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sábado, 18 de agosto de 2007

TERREMOTO ULTIMO MINUTO. LA GENTE SE DIVIERTE

Viernes 17 de agosto, 48 horas después del sismo. Casino Atlantics en Miraflores. La fiesta de los que siempre están en la buena vida.


Estas chicas no solo estan contentas, quieren parecerlo mas. Una de ellas es una ex Miss Perú. De presentarse nuevamente al certamen ya no diría que lee a Vargas Llosa y García Marquez. Diría, suponemos, que el vino sabe mejor cuando hay ambiente de muerte.



De acá a un tiempo, con la tragedia de Ica, las cosas de último minuto se han puesto de moda. No solo me refiero a los informes noticiosos, naturalmente con pepa de último minuto, sino a al colectivo, que ya no hace un solo acto que no sea a último minuto. Comencemos estas observaciones, que no son por supuesto críticas, pues a último minuto, como dice correctamente Jorge del Castillo, no son apropiadas habiendo la flébil tarea de contar los muertos y ayudar a que no hayan mas. Pero siguiendo con esta manía mía de analizar la generalización del último minuto, la ministra de Comercio Exterior, que suele aparecer a diario a declarar con la expresión de actriz que se seca y mira al mar, esta vez anunció, a último minuto, su desaparición de las cámaras.
Me encontraba en casa haciendo lo que todos, viendo las noticias de último minuto, cuando una llamada, que siempre es de último minuto, sacudió el teléfono. Mi mujer, a quien no he incluido desde hace tiempo a mi club de fans, me llamó para decirme que era mi amigo, el fotógrafo Eric Dañino. Era un evento nocturno. Si, si, claro, etc dije sin creerme que iría.

Inmediatamente después, me di con otra llamada, que era otra invitación de último minuto. Esta última, mas que invitación, fue un recordatorio de último minuto de una anterior invitación que a lo mejor se suspendía por la circunstancia. Yo la había descartado inicialmente, pensando en que si a último minuto suspendieron las clases en las escuelas, y si a último minuto, a Alan García se le dio en Ica por hablar como español a la prensa ibérica, por que no me iban a suspender la fiesta de Coco, un amigo que es colega sociólogo. A último minuto, me enteré que la reunión de amigos no iba a ser suspendida. A ninguna de las invitaciones dije que podía ir, aunque en el fondo deseaba decir si. Pero había que esperar. Es que no podía ser que haya un solo acto programado. Mi presencia debía ser a último minuto. Y claro, incapaz de negar esa tendencia, aparecí en ambas invitaciones a último minuto.
Y a último minuto me vi en el segundo piso del casino Atlantic, en el cruce de Benavides y Larco, con una fiesta en la que había clima de tono findeañero en trasatlántico. Solamente faltaba la esposa de Hugh Grant rebelándose al marido, como al final de la película de Polanski “Luna de Hiel” y alguno que otro vomitando sobre el gorrito, aunque si vi unos chaperones que no son asunto de esta. Era una reunión de amantes del vino y la buena vida. Había un montón de amigos periodistas que como yo, a último momento, y cebados por el pisco, se olvidaron de esa nostalgia secreta que nos produce el no estar allí, en Pisco, en Ica, entre los escombros capturando trastiendas. No, no estábamos allí. Todos estábamos en otro lado, sonriendo, mirando el cuerpazo de esa chica a quien contrataron con su banda a cantar canciones en inglés. A último momento, me acordé que era periodista no de laboratorio sino de verdad, y deambulé por las lluviosas calles de Miraflores rumbo a mi segunda reunión a la que, a último momento, decidí no ir ya que, también a último momento, me di cuenta que no debía estar allí ni allá, sino que, en medio de la tragedia, lo mío era ir a la máquina y comenzar a escribir sobre ese otro terremoto que amenaza con venir. La indiferencia.

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