Vistas de página en total

sábado, 1 de enero de 2011

LOS INTANGIBLES

La llegada de Colchón Celada y Choby El de Rojo descuentan páginas inéditas. Seamos claros: La sublevación del absurdo está acá en Cusco desde siempre arrebantando algunas líneas de arrogancia a los doctos tratados de quienes dan poca fe a lo imposible. Desde luego que para mi es un hecho positivo y poco académico. Detesto lo académico.
Hace bastante tiempo que el determinismo filosófico, ese que tanto daño hizo a la humanidad al llevar al plano de absoluto la planificación marxista o extremamente liberal, murió. Alto. Mi mente ha erectado. Pongo "Se Verá" de Luz Casal. http://www.youtube.com/watch?v=0NiVpcvdsa8
Hoy en día la planificación toma en cuenta eso que llaman “los intangibles”. (Valores ocultos) Corolario: La cualidad ha ganado en estos días grandes batallas frente a la cantidad.
He venido de las entrañas amazónicas a Cusco para darme encuentro con estos dos que, en actitud gamberra, pulverizaron hace unos días los obstáculos que impedían la aproximación a este cosmos, Cusco, donde tanto tiempo he malvivido, si es que se puede llamar así a lo mucho que me he divertido.
Alquile en Cusco una habitación para reestrenarme como adolescente en segundo debut. Fue donde derivé después de asegurarme con aquella conferencia de prensa en Lima mi ruptura con la clase política y periodística de la más hedionda estulticia.
Lejos del saco y corbata, mis zapatos trasmutaron en botines caterpiller. Solo conservé el placer de las colonias Armani.
Por mi forma de ser extrovertida, pronto mi habitación que mas bien parecía una celda, pues basta decir que para entrar al baño, uno solo podía sentarse en el water abriendo las piernas o juntándolas d costado, pues sino uno se chocaba con la pared, era un lugar humoso en la cual, y eso es lo más rescatable, constelaban las ideas menos romas, pero también cualquier forma ilícita de ser.
Yo no era el único en aquella vecindad. En la siguiente habitación había otra donde vivía mi amiga suiza, Kathy que una noche llevó a un negro timbalero a su cuarto sin imaginarse que se estaba cargando encima a su nergro e inhalante porvenir. !Cómo le gustaban los tiros!
Más allá, en la puerta 18, estaba la otra amante del negro, una gorda quimbosa y dicharachera. En el flanco derecho, estaban las bricheras que a diario llevaban a sus gringos con cara de enamorados a quienes les succionaban todo lo que podían, sobre todo su plata. En la subsiguiente se amontonaban de la misma manera que los pollos en las cajas de madera, muchachas con aspecto de universitarias que siempre encontraban en el cuarto del guitarrista Pepe -no yo por si acaso- una cama donde dormir. Una vez vi a nueve muchachas en un mismo colchón.
Recuerdo aquella era una casa de quincha de altos techos en el crucero de la calle Huaynapata y herrajes, si no me equivoco. Era una calle tranquila. La casa debía ser muy antigua contando con piedra tallada en su inmenso solar.
El casero era un tipo estupendo. No parecía molesto de lo escándalos diarios que hacíamos.
Paul, el periodista suizo que conocí poco antes, venía de Ica para visitar a Kathy. Al parecer estaba algo destruido.
Todos estábamos algo destruidos. Sin posibilidad de que nadie me contrate por que acaso parecría un infidente, un tipo que escupe a los dueños de los periódicos, que les mete una patada en el culo, tampoco era bien vito en el Parlamento donde hasta hacía poco fui un cronista estrella. Me temían.
Tuve un golpe de suerte y recibí unos 30 mil dólares que opté por ir a gastarlos a Cusco en lo que dure esto.
Compré un equipo de sonido que hacía estallar el mejor rock y jazz cada noche hasta la madrugada. Nadie moletaba. Cada habitación era una fiesta. A veces uníamos las fiestas. Kathy veía pel´´iculas y fumaba todo lo verde que llegara a sus manos.
POr mi parte leía las obras completas de Goethe en público y fumaba lo que me venga a la mano. Todos parecían abiertos a la cultura y a los excesos. Bebía cada noche con gusto y perdí bastante peso por que dejé de almorzar. Diariamente me levantaba a las 5 de la tarde de donde la cena reem`plazaba al almuerzo. Era el preámbulo para conversar nuevas idioteces y genialidades en diversos grupos recalante del Ukukus Bar, que e trataba de algo asó un lugar de un decorado y música que clasifiqué como “sueños de ayahuasca bajo la licuadora del rock”.
Probé todo lo que podía probar de la interminable colección de bebidas del Ukukus, desde maltas a 140 soles el par de onzas, hasta tekilas sunrise o kisskurt nórdicos de vodka y menta.
Infelizmente la casa de la tolerancia donde vivíamos iba a ser refaccionada para convertirla en hotel. Debíamos irnos.
Cuando lo hicimos las cosas no cambiaron. Alquilamos un departamento que llamaría Casa d Tolerancia II a donde ya se asimiló a vivir con Kathy "el negro porvenir", que con gran sentido integracionista –así son los negros- remolcó hacia este recinto de la licencia a otra docena de morenos, todos músicos, divertidos, maculosos y amantes fieles y sumisos de la cocaína.
Sería inútil contar en tan breve descripción lo que pasó en esos años. No fui tan buen chico, claro está, pero un día paré en seco dejando a ese desacuerdo con el mundo en su lugar. Paré pero para virar a otras nuevas aventuras que me dieron la increíble posibilidad de volver al periodismo. Un periodismo que me trajo contactos con Roberto Clark de National Geographic o a Kelly H del The Washhington Times.
Siempre caigo por Cusco y creo que lo haré por siempre. Me gusta mucho. Por eso para mi es una satisfacción enorme la presencia de mis dos amigos extraviados en el extravío y los espejos multiplicantes, en acaso una de las más cosmopolitas y raras ciudades del mundo que para mi amigo Paul, el helvético, es isomórfica a Beirut o Fiorence por su agitada vida nosturna.
Estoy algo sucio pero muy activo. Creo que también llevo algo de dinero. Es posible que sucedan cosas divertidas. Tengo algo de artefacto.
A lo mejor nunca terminaré de entender ciertos porqués, aunque si puedo conseguir planear , ya, en la incertidumbre.
Bajo esta tónica llegué a Ginebra, crucé las lineas del tren en Freiburg, y pasé el Oder de la misma manera que los alemanes en la invasión a Polonia. Solo que encontré allí un ovni de madera que era la casa ecológica de la universidad de Viadrina.
A propósito, entre lo dionisíaco y apolíneo, mi balance cuantitativo será mi orientación dionisíaca, aunque en cierto momento de alto, suelo ser muy apolíneo.
Amigos, bienvenidos al cosmos. Lima ya no los quiere.

No hay comentarios:

Publicar un comentario