Vistas de página en total

viernes, 12 de septiembre de 2008

EL SEÑOR TELLO

“La «verdad» ha de ser entendida como un sistema ordenado de procedimientos para la producción, regulación, distribución, circulación y operación de juicios. La «verdad» está vinculada en una relación circular con sistemas de poder que la producen y la mantienen.” Michael Focault


Conocer al señor Tello fue una experiencia linguística. Era el apellido perfecto para su persona. Con una complexión absolutamente dominada por la amabilidad, el buen reír, y la simpatía instantánea, era el equilibrio perfecto. Repito: Era la relación onomatopéyica más impecable entre alguien -o algo- y su denominación: Tello.
No se por que, pero me recordaba a mi perro, y solamente por eso me caía extraordinariamente bien. Siempre se mostraba feliz. Y aunque fue el amigo mas sincero que conocí, había un detalle, solo uno, que pudo revertir el cúmulo de confianza que adquirió en mi aprecio. Mintió por años con su nombre. No era en realidad el señor Tello.
Enterarme de esto pudo echar bajo suelo nuestra amistad. Pero en honor a los buenos ratos que pasamos en los años sin destino del Perú, reflexioné con desapasionamiento analítico, con criterio weberiano -!hay la verstehen!- los porqués de tal mentira. Finalmente, lejos de sentirme engañado, comprendí de buen creer su decisión de ocultar su identidad, cambiarse nombre, apellido, y presentarse en el barrio como otro.
Al venir a Free Town, el señor Tello estrenaba barrio, amigos, religión (era evangelista), y con el tiempo hasta quería estar con una de las ninfetas - a quien Marisol Corneta al ver caminar hacia la parroquia decía despectivamente “vaginitas”-.

El señor Tello, ya lo dije de otras formas, poseía un carisma acompañado de un porte de heroicidad, velocidad y deporte, (y por eso Giorgio Bardakas le decía a viva voz Conan el Bárbaro). Pero habían otras cosas muy extrañas respecto a su persona: Era el primer ser humano de nuestra edad a quien descubrí que usaba Glostora.
Su personalidad era un enigma para mi. No podía dormir sin antes pensar al menos media hora en los porqués de tan extraño flujio vital.
Así es que un día me aventuré a visitarlo a su domicilio, en Breña.
Cuan grande sería mi sorpresa que all llegar al número indicado me topé no con una casa convencional, sino con una tienda de disfraces.
Cuando toqué la puerta alguien preguntó quien era. Dije naturalmente mi nombre. Inmediatamente otra voz salió de esa garganta profunda que era su casa. Era el.
Mis ojos se costumbraron a la oscuridad y no pude ocultar cierto sobresalto al encontrarlo vestido del hombre araña.

Sientate, me dijo, ¿Se te ofrece algo? me preguntó sin inmutarse en lo mínimo de mi sorpresa. Agua, le dije con parquedad. Silvando, sin ningún peso en el alma, fue a la cocina a complir con mi pedido.
Entonces comencé mi análisis topológico de su mundo. Pude ver que en su habitación habían muchos cuadros volteados contra la pared. Mi intriga aumentó. Cuando las preguntas comenzaban a asociarse con posibles hipótesis apareció nuevamente. Tenía en su mano el vaso con agua. Noté que se había peinado. Lo bebí por completo de un solo tirón.
Pero su presencia me impedía una observación mas objetiva. Mi cometido era saber que pasaba.
Necesitaba que se vaya de la habitación. Maliciosamente insistí, ¿Podrías invitarme otro vaso con agua? Accedió inmediatamente no sin antes poner su disco de Slade en Vivo.
Mientras escuchaba a lo lejos el correr del agua en el grifo, calculé el tiempo que demoraría en llenar el vaso, atravesar el pasillo y aparecer nuevamente en la habitación. Era ahora o nunca. Furtivamente fui a ver que había detrás de cada uno de esos cuadros.
Eran muchos diplomas con su foto, la misma camisa y chompa, perocon distintas edades. No solo eso, y allí mi desequilibrio. Tenía distintos nombres. Cuan grande sería mi espanto al toparme con que cada diplma correspondía, además, a diferentes colegios donde decía "... en honor al mérito por haber ganado el primer lugar en el concurco de matemáticas el señor Mario Aspilcueta". En otro diploma, calro que también de otro colegio se leía "...por su destacada participación en el concurso nacional de lógica al señor Enrique Murga palavicini". En otro decía, "primer lugar en el campeonato Adecore de Atletismo al señor Gurfunkel" Y así sucesivamente encontré que estaban todos los nombres de los chicos del barrio. En todos había la misma foto. Hasta que encontré mi nombre. "... campeón nacional de esgrima en la categoría 12 -13 años".
Comprendí que el señor Tello tenía mil nombres, mil mejores amigos, mil barrios y era como si se habría perdido en una sala de espejos.
Llegó con el vaso de agua y le dije una indirecta. "He estado leyendo a Michael Focault". ¿A si? Interesante, yo ya lo leí, me contestó. No paró de hablar una media hora del filósofo postestructuralista.
Intenté de nuevo. Le dije una frase que me encantaba del filósofo: "nunca pienses que mañana sea el mismo".

El señor Tello, inteligente y atrevido, comprendió la indirecta. Con la velocidad de una mosca en peligro visualizó hacia los diplomas. Seguramente se dio cuenta de que habían sido movidos.
Se dio cuenta de mi incursuión clandestina a su intimidad.
Me tomó del brazo y caminando lentamente me dijo claramente.
"La realidad no existe, por eso es que la verdad es una falla de la humanidad".
Nunca encontré frase mas perfecta para justificar mis innumerables defectos, sobre todo la mentira. Por que soy un mentiroso profesional sin remedio.
Inmediatamente sentí un alivio absoluto a todos mis actos. A las mentiras a las chicas, a mi madre que tanto me perseguía por saber donde recalaba después de las 10 de la noche, pensé en las mentiras a mis profesores y a Dios.
Bastó esa frase para no seguir en el tema y considerar al señor Tello mi amigo en su personalidad múltiple. Podía ser si quería el señor Tello, Guzmán o Ampuero. No importaba ya nada. Pensé en las ventajas de tener un millón de amigos en uno.
Hasta ahora no se como se llama, y es posible que el tampoco lo sepa. Solo se que un día fui a su casa donde había una tienda de disfraces. Y es posible que eso sea todo. Que la vida sea un pasaje como su casa, cada vez mas oscuro, en cuyo fondo se encuentren los diferentes disfraces que debemos llevar en la vida.
El trip

Recuerdo esto y pienso en sus lentes gruesos, de marcos metálicos, y su predisposición a lo indebido. Precisamente esto me pareció ideal para un trip. Y lejos de decirme no, inmediatamente se solidarizó y se ofreció para armar el porro.
Lo hizo en 24 segundos con una sola mano. Eran perfectos, sin fisuras, ensamblados con una precisiñon alemana, y con la presión absolutamente modulada para que corra lo debido y sin irregularidades en cada pitada. Nunca tuvimos que curar con saliba alguna de sus obras de arte.
Definitivamente, aprendió eso en Breña, uno de los mejores hubs de Lima.
Tello perdió muy rápidamente la vergüenza y pensando que nadie se había dado cuenta, quería guardar la imagen por que le gustaba una de las chicas de la parroquia.
Estuvo con ella mucho tiempo. Y me gustaba que esté con ella. Era mi amiga. Pero al parecer, al señor Tello le resultaba un poco celosa.
Pronto la expectoró y fue nuevaente el hombre mas feliz de la vida.
Un día roleamos varios en el parque Don Bosco, en Canta, en el parque América, en todo lado. El señor Tello ya podía ser director del Museo nacional de Historia Natural, por que a la fecha había visto, producto de la chistosa, perros, gatos, monos, capizos, satunis, ornitprrincos, y en el aire peces, moluscos que hablaban, y hasta al cateblapas, criatura extraña inventada en “Ficciones” por Borges. Con el tiempo vimos animales prehistóricos. Lo que no nos dijo era que, como decía la canción, “uhhhh me he vuelto a enamorar”.
Una tarde pasó el padre Lucho por el parque, y nosotros estábamos dando de alimentar a un tiranosaurio.
-¿Crees que se haya dado cuenta?- Me preguntó.
Obviamente le preocupaba su imagen. Su amada era corista de la parroquia.
-Imposible. No creo- respondí, mientras el padre se iba, nos miraba y meneaba la cabeza.
Fue una mentira piadosa. El padre lo sabía.
Pero Tello sospechaba de que le mentía. Entonces silenció, le vino la bajada, el habló de un caballo, de árboles, y de una chica que subía y bajaba de su mente.
Sube y baja, decía, no la puedo olvidar.
Ahora sabemos bien quien era.
Me dijo que era el amor de su vida. Pero el señor Tello la olvidó en una semana.
Nunca llegó a ser tan consistente su amor... como sus porros.
Ahora se que usaba glostora para sujetar sus máscaras.
No se quien será en estos momentos. Tal vez lo único autentico que tenga sean ... sus anteojos.
Publicado por josecalderon en 10:26 0 comentarios

No hay comentarios:

Publicar un comentario