Vistas de página en total

jueves, 11 de septiembre de 2008

UN CRISTIANO EJEMPLAR: QUINTANILLA

Luego nos dio la espalda y siguió con su trabajo.
Mientras pasábamos como una hermosa guadaña negra por aquel paisaje perfecto


Raymond Carver


Cuando lo conocí, Mario tenía unos 65 años. Vivía solo en la esquina. Su casa era muy descuidada. Sucia. Parecía que nunca lustraron el parquet. Unos moribundos granados sobrevivían en desorden sobre la tierra meada que flanqueaba su vivienda. Pero tenía algo a favor: era grande.

Mario sabía muchas cosas, pero a retazos. Francés, derecho aeronáutico, amaba Buenos Aires y Paris donde vivió. Una vez le vendió una cocina de tercera a un amigo suizo que estaba de paso en Lima. A Mario su mujer lo dejó. Pero era simpático, social, y jamás se cambiaba su traje azul al cual nunca lavaba, aunque en las partes desteñidas pasaba plumón para oscurecerlas. Mario era sombrío, vetuzto y digno de cualquier sospecha. A mi me caía bien. Me imaginaba su insomnio. Tres de la mañana que hacer. Y se dirigía al baño y lavaba sus calzoncillos remojados por semanas o se metía un pajazo con una porno blaco y negro con páginas pegadas.

Cuando viajaba en la 89 fingía que leía el periódico. Pero la verdad era otra. Diana Libia me comentó. "Ese viejo se baja los lentes como si leyera, pero en verdad me mira las piernas". No lo culpo. Diana era un tanque digno de todo ataque.

En su casa había polvo por todos lados pero no habían cucarachas. Tampoco comida en el refrigerador. Su mesa de sala era una lavadora del siglo pasado y un foco colgaba de un cable.

Pero era divertido. Mario hacía de vez en cuando fiestas en su casa, aunque tenian algo particular, sus invitados eran mujeres viejas, hombres como ellas divorciados, profesionales dados de baja, todos con cierto aire a naftalina y fracaso. Me recordaban a Ricardo Belmont.

Una vez hizo una de esas fiiestas mientras yo, no muy lejos de su casa tocaba guitarra en compañía de mi amigo Pepe Collazos. Se escuchaban guarachas, cumbias, los Panchos. Pero de pronto se apagó la luz de toda la ciudad... y silenció la música. Otro atentado de Sendero Luminoso. Era un sueño. Solamente batían las cuerdas de mi guitarra en ese anochecer esplendoroso de verano.

La oscuridad mejora todo. El sonido era cristalino. Había encanto.

Pero ya no había música en la fiesta de esos viejos.

Se abrió la puerta roja y Mario apareció en mangas de camisa -sucia- y corbata. Nos saludamos. Nos invitaron a animar la fiesta. "Pero no se criollas", advertí.

"Toca lo que quieras" rió.

Entramos y este fue el panorama. Telarañas. Habían ex sindicalistas, médicos expulsados del gremio por negligencias, abortistas, contadores fraudulentos de poca monta, abogados trafas, y mujeres abandonadas por sus maridos que solian pasar la noche en los bingos. Busqué entre ellas alguna rescatable. Fue un fracaso la búsqueda. Todas estaban obsoletas para eventuras sicalípticas.

Tomé confianza y fui a lo mio. Toqué guitarra. Música de Charly García. Contra todo lo pensado, estos viejos o próximos a la tercera edad se entusiasmaron y empezaron a bailar. Las gordas se bamboleaban con frenesí mientras el alcohol iba en aumento.

Yo le dije !un salud por los viejos polvos ... y por los que vendrán!

Todos aplaudieron.

A la gorda de mi costado le dije... "me exitas chiquilla". Y ella me dijo. "Usted es un atrevido".

No me importaba nada. Mario estaba borracho y en ese momento Pepe encendió un porro delante de los viejos. Todos fumaron. Estaban competamente stones. Bailaron aún mas. La lavadora cobró vida y fue sacada a bailar. La cocina bailó.

De pronto empezaron a hablar de sus vidas. Yo le pregunté al médico. "Te acuerdas de la niña que te llevaron hace cinco años. No puede tener hijos. Era mi enamorada. Debes suicidarte".

"Pero te cobré barato, no te olvides", me respondió.

Recuerdo que le propuse a Mario convertir su casa en hotel. "Los chicos del barrio necesitan privacidad".

Mario aceptó la propuesta "a cambio de un tallarín con pollo chifa".

Fue así que una noche llevé a una muchacha. Era espectacular. Antes fuimos al chifa. La chica cuyo nombre ni me acuerdo se extrañó de ir, previamente a comprar el tallarín con pollo, que nos los dero en una bolsa.

Toqué la puerta. Mario abrió. Etaba en bata. Pasen, dijo en su tersa amabilidad.

Subimos. La puerta estaba desmontada y para abrirla había que cargarla. El colchón era una biósfera de bacterias. Ese día ella fue con jean a nuestro encuentro, pero la conocóa con una microscópica faldita negra en la casa de su prima. Recordaba todos los momentos previos antes de gozar de su absoluta naturaleza.

Pero nada es perfecto. Cuando estábamos en lo mejor del empiernamiento, se cayó la puerta muy cerca a nuestros pies. Era obvio, Mario estaba mirando por el hueco de la chapa. Sentimos unos pasos desiguales alejarse por alguno de los demáscuartos.

Menos mal ya había satisfecho mis apetencias, aunque ella se mostró insatisfecha. Traté de calmarle. Era obvio, se moria de miedo. Entonces sonó la bocina del carro de Toño. Salí por la ventaba desnudo. Ven, le dije a ella, que se asomó igualmente desnuda. Había mucha música en el escarabajo. Entramos. Escuché de abajo la risa de Kike. "....... esta chachando..... esta cachando....tu hermano está cachando".

Bajé y le presenté al grupo a mi amiga. Mario no quiso aparecer. Comprendí que Diana tenía razón. Mario era un fizgón, pero a quien todos tenemos en el recuerdo, y brindamos un pedestal por que nunca supimos de él nada, cómo se ganó la vida, por que hablaba francés y como así era experto en derecho aeronáutico sin ser piloto ni abogado. Un día vendió su casa en 70 mil dólares. Nunca mas lo vimos.

Creo que le hizo bien el porro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario