosas de periodistas, no de "decadémicos".
Más allá de sus fechorías, nada pudo arrebatar la exquisitez periodística con la que invadía todo. Tenía magia.
Pero hay algo muy importante, y paradójicamente en contra de sus detractores, entre quienes me encontraba, se que cuando trabajé a su lado nunca mentí y, eso si, latigué con la verdad como nunca antes pude, irónicamente, sobre un gobierno hipócrita que regalaba, como ahora lo vemos, el gas a los intereses mexicanos, los cielos a los chilenos, un régimen con patente de prensa para mentir el origen de la parálisis la infeliz ex espía del SIN para ganar puntos, y que falsificaba firmas con ayuda del Dr. Medelius, raramente fugado y perdonado, para llegar al poder, y donde el presidente estaba en bata a las 0nce de la mañana y no reconocía a su hija producto de su aventura con una graciosa , pero pobre piurana .
Si, la ética claro. ¿Por qué otros callaban y nosotros no? ¿Por no favorecer a los fujimoritas? !Vamos que mentira!
Nosotros usábamos a los intereses del periódico en vez de que ellos a nosotros para poder escribir con libertad. Por eso Moisés Wollenson, antes que se de mi renuncia pública me dijo, "es la primera vez que los empleados me botan con una patada al culo".
Cómo olvidar la vez cuando el congresista de izquierda Javier Diez Canseco me retó a publicar sus declaraciones contra los judíos -Moisés Wollenson es judío- y yo desafiante le respondí que si no las publicaban renunciaba, pero eso si, antes el me debía el responder cosas como donde estaba su asesor que desapareció al descubrirse que hizo una ley para beneficiar con una millonaria jubilación a unos pocos, entre ellos a sus pares. Diez Canseco olvidó hasta donde nació Marx y tuve que corregirle. Al día siguiente estaban sus palabras antisemitas en el diario de los judíos y no me botaron. ¿Qué periódico podía darse el lujo de permitir a un periodista suyo escribir contra la fe de sus propios dueños? Ninguno. Menos los diarios más "decentes".
Finalmente, eso no importa. Fujimori sigue preso y los que erraron fueron castigados. El gringo era la respuesta al quietismo de facto del diarismo al que debíamos de conjurar un ataque, por eso, atina Lauer al llamar a Thorndike "El guerrero".
Tal vez para entender al gringo en sus grandes equivocaciones habría que leer El americano impasible de Greene, cuando el veterano periodista que gana el Pulitzer, alcoholizado y amanuense de los generales en Corea, confiesa al reportero novato que llega al paralelo 38 que su famosa crónica que le hizo merecedor de aquel premio tan distinguido fue inventada. Estaba harto eso es todo. Del mundo, de su país, de si mismo. Y claro que hay razones para estar harto en el Perú.
¿Es que alguien puede decir que el periodismo no es impuro? Tan impuro como el fair trade que alivia la conciencia de los consumidores europeos.
La verdad asociada al talento y la pérdida de respeto a los que engañaban con sus juicios éticos al pueblo para legitimizar sus hurtos era mi estímulo y el de mis ex compañeros.
Solo así nos hicimos respetar, pienso que debido a que inconscientemente teníamos claro que el diario ese era la indecencia en su más extraña contradicción. Por que como cafetera desfinanciada que era, al menos para nosotros, producía más verdad que otros, por lo que el gringo nos decía que después de muchos años había regresado a ese periodismo básico, redondo, sin fisuras, que necesita vender para existir, ya que no era La República ni una biografía escrita a sueldo y antojo de un ego. Era un diario que se jugaba su existencia.
Proscrito de los subsidios estatales, nos regocijábamos de ver nuestro trabajo en una nube de viandantes que gastaba su dinero para comentarlo, lo que nos hizo comprender que la magia no había muerto con Raúl Villarán o la generación que se acaba con Guillermo Thorndike, mi padre Gerardo Calderón, o Alfonso Tealdo. Sucedía lo que en El poder y la gloria de Grahan Greene, una sobrevivencia de la fe y esperanza a la muerte, como si la verdad en si misma estuviese dotada de un poder.
Thonrdike y su enormidad física que tantos problemas le hacía en la presión y los pies, bailaba a la llegada de las noticias que en mi caso o el de Milagros lográbamos como jugadores de póker que fingen una buena mano solo para despistar a los contrarios.
Y recuerdo que cuando estalló el caso de las vedettes del Pronaa, zonday me ordeno al teléfono “quiero una nota sabrosa con todos los detalles posibles y con un arranque probablemente diciendo que rendidos en los pantanos de la conscuspicacia, bajo las piernas de las prostitutas más baratas aquellos funcionarios de gobierno dispendiaban el dinero de los más pobres”.
Así fue, y el diario creció en ventas y, nunca casi, fuimos impagos como si sucedía en otros medios que solo crean periodistas estatales.
Pero lo verdaderamente importante fue el regreso de la estética al periodismo en su conjunto, pues cada sílaba que ladraba el diario era memorablemente cruel, y por eso mismo, bella. Era el espejo donde los egos de mayor intocabilidad hacían agua, ¿te acuerdas Charley?, y cada portada electrizante, semiclandestina y seductora, como el Mirror de Inglaterra o el Bild de Alemania, reducía a ese logotipo “La Razón” a ser solo eso, ya que todo lo éramos nosotros, los periodistas que le dábamos poder a la cafetera vieja, oxidada, con aceite reciclado, y con su propietario en cana por choro, para desenmascarar, más que la verdad de un hecho dudoso como la política peruana, la evidencia de esa levedad del ser de los poderosos, seguros de todo, pero que al sentirse tocados en sus egos de papel, se recluían como mascotas asustadas de un petardo navideño, en su cubil de caoba y brocados, donde maldecían las sanguinolentas microcomentarios noticiosos de “carnecitas”, que les herían consuetudinariamente, lo peor, donde menos lo esperaban: en su lado morboso y sensual. “El presidente del congreso ha llegado con un traje azul esperanza de seda popelina y caminadita madrileña” me burlaba.
Una tarde Manuel me dice al nextel, “necesito datos para carnecitas”, por aquel entonces la más leída del Perú. Claro, el iba a soportar los gritos del gringo si no había algo pesante y ameno. Le dije, “no hay carnecitas, pero a ver si con este bofe te haces una buena chanfainita”. Y vaya chanfainita.
Si, con Guillermo había que ser la mosca cojonera en el Congreso, y hacerlo bien, convertirse en una amenaza, porque íbamos a las fuentes como verdaderos guerreros, sabiendo que nos acercábamos a un mundo duro donde debíamos imponernos con bríos y donde más de una vez intentaron ningunearnos sin éxito, porque el cinismo y nuestra defectuosidad tal vez, nos imposibilitaba creer en ser derrotados por nadie.
Milagros era la otra mosca cojonera de Palacio. Se fijaba en lo que otros periodistas obviaban. Criolla, humilde, atrevida, sus escotes piuranos desafiaban las leyes de la gravedad y a la torcedura de miradas masculinas que capitalizada con su mueca tranquila, no carente de malicia, propia de una mujer fresca e inteligente, no obstante con varios errores en su vida.
Porque todos siempre fuimos defectuosos, igual que Manuel, de quien no he de hablar en ese sentido, raro espécimen mezcla de evangelio y venusterio, que de comer pan con pantano en la deriva de Colmena, y mira que cosa es la vida, derivó en sommelier y profesor de un periodismo que el bien sabe que no se aprende si no se nace para serlo.

Así es que al séptimo coca sour con Kelly este se ríe a mi relato de Guillermo, ¡si, si, somos defectuosos, igual que en el The Washington Times como acá, es lo mismo!
Porque Kelly es defectuoso, viaja con su camarógrafo de Los Angeles, completamente opuesto, que no toma, y si lo hace, con gotero, ni se droga, no tiene mujer en cada lado, pero eso si, es muy bueno, reconoce “por que la otra vez que se me perdió la antena para el envío satelital dije, estoy perdido, pero Dunkan –así se llama- lejos de alarmarse sacó de un estuche además de sus 200 pastillas contra todo, pues íbamos al Perú, una de las tres antenas que llevaba de repuesto”.
¿Quién era Guillermo? El que hacía eso, pues y que abusaba de su autoridad con semejantes pedorretas “capaces de abrazar” como le decía a Manuel.
Nunca supe las razones de su ser, pero si fui testigo de muchos de sus desatinos. Total ¡qué importa! Si lo importante era la palabra y el éxito en la rara misión de invitar al sueño a un colectivo desahuciado, y por qué no, llevar a primera un “pan con cáncer” vendedor o un “buenas noches Zaraí, buenos días corrupción”.
El gringo me dijo una tarde sabatina de vodka y swepes, cuando el sol entraba y formaba un triángulo en el parquet sin lustre de su minimalista oficina de Magdalena, “mira cómo en Europa es portada la muerte de un poeta”.
Su crueldad lo llevó a ser odiado por muchos, lo mismo pasó con Raúl Villarán. Es que ambos no toleraban a los imbéciles que pedían chepa y cedían a la envidia academicista, como ese que se la pasa haciendo el psicoanálisis del periodismo de los últimos años para ocultar su incapacidad de recordar con cariño una buena puteada de Villarán. Seguro no soportó ser un incapaz. Es que periodismo es dureza, mucho instinto, transpiración, obsesión y algo de suerte.
Si pues, el gringo podía ser maravillosamente cruel con los malos periodistas, pues como diría Heine, ¿No tiene Apolo derecho de desollar a Marsías?, pero era mucho mas tirano con los buenos, por lo que me remitió a tropezarme con mis testes, cuando logré la hazaña de entrar en la fiesta secreta del gobierno engañando al guachimán de que los papeles en blanco que llevaba en la mano eran el discurso del presidente, y que después me aparecí en la redacción con solo cien fotos maravillosas, de exclusiva del poder emborrachándose y tragando “!cuando pedazo de imbécil pudiste haber traído mil fotos para un año de exclusivas!”.
El gringo nos acostumbró a la exigencia, como Sofocleto ¿te acuerdas Manuel de esa loca redacción? … o mi padre, Gerardo.
Todos nos aclararon que nosotros poseíamos la urgencia del sobreviviente que se ve obligado a hacer de lo que sea, un tallo, un pedazo de carne de rata, insecto o papel, el sagrado alimento. No, me corrijo, mostraron que era posible que el periodista también puede ser una personalidad que se expresa libremente
Por eso, en esta sequía de belleza, es de lamentación incontenible la muerte del gringo, que a decir de Sarita, su última secretaria, deliraba con el baile de las tijeras, seguramente porque con ellas hacía jirones la realidad planeada y nos llevaba a Marte donde pintaba portadas a consejos de Humareda, y por ahí, solo de aburrido, hasta le ligaba fabricar un presidente, como tú que no dijiste nada de su muerte y que hoy estás sentado en la misma butaca del borrachín de Cabana, a quien una vez le gritamos en portada ¡oye reconoce a tu hija! Y, cosa verdaderamente rara… nos obedeció. ¿Que decir del gringo? Que era abundante, sobrante, exuberante. Pero igual de importante, nos confirmo la animalidad del ser periodista, ese raro instinto o don que nos comunica con las masa, infelizmente sustituido por esperpentismo gay que vemos a diario.
Por eso he tardado en escribir este reconocimiento, cuando sedimentaron las partículas de bronca y las aguas ya son claras. Descansa en paz gringo, y por ahí si vez al creador no le digas por favor cual será la portada de mañana, porque creemos que con toda su logística, no sería raro que haga algo para cambiar el futuro y nos arruinaría las ventas, y lo que queremos hacer es algo sencillamente sensacional.

domingo, 23 de agosto de 2009

CHANDLEY, HENDRIX....... Y MILES DAVIS EN "LOS VIENTOS DE AGOSTO SOBRE LIMA:...........!OSWALDO HA DESTROZADO EL BAR!"

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Escribe: PP Calderón

Agosto es el mes de los vientos sobre esta parte de la costa del Pacífico Sur. Antes había la costumbre de salir a volar cometas a los parques. Naturalmente no había tantos cables como hoy que los chicos de toda edad más paran en el facebook. Pero los agostos no se acaban, y menos el viento, y por eso ambos se han encargado de mantener viva su dinámica e impronta, no obstante ya no hayan cometas en el cielo.

Escribo esto a propósito del efecto de los vientos de agosto sobre dos buenos amigos , Oswaldo Alvarez, músico y vocalista de El Syd, y Eric Dañino, fotógrafo. Ambos resisten y siguen apostado por el arte, lo cual implica ceder por necesidad a la tentación de rodar de cuando en vez por las exclusas de la cutre Lima, o a volar sin pararrayo por la metafísica ionizada de los que llamaré los terribles vientos de agosto.
Desde hace mucho tiempo voy viajando en caminos dorados por el sol, serranías, selvas, agresterías luminosas, lo que me permite conjugar la afirmación de que al volver a Lima la veo cada vez más tétrica, más allá de su imperfectible nubosidad oceánica. Pero esa oscuridad es básica para darse de postdesayuno de leche, pan y mantequilla remojada, un Peny Lane de los Beatles, eso si, un martes lluvioso por la mañana, contemplando un parque donde verdee al pasto bajo el juego de dos perros bien cuidados pero que necesitan ir a hacer su caca.
Toda esta introducción es -¡por favor no juzguen mal el tiempo!- para negar por completo que Oswaldo haya perdido la razón o cosa parecida cuando el pasado viernes en el Kekorock Bar, atacado por los vientos de agosto, dejó salir su mono con ametralladora y virtualmente destrozó todo el bar.
Me gusta destrozar bares. Y mucho más ver que los destrocen por que allí acoderan todos los acoderables aunque no sea adorable el motivo, digamos como Eric, andar una semana sin chamba o por que no, (en la senda Leo Dan) no poder olvidarla.




Vieja costumbre
Una vez mi amigo Tito, dueño de la disco Ukukus de Cusco estaba muy deprimido por que, me confesó, “yo no le gusto a mi esposa” y le aconsejé inmediatamente el remedio, romper su local, cosa que hizo muy precisamente y con tanta diligencia, pero es más, ante el asombro los que lo desconocían y sobrevivieron a esa noche extra de tequilas que hasta siempre lo consideraban un tío tranquilo. Pero Tito estaba a la deriva y con inercia suicida. Le acompañé en la rara posibilidad de calmar su energía amoratada de marido celoso invitándole, además, a pararnos de cabeza sobre los cueros de los asientos. Su mujer, Cecilia, me pidió que lo calmara y le contesté. "Esta es la forma". Y así lo hicimos. Miramos unos 10 minutos el mundo de cabeza, conversamos de política, de Evo Morales, y todo empezó a normalizarse. Luego salió corriendo hacia destino desconocido, pero me enteré que directo a su cama.
Pero confieso que esta escena de hacer mierda a un bar en pleno centro de Barranco no me la esperaba de Oswaldo, quien no solamente es un dentista que ha dedicado sus años a luchar contra el dolor, aunque sea practicando una humanitaria endodoncia, un verdadero aporte de felicidad y buen talante a quienes le visitan y no pueden ir al bar a escucharlo.
No, Oswaldo siempre mostró una dimensión pacifica, -salvo la vez que persiguió para atropellarlos a unos asaltantes de Enrique Palacios-. Pero tal vez pacifismo y civilidad es mas bien compresión -no comprensión- de las cargas de violencia que uno acumula dentro, pues solo esto puede explicar su altisonancia mayor, ¡la mejor!, en el memorable concierto que brindó el viernes pasado en el bar, cuyo nombre de ahora en adelante no volveré a mencionar por ser una verdadera mierda donde tu, que me estás leyendo también, se que le robaste su laptop, y fíjate con que alevosía, precisamente cuando estaba eyaculando su mejor inspiración, lo que demuestra tu ausencia de creatividad, incluso para hacerte de lo que no es tuyo.




Dos más dos si son cuatro
Esa noche Oswaldo estaba furioso y con la chispa encendida. Necesitaba dos más, me dijo, que fueron cuatro. Brotaba en él la inequívoca necesidad de estallar. Era evidente, pues, que de tanto implosionar, ni siquiera se de que, solo le cabía una posibilidad: desgastar el escenario, donde Magali y el bate acompañaban su desenvolvimiento por la pendiente del brusco rock.
No tuvo mejor ida que rodar por el Hey Joe de Hendrix, lo que ya era un indicio del posible efecto de los vientos de agosto. Eric me decía que esto era fantástico, Hendrix es violento, lleva la pistola, busca a su mujer revolcándose con otro, sin dejar de ver el culo de la chiquilla que hacía la primera en la banda que hacía algo de Beatles.






Y al Hey Joe, Oswaldo gritó, saltó, maldijo, pero jamás se sacó la gorra negra de estibador del puerto de Paita para su descarga en Barranco. En esos momentos el bar era una olla con pura chanfainita arrebosada amenazada por un huevo frito, y comentámos que tanto él como Maga nunca se casarán por que ya se casaron con la música y hacerlo sería un acto de infidelidad, así es que luego procedió a desenfundar una performance cruda, sin sal ni pimienta, sino esencial, de “Una mujer me dice ven”, circulando descalzo por la agrestería del vórtice. En ese rato inevitablemente íbamos directo al glorioso desatino. Pense en James Dean de “Al este del Paraíso” mientas el humo conversaba con la menopausia una década olvidada de la dama bien sentada que fue al bar solo para ver a su hija, y a quien Eric le invitó una chela solidaria.

Horizoverticalidad

Realmente la noche estaba bastante cordial, naturalizándose la intensidad que avanzaba en la misma medida que adelgazaban nuestras arcas que cristianamente convertían el níquel en más chela. El movimiento de codos era constante y estábamos semiborrachos cuando Luchín dio su aparición como lo prometió y comentó cosas que nadie escucho, razón por lo cual solo puedo referirme a los movimientos horizoverticales –término autoría de Paco Zeballos- de su boca. Oswaldo hizo un final a la faena con oreja y rabo en la mano ente aplausos. Naturalmente me acerqué a abrazarlo por su interpretación a pura llaga, comentando además a Magali y al bate, la consecuencia de ser consecuente: lograr el calificativo de “resistentes” por seguir en el arte. Cuando de pronto Oswaldo se desconectó. Y dio un viro inesperado. Había un raro solo de trompeta aunque a lo lejos. Oswaldo empezó a caminar por todo el local con la apariencia de andar en busca de algo.
Nunca vi a nadie rastrear con semejante pulcritud a un local como lo hacía. Levantaba todo lo que encontraba en busca de algo. Incluso, cuando el otro grupo estaba en pleno concierto subió por delante al escenario pasó delante del bajista hacia el fondo y revisó detrás de las cosas si estaba allí su laptop.
Definitivamente, Oswaldo buscaba como haciendo hacia una macroprofilaxis en el pub buscando donde se había escondido el problema que le afectaba hasta el píloro.
Finalmente le digo, carajo que haces, ven y conversa. Fue cuando me explicó que le habían tirado su laptop.

Vasos artificiales

Luego de eso lo vi caminar hacia el centro y sorprendió a todos al gritar ¡por la puta madre me robaron mi laptop!, pateando de abajo a arriba a una de las mesas repleta de vasos y botellas que volaron al unísono como fuegos artificiales chinos estrellándose en el techo y dejando volar millones de estrellas de vidrio sobre los asistentes. Seguido esto, el espectáculo ya no era el grupo que seguía tocando, sino Oswaldo, que además de eso, le quitó el micro al cantante y lo arrojó al suelo junto al atril y lo pisoteó, y pateó hasta destaparlo contra la pared, deteniéndose la música y dando paso a un rumor sin condicionamientos y asombro por el insospechado nacimiento de la ira.
Boyante y sin complejos, la ira de Oswaldo dio una vuelta de tuerca más y no paró de patear mesas sin que alguien le controle a lo que Eric dijo, “esto es una maravilla”, y empezamos a analizar que todo empezó cuando la muñequita que hacía la primera a lo Beatle y su grupo fueron interrumpidas y bajadas del escenario de un modo batante descortés, apagandoles de cuajo el sonido. La mueca de desolación de la muchacha que apenas empezaba para posiblemente atreverse lugo a un "Glass Onion" o bien a un "Rain" irradió una rara maldición, quizás spinetteana, de cuando los ángeles se alarman.
Pero en vez de esto, volví a escuchar a la trompeta, y apareció Miles Davis en medio de la espectacular bronca que por efecto dominó se propagó hasta Magali que me había dicho que algo de actuación había en esa posición de Oswaldo, los azufres iniciaron su efecto y hasta el mozo del bar empezó su griterío, ¡yo también estoy loco y arrancó una ráfaga de disparos de vasos y botellas contra la pared. Era un happening y todos estaban completamente locos.
Eric estaba muy deprimido, me decía, ¡no puedo creer, hace una semana no puedo reírme de nada, me va todo tan mal!. Y en ese momento precisamente dijo, ¡esto es de la puta madre! y comenzó nuevamente a hacer bromas. Por mi parte, me limite a contemplar el suceso pues no me quería meter en una bronca más, ¡una mas ya no! Y supuse que iba en serio eso de ¡llamen a la policía! para llevarse a medio bar con restos de cocaína en los aleros. Pero reflexioné antes en el mal karma del lugar en aquella poca elegancia de no permitir que dos personalidades como Eric y el que suscribe paguen por su entrada no obstante asegurar la compra de varios litros de su cerveza barata que expendían: Zenda.

Un bar cualquiera en agosto

Si Oswaldo, hiciste bien en romperlo todo. Norma me dijo que habría hecho lo mismo. Creo que estuvo bien después de todo. Además, no creo que las fotos porno-personales que seguramente también están en su memoria las pueda alguien decodificar por que me comentaste que la máquina tenía clave.
Solo que quisiera añadir algo, que tanto en la Lima maldita como en los Angeles de los 50, los vientos son terriblemente determinantes en la conducta de los hombres. Como diría Raymond Chandler, durante los meses que circulan en el cielo californiano los vientos Santa Ana, las mujeres engañadas empiezan a analizar el cuello de sus maridos o bien algún hombre de ninguna parte hasta puede animarse a ir solo en busca de amigos a un bar cualquiera a beber un rebosante vaso de cerveza.

martes, 28 de julio de 2009

LA LLEGADA A LA LUNA SEGUN NORMAN MAILER

Sí, la Luna estaba ante ellos, tan visible, por fin, como la tierra del horizonte en las noches de media luz interminable de un verano norteño, el satélite de la Tierra, cuerpo sumamente misterioso, único en el sistema solar, una Luna cuyas propiedades y dimensiones resistían todas las categorías de clasificación entre planeta y satélite, esa Luna cuyos orígenes seguían siendo un misterio, cuyas facciones lunares fueron formadas..., nadie podía demostrar con certidumbre cómo habían sido formadas; bajo ellos, la Luna yacía desnuda en su multiplicidad de diseño. Ya fuera prueba muerta de las fuerzas que actúan en los cielos, o alguna cosa no del todo muerta todavía, lo cierto es que allá, bajo ellos, giraba algún mundo oscurecido de azul y gris plateado, con color sutil en sus bordes y cráteres luminosos a la vista. Era un espectáculo sumamente extraño, extraño como una presencia sobrenatural, extraño como una costa extraña y desierta que surgiese a través de un sueño de cielo y cristalina superficie de aguas. ¿Cómo remar? ¿Cómo respirar? La costa azul y desierta se aproximaba a través del espacio impalpable, catedrales de luz se inclinaban en torno al borde de su curva.
¡Qué tierra se ofrecía ahora a sus investigaciones! Si estaba muerta, era una mente con dimensiones. Era un cuerpo celestial que mostraba todos los indicios de haber perecido en alguna angustia del cosmos, alguna angustia de apocalipsis, un rostro tan cruelmente puntuado como un acné habría dejado a un hombre cuya piel hubiese muerto permaneciendo vivo el corazón. ¡Qué superficie de lavas y cortezas, de granos en la popa y capullos en angustia congelada! ¡Qué escala de extinciones! ¡Qué misterio de líneas y radios y hendeduras que iban de los bordes de un cráter quemado a otro! La Luna era como una vieja máquina de calcular enloquecida y anticuada, con una maraña de alambres todos quemados, un mudo campo de batalla de golpes y heridas y contusiones e impactos de todos los cuerpos voladores o viajeros, o partículas o radiaciones del sistema solar y de más allá incluso. La Luna hablaba de agujeros, torturas, cicatrices, quemaduras y fusiones de magma hirviente.
Embestida, destripada, descuartizada, retorcida, golpeada, una tierra de desiertos en forma de círculos de 80 y hasta 130 kilómetros a través, una tierra de anillos montañosos, algunos más altos que el Himalaya, una tierra de recovecos huecos y cráteres interminables, cráteres dentro de cráteres, que, a su vez, residían dentro de otros cráteres que vivían en el borde montañoso de cráteres enormes, cráteres minúsculos y cráteres de 1,5 kilómetros de profundidad, cráteres tan grandes que el Gran Cañón del Colorado cabría en ellos, como un cráter dentro de un cráter: hay un cráter conocido por el nombre de Newton que tiene 140 kilómetros de anchura y casi 10.000 metros de profundidad; su borde se levanta hasta 4000 metros sobre todas las montañas circundantes, y hay cadenas de montañas tan altas y vastas que se llaman los Alpes y los Apeninos, o el Cáucaso y los Cárpatos. Había también hendeduras, rotondas aplanadas, cráteres fantasma sobre la llanura, cuya existencia se distinguía solamente por un anillo de colores más claros, como si la Luna, en vista de que todas las otras muertes están a su disposición, fuera también una placa fotográfica de explosiones, impactos y holocaustos llegados a ella de otros sitios. Se veían huecos excavados en el suelo lunar, y granos y resquicios y espumas de arrugas sobre las llanuras, cúpulas y conos huecos, montículos de cimas blancas o negras, terrazas amuralladas y cataratas de roca al azar, escupitajos de 150 kilómetros de roquedo, tacitas de huevos pasados por agua, mesas de montaña y rebordes, huecos de barro seco, guaridas de almejas, puntas, aperturas, astillas de malformaciones, cadenas de cráteres, largos y misteriosos tajos, largos como carreteras interminables desde un vasto cráter hasta el siguiente, cráteres oscuros y cráteres relucientes, cráteres relucientes como la fosforescencia en un mar iluminado por la Luna, y largas e inexplicables y misteriosas redes de radios: no se me ocurre mejor palabra o manera de comprender por qué esas líneas volaban a lo largo y ancho de la superficie, miles de líneas que salían de ciertos cráteres, líneas rectas y líneas oscilantes, líneas que se detenían de pronto y líneas que parecían saltar de pico a pico como un lápiz que pasa a lo ancho de una tabla sin cepillar, líneas que continuaban en forma de cien arañazos levísimos, y líneas anchas, anchas como pinceladas asestadas a través de los bordes de un viejo lienzo al óleo; luego, líneas que se entretejían saliendo y entrando por los valles; esas líneas, esos radios de cientos de kilómetros de longitud, hasta de miles de kilómetros de longitud, carecían de dimensiones verticales; no eran, en realidad, ni muescas ni hendeduras; poseían, simplemente, cierta propiedad especial sobre el suelo de la Luna, reflejaban la luz de manera distinta, como si fuera una especie diferente de suciedad y polvo lunares, una capa superior de polvo de alguna especie de mente u orden que hubiera visitado a la Luna después de desaparecer la mente primigenia de la Luna, alguna especie de jeroglífico para registrar la historia de la relación entre la Luna y la Tierra; sí, estudiar la Luna era suficiente para inducir en uno un curioso pensamiento, porque la Luna era un fenómeno, la Luna era una voz que no hablaba, una historia cuya extensión, completamente revelada, era, así y todo, incapaz de dar respuestas: toda propiedad de la Luna resultaba una prueba contraria a ideas anteriores sobre su propiedad. Sí, la Luna era un centrífugo del sueño, acelerando toda idea nueva hasta la incandescencia misma. Hay que contener el aliento cuando se mira la Luna. (...)
Todo el mundo se preparó para presenciar el gran final de la semana más grande desde el nacimiento de Jesucristo. (...) La nave espacial, tras haber dado la vuelta a la Luna e ido de nuevo en torno a su parte posterior, comenzaría el frenazo inicial para el descenso, quedando entonces interrumpidas las comunicaciones por radio. Una hora más tarde comenzaría a su vez la combustión final para el descenso final. Aquarius, carente de radar o giróscopo personal, carente incluso de refinamientos olfativos en su pobre nariz periodística, deambulaba por el centro de prensa, volvía a Dun Cove a ver la televisión, porque en el cuarto de la prensa no había televisión en color, y luego, aburrido de escuchar a los locutores y, finalmente, incapaz de presenciar el acontecimiento solo, volvió al salón de cine y se sentó allí, en compañía de un centenar de periodistas, a pasar la última media hora.
A través de la electricidad estática de los altavoces llegaban frases sueltas. "El águila está estupendamente, todo va bien", llegó a sus oídos, junto con datos sobre la altitud. "¡Todo listo para el aterrizaje, fin!". "De acuerdo, listo para el aterrizaje, 900 metros". "Estamos listos, todo a punto, listos, 600 metros". Así iban saliendo las palabras de los altavoces. A cosa de 384.000 kilómetros de distancia, después de 10 años de preparativos y entrenamientos, mil experimentos y un millón de piezas, 25.000 millones de dólares y un maremágnum de maquinaria, se preparaban para entrar por el embudo de un acontecimiento histórico cuya importancia podría llegar a igualar a la de la muerte, y los periodistas que interpretarían esta información para los lectores del mundo entero estaban ahora agitándose en cortés, aunque creciente, atención, entre las serenas y crípticas voces tecnológicas que llegaban zumbando de la televisión. ¿Es así también la experiencia de estar a punto de nacer? ¿Esperaba uno en una estancia moderna, entre extraños, mientras se iban anunciando números?: "Alma número 77-48-16, lista, pase a la zona CX, será concebida a las 16.04 horas".
Y así las cosas se oyó la voz. Y la Luna estaba cada vez más cerca. (...)
-Luces encendidas, dos y medio, abajo, adelante, adelante, bien, 12 metros, 0,70 metros, abajo, recogemos un poco de polvo, 9 metros, 0,70 metros, abajo, leve sombra, 1,20 metros adelante, 1,20 metros adelante, desviación ligera a la derecha, 1,80 metros..., abajo.
Otra voz dijo:
-Treinta segundos.
¿Serían treinta segundos de combustible? Una leve agitación expectante se cernía sobre el auditorio.
-Desviación hacia la derecha. Luz de contacto. Vale -dijo la voz, tan serena como antes-, para el motor. Los mandos ahora automáticos, el control del motor de descenso desconectado. El brazo del motor desconectado. 413 en funcionamiento.
Se oyó un grito medio de júbilo, medio de confusión. ¿Habían alunizado?
Habló el Centro de Comunicaciones:
-Aguila, oímos que estás abajo.
Pero era una pregunta.
-Houston, aquí la base de la Tranquilidad. El águila ha aterrizado.
Era la voz de Armstrong, la voz serena del muchacho más estupendo del pueblo, el que lo saca a uno del mar cuando se está ahogando y se aleja corriendo antes de que pueda uno ofrecerle una recompensa. El águila ha aterrizado: lo oyó la prensa. Todos prorrumpieron en aplausos. Era ese tipo de aplausos que se solían oír en los cines abarrotados de gente de los años treinta, cuando la película llegaba al final y se oía al médico decirle a la estrella que sobreviviría a la operación. Entonces se inició un pequeño caos: algunos de los periodistas salieron corriendo del cuarto. ¿Tratarían de hacer creer que tenían que telefonear a la redacción? Otros se hablaban casi incoherentemente, y otros seguían escuchando el altavoz, que continuaba al servicio de la tecnología. (...)
Aquarius descubrió que se sentía feliz. Había ya un hombre en la Luna. Había dos hombres en la Luna. Era una sensación nueva, absolutamente carente de foco por lo que a él se refería. Aunque sentía como un leve endurecimiento en la superficie de esta sensación, como una costra de piel emocional que se formaba como consecuencia de su deseo de admirar a unos héroes a quienes no acababa de encontrar admirables del todo, sabía, a pesar de todo, que esta experiencia lo había dislocado tan profundamente como cuando oyó, en la sala de espera de padres del hospital, que su primer hijo había nacido. "¡Qué cosas!", había dicho entonces; ¡qué dato nuevo!, verdadero como la presencia de lo inmanente y, sin embargo, sin localizar en absoluto, todavía no, todavía sin localizar en la cómoda residencia de los datos verdaderos y reales de la vida del cerebro. (...)
Según el programa, aquella noche, bastante después de las doce, iba a comenzar el paseo lunar, por lo que mucha gente se había puesto de acuerdo para ver la cosa juntos. Pero los astronautas, lo que no es de extrañar, no estaban de humor para dormir; por eso la hora del paseo lunar fue cambiada y se convino que sería a las ocho de la tarde. A pesar de todo, esta vez los astronautas llegaron con retraso.
Esperando en el salón de cine, los periodistas se encontraban en un curioso estado de celebración mezclada de irritación. Era difícil, realmente, no sentirse víctimas de una tomadura de pelo. Ellos eran periodistas, no críticos de cine, y esta noche iban a tomar notas sobre acontecimientos que transcurrirían en una pantalla cinematográfica. Claro es que por fin tendrían ante los ojos el gran final de días de un trabajo periodístico sumamente difícil, pero en cierto modo era como si el sistema nervioso de uno hubiera sido confiscado y la última sacudida de un ataque de nervios fuera a tener lugar en una alcoba ajena.
No es fácil comprender la psicología del periodista: van corriendo de un lado para otro como sabandijas; Dios tiene confianza en ellos. A lo largo de los años van formándose una extraordinaria capacidad para localizar el lugar donde ocurrirá la próxima victoria. Si alguien da una conferencia de prensa y al final de ella no se ve rodeado de reporteros, no tiene por qué preguntarse cómo van sus cosas, porque los reporteros se lo han dado ya a entender. Por esta razón, los periodistas tienen fama de ser ellos quienes encauzan el rumbo de las cosas, y es que realmente son las únicas antenas en la concatenación de los sucesos, los tentáculos que nos indican el ritmo de la historia según va discurriendo. A pesar de todo, no hay realidad psicológica como la idea que cada uno tiene de sí mismo. Incluso cuando un escritor ha perdido lo mejor de su talento, dando, año tras año, datos que han perdido ya sus matices, es decir, escribiendo artículos de periódico, así y todo sigue teniendo una idea de sí mismo: que su atención personal puede ser vital para informar correctamente sobre un suceso determinado. Ahora bien, metamos a 500 periodistas en un cuarto para que informen sobre la fase final de un acontecimiento "cuya importancia es equivalente a la del momento de la evolución en que la vida acuática emergió a tierra", y pongamos ante ellos una pantalla cinematográfica y una transmisión televisada en la mencionada pantalla, que no solamente es el primer intento de comunicación desde un satélite situado a más de 300.000 kilómetros de distancia, sino que también, y de esto pueden estar ustedes seguros, está completamente desenfocada. Los periodistas se ponen gafas para no perderse la letra pequeña, pero una pantalla desenfocada añade una herida nueva a la llaga de la herida anterior. Algo en ellos se volvió del revés: observando la Luna en la pantalla eran como universitarios un viernes por la noche en el cine de la ciudad: no se podía predecir de qué se reirán la próxima vez, pero su sentido de lo absurdo era rápido y violento. (...)
De pronto se oyó la voz de Armstrong:
-Okay, Houston, ya estoy en el pórtico.
El auditorio prorrumpió en aplausos. Había también burla, como si la caballería hubiese llegado, al galope, a lo largo del hondón lunar.
Pasaron unos pocos minutos. La impaciencia se cernía en el aire. Luego se oyó un sonoro vítor al aparecer una escena en la pantalla. Era una escena cabeza abajo, cegadora por el contraste e incomprensiblemente el mismo caleidoscopio de luz y sombra que ven los niños en el primer momento, justo antes de que les llegue a los ojos el nitrato de plata. Luego se vieron reajustes y movimientos en la imagen, una enorme nube negra que acabó concretándose en la forma de Armstrong bajando por la escala, una confusión de objetos, una vaga e informe visión de un troglodita con una tremenda giba en la espalda, y voces, Armstrong, Aldrin y el Centro de Comunicaciones, dando detalles de la bajada por la escala. Armstrong apareció en tierra. Nadie le oyó bien del todo decir:
-Este es un pequeño paso para un hombre, pero una zancada gigantesca para la humanidad.
Ni tampoco le vio nadie dar el paso en cuestión. La imagen televisada que apareció en la pantalla era bella, pero seguía siendo tan maravillosamente abstracta como las ramas de un árbol o como un cuadro de Franz Kline a base de vigas negras contra un fondo blanco. A pesar de todo, se oyeron vítores y como una oleada de extraordinaria percepción y conciencia. Era como si el auditorio sintiera una compenetración inesperada con lo sepulcral, como si un horrible estuviera descendiendo, paso a paso, latido de corazón a decreciente latido de corazón, hacia el reino del mismo rey de la muerte, y estuviera informando, poco a poco, de lo que sus sentidos le revelaban. Había desaparecido el ambiente de irritación, y Armstrong ahora estaba describiendo la sustancia fina y como polvo que cubría la superficie:
-Veo las huellas de mis botas y los pasos en las partículas finas como arena.
Durante estos primeros minutos, cada revelación iba a ser un milagro. Habría sido más extraordinario oír que la Luna no acusaba los pasos en forma de huella en su fino polvo, o que el polvo era fosforescente, pero también era milagroso que la reacción del polvo lunar fuese igual a la del polvo terráqueo. Ya había, pues, respuesta a una pregunta. Si la respuesta era corriente, por lo menos era una pregunta menos que quedaba en los espacios solitarios de la mente humana. Aquarius tuvo un momento de atisbo en el espacio exterior, creciente como el charco más y más grande de una pregunta sin respuesta. ¿Era ése el poder que acechaba detrás de la fuerza que en este siglo había dado la victoria a la tecnología? ¿Que la tecnología, por lo menos, era una fuerza que intentaba obtener respuestas a preguntas que pasaban por no tener respuesta posible?
La imagen se volvía más y más descifrable. Alejándose de la escala con un paso vacilante y como saltarín, no muy distinto de los primeros inciertos pasos de una ternera recién nacida, Armstrong llamó al Centro de Mandos:
-Se puede andar perfectamente.
Pero como si aquélla fuera una libertad que no convenía permitirse con los sentimientos de la Luna, volvió a saltitos a la escala.
Las actividades proseguían. Había que tomar fotografías, describir el aspecto de las rocas, el carácter de la luz solar. Una de las primeras tareas de Armstrong era coger un espécimen de roca y metérselo en el bolsillo. Así, si ocurría algo imprevisto, si emergía de un cráter el yak inmencionable o el abominable hombre de las nieves, si el suelo comenzaba a temblar, si, por la razón que fuese, tenían que regresar a la sección y despegar súbitamente, por lo menos volverían a la Tierra con un pedazo de roca, y menos es nada. Esta primera muestra de piedra y polvo lunares recibió el nombre de "muestra de emergencias" y era una de las primeras tareas de Armstrong, pero éste parecía haberla olvidado. El Centro de Comunicaciones se la recordó sutilmente, lo que también hizo Aldrin. Se volvió a oír la voz del Centro de Comunicaciones:
-Neil, aquí Houston, ¿te precaviste con la muestra de emergencia?
-Okay -dijo Armstrong-, voy a hacerlo en cuanto termine esta serie de fotografías.
Aldrin probablemente no había oído.
-Bueno -llamó-, ¿vas a recoger la muestra de emergencia ahora, Neil?
-De acuerdo -cortó Armstrong.
Su irritabilidad era tan evidente que el auditorio rompió a reír.
(...) Risotadas entre el auditorio. Cuando se izó la bandera norteamericana en la Luna, los periodistas aplaudieron. El aplauso continuó, se hizo más fuerte; pronto se pondrían todos en pie para tributar a la imagen de la bandera una ovación en toda regla. Era, quizá, una manera de pedir perdón por las risas anteriores y por la risa que todos sabían no tardaría en resonar de nuevo, pero la experiencia, así y todo, era importante. Una sociedad reductiva estaba contemplando lo irreducible. Pero lo irreducible estaba siendo presentado de manera técnicamente imperfecta. Y de eso sí que podían reírse. Y se volvieron a reír una y otra vez. Hubo momentos en que Armstrong y Aldrin podrían haber sido ni más ni menos que Stan Laurel y Oliver Hardy vestidos de astronautas. (...)
Bueno, pues ya estaba izada la bandera. Habló el Centro de Comunicaciones pidiendo a los astronautas que se pusieran firmes ante la cámara y anunciando a continuación que el presidente de Estados Unidos quería decir unas palabras.
Armstrong: -Eso sería un honor para nosotros.
Director del Centro de Operaciones: -Adelante, señor presidente. Aquí Houston, empiece. (...)
El presidente Nixon: -Neil y Buzz, estoy hablándoos por teléfono desde la Sala Oval de la Casa Blanca. Y esta llamada es, ciertamente, la más histórica que se ha hecho jamás.
Risotadas entre el auditorio. ¡La llamada telefónica más cara que se había hecho jamás! Estentóreos aplausos.
El presidente Nixon: -No encuentro palabras para expresar lo orgullosos que nos sentimos todos de vosotros. Para todos los norteamericanos, éste tiene que ser el día más grande de su vida. Y para la gente del mundo entero, porque estoy convencido de que también ellos se unen a los norteamericanos ante una proeza tan grande. Y es que por lo que habéis realizado los cielos han pasado a formar parte del mundo humano. Y al hablarnos vosotros ahora desde el Mar de la Tranquilidad nos dais inspiración para redoblar nuestros esfuerzos por traer la paz y la tranquilidad a la Tierra. Durante un momento inapreciable de la historia del hombre, todos los habitantes de este mundo son verdaderamente un solo pueblo. Están unidos por el orgullo que les da lo que habéis hecho. Y están unidos en el deseo de que volváis sanos y salvos a la Tierra. (...)
-Gracias, señor presidente -respondió Armstrong con voz no del todo impávida.
¡Qué momento para Richard Nixon si las primeras lágrimas jamás vertidas en la Luna fuesen consecuencia de sus palabras!
-Es un gran honor y un gran privilegio -prosiguió Armstrong- ser representantes no sólo de Estados Unidos, sino también de los amantes de la paz del mundo entero.
Cuando hubo terminado saludó.
Norman Mailer
El gran libro
Adaptado de Un fuego en la Luna, de Norman Mailer, el nuevo libro de Taschen tiene una edición limitada de 1969 ejemplares, en dos ediciones. Ambas poseen una fotografía enmarcada en polimetilmetacrilato ( plexiglás ) firmada por Buzz Aldrin. En algunos se incluye una pieza certificada de meteorito lunar. ¿El precio? 750 euros. A la Argentina llegará a fines de julio.

martes, 23 de junio de 2009

EL LOCO ALBERT

Las consideraciones no eran muchas, pero parecía estar preparado a no recibir mucho. Total, parecía alguien que según su aspecto no la venía pasando tan bien. Así veía a este amigo, español, catalán, chamán, convencido deque en esa montaña estaba el único lugar seguro en el mundo. Madre Selva, allí fue a derivar de ir de tumbo en tumbo en las misteriosas corrientes que le convertían en un nómade sin serlo, pues tenía su casa en Calca, Cusco, con su buena espsa alemana. Albert, personaje completamente novedoso, sorprendió a Miguel, el limeño, Johnathan, el irlandés, y a Benny Hill, en la rara cantida aquella en la selva donde fui a parar pr tantas noches contemplando el ajedrez, o apareciendo como si fuese corriente llegar diciendo que releía el asunto de las leyes de la termodinámica.