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viernes, 4 de enero de 2013

MUJERES DE ACERO

La idea de que se debe empezar a elaborar un nuevo contrato social entre hombres y mujeres no solo es estúpida y necesaria, sino que está asociada a la seguridad de que en estos tiempos ambos géneros se han declarado la guerra a muerte. Las mujeres están frustradas gracias a ellas mismas. Decidieron duplicar su trabajo y hoy no saben que hacer. Las consecuencias son la ruptura de la relación histórica con el hombre y el camino allanado a que cada hombre empiece a remendar la mujer de antes juntando pedazos de varias. Una puede ser amable y tonta, la otra inteligente y frustrada, o bien otra creativa y violenta. Hay todo tipo de dualidades en este género. Pero su situación hoy en día es complicada porque durante siglos vivió con una forma de pensar, con una forma de ser feliz, y tal vez la inercia le sigue diciendo que esa es la manera de alcanzar esta felicidad, aunque la historia y nuevas costumbres y posibilidades la ha lanzado a la otra orilla. Observando a las actriz porno, a las ejecutivas, a las chicas que buscan en la disco un idiota que se encargue de sus dos hijos, sin imprtar si lo ama, me hace suponer que las mujeres son un género que ha entrado en la fase última de degeneración. Y eso es penoso. Hay que hacer algo, urgente. En Perú, y en muchas partes del mundo, no pocas son de una facilidad innata para denotar frustración ante alguna circunstancia, por lo general ligada a las cadenas que le impone la maternidad. Muchos hombres por cobardía o por recibir duros ataques de histeria de ella, suelen considerar oportuno abandonarlas, más aún si se consideran autosuficientes. Esto es cada vez más frecuente. Pero se equivocan los hombres si creen que con esto ganan la felicidad. Si es que hay hijos de por medio la felicidad posterior es postiza. Así es que para gozar de los hijos se acepta la tortura, la cual justifica muchos atropellos que hay que considerarlos como la marea que sube o un asunto incontrolable del clima. No obstante, si uno no lo toma así, la incomprensión se traduce en infidelidades frecuentes, y por qué no, cuentas de dinero a escondidas. Muchas mujeres suelen culpar a los hombres de sus desgracias o frustraciones. Si antes los hombres compraban la paz con dinero, hoy no ha variado esto en demasía. Uno les entrega dinero y suelen alegrarse. Pero nunca es suficiente. Lo quieren todo. Ellas, sabiendo las partes débiles del hombre, en algunos casos suelen ser arteras como si su vocación fuera la misma de las viudas negras: llevarlos a la ruina moral. El hombre inteligente no les hace caso, el sabio tampoco gana mucho explicando a ellas los abismos en los cuales se enreda. El bruto las termina eliminando en algún ataque de furia. De ahí que no todas son como la prometida de Bassanio en El mercader de Venecia, una mujer justa e ingeniosa, aunque claro, un personaje de novela de fantástico puntaje que es de difícil repetición. He visto hogares ejemplares hasta que la mujer le ha recordado al hombre, no obstante tenga una visita en ese momento, que la bebé está con escozor. Es decir, el hombre debe dejar su copa de whisky, abandonar al amigo, a su conversación sobre el cosmos, para ver el caso. ¿Razonable o no? Razonable ciertamente. ¿Pero no hay algo que suena mal en eso? Tal vez el amiugo debería entender eso. Pero no, yo no lo entiendo, lo desapruebo y condeno, pues con estas interrupciones el hombre tal vez habría abortado las empresas más fantásticas que nos ha permitido el mundo que hoy disponemos, producto de la inventiva y la concentración dialéctica. Conocí a un tipo que sufrió el peor daño que podía propinarle una mujer. Ciertamente junto a este caso cualquiera podría parecer una santa. Pero se equivocan, la menos puede ser capaz de arruinar un día en la vida de cualquier hombre. La solución parte de independizar al máximo la vida uno respecto al otro. No hacer negocios juntos. Vivir en la misma casa pero separados. Tal vez la ausencia de palabras de amor sea un mal ejemplo para los hijos, pero pueden haber estas palabras si es que ayuda a la armonía. Finalmente, mi consejo es el de escoger la menos perjudicial, lo cual sí que es una tarea titánica. En todo caso, nada mal sería empezar a escribir más las pequeñas estupideces que entorpecen los días y darse a lo valioso lo más tiempo posible. Si consideramos los buenos momentos que uno vive, no está demás decir que un ataque de la mujer llega a ser un asunto sin importancia. Tal vez esto no deberían ellas de enterarse nunca. N ese sentido, es curioso el mensaje que lanza Angela Merkel, la mujer más pdoerosa del mundo, cuando dice que su primera tarea es servirle el desayuno a su esposo, la segunda analizar el rumbo económico, y la tercer ir a la modista que le brinda esas chaquetas chillonas que la suavizan. Un amigo francés tenía otra idea: Huye lo más lejos y lo antes posible. Yo pienso que al madurar la idea lo que queda es rehacer un nuevo contrato social, donde se empiecen a rehacer la sambiciones en conjunto de ambos géneros, donde el hombre no pierda sus característias, y donde la mujer encuentre una manera de emanciparse no necesariamente del hombre, sino de su falsa idea de equivalencia, pues la equivalencia no existe ni existirá jamás, sea para la mujer o el hombre.

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