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lunes, 12 de septiembre de 2011

ANTIEPITAFIO Y POLLO A LA HUNGARA

Beethoven y Goethe se encontraron por primera vez. Ambos paseaban por la alameda del balneario y de pronto apareció frente a ellos la emperatriz con su familia y la corte. Goethe, al verlos, se hizo a un lado y se quitó el sombrero. En cambio, el compositor se lo caló todavía más y siguió su camino sin reducir el paso, haciendo que los nobles se hicieran a un lado para saludar. Cuando estuvieron a cierta distancia se detuvo para esperar a Goethe y decirle lo que pensaba de su comportamiento «de lacayo». Sacado de Wikipedia

Escuchar "Claro de luna" para leer la nota http://www.youtube.com/watch?v=6Q9fBU5ICxc&feature=related

I

El sol caía dentro perpendicularmente, brillando en el triángulo de luz millones de partículas de polvo. Bailaban en el aire como estrellas. Estaba con unos amigos salvando la resaca. Pero me abstraí y lo recordé. Pese a ser un pueblo primitivo, San Jerónimo, en Cusco, la mujer que despachaba de mala gana y que era objeto de nuestras burlas sabía algo. Era evidente que, a juzgar por lo mucho que demoraba en hacer las cuentas, apenas sabía leer y escribir. Pero en esa ignorancia y descuido de su local, atestado de cajas de cartón de galletas Field y más de media docena de trampas para ratones, había la contradicción. Un perro enano, blanquecino y con cara de estúpido a quien la mujer invitó a pasar a la casa con:

-Pasa Beethoven.

II

El otro Beethoven, al que recordé a partir de este incidente, era el músico, había llegado a Lima a tomar unas vacaciones. En realidad ya estaba sordo. Sólo el sabía que la sordera le vino por profundizar. Y para dejar de estar sordo necesitaba creer.
Escapar de aquel encierro silencioso tenía un solo camino. Reconstruir su creencia.
Lo conocí. Era científico, y no músico, como se le llamaba en Europa. Como Walmart, que no es un supermercado sino una empresa logística.
Beto vino a Perú buscando a su amigo Paul, un suizo extraño que decidió estar perdido en Perú, en Cusco, una ciudad llena de mongólicos que se creen hijos de los incas.
En ese trajín iban a pizzerías, bebían un pisco a diario, y se comunicaban, pese a estar frente a frente, con las manos. Parecían dos cromagnones antidiluvianos.
Pero no era el fin de la ilustración. Era el principio de la salvación de Beto, como lo rebautizó el periodista vago que llegaba en escape de Lima de vez en cuando.

III

Poco después de su abandono, Beto dejó una carta en su casa de retiro, irónicamente en la bulliciosa Bremen. Dicha carta fue llevada a la delegación policial. Además de la carte, se llevaron su pasaporte alemán, una brújula y su smartphon. Además seis palos de fósforos. La carta era muy extraña. Parecía que estaba intentando una salida en el i ching. A no dudar, estaba desesperado. La carta decía:

"La vida es hermosa y contundente. Y mucho más si no averiguamos su esencia. Si nos sentamos en un parque un domingo y obviamos que hay caca sobre el pasto, y nos extendemos viendo las cometas llevadas al cielo por los niños, estamos viviendo. Es muy raro este adagio de la felicidad como contrapartida a la ignorancia, y más raro aún que no lo enseñen en los colegios, donde no veo que la intención sea que los alumnos sean felices para siempre, sino que compitan y sean cada vez más asustados y responsables.
Por eso es que hago este escrito como despedida de mis intelectualismos inútiles, al entregarme plenamente a la felicidad.
Soy ahora un soldado de la felicidad que lanzará las llamas escondidas del bien estar contra los negativos instrumentos de la tristeza. ¡Dopamina ven!
Todo empezó en una charla realizada en la Universidad El Cairo, donde iba a comentar las aplicaciones en Perú de la "superconductividad" como principio ahorrador de energía.
Había un gran auditorio. Muchos sufíes. Comencé diciendo que todo acto de ilustración nos remitía definitivamente a un tipo de éxtasis mundano, el delirio por el ritmo, la contorsión ante lo fantástico, la perplejidad ante lo antes imposible hoy creado por el hombre. (Un avión que cruza el Atlántico en una hora, por ejemplo).
No hablé un solo instante de aquello para lo cual fui contratado. Alojado en un hotel de lujo, y bien pagado a seis mil dólares la hora, no hablé nada de física.
Pero continué hablando. Era evidente que me respetaban. Estaban esperando que lo diga.
Mirándolos me di cuenta lo injusto que desvaloricemos tanto a los credos, a las creencias, que maldigamos a las iglesias y sacerdotes bonachones, a los pastores entre los cuales hay pobres, negros, blancos, mendigos, generosos, santos, justos, arrepentidos, otros menos santos, crápulas, borrachos, vegetarianos, pederastas, homosexuales, hombres comunes, complejos, insoportables, o tipos con grandeza. En la charla todos estaban religados, como en un templo, esperando una verdad de la ciencia.
Y pensando en los sacerdotes me sentí uno. Pontificando. Todos me habían leído por años. Cómo no agradecer a este auditorio el privilegio de religarse en mi entorno para escuchar un mensaje. Solo por eso decidó responder cortésmente, no con conocimientos, sino con datos que solo los podían llevar a la ceguera, a la ignorancia, porque las religiones, solo dan la posibilidad de que los hombres no vean el conocimiento, sino son un instrumento para que puedan gozar de la luz misma del bing bang creador.
Estas cosas han ocasionado que haga un anatema contra la lucidez y nunca más lea un solo diario, poema cartesiano, o de por ahí lecciones sobre cómo conducirse en la vida frente al amor, los recuerdos y la muerte.
La gente aplaudió mi conferencia en la que no dije nada de superconductividad, pero en cambio, la música de mis palabras sí. Los diarios comentaron mi modo de referirme a los grandes temas en el estilo calificado como criptodialéctico.
Mis tesis criptodialécticas prosperaron en el mundo, y con el tiempo, todos eran criptodialécticos y daban discursos que nadie entendía, pero que musicalmente alcanzaban otros niveles nunca observados de significantes. Estábamos en el futuro. Lo sabía.
Por algo que antes se llamaría casualidad, se descubrieron nuevos principios físicos, estéticos, y a la hora de explicar la génesis, las marcas de patentes, sabiendo que no habían respuesta, no podía decirse que todo fue casualidad, pues muchos pagaban sumas enormes por escuchar los discursos, y ante eso enviaban a sus jefes de relaciones públicas a impedir el ridículo de no poder explicar cómo sucedió dicho descubrimiento, más aún porque se desperdiciaron millones de euros en proyectos del saber que no se usaron en nada y que facilitaron entre otras cosas que disponga de esta isla con cocos y seis esposas para mí solo.
Esto me obliga a escribir, no tanto el porqué de las cosas, sino el que será ante el triunfo de la incertidumbre religiosa, de la creencia, orientándome a redactar el primer antiepitafio mundano.
En un tiempo vendrá un tipo medio díscolo que luchará en diversos sentidos con poca determinación. Será peruano y en sus primeros años considerará enorme el mundo que le tocó vivir, para verlo achicarse día a día más, al extremo de vivir apretado entre los bracitos de la silla a juego a su escritorio.
Eso sí, se acomodará el saco y corbata para recibir la visita de un amigo que nunca fue, pero a quien le informará su vida íntima al mentirle con confianza olvidando comentar que la manipulación es su principal diversión, aunque solo contra seres humanos desahuciados, cuasi mendigos, chupes, sobones como él, pero de varios niveles más abajo. Pues si intenta manipular a su superior será demasiado riesgo, un desperdicio de adrenalina con pocas posibilidades.
Se corromperá después de no contar la mirada de su padre, o cuando esté muy viejo y quiera meterlo al asilo. Aspirará cocaína para no sentir esas cosas que uno siente cuando es honesto consigo mismo.
No asumirá los reproches que se debería de dar el que gobierna sobre sí. No, el preferirá estar contemplando las cosas de arriba, sin tocar la superficie.
Entonces la muerte llegará y le dirá.
-¡Qué hay de nuevo viejo!
Y él le contestará.
-¿No hay más cocaína?-
Y la muerte le replicará.
- Dicha instantánea, color para tus últimos días. Pero hay más, mi estimado. Después de la puerta, no hay nada, absolutamente nada.
-Suena incluso mejor que esto.
-No te deprimas, aún hay una opción.
Y la muerte comenzará a hablar largamente, que será el demonio, el temor, la quiebra de la fe, de la creencia. En la medida que la no creencia hablaba, el infeliz acentuaba de pronto una sordera inesquivable, sorpresiva, desesperante. Fue tal el silencio que jamás se enteró del camino para su salvación.

Beto".

IV

Finalmente regresé a San Jerónimo, vi a la mujer ignorante viendo la televisión. Beetovhen, su perro era el nombre de el perro, protagonista principal de una película barata. La mujer era inmensamente feliz pese a su mueca de disgusto.
Cuando me miró observándola me preguntó con una mirada cargada de odio y desconfianza. Entonces su boca morada percutó.
-Que es lo que quiere-
Me sentí engañado. En mi defectuosa forma de ser quise creer que ella era feliz y buena. Pero no. La felicidad puede ser egoísta, desconfiada, malvada. No, ella no escuchaba a escondidas a Bethoven ni sabía alguna sinfonía, ni nada del músico que mandó a la mierda a Goethe por sobón de reyes. Así es que yo también percusioné.
- Si, si quiero algo. Un pollo a la húngara carajo vieja de mierda-

1 comentario:

  1. REALIDAD O FANTASIA TIENES RAZON EN MUCHO DE LO QUE ESCRIBES .PERO EN LO QUE SI TE EQUIVOCAS TOTALMENTE ES EN QUE HAGAS LO QUE HAGAS .MANIPULES CON O SIN DARTE CUENTA .DESTROZES CON TU PLUMA A TU PEOR ENEMIGO .HAY ALGO QUE SIEMPRE ENCONTRARAS DETRAS DE LA PUERTA QUE ABRAS..ALGO QUE NADIE PUEDE EVITAR...SE PUEDE EVITAR UNA VIDA.UN EXAMEN.UN ENFRENTAMIENTO.LO QUE NUNCA PODREMOS EVITAR ES LA MUERTE.¿NO ES ASI MI ESTIMADO?
    Un recuerdo en la semana de muerte de mi madre..15 septiembre 2010-2011.
    Un saludo.

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