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miércoles, 3 de septiembre de 2008

Simpatía por el mal


Una loca se mató en la otra cuadra de la parroquia, quiso ser nuestra amiga, el hermano de Wendy se volvió ciego, creo que también intentó ser nuestro amigo, Pepe Trueno mandó sancochar piernas de pollo para celebrar su santo en la casa de Sondón, quería ser nuestro amigo, nunca nos importó, Cecilia la gorda se casó y todos fuimos a saludarla por su nueva vida. Recuerdo que le dije a Coco, “será la última vez que la vemos”. Así fue.

1 de la madrugada “He estado cheleando”
(Pechito)


Pocos como Francis Dürrenmat, escritor suizo, fueron al mismo tiempo tan admirados como respetados. Acostumbrado a burlarse de si mismo y de los demás, decidió por encima de sus nauseas convertirse en parlamentario.
Fue en esta circunstancia que dejó un raro pero inquietante testamento político: Que una vez muerto, en homenaje suyo se monte la máxima de sus obras en medio del hemiciclo. Precisamente la obra elegida por él mismo implicaba llevar una montaña de mierda en el mismo centro del hemiciclo, y así zanjar de una vez por todas con la hipocresía secularizada en ese colectivo de políticos obedientes a los dictámenes de los banqueros.
No se por que, en esta noche lluviosa, en la que mi hermano acaba de renunciar al queso azul de su refrigeradora, encuentro relación entre este pasaje de Dürrenmat y un acontecimiento aislado en las calles de mi viejo barrio de Pueblo Libre, en Lima.
Mientras Lima era bombardeada por Sendero Luminoso, y Vicky, la monja, abrazaba en silencio las banderas rojas del MRTA, los chicos de la parroquia de ese barrio clase media, apostaban por quien se portaba mejor para tomar el escaso margen de posibilidades de entonces para lograr ser alguien en la vida.
El margen era mínimo y todos buscaban un lugar en las pequeñas balsas de ese Titanic llamado Perú.
Algunos dirán que no estaban enterados de que el país se caía a pedazos y cada quien se allanaba una ruta por el camino correcto de la vida. Pero yo creo lo contrario. Pienso que todos, parroquianos, comunistas, anárquicos, punkis y raspadilleros iban por lo mismo. Por una tablita para no hundirse en el océano y no permitir que el otro ocupe su lugar. En los años 80, la lucha por la supervivencia era tan cruel como la bondad de Rina. En los años 80, surgieron los Israelitas del Nuevo pacto Universal, crecieron los evangelistas y los Testigos de Jehova. En los años 80, el padre Carlos se fue a Italia vestido de cura y se puso tanga en Ibiza para no volver más. Era farsante.

En apariencia, nada era condenable en aquel grupo de muchachos vistos por lo general con guitarras y una áurea plateada después de las nocturnas misas de los domingos. Recuerdo que cantábamos canciones de protesta argentinas. A mi me gustaban esas canciones, pero mas su dimensión de pasaporte para acercarme a una de las chicas.

Era obvio que todos deseaban –yo no en realidad- ser buenos chicos, estar lejos de las drogas, de la violencia, del sexo, aunque no siempre del alcohol.
Entonces sucedió lo que algunos científicos sociales denominan “la alteridad”, aquel misterioso y poco explicable factor que acelera en las entrañas de las mejores personas los más oscuros e insospechados sentimientos.
Sospecho que este grupo, emancipado de toda malicia y sentimiento subalterno, por primera vez y sin saber por que tuvo un ataque colectivo de humanidad, de cruel humanidad, y solo eso explica la popularidad en el mismo greupo de temas tan contradictorios de los Rolling Stones como “Simpatía por el mal”.
Al parecer los chicos de la parroquia llevaban por mucho tiempo esperando only the momento to be free, y eso explica el por que fluyeron en ellos como de la nada las más ruines cargas de violencia.
Fue un secreto que llevaron oculto por años, pero que ahora cuento, seguro de que a estas alturas a muchos de esos chicos, sea en el trabajo, el hogar o en la espera de la luz verde, vieron reverdecer en su expresión la simpatía por el mal.
Todo tiene su momento y me pregunto por que Jesucristo despertó tanto encono y poder.
La simpatía por la mácula en el inmaculado grupo se debió, indudablemente a lo que llamaré el “factor papi”.
El “factor papi” apareció de pronto del otro lado de la avenida. Era vecino desde hacía años de los dos hermanos apristas que estudiaban letras en la Católica y de quienes hablaré próximamente, especialmente cuando me refiera al terminal pesquero de Ventanilla.

“Papi” era un ingenuo muchacho, gordito y cachetón, a quien fácilmente podía imaginármelo en politos a rayas, similares a los del hijo del loco Adams.
El talento de “papi” para despertar nuestros más sórdidos resplandores no parecía tener fronteras. Decía que estudiaba para triunfar en la vida, tener un carro verde y una chica blanca de piernas largas.
Cuando “Papi” decía esto, el 90 por ciento del grupo fumaba marihuana.


Incluso tú.



Poco a poco, la inocencia con que “papi” hablaba de sus anhelos fue dando confianza a los del grupo cristiano para que fluyan las turbulencias que cada uno saboreaba como miel envenenada. Recuerdo que nadie desperdiciaba la oportunidad para demoler con críticas a sus espaldas al nuevo “amigo” del grupo.
Una vez “papi” se sintió en confianza, y nos invitó a todos a una fiesta en su casa. Todos fuimos a comer. La idea era soportarlo 10 minutos más y escapar lo más lejos posible. Ese clima de piñata y chantillí era insoportable para todos, o al menos para los que la teníamos clara. Sin embargo pude ver en el rostro de la gata, el bambú y la piñata, tres de las más conspicuas amigas del cura que usaba tanga, el signo de superficialidad que lleva toda mujer que no considero decisiva.
Luego se hizo una especie de juicio de Nuremberg a “papi” y vi cómo, con mis propios ojos, lo llevaban al precipicio.
“Papi” dio un raro discurso frente a su enorme torta de cumpleaños: “no tengo enamorada… pero tengo amigos”.
Todos nos reímos por dentro, y hasta fuimos al baño en grupo para estallar de la risa.
Sin duda fue el acto mas cristiano de todos los que pude sentir en ese grupo, pues lo mataron con el pensamiento, el gesto y el ademán. Pero lo peor de todo fue que “papi” llegó antes que nosotros, y una vez terminada su carrera, se compró su ansiado carro verde, aunque Mortadelo se cogió a su soñada chica blanca de piernas largas.

Sin presencia de "Papi" los miembros de aquel barrio cristiano lo condenamos a la antipatía e ignorancia de por vida. Todos firmamos el veredicto: expulsarlo del barrio por el mismo hecho de haber nacido.
Pero tal vez ese no era el fondo. Se le expulsó por que con su inocente existencia, con su protegida circunstancia, despertaba en todos los cristianos de la margen izquierda de la Bolivar, la mas íntima y genuina maldad. Quizás el tenía la vida tranquila que ninguno de nosotros poseía y, por que no pensar, anhelábamos la normalidad de su vida de Walt Dysney.

Recuerdo que después de participar en conjunto en aquel juicio, el reproche, la nausea por uno mismo surgió en algunos de los miembros de aquel grupo. Si, todos cayeron en la trampa. Si, todos tropezaron consigo mismos, y tal vez en ese momento se abrió paso el cinismo que aún debe mantenerse vivo en todos los miembros de ese jurado, de ese tribunal sin rostro que aniquiló a la imagen que catalizaba en todos la simpatía por el mal.


En cuanto a la gata, el bambú y la piñata, moralistas y jurados de honor del juicio a "papi" , se que se casaron. Había en todas ella un alma inequívocamente artístico. Pero sus almas dejaron de penar hace algunos años, y es posible que en últimos 20 transcurridos no hayan aprendido ninguna otra canción de protesta ni roto con el pincel imaginario el lienzo de ese paisaje sombrío que es Lima un sábado por la mañana.
Como diría Pink Floyd, tal vez sollo hayan envejecido... Comfortably numb (placidamente paralizados).

En cuanto a "papi", sospecho que aún no solo ve de vez en cuando, sino que aquilata las fotos de esa noche de cumpleaños cuando dijo "..no tengo chica ... pero tengo amigos".

The child is grown,the dream is gone.I have becomecomfortably numb

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