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jueves, 2 de junio de 2011

Como llegar a Cusco por circunstancias extrañas

Malcom me llamó al móvil
- Me voy a la cárcel y antes que esto suceda quiero descubrir el mar-.
Estaba preparado. Se había comprado en Las Malvinas una tabla hawaiana marca Whilar. Era de segunda, o de tercera. Una estafa. Tenía bolsas de agua por todos lados y la resina se había vuelto amarilla. También se compró un wetsuit desteñido y abundante en remiendos. Quería ser surfista.
Malcom traficaba drogas, era minorista, pero hacía dos años se había retirado del asunto. Al menos eso dijo a sus amigos y a su novia. Tenía en realidad dos. Una que era la oficial, que me detestaba porque pensaba que yo era una mala influencia, y otra, a la cual amaba con salvajismo y pasión. La primera era fiel y devota, la segunda, una medio puta que se contentaba con que Malcom le llenara la refrigeradora los fines de semana. Tenía dos hijos, la cabeza vacía, y algunos novios varios años menores que ella. Se estaba haciendo vieja, hacía ejercicios, pero sabía que se estaba haciendo vieja y se quedaría sola. Malcom a ninguna le propuso matrimonio. O tal vez si, pero su palabra era difícilmente creíble. Pese a todo, se trataba de un buen tipo, un gran amigo.
Se había librado algunas veces de la ley. Pero esta vez, como dice la mafia, no es tan fácil escapar de sus entrañas, y yo pienso que de vez en cuando, para no quedar mal con sus colegas del hampa, accedía a hacer algunos encargos, ciertamente pequeños. Además. la carrera de oculista no le rentaba los ingresos que él esperaba. Su consultorio quedaba en un barrio pobre, mal afamado, lejos de ser la clínica de ojos que soñaba tener en un barrio de ricos.
Pero esta vez las cosas fueron aún peores. Malcom Cayó en manos de unos policías chantajistas producto de una trampa de un informante que la libraba delatando a viejos socios. La policía cada vez que necesitaba dinero iba a este informante y le apretaba el cuello para que delate a uno más. Entonces el destino se burló de Malcom. Su destino lo decidió el sucio soplón en juna reflexión apurada de no más de 10 minutos. Malcom cayó en la trampa con 200 gramos de cocaína rumbo a un cliente. La policía le persiguió por varias calles. Era la mañana. Malcom iba en el auto con su hija, Mariana. Viéndose perseguido, la dejó a dos cuadras del colegio, y escapó lo más rápido posible. Pero le alcanzaron. Lo demás fue el amedrentamiento policial. El se defendió. Mal negocio. Lo acusaron por narcotráfico y la pena podía ser de dos a quince años. Lo peor es que ya pasaba los cuarenta años y esto era adelantar el fin de su vida. Al menos eso pensaba. De modo que antes que saliera la sentencia comenzó a pensar que hacer con sus posibles últimos días de libertad. Entonces fue cuando me llamó. No era la primera vez que pasaba estos apuros y que yo le ayudaba a librarla. Pero esta vez Malcom pensaba que si era la última.
-Vamos a la playa, tengo tabla, estoy haciendo ejercicios, y hasta he comprado un mini gimnasio.
No me dijo que loseguía la policía, que estaba en un juicio muy grave. TRes años atrás ´me dijo que se retiró del negocio. Entonces le dije, vamos a Cusco. Y así fue. ya estaba en aprietos. Pero si Cusco lo salvó, esta vez no solo quería ser surfista entre las olas del mar. El quería que se lo trague.

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