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viernes, 26 de septiembre de 2008

RINA O EL OCTOPUS DE LA BONDAD


"El olor fino solitario de tus axilas Un hacinamiento de coronas de paja y heno fresco cortado con dedos y asfódelos y piel fresca y galopes lejanos como perlas Tu olor de cabellera bajo el agua azul con peces negros y estrellas de mar y estrellas de cielo bajo la nieve incalculable de tu mirada"

(César Moro)

Resistíamos irresponsablemente sin un intento, al menos mío, de abandonar el país. Lima en los 80 era sincera, descuidada, emancipada de la palabra "futuro". Era ahora, no mañana, y las bombas de Sendero Luminoso ya casi se extrañaban si en la noche no se iba la luz. las cargas de violencia no eran lo nuestro, pero si un esperar, esperar y esperar, cuajado de imbecilidad, confianza y sueños cortos. Al menos eso me pasaba, y aunque nada invitaba a volver, todos los domingos después de la misa recalabamos en su casa, con las viejas guitarras, y las tontas caniones de Sui Generis, y alguna pena amorosa por que pensar que la vida era fea. pero en realidad era bella, por que nada del todo importaba. Pero recuerdo la casa y el perfirl de Rina.
Vivía en una casa con algo de domicilio de Hansel y Gretel, con florecitas blancas a ambos lado de la entrada, idénticas a las que van en los velos de novia, y uno o dos perritos insoportables a los que yo tenía muchas ganas de coger subrepticiamente para hacerlos volar sobre las fauces de los cocodrilos del Parque de las Leyendas.
Nunca hice esto, pero recuerdo a Rina no como ella, sino como una expresión redonda de la amistad aséptica, sin maldad ni desconfianzas, con quien mas allá de su gazmoñería, compatió conmigo, en las antípodas de su modo de ser, el raro sueño de arreglar el mundo.
Nunca mas la vi, ni me buscó ni yo a ella, aunque dejó un recuerdo impecable, blanco como una mancha de semen sobre la solapa azul del canciller.
Pero eran tiempos vaporosos, con nieblas en los cercanos horizontes, fantasmas y brillos de amor que uno imaginaba en los ojos de cualquier amada.
Y Rina siempre estaba rodeada de muchachos tranquilos, pero con cierta simpatía a lo indebido. Si, Rina, todos fumaban chistosa.
A todos nos trataba con diminutivos y nosotros, en contraparte, le hacíamos bromas tal vez intolerables para otras personas, pero que muy bien ella sabia encajar en sus bien elevada actitud de madre superiora que se enrola en la universidad para ayudar a los demás.

No si se ha casado, si ha sido madre, o si sigue haciendo suyo, subiendo y bajando de los cerros de Manzanilla, el Pino o Huaycán, sorteando miradas maculosas de desprotegidos mentales con tatuajes en los brazos y risdas mefistofélicas han frías como el hierro que les esperaba en algún
callejón orinado de las márgenes.
Lo que si se es que una tarde conversando, le propuse una invitación. ir a un burdel, a la Nene, allá, pasando los rieles, allá en la Colonial. Ella me dijo con despierta mirada, !perfecto! Se iba a listar el cabello y pasar como parroquiano al venusterio mas famoso de Lima.
!Que iba a decir cuando Perla me diga marido! o cuando Aura me llame !ven que te lo voy a hacer rico!... o si la charapa me jale al privado para preguntárme al oído "y tu hermano".
Tal vez no debí soslayar la ocasión. Habría sido un enigma lo que sucedería si entraba al 8 o al 23 mientras Rina desplegaba su etnografía en el clima rojo.
Rina, estudiante, medio socialista, sonreía y tomaba en serio la vida. Tenía una misión. Y no se si la sigue teniendo. Pero en realidad que poco se sabe de los compañeros circunstanciales de los años maravillosos. ¿Como es posible que nunca mas se tenga contacto con alguien con quien se pretendió cambiar el mundo?
No he cambiado. Yo estoy en lo mío, las huevadas, por que !que mas hacer en la vida sino huevadas!
Imagínate a los locos de Lehmann Brothers, con su tuerto, parche o tiro, al medio día, frescos, con sus trajes de tres mil dólares y las invitaciones a los restaurantes de moda, timbeando con el futuro de Estados Unidos sin imaginar que hoy nada existe.
Que Carlos Manrique ni Pepe Trueno en angustia robando un foco al paso para cambiarlo por media luca. No, Rina, entiéndelo, nadie es unoctopus de la bondad. El mundo no es de los santos. Y tal vez tampoco ni tu lo seas.
En todo caso, no habiendo batallas alrededor, este viernes de trastienda, viernes de deber, de estar en lo necesario, hay que escribior y, por que no, un salud por Rina y su batalla. Y si abandonaste el carro por la plata. Ven a nuestro cubil, échate una cerveza... o lo que quieras, y quizás hasta te vayas con un regalito.

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