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sábado, 30 de abril de 2011

TREBOLES ROJOS EN LOS ANDES

Tréboles rojos en el altiplano.
Bendita serpiente que me picaste. Me enseñaste a odiar, pero me diste el camino para mi cura. De tus colmillos destiló el veneno que me atormentó por tanto tiempo. Se hincharon mis brazos, mi cerebro, mis testículos. Se paralizaron mis piernas. Yo estoy caminando en una bella ciudad escuchando a Peter Punpkinhead. El también me ha traído la sopa. Y él me ha dicho un consejo muy extraño. Tú caminas, la serpiente repta. Pero si la detestan demasiado, confía en Canon, no el del chaparral, sino el una cámara EOS 50 D. Tómale una foto de tu ser odiado. Si no tienes su foto. Dibújalo en un papel. Ponle en una mica. Seca el wáter un par de días. Pega con uhu la foto. No, mejor con silicona, y llena la taza de agua.
Tú, tu mamá, hermano, visitas, etc. Una vez que entren al baño, cagarán sobre el rostro que te hizo tanto daño.
Cuando no llegues a una meta, piensa en el que quiso cortarte las piernas, y avanza. Cuando te sientas caer en el no retorno, sube a tu propia cima por el.
Peter Punpkinhead, está en Cusco. Peter, en realidad, no tiene mucho interés en nada. Tal vez a lo mejor en un pisco con zumo de naranja, granadina hielo frapeado, en copa de Martini, y una conversación con Roxano Gropius y Jorge Mithos en el bar y salir al balcón, mirar la noche azul de cusco y entonar.
Lalalala. Tréboles rojos en el altiplano.

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