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jueves, 28 de febrero de 2013

Los Convencianos

Algo se ha desconectado mucho tiempo atrás en La Convención. El esfuerzo que vemos en tantos que bregan en gradientes de vértigo con sus cafés, se ha ido suavizando casi femeninamente en la medida que más se aproxima a esa torre de Babel, que es la municipalidad provincial, un barco a la deriva donde parece que nadie hace caso a nadie, ni a la alcaldesa, en el cual la evaporación a mitad de camino de las directrices es norma, siendo el terreno burocrático un océano exangüe de inequívoco fracaso, aunque no con el humor de un Kafka tropicalizado. Los ingenieros suelen pasarla haciendo papeles en lugar de estar en la obra, y conformistamente dicen que así es el sistema. Esa sumisión solo refleja mediocridad. Los que hacen papeles, algunas veces se los llevan a casa y desaparecen con el cuento de dejé la cartera colgada, aumentando la combustión de mucha gente seria que llega a esta zona y solamente se lleva la peor de las impresiones. Si nos pusiéramos a pensar en cuáles son las fuentes de valor de los convencianos encontraríamos que nadie se ha preocupado en esto, y a no ser admirar su cielo, floresta o cosas que Dios nos dio, no se caracterizan por mantener la palabra, aunque si el consabido coordinatemos, trabajaremos y una conjugación en indicativo futuro que delata una degradación del lenguaje, especialmente en los profesionales que don Cesar Lomellini llamó “el ignorante superado”. El desarrollo del verbo indicativo futuro, por su naturaleza, implica ser un precontrato verbal que en la práctica es tan ciego e iluso como la “D” de Django, que al ser sometido al análisis, revela en esquemas binarios de 1 a 0, que la palabra de estas personas no vale absolutamente nada. Que lejos estamos del honor al que se refería Shakespeare en Ricardo II cuando alguien acometía en una injuria. Estamos en otras ligas. Los chinos suelen ser muy cuidadosos de lo que dicen y los suizos también. Ni una palabra es soltada al viento, pues entienden que el lenguaje es una herramienta de comunicación tan sistémica como la programación de un reloj. Podríamos decir que solamente los más pobres cafeteros, aquellos que carecen de educación privilegiada, y que siguen teniendo una vida duda, así como los matsigengas, mantienen la palabra. Esto habla de que en el mundo concreto sí se mantiene la palabra. ¿Este mundo del canon es concreto o es una fábrica de ignorantes regresivos? Yo me pregunto una vez más ¿Cuáles son las fuentes de valor de los convencianos? Tal vez aún quedan los días de epopeya cuando llegaron los primeros a estas tierras. Pero si un día existió una fuente de valor , hoy en día disponemos una amplia sociedad analfabeta de personas que nunca en su vida han leído un libro, señorones cuyas madres ayer lavaban ropa a señores, y que agvanzan como los gusanos , con resentimiento y mácula, sub humanos que quieren dinero para comprar camionetas y casas y follar hasta dejar raquíticos sus testículos, verdaderas basuras humanas de miasma concéntrica, que le pasan el abanico a sus jefes, y que como ellos, muchos no encontrando valor en la mujer más que el culo bamboleante de la mañana, lejos de pensar con ellas en cosas grandes, las arriman al costado, las usan de adorno, de presea tras haber llegado a tener plata, objetualizándolas sexualmente, que como muchas de sus parejas podrían terminar sus días con el cerebro virgen y, desde luego, insatisfechas pues se sospecha que ni saben hacer el amor ante el aumento hacia alta del cuernómetro. Dicen que la plata del canon lo arruinó todo. No estaría tan seguro. La proclividad a culpar al otro es un deporte nacional, más aún en La Convención, del cual podría ser que ya tenemos campeones mundiales, lo cual es muy penoso, pues no cargar con la culpa propia es síntoma de transferencia de culpabilidad y en esencia cobardía. Entonces también tenemos un pueblo que ha institucionalizado la cobardía. Y esto es patente cuando algún procedimiento que debió hacerse no se hizo por apatía o desprecio al solicitante, y solo queda al funcionario sea inje o injerto esconderse en sus hombros, mostrar un falso brillo de vergüenza, culpar al otro, para despedirse de los problemas a las 3 y 30 de la tarde, y pasar a cosas más agradables. Esto es el actuar sin pundonor, la actitud vencida, el espíritu que se le va poniendo a las obr4as. Yo quieiera saber si cuando hicieron Tipón o Machupicchu las piedras fueron moldeadas y acomodadas con este espíritu. Desde luego que no. Finalmente vemos que esta opacidad espiritual, este fácil dejarse caer en la derrota, es solo un aspecto más de un país de docilidad individual y valentía colectiva, curiosamente, lo contrario al solitario aventurero que va a la conquista. Pero que valentía va a haber cuando cada quien tiene un testaferro y pone por delante de la conquista de la historia a uno o dos minusválidos mozos, echándose la culpa de un homicidio que pondría en peligro a su prole. Vaya que esto si es una vergüenza familiar y moral. Culpar a otro, Lo dijimos, Inclusive al marido, vaya escuela de lealtad, Eso es lo que he visto y he callado. Muchos lo vieron, pero no hablan. Como en la canción de Pedro Navaja, “todos lo comentan, nadie lo delata”. Muchos denuncian corruptelas en Echarate, Santa Ana. Son solo los efectos, estas palabras son m{as dolorosas, porque retratan de cuerpo entero a un pueblo desangelado y desentrañado por cualquiera. Y sobre el hecho que la palabra no existe. Aquí hay miedo a decir no. Todo acto de lenguaje se construye en un doble espacio : espacio externo donde se encuentran las convenciones psicosociales, espacio interno donde se sitúan las convenciones discursivas ; y es en la articulación de estos dos espacios donde se construye el sentido. Con la quiebra del lenguaje y el triunfo de los indicativos irrealizables, coordinaremos, el sentido ha muerto en esta provincia. Que el Perú la recoja y haga con ella lo que quiera. Las condiciones están dadas.

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