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domingo, 29 de mayo de 2011

JERENMY


Jerenmy me cayó en simpatía desde el principio.
Cuando me lo presentaron, debo confesar, se manifestó como algo imaginario y tal vez nunca dejó ni dejará de serlo. Ocurrió mi primer encuentro con esto cuando tenía algo más de 20 años y, como es de conocimiento general, por esos días no hacía absolutamente nada, sino leer, pasear y preguntarme con gran dedicación –lo cual ya es absurdo- por las cosas absurdas.
Entonces un tipo mal afamado y presunto vendedor de drogas, a quien le decíamos “el empírico” apareció como muchas noches en Free Town y nos habló de un sujeto, Jerenmy, quien según su relato surfeaba en las playas de Lima con mucha marihuana en la cabeza, que estaba loco, y quien al llegar al máximo de la cresta de las olas, se le daba por gesticular repudio, y esgrimir movimientos de manos rechazando a un algo que no se lograba ver. El gesto, decía el empírico, iba acompañado de sonidos indescriptibles que imitaban el lamento de un perro moribundo.
El segundo Jeremy que conocí vino años después. En verdad se trataba de un pueblo que no se llamaba así, aunque lo rebauticé después por circunbstancias que explicaré. Llegaba a ese pueblo para prolongar las noches de tragos y risas de los bares de Cusco.
En aquellas noches bebíamos lo que sea después de una tríada de esa cosa verde que llamábamos kisskurt, cuya composición era una onza de menta y otra similar de vodka, que se tomaba a la rusa, como un ascensor que entraba de un solo trago.
Aquel pueblo se trataba de San Jerónimo, a 25 kilómetros de Cusco. Casas de adobe, mujeres andinas con faldones o polleras, sombreros, una plaza colonial, era el típico mundo andino que pocos ven desde la costa.
Me cayó bien San Jerónimo no solo por estar libre de turistas , ni por ser un lugar cercano para continuar la juerga. Me gustaba por su actitud psicodélica y cierto aire anárquico y descuido.
Además algo de festivo, San Jerónimo, festejaba una vez al año a su santo. Miles abarrotaban las calles polvorientas a ejercer cantos, rezos, letanías, rociados de cruces, serpentinas, quitasueños, sahumerios, en procesiones de cristos, marías y madres mías diversos, naturalmente entre manantes inacabables de cerveza y esquinas meadas, con el estelar inequívoco de la imagen de San Jerónimo, que solía aparecer en procesión bajo el cielo tórrido de fin de tarde.
Este Jerónimo lucía su mejor perfil, pues ya saben que era un arquitecto muy elegante que se vestía de un rojo muy vivo, y ciertamente sospechoso, portando en las manos una casa o palacio como si fuese un empresario inmobiliario del medioevo.
Ver que no era un tipo pobre y a la vez un santo, me convención de que no se trataba de ninguna manera de un santo pobre, por lo cual tuve una primera apreciación: que no encajaba llamar a ese pueblo, ya entrañable y tolerante con la marihuana, San Jerónimo sino San Jerenmy.
Rebautizado San Jerenmy, cada vez que íbamos a su encuentro en combi o taxi, preguntábamos al chofer si iba y cuanto costaba ir a San jerenmy. Solían extrañarse. ¿San que?
San Jerenmy soportaba nuestras visitas cada fin de semana, siempre tras el absurdo de una noche larga que se boleteaba hasta las 9 de la noche de los domingos.
San Jerenmy era tolerante, de manera que en una ocasión se me ocurrió con unos amigos quitarle el San para tratarlo más familiarmente diciendo “carajo vamos a Jerenmy a fumar algo”.
Y Jerenmy era amable. Una vez llegamos borrachos al pueblo, y de cansancio, decidimos entrar a descansar a un tempo colonial que prometía abrigo y silencio. Nadie nos molestó. Nos quedamos dormidos en las bancas, teniendo la enorme sorpresa de despertar a las seis de la tarde, en medio de la misa de las seis de la tarde del domingo, cuando nos levantábamos medio abochornados a buscar una cerveza más. Jerenmy siempre fue correcto, incluso en esta circunstancia, pese a nuestros bostezo.
Luego de esta experiencia un tercer Jerenmy cobró vida en quien menos sospeche.
En mi amigo Arturo, sociólogo que desea ser destacado, pero que destaca evidentemente desde hace años entre sus amigos que sabemos que lo que dice tiene mucho sentido, ilusión, y porque no, verdad.
Es un poco termocéfalo y buen amigo, a lo mejor con un talento muy refinado, pero con el pedigrí de adosarlo con manchitas de sentimientos humanos, subalternos pero también altruistas, dignos de un hombre exaltado, amante de la cultura, el arte y la verdad.
Digamos que Arturo estaría entre los que John Lennon consideró cuando hizo la canción In my Life, pues se trata de un sujeto estupendo, pero sobre todo, susceptible a que le hagamos bromas, de las pesadas, pues su defectuosidad nos acerca y crea una confianza propia de quienes atribuimos a los defectos más virtudes que a las mismas virtudes de los falsamente virtuosos e impolutos.
Es decir, es un crápula querido, bien afamado, pero que por alguna razón, al entrar en este Leviathan que es la red virtual del internet, se le dio un tiempo por entrar a esos charts donde conoces amigos de todo tipo, donde, como no, se inscribió para chatear con muchachas a quienes pronto les ofrecía lo que otras veces tardaba, a mi entender, en demasía.
Si se trataba de un personaje sincero, cordial y hasta cierto punto de visgta respetuoso, en este caso, en el chat, Arturo se transformaba en un sujeto diferente, maculoso, atrevido y hasta instigador a lo que los católicos llamarían el pecado.
Con todo el potencial argumentativo estudiado en años de terrorismo en el perú, en univerdidades, bibliotecas y propias experiencias, destiló su saber un una voz no solamente comprensiva sino además inquietante y vital, que ponía en jaque a cualquier pero que pondría las muchachas que ca´pian en su pequjeño pero intenso círculo de amigas.
No me atrevería a decir que les dec´pia, el caso es que su fama en el chat fue tal, que estando cerca su matrimonio, tuvo la terrible circunstancia de fragmentarse o depararse entre dos personajes. El Artudro que todos conocíamos y el depredador Jeremy.
Su nick en internet erra Jeremy, y era un hombre que perturbaba a las muchachas en busca de respuesta y hacía tiempo habían lanzado al vertedero los inútiles y conductistas consejos del dr Maestre. No, Jeremy en el chat hablaba de cosas más reales, de las razones por que el deleite era fuente de creatividad, liberación y hasta de orgullo, lo cual no era para nada una instigación al feminismo u emancipación, sino por el contrario, una manera de reafirmar la identidad perdida desde niñas en los vericuetos y plexos a los que nos llevaba la vida social.
Las muchachas le mostraban sin dudas sus intimidades, primero de manera verbal, luego virtual en sesiones de web cam donde llegaban a mostrar sus bragas bien aconsejadas por el esteta del sexo jerenmy, y hasta utilizando juguetes orgánicos, como dildos improvisados con bananos, pepinos y zanahorias que ellas empijaban a su intimidad más abierta y expuesta mientras que ante el plasma sudaba el perfil lascívico de este Jeremy cuyas uñas hacía tiempo eran solo recuerdos.
Mientras que Arturo era correcto y leal, Jerenmy apostaba por el malismo y la ventaja del que sabe más, confundiendo y recoamodando cada jugada hasta su objetivo, que como cualquier brebaje aventurero, llevaba no pocas veces a rerísimas circunstancias como cuando una novia argentina que solía ver por el chat desnuda se apareció en perú para concretar su sesión imaginaria con Jerenmy, quien casi muere de espanto al verla pues siendo una guapísima mujer de ojos azules y tetas de firmeza silicona, pero naturales, lo era, pero no obstante era una enana de un metro que se habpia construido una habitación con muebles tan pequeños que se le veía bastante alta, en realidad enorme.
Jerenmy fue a recibirla al Jorge Chávez pero cuando la vio agitando el pequeño pañuelo no tuvo más tino que escapar sabiendo que ella era una estafa, que le dijo toda la verdad excepto su estatura.
Aquel día pensé que desapareció jerenmy, pero no, eso lo amalditó mucho más, pues comprendió que no existe la democracia en los sentimientos, y que lo suyo era ser, no importa si Arturo o Jerenmy, sino el mismo, que era una dualidad exacta a la de los teléfonos con chips de marcas diferentes que se cargan en un solo aparato.
El efecto giratorio de su personalidad me produjo una sensación jerenmísquica de la cual solo entiendo que uno de los dos comenzaba a ser imaginario, borroso, o a lo mejor bipolar en un sentido no valorado por la ciencia y que, desde luego, se trata de un evento que se ha generalizado en el Perú, donde aunque todos los nacidos son peruanos, todos los que llegan a la mayoría de edad mental, desean salirse y no ser peruanos, vestir de rojo, y beber unos kiscurt para olvidar la verdad.

1 comentario:

  1. Bien Pepe ya te esta regresando la inspiracion ...como seria posible ...si se pudiera ..MATERIALIZAR en una sola noche aqui en Cusco al tal jeremy ..a Rossano , a peter Pum....a Jorge Mithos....y rompre por fin la noche..aqui en este Cusco que se contamina y contagia de mentiras y llegando la noche...todos toman por igual..pero sabemos en el fondo que nadie lo es.

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