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miércoles, 3 de diciembre de 2008

Live and Let Die (la mujer cuántica)


Existen edificios silenciosos, con plantas ornamentales en sus fríos pasillos, y con olor a cigarrillo. En esos edificios, silenciosos y con cierto toque de elegancia, no es extraño encontrarse, a lo mejor de madrugada, con algún político mal encorbatado, con tufo a whisky, buscando en sus bolsillos el anillo de casado para reponerlo en un dedo concuspicás, lanzando en el proceso una mirada temerosa y malvada.
En uno de esos edificios vivía la flaca Paty, personaje extraño, a quien calificaré como la mujer cuántica.
La recuerdo entre ráfagas, pues casi ni me acuerdo de su rostro. A lo lejos veo una mujer blanca, pálida, con algo de Anabelle de Edgard Allan Poe, pero sin duda caminando en bata blanca entre borrascas, peñones azulados, y rayos que golpean su furia sobre el mar de la punta o Punta Hermosa, claro está en una noche de invierno.
No estaba mal, digamos. Iba para un agarre, pero no era ese el tema con ella.
Sino otro.
Siempre fue candidata al suicidio, al menos en el imaginario colectivo, y me escriben diciendo que alguna vez analizó si colgarse de la ducha podía limpiar su existencia.
Con la confianza de que otros pensaban lo mismo, confieso que siempre me pareció extraña, incapaz de sentir nada, ni siquiera amistad, dolor o pasión. La veía como un alma herida penando por el cosmos, y quizás esta fue la única razón por la cual se dio el fenómeno de que una sanisidrina recale en un barrio menos statutario que el suyo, como Pueblo Libre.
Iba a las fiestas, preparaba los bocaditos, tenía enamorados de la zona, invitaba a todo el mundo al departamento de sus padres, y su conversación siempre se inclinaba a lo normal, pero yo sabía que en el fondo era metafísica.
Era amiga de una estrella del rock en ciernes, Pedro Suarez, quien ponía sus zapatos sucios sobre la mesa de centro, y que su madre adoraba, dejando las caquitas de perro del Olivar, donde se fumaba sus tronchos.
Recuerdo que el futuro cantante decía mil palabras por minuto, siendo todas puta madres. Y era amigo de la flaca. A el le gustaba la rareza de la flaca, pero temía a su amiga de Pueblo Libre, la veía diabólica.
Ciertamente tuve un pequeño romance con esta amiga, en efecto, con una impronta zatánica, pero el romance fue fugaz, pero creo que romance fue decisivo para comprobar la extraña naturaleza de la flaca Paty, quien al parecer vivía muy molesta de que enamorara a la única amiga, (que era otro caso para ser francos).
Una vez intenté averiguar que sucedía en los arcanos de la flaca, y me arrepentí.
Estando en mis ociosas investigaciones de las transferencias de Jung, decidí experimentarlas con Paty, con resultados aterradores.
Cada vez que la llamaba por teléfono se activaba su antipatía hacia mi, la cual se materializaba estallando un foco de su casa.
Quiero pedir disculpas a mi amiga de estos daños, ya que nunca calculé que con solo oía mi voz ella emitiera sus energías cósmicas hacia las bombillas Philips de 50 bujías.
Una vez dejé de verla, y creo que fue para siempre. Si como algunos dicen, carecía de pulso, de que valía despedirse. Fue un nunca más definitivo, hasta que uno de los amigos del barrio viejo me escribe la siguiente nota:
“No se ni como ni cuando pero en algún momento la Flaca me empezó a
parecer un personaje de película de cine terror. Recuerdo una vez en uno de sus
cumpleaños, en su jato de Miraflores en un edificio, estábamos con Miki y Yoyo y
tocábamos la puerta harto rato, y empezaba a alucinar acerca de que se
había colgado en su ducha..... y amenazaba a alucinar en que llegaría la
delegación de investigadores y demás cosas”.
La verdad es que no se suicidó, vivió muchos años más, estudió psicología, hasta donde yo se, pero creo que no era necesario su suicidio. Al menos para mi nunca existió del todo. Juraría que se escapó de un cartel, o acaso ya se apoderó de otro cuerpo y la que creímos que era es una mujer normal, con un tremendo agujero en el alma, por los años desesperados de su propia ausencia.No obstante, aquel alma que vagaba por las calles donde estará, no lo sabemos, debe estar en algún lugar oscuro, o tal vez en el chofer del próximo taxi que decida tomar

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