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domingo, 29 de enero de 2012

SESO CON OTRO

Era una extraña reunión. Siendo primos jamás nos habíamos reunido para nada. Cada uno superaba los 40 y apenas compartimos dos o tres momentos en familia cuando eramos niños. Cada quien había hecho su vida a su manera. A espaldas entre sí. Pero la consanguineidad es fuerte, ahora lo veo, y estaba aún presente siendo, no obstante, muchos los años que pasaron sin vernos las caras. Es por eso, ahora lo siento, que en cada muerte aparecen desde los confines menos esperados quienes te llaman a tu celular recordándote ser de tu misma sangre.
La circunstancia de aquel encuentro fue en una noche de verano en la siempre pecaminosa Lima. Fue uno de esos huecos en el tiempo cuando la oportunidad dictaba no solo que no había otra cosa que hacer sino ver a los que vienen del mismo tronco. Y ocurre que para que esto suceda debe ocurrir algo extraordinario, inesperado, como haber olvidado cargar el teléfono para no enterarme de la invitación que hacía un amigo congresista a la gran cena de asuntos político sexuales, además de encontrar por casualidad en youtube la fabulosa canción extraviada de esos años entrañables de desinterés absoluto, por lo cual me quedé en casa y solo así recibí esa visita sorpresa. Tenía deseos de algo, es que las canciones poseen la mágica virtud de ser alojadas en el hipotálamo, donde se depositan todas las emociones y químicos de la felicidad correspondientes a la juventud primera. También algunas encierran tristeza. Seguramente la culpa fue de la música diría el iluso. Los primos llegaron a mi casa. Supe que uno era médico, otro arquitecto. El siguiente no era primo, sino mi hermano, un personaje muy dispar y coherente, es ingeniero, a quien quiero mucho, seguramente porque tenemos cierta identidad filosófica en ciertos asuntos de importancia que no vale la pena clasificar. Todos ellos llevaban una vida formal excepto yo, que siendo dueño de la casa me movía con cierta emancipación para algunos exagerada, pero que en virtud a esta el programa de mi vida se había descolgado al detenerme a escuchar ese tema de The Who, Behind Blue Eyes. No es que escuchase ese tema en los 70, pues era muy niño, ni en los 80., cuando Lima era un mundo rock. Era un tema que lo llevaba en el incosciente. La visita de mis primos me hizo percatar de que no estuvimos cerca en esos años 80, cuando se acendró mi vocación de ser siempre joven incuso hasta viejo. No sé en verdad qué factores se aglutinaron para organizar una noche que, como verán luego, se tornó primero en fraternal, luego diabólica, rodante, concuspicás, entre mujeres de moral liviana, cocaína, marihuana, hasta la volcadura en la playa del auto de mi primo, quien muerto de risa al ver a su auto nuevecito de cabeza y la gasolina saliendo a un costado decidió incendiarro gritando ¡puta madre que bien lo que hice! El asunto central se basaba en que cada quien estaba de algún modo harto de su vida, y en el encuentro conmigo, que había hecho muchas cosas que le placía, como un don sata disfrutaba el irse a la deriva de los demás. A mi primo Nano, dueño del auto siniestrado, su mujer le había hecho cuernos y la idea de una familia perfecta y de colores cálidos se fue de bruces. La mujer, con problemas psicológicos no mayores a los de cualquiera, resultó que se revolcaba con el psicólogo. El pobre Nano estaba desesperado y quería matarla tanto a ella como a su amante. Pero en la reunión donde bebimos varios tequilas, (a quien se le ocurrió ese disparate), Nano se dio cuenta de algunas cosas. De que por más palabras apaciguadoras, era imposible que se quite de su mente las imágenes relampagueantes de su mujer retorciéndose de placer hasta mamándole el falo al doctor. Fue entonces cuando intervine. -Debes considerar esto como, a lo mejor el hecho me mayor fortuna que pudo haberte pasado. Nano y el resto de mis primos estaban muy sorprendidos de mi expresión. Proseguí –Hay esta noche una eclosión de algo, de libertad. Hasta hace un tiempo descontabas la posibilidad de reunirte con tus amigos con todo el derecho que te ha dado el no tener un matrimonio perfecto. Ella te ha dado los argumentos para ejercer nuevamente la libertad. Ella, una mujer dedicada a la ingeniería de sistemas, e indudablemente tenía el ego lo suficientemente hinchado no solamente para sentir que esta vez puede competir con su hombre que de vez en cuando se atreve a darle órdenes, lo peor, en público. Y qué mejor venganza que la de irse a la cama con alguien que le agrada más que tú, por el hecho de ser un producto masculino nuevo. Ella ejerce su emancipación tirándose a los brazos de cualquiera, lo que no quiere decir que el que se la cepilló sea un pobre tipo, a lo mejor todo lo contrario. Miremos al mundo entero. Los hombres al emanciparnos solemos tener sueños a veces absurdos como buscar nuevas fronteras. Ella se ha dado su gusto, pero hasta qué punto. Te ha dado las armas para cruzar tu propio Rubicón, no debes más decirle a dónde vas en las noches, si a una biblioteca a o a buscarte a la del número 17. Pero mira lo que haces. Haz ido a la búsqueda de la sangre, la familia, y gracias a ellas estamos reunidos bebiendo unos tragos y escuchando a todo volumen en esta playa a los Beatles, y gracias a ella estas rufianas que nos acompañan están contentas de disfrutar el instante, pues curiosamente, a las mujeres o bien les interesa el porvenir con un hombre o acaso todo lo contrario. El instante eterno. Mira a Lucila “Very good”. (el coro dice Very Good) Ella, reina de las discotecas, es una flaca que se equivocó y tuvo dos hijos. Pero mírala ahora como bebe, cómo disfruta, cómo es sincera y no finge, no le interesa tus sueños, tus locuras ajenas a si estas dan o no dinero. Ella no necesita apreciarnos. No se avergüenza de bostezar si le comentas algo profundo. No le debes felicidad o un departamento. Bosteza porque no hay porqué esperar que la ames. Otra mujer mostraría atención y trataría de comprenderte, cosa que sencillamente es imposible en Lucila. Sabe ella que perdió, que al regresar a casa, baja un poco más la espada de Damocles de que su belleza juvenil pronto se le irá de sus manos, y deberá preocuparse por dar qué comer a sus dos hijos menores. A Lucy solo le queda desfogar su frustración hablando pestes de su ex marido, el que la abandonó harto de que le llame inútil, y es que era un bueno para nada. Y viva noches de ficción, extraordinarias, musicales, intensas como estas, disfrutando con tipos como nosotros, animales verdaderamente, seres de ficción, caras, máscaras, humo facial, y nosotros las alabaremos y pelliscaremos el culo, pero jamás las llevaremos al altar. Ni a ella ni a ninguna, porque dos veces no se comete el mismo error. Con algunos años de experiencia, majos, pudientes y con la picardía que nos otorga el ser ganadores de nuevas fronteras, a la vez somos irresistibles para sus incursiones por la masculinidad plena. Les encanta cuando metemos la mano a la billetera y vemos el dinero. Obviamente también saben que somos unos estúpidos si creemos en verdad que por eso valemos. Nos tienen bien tarifados. Lo tienen en el chip. Pero, fíjate. Al final, inteligente o no, a toda mujer le fascina los hombres que hacen las cosas prohibidas: Como proponerle una cita amorosa. Y tu pobre mujer solo es eso, una mujer con apetencias, no sé si tan auténticas, pero en fin apetencias de probar clandestinamente lo que para nosotros está en cierto modo instalado en nuestra naturaleza, o en todo caso legitimizado. Es interesante esto porque de allí surge el perdón de ellas a nuestras canalladas. Tal vez de ellas deberíamos aprender eso: el perdón. Pero el perdón cuesta tormentos, no es barato. Es posible ahora que ella al revocarse con otro ya te haya perdonado algo. Te diré que para ellas hasta el más profundo orgasmo con otro debe estar tendido de un argumento, sea venganza de que el marido la cuerneó, deseo de emancipación o actualización. Para nosotros no. Una mujer puede sernos a veces una forma de matar el tiempo. Ella, en cambio, necesita justificar su transgresión porque no es su naturaleza ser infiel. Se ha hecho gen esta tendencia. Ahora, es cierto que ellas odian ser amas de casa, como si ser hubiese sido un acto de resignación. La televisión las liberó. Marilin, Bardogt, Madonna. Por eso de nada vale que se hayan inventado lavadoras, secadoras, y toda la tecnología que existe. Ellas quieren el Nobel. Y lo tienen. Quieren países, barcos, dirigir las guerras. Y aventuro más sosteniendo que por más que se automatice todo y no tengan ellas ni ellos nada que hacer y por más que el hombre, por ordenanza legal, viva con el delantal puesto, cocine (que lo hace mejor) y además se declare a sí mismo como infinitamente un puerco, (solo para darle gusto a ella), ellas siempre maldecirán verse obligada a lavar un plato y a no abandonar a la criatura pro que son madres. Y saben que su destino sería peor si es que se separa del hombre. Pues ser mamá y papá sí que es duro. Ella, la mujer, se muere de miedo de estar sola. Pero el hombre también. Es un perro domesticado. No un macho.. un machorro. Un mutilado por la democracia sexual. Mientras la mujer hace un esfuerzo por reivindicar su dignidad perdida hace miles de años y recuperada recientemente, por la fuerza del hombre, pero también por la inercia inesquivable de su instinto maternal, el hombre siempre busca su libertad momentáneamente perdida. Irónicamente ella misma, la mujer, es quien le hace dar cuenta de que la ha perdido. Tu mujer desea que seas libre, y por eso se revuelca con otro, y por eso estás aquí, con nosotos que no te pedimos venganza sino agradecimiento al tipo que le sacó los conejos mientras tu mirabas sin alteridad los culos de otros. Ella te ha dado nuevamente la libertad, una vuelta de tuerca en tus ideas, ella merece un monumento y todo nuestro aprecio. (Aplausos) Si, seríamos unos irresponsables completos si te inducimos a vengarte de quien a lo mejor te supera en muchas más cosas, porque ellas buscan a estos. No veo factible que seas su amigo, ni que compitas en nada con él. Es un asunto femenino que si él no la echa de su lado y se preocupa por arrancarla de tu hogar sería mil veces más estúpido. Así es que tú le harías un favor espantando al amante de tu mujer, porque si no lo haces, la peor venganza que podría haber es no hacer nada y dejar que ella se largue con el hombre que, te aseguro, no desea llevársela de esposa. Luego de estas palabras el desenfreno dio su curso con la docilidad del acabado que se da al roer silencioso del alcohol, en fumarolas de pensamientos y aspiraciones helénicas, contaminándonos de los senos de las cornetudas esas de labios diabólicamente decadentes, perdidas por naturaleza, que no descuidaban la broma ni la chispa al momento de ceder a una penetración mayor , sea en la arena, el mar, o el auto. Nuestros prfiles en ese anochecer delataban una decadencia zepelliana, una inconsistencia de la vida, que seguro se reestrenaría en otras ocasiones, pues el rubicón vencido nos obligaba a no parar. Tomamos el auto y comenzamos alcoholizados a saltar por las dunas desérticas, ya era medio día, y teníamos el automóvil repleto de alcohol, drogas y muchachas dispuestas. Y demoliendo nuestros instintos, abjurando a cualquier conciencia, infinitamente torpes, hicimos pedazos el momento como una bomba cuya onda expansiva te lame los pies.

viernes, 27 de enero de 2012

EL ENCANTO DE LA MALA EDUCACION

Ya casi es una falta de educación esta de morir sin despedirse. Y ese enfado me atiborra llevándome a la descortesía de ir por el verano llevando en la mano el hígado de tanto malhumorar ante una nueva réplica de la finitud de la vida. Ya me veo un cobarde llorando ante la proximidad de mi muerte, rogando a Dios y maldiciendo al destino mi infortunio. Me figuro tomando crucifijos y mirando sin sexualidad la tierra, para probar, y esa sí que es timba, que el más allá me espera con los brazos abiertos. Reflexiono ante la ingrata noticia de la muerte de Roberto, más que mi amigo, mi estatua de grasa que aprecié al tener en mi haber aquellas noches cuando aún trabajaba en el Expreso, cuando nos sentábamos por horas en el café Hatí a conversar de todo, pero sobre todo, de nada importante. Eran horas infinitas que cursaban suavemente como meandros hasta que los mozos nos echaban, eso sí, gentilmente porque “el gordo” sí que sabía dar propinas. Este “gordo” era desproporcionado y poseía el pragmatismo de la moneda, el amor de la humanidad pura, y el desprecio del buen hombre que no da oportunidad a que alguien le sintiera envidia. Negociante una vez me dijo que apuntaba a tener un millón de dólares, que seguramente es lo que vale su casa dejada a su esposa y cuatro hijos, uno de ellos de su ex mujer. Tenía una cámara fotográfica y zoom de largo alcance para tomar fotos a chicas en las playas, y cuando pasaban por las mesas del Haití, solía poner puntaje en las servilletas, y con ambas manos levantaba a vista de todos. Era uno de esos tipos a quienes le presenté algunos amigos relacionados a la política, y el, presto a conocer nuevas personas, estaba encantado de hacer amistad con ellos tan solo para pasarla bien. No importaba la condición económica y moral, sino que le caiga bien una persona, a quien podía presentar a su madre, llevar a casa, invitar a cenar y a revolver a las personas en su todo simple y abultado. Le relajaba la política. También le importaba. Pero como dije, era un pragmático que tenía las cosas bien claras. Amar a su familia con ardor y lealtad. Una vez se comproó un auto de líneas bajas para desplazarse en Lima, pero en verdad para llevar adelante sus incursiones nocturnas por los más tolerantes agujeros de Lima. Y allí era un conde que movía con audacia su capa, dejando a las palomitas comer el maíz de sus manos. Y era entonces uno más. Naturalmente se reía de todo esto. Y esa era su alegría y desgracia, por que era un hombre que se rió de todo, inclusive de la diabetes y sobrepeso que le afectaban, y una tarde, riéndose de un dolor insignificante, a lo mejor pensó que podía vencer a la ley de la gravedad, y así de sencillo, el Caterpillar que desaduanaba perdió equilibrio y casi se fue encima suyo. Arropado en diciembre lujurioso, sin poder hacer compras a los niños, alejado de las erecciones y de todo placer, el gordo padeció una agonía de algunos meses. Nada hacía presagiar su muerte, excepto el desánimo que le ataba al pesimismo. Lo insoportable que se puso debió ser tremendo para un hombre activo y autónomo. No, no iba a durar mucho entre algodones. Su vida no se lo podía permitir. El, que solía alzar la voz donde esté, no se dejó vencer por esa resignación que empezó a tomar cuerpo en si, para seguir, pero seguir qué. ¿Una vida de paralítico gozando prematuramente los placeres en otro? No. Murió de un infarto. Fue instantáneo, como una pestañada. Al parecer ni hubo dolor, O tal vez un simple y veloz agujazo, con el cual se compadeció el destino de un hombre que nunca quiso ser vencido por nadie. Adiós gordo.
El Ukukus abrió sus puertas a principios de los años 90, sobre los escombros de un país desangrado tras mas de diez años de violencia terrorista que terminaba en un laberíntico presente donde, aun así ningún mañana estaba asegurado con firma de notario. Era poesía y riesgo. Florecía nuevamen te esta ciudad
, sin aroma a jazmines como mi Lima en verano, pero con una atmósfera llena e inquietante sostenida por un ayer tumultoso, histórico, trágico y confuso. Pero en ese instante, tan alegre, insuflado por la aun en ciernes fragancia fresca de la paz. Nunca fue tan europea como las demás discotecas tributarias a la Plaza de Armas de Cusco. Era mucho mas que una disco, una argamasa de amigos concentrados en un cosmos de dimensiones esotérico andinas, cuyos propietarios, cobrizos, peruanos, con mote y restos de hojas de coca entre los dientes, se enorgullecían de capitanear una tan chola y tan alegre e internacional como ninguna otra discoteca en el Perú. Y aunque tenía el alma andina en sus raíces fundacionales, todo en ella fue sometido a la licuadora del rock y del arte, disolviendose todas las diferencias de un país traumatizado y mestizo. 1990. Cusco luego de muchos años por vez primera, recibía a miles de turistas, quienes con sus mochilas rojas, amarillas, verdes, y sus caras rojas y labios quebrados por el frío, al llegar la noche, cansados de excursionar por alucinantes restos incas, buscaban una barra donde apoyar los codos y alambicar con un ron o un tequila sudamericano en la cabeza, lo que apenas empezaban a entender, lejos de una vida automática, precisa y para muchos sin sentido. Y aterrizaban, como yo, en la barra del Ukukus, donde resulta que en esta ciudad liberada, la mácula no era mácula ni la pureza, sino otra cosa, en la que era posible siempre una sonrisa, pero claro, una complicidad propia de donde todo iba mas allá del bien y el mal cristiano. La barra donde por desgracia nunca llegó la sufrida Clorinda Matto de Turner, la escritora frustrada por sus ideas liberales y sus orgasmos ocultos, era la que mas amé en mi vida, y donde me topé con imaginarios Arturo Millers, Kafka, hasta con un amigo periodista mío, el zambo Edgard Lozano, quien desapareció trágicamente, precisamente en esos años tenebrosos que precedieron al Ukukus. El equipo del Ukukus, era especial. Fluía en actividad como poseído de un espíritu inquieto, pero al mismo tiempo sereno, si se quiere libertino, no huidizo como los bar tender de las frías discotecas de Lima, por el contrario, de una buena manera de corazón, que pasaba por alto el exceso de ese frenesí de sex drug and rock and roll de los Andes. Monitoreando la cápsula de los sueños, estaba un equipo grande, familiar, entregado, cuya fórmula espiritual era la exacta de un buen ruso negro o de pisco sour con el que e gentío solventaba los ánimos extasiados, a pulso sensual, atrayente, encaramados en climas donde era posible llegar a Marte, o planetas mas lejanos, de donde tal vez partiron los pulpos en su equinoccial viaje a la tierra, sin saber que con ellos se haría tan buen cebiche. Pero así fue desde el principio, excitante, maculoso, lúbrico, sensual, donde los amores furtivos flotaban en miradas prometedoras, a veces medio putas, bajo el destello luminoso de una febril pestañeadota. Y el amor iba de mesa en mesa, bajo el elixir de una mezcladora de sensaciones de gente polivalente, cruda, simple, curtida, amarga y feliz, proveniente de todo el mundo, de aquí y de allá, gente a veces diferente, y a veces extraña, verdaderamente muy extraña. Atiborrada de tanta, Ukukus mostraba el pleno en cada noche, sea lunes, jueves o domingo, donde rodaban en la extensa barra los vasos duros y rebosantes. No muy lejos del primer día de abrir sus puertas de pesada madera de trescientos años se hizo naturalmente albergue de todos los locos de la ciudad imperial: músicos, intelectuales, guías de turistas y por supuesto, turistas emocionados. En Ukukus cabían todos los proyectos posibles de arte, pintura, teatro o escultura humana. Las leyendas que sobre aquella casa persistíeron por años fueron cediendo a la aparición de una nueva leyenda que era la discoteca, cuyos pisos de listones crujían de tanto frenesí bajo el pleno de danzantes a su manera, todos, atrapados en la maquinaria emocional. Rojo encendido eran muchas de sus paredes, tan tojo como la sangre coagulada de los muertos que fue dejando el país en los años de horror, y sus mascaras terribles en cada una de las paredes parecían mirar desde los orificios de sus ojos. Estaba llena de alucinantes esculturas, productos de alguna mente mística envuelta en varios viajes de ayahuasca, el brebaje mágico de los incas. Estaban por todos lados los locos con sus cabellos largos, a veces luciendo canas, o cabellos lacios de bricheros imitadores de Tupac Amaru, haciendo la ruleta, con un “con guit mi”, a ver si alguna gringa o gringo se animaba a llevárselos a sus países, lejos de este infierno de la desocupación y el desamparo. Y muchos lo lograban, regresando con ojos distintos a la misma barra a pedir lo de siempre, a darse abrazos y besos con los amigos de siempre, que seguían allí, como si nunca se movieran, si claro, quizás un poco mas viejos, pero igual de atrevidos, algunos estupidizados por no poder bajar del avión, siempre nadando vida entre nubes de humo y vapores de caleidoscópicos aguardientes. En una de esas noches, en uso de esos años vacíos de mi vida, caí en el Babilonia. Estaba algo triste sin saber que estaba haciendo en mi vida, atorado en un estancamiento vital, familiar, profesional sin precedentes en mi vida. Me apoyé en la barra. Estaba tan gastada y llena de agujeros por las miles de manos que pasaron por ella y estaba señalizada por agujeradas de cigarro o restos de centenares de cubas libres derramados por años. Al finalizar la noche, o mejor dicho, al llegar la madrugada siempre habían borrachos apoyados en la tabla donde no faltaban quienes se subían a mostrar las nalgas en climas de irresistible y exultante alegría. Y estaba una vez mas con un gin tonic contemplando lo que había a mi alrededor, las luces, la cabina del malhumorado dj, el presuroso caminar a ninguna parte de las bricheras tomando como asunto de fin del mundo que el francés de barbita se haya ido con la otra y no con ellas. Levanté la vista sobre la barra y casi tres metros de botellas me miraban de lo alto, sonriéndome, relucientes, como putas de la calle, y me sentí envuelto de un magnetismo instantáneo, seguramente construido en años, con ese tropismo, ese ir a venir, casi natural, de tanto de todas partes que se colgaba sobre la barra para desahogar en silencio una pena o, de lo contrario, conocer alguna nueva amiga a quien llevar mas tarde a la cama. Pero esa noche, no podía negar esa sensación de fracaso que me agolpaba el pecho desde muchos meses antes, luego de una vida azarosa entre cosas aparentemente importantes aunque, al final, sin ningún significado para mi. Y nuevamente pasó la bar tender que ni me miró. Con el tiempo, al verme una y otra noche ahogándome en la bebida, nos hicimos conocidos, y fue cuando al verla sonriendo desmesurada, como lo era, y amada por todos, le dije desde el fondo de mi cínica soledad. -Eres la arquitecta de las emociones. Coqueta, recibió el piropo antes que me perdiera en la mueca de una máscara de ojos vacíos, que me señalaba que esa fulana extra, estaba sola. La bar tender se llamaba Anita, y era la cajera. Se trataba de la hermana del dueño, un chico de ojos sanos pero de alma atormentada por lo que creía mensajes para si del mas allá andino, y el muchacho, en un tributo permanente a los dioses caídos del mundo inca, no se perdía una fecha importante en el calendario de los incas para hacer los respectivos pagos a la tierra con hojas de coca que contritamente colocaba en la cima de alguna montaña mágica. Si, la coca era la planta mágica de los incas que por cientos o miles de años dio el alcaloide anímico a millones de campesinos pobres y sin anhelos de los andes.

A mi viejo teclado

Este teclado es un torpe. Va con mis dedos de falso albañil, de modesto guitarrista que no dio importancia cuando la tercera cuerda le hundió una herida en las yemas. Le gusta o necesita, que es una forma de gusto, que le golpee rudamente, un amasijo de letras que abc a organizarse, humilde, sumisa… a mis caprichos. Mis yemas le deben su ser a la tercera de mi vieja guitarra. Strauss, vaya nombre para guitarra chusca, comprada entusiastamente con mis primeros sueldos, tercero para ser más exacto, en la tienda de quincha de Colmena y Alfonso Ugarte, en la mas hostil, orinada y tropical, Lima. Lima, la fea que nadie quiere conocer. También mis yemas le deben algo a esta guitarra sonora, aunque no sea la misma que la heroica, que apareció en apagón, que canceló el falso juego de ludo que inventaron en Mirones. Que muerta estaba. Le arrancamos un ser vivo que lloraba, que se encontró en su hora bruja, cuando el apagón de sendero nos dejó a toda la ciudad y a nosotros sin el juego, hundidos en la oscuridad de la noche acabada. Era una guitarra huérfana y guerrera. Como la mía, ni huérfana pero si heredera. Y este teclado sodón, me han dado mas que las alfombras rojas y no sabes bien planeados de mi aventura al entrar.

jueves, 26 de enero de 2012

LA CLASE ALTA DE LA IZQUIERDA

caviares son tipos en el fondo simpáticos. Son como los Hyppies. Irresponsables. Eso si, sin el radicalismo manifiesto de Hendrix, ni la potencia de The Who. Todos han sido gra ndes fumadores de mariguana y es lamentable que no lo hagan únicamente por haber mal educado a sus hijos. Ahora hay que recordar que muchos caviares se hicieron capitalistas al máximo como Mc Cartney o los Rolling Stones, que juegan a ganador. A los nuestros les encanta que les digan caviares. Se sienten de la clase alta de la izquierda. Saben que no pueden escalar en la empresa privada donde mandan los resultados. Por eso es que los periodistas caviares siempre van a diarios subsidiados como Diario 16 o La Primera. O bien a organismos tambipen subsidiados. En términos hindúes podrían ser un tipo de reencarnados provenients de bacterias u hongos que se simbiotizan en árboles o organismos superiores hasta destruirlos. Es debido a su inteligencia, que la tienen, solo que inutil. También habrían sido en otra vida sangijuelas. Son ingenuos por que siempre creen en las bondades del hombre, sin darse cuenta que mirándose a si mismo conocerían el lado frágil del buen hombre. Todos fingen ser educados, y les encanta Buñuel. Ninguno jamás ha leido a Ezra Pound, pero si a Benedeti. Ninguno lee jamás a Shakespeare, pero critican a los que a veces en la peluquería no habiendo más que leer, puede ser tan libre que salta de un Tito Andrónico a una vulgar couchetada de Magaly o esa revista sembradora de odio llamada Hola

miércoles, 25 de enero de 2012

Fragmento

Perú está lleno de gente dudosa, de mirar resbaloso, acomplejados que no muestran el dedo índice al que incomoda. A veces da ganas de tirarse la mujer de un imbécil que le pega en secreto y pone buena cara al resto, y luego de eso es muy interesante persuadirlo al suicidio. Sabes baby? He hecho muchas cosas locas en la vida, pero tomar la justicia por mis manos ha sido, te lo juro. Pura casualidad
Me quiere mucha gente, otros me odian, pero de verdad amiga, y la verdad es que hasta ahora, como me conoces, muchas veces parece que me salgo con la mía. de hecho hay momentos de quiebre, pero cariño, el saldo es positivo y con 16 de nota.

lunes, 23 de enero de 2012

EL QUE PRETENDO SER NO ME CONFIRMA SI ES

A veces me pregunto si soy o no el que pretendo ser. Y me encuentro con muchas opciones más o mejor enfocadas en los paradigmas de éxito. Pero lo que es difícil es encontrar a gente que lleve tan extremadamente la variedad en el vivir como yo. Al menos en el ámbito en el que me encuentro. Suelo viajar por las profundidades amazónicas y desafiar abismos por los que casi cualquiera temblaría. Al mismo tiempo observar y sentir en toda su extensión la génesis más profunda de las trompetas, saxos y hasta la forma como encañonan los sabios el que emana silbidos con los que Pat Metheny organiza una metamorfosis jazzistica. Lo único que importa en esta vida es la convicción. El poder de creer. Lo sé. Han pasado algunos días desde que empecé a escribir estas líneas, y condiciono todo a una cosa. Lenguaje binario, tautología puta, ser o no ser, más o menos. ¡No! Declaro la muerte del álgebra y de las paradojas axiomáticas. En la vida y la muerte, o mejor dicho, entre la vida y la muerte no hay números primos. Como tampoco en el juego. Rojo o negro. Cero uno. Y es injusto que no haya el derecho a titubear. Una pestañeada y el juego se arruinó. Por eso adoro los sistemas perfectos. Porque en su inhumanidad se encierra ese sino e imperfección del hombre, querer romper sus propias reglas. Hacer sistemas expertos es la prueba de nuestra imperfección, defectuosidad y locura. Ya lo hemos hecho innumerables veces. Pro romper las leyes de la gravedad no solo fue asombroso, sino principalmente hermoso. Pero vamos, la justicia es una exageración. ¿Acaso el que en vez de cero hizo uno y fue sorprendido por un enajenado y murió en sus manos no es algo ajeno a los principios de justicia? Siempre, por más que avancemos, la justicia terminará en nuestras manos o en “nuestra no acción”. Porque la no acción es una de las peores formas de violencia. Y no me refiero a la de los movimientos ajenos a las revoluciones, sino a esa indiferencia que queremos a fuerza de voluntad que nos merezca el oprobio del que decidimos moldear, poco a poco, día a día, gusano. No dar al otro la oportunidad de ser el alter ego, el espejo en quien curar sus taras.

miércoles, 18 de enero de 2012

MR ADAMS, NI DOS EN UNO, NI DIEZ. TODOS EN UNO

En un tiempo gris, sombrío, muy sombrío, el escándalo era lo que sucedía en mi abismo particular. Lo escandaloso del escándalo era que esta calamidad acontecía con puñetera realidad cubriendo todos mis aspectos, pero fuera de mí el mundo discurría con normalidad. La niña miraba el gato y el verdulero seleccionaba las peores arvejas para camuflarlas al fondo. Si, la idea siempre es que no nos demos cuenta de la estafa. Los amantes apurados se besaban después de robar unos minutos al horario de oficina para reanudar su hipócrita existencia con holas distantes y cero guiños. Y así todavía nos oponemos a la biotecnología. Ingeniero, humanista, dictador, homofóbico, tolerante, busca pleitos, pacifista, anti todo, pro todo, amante y esquivo, fiel y torcido, acerado y manual, maleable y tenaz. Uno no puede ser uno solo en esta vida, ni varios en un instante. Yodos son fragmentos que vamos haciendo a cada momento. Imposible ser uno siempre, sino otros y otros, para solo de vez en cuando condensar eso en algo, eso es arte. Eso soy , eso somos, aunque no sea oportuno siempre darse cuenta. (Borges dijo que ya era sospechoso que la vida tenga sentido. Bueno lo es mas que tenga oble o triple sentido)

jueves, 12 de enero de 2012

ESCUPITAJOS

Mis amigos me han dicho por qué no publico de una vez la colección de ensayos o, como diría el periodista Emilio Bobbio, mis “escupitajos mentales” y relatos cortos. Mucho puede atribuirse a la flojera de llevar a cristal el efímero y flotante imaginario, para dejarlo, como contrapartida, en su albedrío, es decir, en su nacimiento y muerte interrumpida por las obstruccionistas frases de elogio o de desprecio que puedan llevar a que mis palabras trasciendan.
No sería muy difícil llamar la atención denominando ingeniosamente "imbéciles" a los que desde luego ignoran que son, o a lanzar mis diatribas contra feministas, homosexuales, economistas, periodistas, sacerdotes acusándolos de pederastas o pervertidos.
Tampoco podría evitar la fama comenzando a describir una anatomía del acto corrupto, el procedimiento como los aspirantes a delincuentes de cuello y corbata van eligiendo sus personas de confianza hasta el momento de pedirles que depositen la “comisión” en nombre de un vecino inrastreable “pero mejor no deposites tú sino otra persona”.
Lo que ocurre es que a muchos encanta mostrar este tipo de intimidades, ven tirarlas públicamente, y construir espejos en los que uno o el mundo pueda verse tal como es, deforme o mucho más esbelto, que es el caso de los que no quieren ver nada, bueno de los periodistas en general que nunca toca el asunto del lavado del dinero narcotraficante por parte del estado o los bancos.
Este asunto, precisamente me dijo un amigo que apuesta, bueno, que dirige una inversión de trescientos millones de dólares y que sabe bien por donde pasan los ríos del dinero, tanto en Perú como en otras partes de Latinoamérica.
Y claro, una vez le dije a un simpático periodista del The Washington Times que el Perú era una narcorepública.
Cómo no tener cosas atractivas que contar, como otro periodista norteamericno en plena selva peruana me dijo si sabía donde conseguir cocaína a las de de la noche, a lo que respondí que no lo sabía, y el comenzó a reir cómo no podía haber un gramo de blanca en el país de la coca barata. Pues le dije, así es como se esconde el negocio, pues a pesar de que la estén cocinando por toneladas, es muy difícil que puedan confiar en un periodista peruano o norteamericano que se anda bebiendo unos tragos por el camino.
Puedo como Bayly hablar de mis genitales o como Umbral decir que la poesía de Machado es dudosa o la pintura de Velásquez un afrancesamiento, o de Vargas Llosa que es un pobre monigote enclaustrado en sus demonios de niños, a quienes también debían de atribuir una cuestionable valentía.
Pero en verdad no creo ninguna es estas opiniones con las que sería muy leído. Pero ante el pedido de mis amigos, me veo forzado a ver la forma de editar algunas de mis impopulares reflexiones que sin lugar a dudas más tienen que ver con mis puntos flacos que virtudes, aunque las voy aderezando de ritmo, si se puede así llamar al fuego que a ratos aparecen en mis palabras.

VIVAN LOS PITUCOS, CONSERVEMOLOS , QUEDAN POCOS

Una vez en la discoteca Nirvana me sorprendió que, a diferencia de otras, nadie me robó el vaso. Esos espacios de honradez me hicieron pensar que todos estábamos allí porque al menos en algo queríamos ser mejores. Nos dimos cuenta de que en la escala de las emociones, la indignación al hurto, frente al terrorismo bizantino, a la mentira, al elogio convenido, es decir, el que ese da a cambio de que el otro elogie a uno, no era el camino y, es más, dañaba.
Si me molestan los pitucos, como dice un columnista guayacolizado, pues diría que no son tan dañinos al ser una especie en extinción, arrinconada a sus cenáculos marinos o campestres, donde vemos que con dinero, blanco, marrón o azul –la persona o el origen del billete-, uno puede darse el gusto y roce que prefiera.
Está comprobado. Lo que sí es malo es tachar a alguien por que no se da cuenta del entorno polvoriento y magullado del de abajo, por que nunca tuvo que ir allá. Ejemplo. Yo no detesto a los iraníes ni a los yemenitas por que no los conozco.
Lo que sí puedo suponer es que en general los humanos tendemos a ignorarnos a menudo, y eso es a veces molesto, pero absolutamente superable.
Nadie va a quitar al imbécil la prepotencia ni la arrogancia. Salvo que le tengamos en un cara a cara con quien poner a prueba nuestra solidez. Pero para esto hay que tener mucho ojo y herir bien al que se desea, afirmando por ejemplo algún punto de quiebre de este. Por ejemplo. LA otra vez vi a un prepotente maltratar a todos, incluso a su hijo. Le dije, ¡oye, te cayó mal la cocaína de anoche y por eso atacas a todos? El sujeto no me respondió, se avergonzó, pero yo anduve pensando que nunca dejará de odiarme. Odio gratuito me gané. Pero luego dije. Para qué. Es que en este país nadie hace nada. Como me dice mi amigo Alamo Day, es un país de meones.
Volviendo a los espacios, absolutamente elitistas, hablar de esto es como irse a Santa María y no a Agua Dulce a donde solo van fotógrafos a mirar a la gente que da asco, pero que tienen una plástica mostrable en concursos de fotografía. Uno va a sentirse cerca de casa en National Geographic.
Y en esto no estoy de acuerdo con este periodista, que en lo personal me dicen que es simpatiquísimo, pero que sus escritos huelen a resentido social, y desde luego, no van acorde a esa ambición que nos debe endurecer, tirar hacia arriba, dejándonos a los que podemos el mérito de decir sin miedo, si pues, me desmarqué de los obstáculos y lo hice.
Pero en nuestro país todos maldicen a Felipillo, cuando el es el primer héroe que se quiso desmarcar de su peruanidad, pues ¿Se debe sentir orgullo de este magma anticultural que está en el chip de millones? Así pues, en este país se elogia la mediocridad con mucha facilidad, en el mundo empresarial, cultural y social. Yo no voté por Fujimori, y votaría otra vez. Por qué temer. Porqué tener miedo a opiniones lisurientas pero bendecidas por ser políticamente correctas.
Por eso veo importantísimo ser -cuando se puede- integracionista y cuando no, sencillamente no, pues ser solitario, poliforme y sagaz para clavar un punto de vista distinto implica saber algo de rock, de Frank Zappa por ejemplo, quien bien hizo recordando el derecho a tener una opinión sobre millones.
Ahora, sé que buscar el punto de vista distinto arruinó al arte, pues esa experimentación es la que ha permitido que cualquier idiota diga que hace arte, minimalismos sin sustento, arte digital, Soledades Piqueras por ejemplo, seguidores de un Duchamp que pensaba en arte democrático y otras utopías. Yo tomo lo mejor de cada quien, depredo lo mejor de todos, y a pesar de eso no me canso de admirar a quienes no alcanzo, como este escritor Francisco Umbral- ¡y cómo defendía a la izquierda, que talento!- y, por cierto, me alío con el que desprecia a toda forma de envenenamiento de la ambición. Mueran los imbéciles. Pitucos o proletarios. Pero ya dejemos de volar tan bajooooo leyendo a estos antipitucos con tropiezos sobre el aserrín donde las cucarachas se disputan por lamer los restos de llantos y derrotas.

miércoles, 4 de enero de 2012

Frampton

No puedo evitar el sentir profundo de esos días cuando por vez primera escuchaba el rock e serio, sería cuando tenía trece o catorce años a lo mucho y tenía decidido algo, tener una vida excitante, decir sí a las emociones fuertes, y a cruzar los abismos hasta convertirme en un experto iconoclasta.
A mi padre por esos días las cosas no le iban tan bien, y seguramente tenía sus razones para ir de tumbo en tumbo. Era claro que no deseaba tampoco estar quieto. Y una familia te aquieta.
Eso me facilitó cierta posibilidad de mirar más allá, tanto fuera como dentro de mí. Y fue cuando se dio la aparición de I´m in you de Peter Frampton. Fue el milagro que sucedió en el centro de mi vida porque por esos días me escapé de casa para ir a la fiesta de la chica apodada Cara de Toro. Eran unas fiestas inolvidables y sonoras. Toda la música que se escuchaba serian clásicos. Qué suerte tuve. ¿Qué sería si no hubieran sido canciones inmortales las que escuché al iniciar mi vida? Desde entonces aprendí a sentirme soberano sobre mí, a surfear sobre las olas de la música, a ser un militante incondicional de su imperio.
Y qué suerte descubrir la música cuando estaba en el top Peter Fraptton, el de Comes Alive un álbum que iba a sobrevivir más de cuarenta años como una de las bellezas inesquivables del rock.
En ese tiempo mi personalidad era cambiante, mucho más que hoy, pero curiosamente mucho más decidida. Porque todos mis planes pasaban por mi mente. Por ejemplo decidó en ese entonces ser un egoísta completo y no aferrarme demasiado a nada, ni a barrios, ni a amigos, ni a países. Porque algo me decía que este país estaba por muchos años condenado a ser la vergüenza de América. Como si lo fue. Porque no me cojan de estúpido condicionando mi entendimiento del país a las estupideces comunistas escritas por Matos Mar o Clotler. Debí entrar con el tiempo en los confines del país, chacchar coca con los comuneros, estar sentado con los viejos revolucionarios de mesa pelada, y discutir de marxismo, caminar sin protección por los valles narcotraficantes del Apurímac y navegar por el sinuoso río Ene entre colpas de papagayos mariguaneros y miras de mercenarios de la coca. Debía de ir por caminos interoceánicos, desviarme por donde nunca iba nadie para llegar a pueblos esclavizados por el oro, llenos de putas y ambiciosos sin lecturas. Debí de conocer prostíbulos y restaurantes prohibidos para todos. El Bonaparte, era uno de esos, y conversar con el frío cuello de un CEO francés a la caza de varios pozos de gas. O ir por carreteras sin estrenar para saber que ese Perú arriesgado nunca lo conocieron en verdad los cómodos intérpretes de ONG.
When I cry you don't laugh, cause you know me. Sí, cuando yo lloro tu no ríes porque me conoces. En ese entonces era hermoso hasta el sufrimiento. No existía la muerte pero si la distancia. Nunca me percaté de que era un teclado el que mandaba en la canción, ni que Frampton era tan flaco… como Cristo. Era un genio de la guitarra, lo es, y era claro saber que jamás se implantaría cabellos. Eran días en que me compré unos zapatos verdes, nadie los quería, estaban muy baratos. A mi no me importaba. Eran verdes y me compré un pantalón anaranjado. Estaba decidido a volverme loco, a romper letreros de las calles, a destrozar teléfonos y a tirar loncheras de mis amigos sobre los Ikarus que atravesaban la Vía Expresa. Eran los años del pan con mantequilla y los almanaques con la calata escondida. Cuando miraba con asombro cómo los grandes bailaban el rock lento y las chicas, esas putas metían la lengua en la de su pareja en blou jean. Cómo no iba a ser mi vida completamente rock. Soy rock pura y nunca cumbia no salsa. No conozco eso. Yo que tengo que ver con esa cultura. No me sale un puto paso de salsa, no encuentro el ritmo. Por eso digo, en qué país crecí si mi héroe era Frampton sin saber entonces una puta palabra de inglés. Sentir el poder , el viaje interplanetario de ese teclado como pista de hielo que acompaña sus palabras de amor lleno. Exquisito sentido. Amar sin haber conocido aún el amor era amor puro, no contaminado con la muchacha que se afea apenas empieza a buscar cambiarte. No. Yo entonces ya había decidido ser un héroe. Pero eso no me extrapoló de amar, y mucho, a las que mis hormonas me señalaban. Pero sentir las bocas recientes de esas jovencillas que besé. Bocas rojas, muy rojas, de una y de otra. Cómo me encantaban esos labios, Gruesos. Sé que fui el amor imposible de muchas. Imposible porque yo no era un humano, después de vivir el rock como lo viví y lo sigo viviendo, lo que sucede es que uno se vuelve u poco Dios. Porque el sentimiento del rock, de los temas de Frampton eran divinos. Yo lo sé, créeme. Luego vino el cosmos, las estrellas, la mariguana y los coitos en los árboles. Los olores a jazmines en verano, y la búsqueda insaciable de buena música. Yo puedo enseñarte algo: no dudes de ser lo que eres exactamente. Mientras menos seas otro serán más nítido. Y esa nitidez de ser tenía la guitarra oportuna de Frampton, el ua ua de su eléctrica sensación. Amor eléctrico.
Pero porque pienso en esto al escuchar I´m in you. No lo sé. Como dice la canción. I dont care, where i go / no me importa por donde voy. Si. Por eso, porque siempre encontré un encanto en no saber dónde iba. Perdido como fumado, alucinado, pero seguro de que si treinta millones no creen en mí, me consuela saber que otros treinta de un país culto como Alemania adoraron a su verdugo, Hitler. Así es que se necesitan unos cuantos millones más para hacerme cambiar de opinión.
Porque soy dueño de mi opinión, de mi creer, de mi intuición, que se metan al culo sus entelequias los cartesianos que no creen en la magia de existir. Porque yo escuché a Frampton en esos años creo y soy magia pura, el que detiene aviones con la mirada y el que un día conversa con los caracoles que parecen felices de saber que su camino es corto.

lunes, 2 de enero de 2012

GROPIUS

La energía de Peter Frampton en do you fel like do me hace pensar en lo que pasó entonces para que entonces el rock sea tan creciente y creativo, ausente hoy de esos espasmos de tristeza que a diario suelo, obviamente por el fallo divino de no darnos párpados auditivos, escuchar.
No soy antisocial. Me he salvado. Un rayo azul cayó en mi cabeza y olvidé quien no era y ahora soy, al fin, sin dudas, el imbécil que no pregunta más de la cuenta, no porque no desee, sino porque no puede. Soy feliz. Tengo mi novia, una guapa muchacha que a no ser se revuelca con un sujeto de intenciones dudosas y sentidos afilados, es perfecta.
Pero eso que sospecho no lo digo porque se asustaría. No soy ambicioso de gloria, me preocupa mi próstata y recibir algo más del viejo que se fue y a quien nunca perdoné sus ofensas. Me encuentro posicionado, viajo de vez en cuando con ella, quien es una muchacha extraña y sincera en su aprecio hacia mí, que tiene su alma como la mujer con cajones en el cuerpo. No sé en que cajón estoy. Pero sé que no me encuentro en el velador. Soy parte de un proceso, le he dado el primer paso a ella para liberarse de algo, de su vida gris, y eso me ha causado una enorme responsabilidad y le debo dar algo grande. Me da miedo la soledad. La quiero a mi lado aunque luego vaya a hacer trizas mi departamento. La paseo de cuando en vez, como si fuera un adorno. No me importa mucho lo que piensa, aunque tampoco lo que no piensa. Desde luego ella es una analfabeta y yo culto, pienso en mi mínima imaginación de que alguien la contaminó con Borges. Vivo en Holcomb y el tipo que se la enchufa ha robado un auto, abierto la misma botella de vino que le obsequié a ella con la boca, la ha rociado en el mismo, y le ha dicho, el muy maldito, no deseo hacerte daño, así que vuelve con él, o sea, conmigo. Pero son puras palabras. Puras palabras. Ahora no se si pensar más. Mi nombre. No i
Las cosas que van pasando. La otra vez me enteré que el hombre araña había sido encomendado a Perú, concretamente a Lima, y sus problemas eran tremendos. Primero encontrar a una muchacha lo suficientemente estúpida para que pueda encarnar una versión peruana de Mary Jane, quien en verdad no era tan estúpida pues sabiendo que siempre usaría máscara en público, solo ella sabría que el hombre araña, era nada menos que el tipo que eligió acostarse a hurtadillas de la sapiencia de su novio.
Bueno, entre algunas de la speripecias del hombre araña a su llegada a Perú, fue el exceso de cables telefónicos, además de esa costumbre de esos engendros del mal, llamados alcaldes distritales, una gavilla de hinchapelotas de alto perfil, pero que con sus maestrías en academias de grandes lustres pero de baja estofa, son sin duda una expresión clarísima de lo que e sun nanocorruptos, quienes han llevado adelante su propósito de deshojar, podar, matar a gran parte de las copas de los árboles, haciendo las calles tan luminosas como las del barrio de Periquita. Estos efectos han hecho al hombre araña lanzar su tela de araña, con lo que se imaginan su humor cuando para cumplir una misión como detener a un avión que se va a caer en Lurín debe de ir en taxi.
Sin duda el ha dado la razón en todos los memoriales a los bomberos, aunque ha encontrado en este tipo de gentes un clima algo racista, además de unos bolsillos enormes, con lo cual quedan evidencias muy concretas de que de huevones no tienen sino la fama, pues son unos ladrones de último orden, pues yo sé cómo roban casas con el cuento de los incendios, además de atribuirse heroísmos de otros, como lo comprobé una vez en el centro, bombero al cual le saqué la mierda en un periódico donde trabajaba.
Así es. El hombre araña un día mandó a la mierda Lima y se fue a otras ciudades, donde no encontró sociego. Incluso trató d evolver a estados Unidos, pero con el tema de la crisis , lo pensó mejor, y observó que la delincuencia, saqueos y otras cosas que vendrán no merecen que se exponga a una fuerza anómica mayor a sus posibilidades, por lo que ha regresado al Perú donde sigue haciendo sus ejercicios y se divierte comiendo yuquita frita con camote cuando en la televisión ve a un tipo que se hace llamar O