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lunes, 3 de enero de 2011

EL ATAUD Y LA MADRE SELVA

Irónicamente les recomendé que se hospeden en Ataud. Así se llamaba la calle. Una metáfora de donde mucha de su vida estaba. Solo que este debía ser el preámbulo a un viaje a la vida en lo más hondo de la verdeante amazonía. Re Zumun lo que sucedió con estos elementos en busca del cosmos a quienes su pase a mi estima se basó en su dimensión más que cósmica, cómica.
No ha sido mi intención llegar al pico de la popularidad, o a la jubilación anticipada, menos a ser la mejor alternativa de ahorro a largo plazo, pero descubro a estas alturas de mi no poco equinoccial existencia, que la amistad cobra intereses… y que los estoy pagando de cuajo en lo que ya es casi un embargo.
El segundo día de los intangibles ha demostrado esto al hacerme portador de sus más recientes experiencias, algunas menos absurdas que otras, que dada su corodida fisonomía he de confesar que espero casi con la misma expresión contrita de la decerebrada ama de casa a la espera de la telenovela de las 7.
Paul, el helvético parece gozar al verlos todo el día enconados entre si. Y claro que El de Rojo puede en cualquier momento protagonizar una fechoría como llevarse en el aeropuerto una maleta “por equivocación” o comprar dos gafas al precio de una sin que se entere el vendedor.
El de Rojo pone a prueba a cualquier creyente y por eso debo decir que tuve muchas dudas antes de llevarlos a la casa de mi buen amigo Albert, maestro y chamán español afincado en las selváticas montañas de La Convención en una apacible cabaña de madera ausente por completo de energía eléctrica y todos los fetiches que suelen moldearnos sin posibilidad de decir no.
Por fortuna Albert no se encontraba en la selva, sino en Calca, a una hora y media de viaje de Cusco, en la casa que comparte una semana al mes con su mujer alemana.
El de Rojo necesitaba ayuda porque está viviendo hace un tiempo un secuestro químico del cual nada se ha podido hacer. Si se siente libre de este secuestro químico, al menos por siete horas, la vida sería más llevadera, dijo la noche anterior en la casa del helvético. Si, vivir con el gusano de la cocaína dentro es una implosión perpetua.
Entre el caos y la inoportunidad, el de Rojo y Colchón Celada, comparten una habitación en una calle inca de nombre “Ataud”, donde la luz del día ilumina la paz infinita del empedrado solar donde en absoluto desencajan las peleas.
La paz de aquel solar puede apenas ser alterado por la línea de sonido de alguna mosca que dibuja una galaxia. Las moscas son tan rápidas que, dicen, viven apenas un solo día. Magínense las vueltas que dan en ese solo día las flyes.
Habíamos decidido ir en grupo a Calca, al encuentro de Albert. Yo tenía pensado que Albert podía ayudar a El de Rojo, pero igualmente a Colchón Celada. Naturalmente las descoordinaciones se hicieron presentes todo el tiempo y que vamos a hacer, asi pasan estas cosas, y El de Rojo y Colchón llegaron tarde al paradero de los autos. Nosotros, con el helvético y su familia adelantamos el viaje. Milagrosamente El de Rojo y Colchón llegaron a Calca sin problemas. El camino era por Pisac.
Las filudas montañas verdeaban a nuestro alrededor y estábamos listos para llegar a casa de Albert. El nos dio el encuentro en el restaurante y nos condujo a su casa. Estaba rodeada por unos crecidos pastizales y era sumamente vertical y a dos aguas, parecía una vivienda holandesa. Solo faltaba el molino y era una pintura de Van Gogh.
Entramos y fuimos abrazados por un clima caliente y acogedor donde la familia de Albert jugaba cartas o algo así y con la laptop se comunicaban con una hija en Alemania. Era una sala y comedor estrechos y llenos de muebles traídos a duras penas de Alemania.
Allí nos sentamos y comenzamos una breve e inútil presentación. El de Rojo hablaba, trataba de ser amable y Colchón estaba con la palabra inconclusa en los labios. No había nada que explicar a Albert que escuchaba, interpretaba, y no apelaba chacchando sus hojas de coca. Luego de unas horas estaba decidido. Se irían junto a él a Madre Selva, en las montañas selváticas de La Convención a una purificación diferente a la de muchos incautos buscadores del Nirvana. El de Rojo iría a salvar su Vida. Al fin y al cabo, estaba en un ataúd.
La noche anterior me preguntó si había serpientes en aquel lugar. Le dije que nunca atacaban al hombre y que eran casi invisibles. Tal vez debí decirle que, en todo caso, no había de su tipo.

3 comentarios:

  1. Eres un degraciado con estos pobres Limeños
    perdidos en el Cusco!!!

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  2. Hola loco,aca en el ombelico del mundo,luchando
    por la question de la casa,como estan los limeños?sabes algo al respecto?El helvetico esta contactando con el gobierno regional por un programa de television....espero que la cumbiambera quiere participar,hacer un programa
    piloto y presentarlo a la region.
    chau un abrazo

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  3. por favor esos personajes no existen.es una maquina de mentir al autor.que no se han dado cuenta

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