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jueves, 16 de agosto de 2007

TERREMOTO EN LIMA, TRAZOS

TERREMOTO EN LIMA, TRAZOS Los supermercados Metro están por toda la capital. Venden de todo, y son el área de compras de rutina de los limeños. Incluso, algunos suelen ir a estos a pasear. Eran las 6 de la tarde y pico, cuando comenzó a temblar la tierra. Las botellas de aceite se resistían a seguir la ley de la gravedad, y las coca colas cero también. El estruendo de cientos de miles de objetos rozándose entre si era infernal. Las colas eran grandes, pero de pronto se hicieron fluidas. Las cajeras abandonaron sus puestos. También el supervisor. Nadie quiso llevarse los bultos sin pagar. Y si alguien lo hizo, fue por la impotencia de no tener a quien abrazar. Fueron todos a la playa de estacionamientos en un campo abierto donde algunos oraron, caminaron en círculo, u otros se quedaron simplemente en silencio. Pero el denominador común era un signo de pánico en todos los actos...Mi madre vive a unos tres kilómetros de casa, casi nada. Ir en coche a buscarla pudo durar una hora. Los embotellamientos eran espectaculares. Estábamos muy impresionados de ver durante los dos minutos del fin del mundo esa enorme luminosidad detrás de las nubes de Lima. Nadie nos ha dicho exactamente que fue, ni de donde vino, si la luz salió del océano o cayó de pronto un meteorito. En Tingo María, céntrica calle de Lima, la gente corría. Me recordaba un poco los días de los coche bombas de Sendero. Esto era peor. Lo mismo sucedía en Miraflores, y en Surquillo. El café Haití, uno de los mas famosos de Lima, por tener sus mesas en la vía pública, y donde te enteras de todo lo que no dicen los diarios, trabajaba normalmente, aunque el comentario era exquisito. Cuentan que en el policlínico Grau, las enfermeras abandonarpon a los pacientes despavoridas por la tembladera. Debió ser espectacular el movimiento oscilatorio de las botellas de suero y, sobre ella, las miradas desesperadas de los pacientes, incapaces de moverse. Los vecinos que nunca cruzaron palabras entre lo hicieron esta vez, y se conocieron. Y el presidente Alan García, que ya caía a fondo en la impopularidad, salió en mensaje a la nación, con mangas de camisa, chaleco de lana. Estaba trabajando. Los taxistas o no te cobraban nada por llevarte, o de lo contrario ponía una millonada como precio. También hubo los que no sintieron nada al estar viajando en una nave vieja.Los ajustadores de seguros partían a hacer un recuento de daños en Ica, la Almería peruana, Meca de los agroexportadores, la que le quita el sueño a Chile, donde termina el gaseoducto de las reservas de gas a California. También allí está la planta de acero mas importante del Perú, y es el departamento mas próspero del Perú -desempleo cero-.Seis horas mas tarde del seismo, un amigo suizo ,e llamó algo desesperado. El vive en Cusco. Me dijo que no podía hablar con su familia en Ica. Los teléfonos estaban colapsados. Volvimos a la edad de piedra y hasta se me ocurrió lo útil que podían ser las señales de humo.Al día siguiente en el mercado, el tomate subió al doble. Claro, las carreteras estaban colapsadas.Mis hijos vieron todo como en una película, y estaban asustados. Mi hija se encontró con su amiga de colegio en el mercado quien le confesó que lloró. Ella le dijo. "Nosotros nos fuimos al parque".

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