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lunes, 28 de noviembre de 2011

PENELOPE

Eres el olor más verdadero que sentí. La chica tonta que soñé. La chica astuta que no busqué. La mejor carta para el suicida seguro. La peor promesa para el inseguro, que más decirte sino que me siento capaz de conquistar el planeta, y un poco más.
Leo la dulzura en los ojos de mi hija, y me asombra encontrar tan pocas referencias que pueda garantizar una sola de mis palabras más allá de diez minutos. Pero cómo asegurar la certeza más allá de lo que vemos. Es que puedo compaginar la inocencia con la piel, dice la canción. El olvido es parte del presente, del amor, del candente flujo que apenas alumbra la caverna en la que nos encontramos, para hacer fiesta solo cuando es fiesta, y poner más caminos difíciles con confianza. Penélope sigue tejiendo. Sigue probando. Sigue estimulando el comienzo.
Nunca vi chica que más me encantó. Simétrica sin esfuerzo. Loca y segura. No eres lo que yo quiero que seas, sino el triunfo de lo que no deseo ver y es. A veces escribo en difícil, pero solo es mi alocución torpe, mi absurdo modo de ser original, mi casa volteada, mi perro sin correa, el corazón del caracol y el musgo que piensa en silencio.
Se que es inútil y la modorra y el péndulo tienen sus leyes. Tamborilea los dedos sobre la madera, y sonríe al ver a los tíos sentados tomando el café, murmullando sus triunfos idiotas y sus glorias ajenas. Entelequia, imaginación, falso despiste. No. Esto es verdadero. Y por eso te abofeteo.

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