Vistas de página en total

jueves, 29 de abril de 2010

Celia



Todos tienen un pasaje oscuro y no es aquella triste entelequia difundida por los perjudicados de sus tíos. Decir que el homosexualismo es la zona dark de muchos desde luego que se trata de una falacia general en una desdibujada nación impersonalizada.
Los pasajes oscuros son infinitamente más diversos e imaginativos que esos, y claro que mucho más inquietantes. ¿Cuántos de ustedes alguna vez ha sentido un sentimiento homicida? ¿Cuántos a lo mejor no se atrevieron a rendir tributo sino hundir al que podía opacarles? ¿O es que a lo mejor dejó a su instinto abrirse paso a la sombra de quienes le creimos hasta ahora un buen tipo? Recuerdo a Colchón que me traicionó por que la Támora de Gaby le encegueció con su anguloso posterior tan parado que podían sostener un baso
¿Es posible que usted haya realizado una irreparable traición a alguien… o a lo mejor a sí mismo sin que hasta ahora nadie hasta ahora lo percate y que hasta en los recordatorios fraternales lo disimule cantando al unísono una melodía de Sui Generis?
¿Es posible el cambio?, me pregunto.
¿Cuántos de ustedes sigue escapándose con la misma sudorosidad en la frente a los abismos que de muchachos considerábamos la casa de Mr Trenneman?
¡Benditos sus oscuros instintos tributarios a la simpatía por el mal a la que se refería Mick Jagger y bendita su hipocresía pues como diría Shakespeare en Ricardo III “de que vale el honor si con este no se puede hacer nada sino perderlo todo a diferencia de un simple sándwich de una frankfurter bien crocante de Metro! Que puede restarnos el hambre.
Pero la oscuridad suele ser vencida por el bien, y todo este prolegómeno cual corazón delator viene a mi circunstancia recordando a una muchacha dócil y callada a quien solíamos llamar Celia.
La muchacha estaba abandonada una noche en Don Bosco Park. Estaba confundida, mejor dicho, abandonada. Serían las once de la noche, una hora antes del cumpleaños de… cuando viéndola desamparada recibió la oferta de techo y un pan con mantequilla sin saber que ella era el bocadillo de obsequio para el cumpleañero.
Luego fue de tumbo en punto y su vagina se colectivizó democráticamente en todas las esquivas siendo sobada, besada, olida y penetrada por los mejores exponentes de nuestra pléyade barrial.
Tenía pocos vellos en donde podría un día haber reinado su pudor, y no se quejaba.
Esa tarde la llevaron al departamento ese de paredes despintadas y piso de cemento. Estaban todos, tu también, y al yan-que-pó la rifaban. Serían unos diez, ¿te acuerdas del reto pepsi? ¿De tus operaciones táctico-labiales con las que ella debía de reconocer la textura y porte del pene correspondiente? Lejos de tu smoking y tus rocas bailando en los whiskys de esos lobbys elegantes me acuerdo como ala recorriste propiciándola en perfecta organización del ultraje.
Pero fuiste un caballero con ella, le preguntaste “Celia, con quien primero quieres”. Y tu elegiste con quien. ¡Cómo olvidar que cuando se amancebaba sobre ti, empolvándote toda del piso de cemento, te dabas el trabajo de empujar con una mano la puerta ante la arremetida de los demás comensales resollando como caballos.
Al día siguiente todos fueron a la universidad, a casa, a la parroquia ver a sus chicas buenas, sin saber que la mayoría, -porque no- ya calculaba el idiota con quien quedarse en sus vidas. ¿Fuiste tú uno de ellos?
Tus polvorines no respetaron huacas, escaleras ni esquinas. Fue cerca al jardín de Wenbdi Pinto donde uno te cogió, otra vez frente a la casa esa, y fue un griego el polvo, y tambiñen visitaste la casa de puertas abiertas, y un tuerto no se abstuvo, como tampoco Frank ni el Choby, ¡imagínense que aun no llegaba el sida!
Pensamos todos que Celia estaba siendo la gran perdedora de aquella tardea tarde. Colectivizando nuestro crimen no lo sentimos, como tampoco ahora, y sin duda pensaríamos que del todo nos había olvidado.
La encontré a sus 38 años en una tienda Topy Top. Dijo algo terrible de ti, terrible, que le confesaste una tarde. Igualmente me lo dijo susurrando. Le que no obstante, nunca pudo entender es ¿Por qué finalmente le tenías que prometer matrimonio?
Se que no solo eso te pasó, sino que hubiste que exorcizar por otros cosas que nunca hiciste y, te juro que jamás podía haberme imaginado que eras hija de Rolando Camayteri, como te apellidabas, aquel jefe Asháninka que volvió del infierno buscándote jurando venganza contra todos nosotros a golpe de chamanerías, brebajes y rudas que me dijiste que servían, como esa del Don Bosco que, ¿te acuerdas? Me aseguraste que podía matar a un hombre en 15 minutos.
Celia, cómo te dolió saber que infectaste al tuerto, ¡veinte años más tarde! Me dijiste que ellos te dieron placer, y que tú disfrutaste más que ellos. Si, no lo dijiste, terminaste ofreciéndote con tu cabello rubio Shwarkops. Tu joven hijo tiene 16 años. No te preocupes,. Jamás diré que es el hijo de…
Solo te comento algo para que le digas a tu crío. Su padre es un hombre bueno, feliz, formal y cortés. Ah, Celiam cumplo con informar tu número celular. 994569734.