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martes, 29 de noviembre de 2011

CARNIVOROS

Ocasionalmente nos olvidamos que los seres humanos esencialmente somos carne. Carne, sangre, huesos. Para combatir todo no tenemos cerebro, sino nervio. El nervio es esa parte dura que tiene la carne. Tan dura que nadie la quiere comer. Pero a mi si me gusta tragar nervio.
Dio esto porque el nervio es estirado y puesto a prueba siempre, especialmente en la muy triste vida de niños que no tienen padre. Y es que por más que no lo desean, esos niños son fieramente afectados por el entorno carnívoro en que nos encontramos. Mi padre fue hijo sin padre, abandonado por este en un pueblo perdido. Y mi abuela hubo de ser una mujer que transmitió la dureza de ser una mujer sola y abandonada en una educación al modo de veremos que pasa. No salio todo tan bien, de viejo se hizo alcohólico y no fue nunca suficientemente feliz.
Me imagino que sería de mis hijos sin padre. Primero no tendrían lo obvio, a quien abrazar el día del padre. Mi hija no podría rechazar a ningún hombre como me rechaza sabiendo que en el fondo es la niña de mis ojos por que puedo cometer cualquier locura a cambio de verla feliz. Ellos saben que para mi son un ingrediente incorruptiblemente positivo y pueden estar seguros de que donde esté, todos mis actos están asociados a lo que pueda ser de ellos. Por eso es que ahora me cuido más de los peligros, aunque sin dejar de arriesgar. Pero mi riesgo es el de un fórmula uno que va a mil con casco y pruebas excesivas.
Mis hijos nunca han dudado del amor que le tiene el mundo, y sospechado que pueda dárselo a otros niños que no a ellos. A decir verdad, es muy difícil o mejor dicho, imposible, que pueda tener un solo gramo de amor en la medida del que les doy a ellos. Son mi carne, mi sangre, mi alma. Sos míos hasta que les deje con sus alas por el mundo.
Uno quiere ser independiente. Si, pero cuando ha sido de alguien. Ellos son para mi un enorme poder, una caja mágica de ilusión, una bendición y más que eso. Una escena infinitamente cómica. Por que son también cómicos. Gozo de sus momicidades, de ver a mi niña armar con las tonterías que le traigo la mejor tienda de abastos que ningún niño nunca tuvo. Todo en miniatura. Mi hijo, que ya va creciendo, podrá de decir con el tiempo que el aún vio actuar a esa leyenda llamada Paul Mc Cartney. Creo que el podsrá escribir de ese momento cuando entramos al estadio de la U, tan monumental como su nombre, y el estallido. ¡Que form,a de ir por vez primera a un estadio! A ver a Paul Mc Cartney. Creo que fue una buena presentación del lado gandioso de la vida. Por eso es que ellos saben que soy grandioso. Soy un super papá. Un padre que muchos envidiarían y que solamente soy pro que me da placer ser así con ellos. Salimos a restaurantes bonotos. Vamos a comer chifa aunque mi nena solo pida Chi Jau kay. Mi hijo si es más variado en sus apetencias. Sea comida hindú, china o italiana, quedo encantado del sanguche brasilero que le hice ayer. Con un alto inimaginable de jamonada. Vaya que si le encantó.
Y a mi hija tardé tanto en conseguir ese conjunto de aretes. Todos bellos que atesoró con derecho en su almacén de regalillos que suelo hacerlo, ya que es la única dama en mi vida.
Ahora que me doy cuenta. La vida es carne, mucha carne, y la carne llama a la carne. Por que en la carne va el alma, la vena, la sangre. Y no es para nada anormal que uno ame solamente a sus hijos. Puedes mirar con ternura a otros, pero los hijos de uno son los hijos de uno y punto. Por eso es que yo no entiendo el valor de esas mujeres que pensando en que será fácil darles todo a sus críos, expulsan como si fuera un pedazo de mugre a los hombres que, la quieran o no, pueden ser un gran apoyo para darles eso que tanto necesitan los hijos.
Lo siento. Hijos ajenos … no garantizo cariño.

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