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martes, 28 de junio de 2011

NO ESPERAS QUE MAÑANA SEA EL MISMO

No esperes que mañana sea el mismo. ¿Quién es el mismo mañana? Nadie. Todos cambiamos de opinión. Algo sucede y en un pequeño agujero en la existencia vemos lo que antes vimos así, de pronto… simplemente distinto. Y lo bello, feo; lo atrayente, nauseabundo. Igual, la mujer ideal de promto se transmuta en un monstruo sin cabeza, o peor aún, con cuatro cabezas. La respuesta es solo una. Todos intentamos distintos caminos para alcanzar la inmortalidad. Todos ensayamos con nosotros mismos.
Lo cual sea, necesitamos legitimar muestra mutación, es que somos tan poca cosa que no podemos mostrarnos asi de egoistas, y materializamos nuestro mutismo humano en una reflexión, la salpimentamos, le damos forma y ¡ya!, está la conclusión. ¡Y Zás! Nos oponemos de repente a quienes ayer apoyábamos. Otras veces, cosa rara, nos reafirmamos en nuestras creencias, y esto no es nada asombroso.
Sin embargo, ser un mjtante no tiene nada que ver con ser un miserable. No puedes atacar al que de hizo crecer. No, eso te vuelve un gusano.
Pero si es conveniente algo, no sería raro reafirmarnos en esto que nos conviene. Nadie diría que estamos locos si mantenemos nuestra idea. Pero si no es conveniente, igual si nos dicen locos. Pronto ya no importarás a nadie y podrás reconquistar tu vida. Lejos de todos. Bebiendo, bailando, cachando, masturbándote, leyendo a Goethe, Heyne, escuchando música, amasando en tus manos el mundo. Das ist Cusco.
Los que creyeron en el ganador que presidirá esta chatarrería social llamada Perú, ok, ganaron. Y no es que la chatarra sea mala. Solo está oxidada. Y no es que solo esté oxidada. No sirve para nada. A no ser que sea reciclada, remasterizada, reconfigurada.

Me reconfiguro.
Pero que hacer. Antes de ser chatarra, huyo de ser chatarra, lo he hecho de mil formas, asumiendo diferentes gestos, tonos, expresiones. Me he visto caminando y mirándome de soslayo en los escaparates, unas veces con una actitud, o bien con otra. He cambiado infinidad de ocasiones de caminada, otras veces de pasos, pasos largos, otros cortos, he caminado altivo, decadente, misterioso, según la moral que me acompañaba.
Lo he probado todo, pero sigo aparcado en mí, en mi mala conducta, en mi antisocialidad, y por eso soy soberano en la mirada.
Es imposible ser social. Lo del hombre es no serlo para ser social, necesario ser un hipócrita para soportar lo que el tonto de Nerón dijo: que detestaba el aliento y sudores de la multitud indestacable. Basta un elogio para que cualquier estúpido te crea amigo.
La buena intención no existe. Tampoco la maldad. Solo existe salir del aburrimiento y sazonar una vida, de por si rica, érp que creemos insípida, una vida en la de tanta opulencia filosófica y de tanto vagar en el buen sentido de la expresión, nos sobramos de nosotros mismos, gran error, y hasta nos atrevemos a dar los rescoldos de una buena voluntad que creemos tener, ua que caso toda nos la quitó la vida al ver a tanta mierda societal.
Corolario: es un error esto de ayudar.
Por eso creo que solo Cristo pudo ser tan grande, y solo él pudo amar a seres tan in amables como los humanos, siempre necesitados de apuñalar al otro, rajar del otro, del que minutos antes le dio a uno una buena sonrisa y uno estrechó sus manos, una criatura dispuesta a maldecir al que, por razón o sin razón, envidia, ama o detesta.
Bueno, esto a que viene, tal vez a la delicada sorpresa de El de Rojo, que se quejó de que le fallé. No. Eso no hice: Me fui leal.
Ironía. POr ayudarle me fallé a mí mismo, idiota que creí que podía darle la mano. No, nunca debí siquiera creer que esto fuera posible. Debí decirle, "no puedo y no quiero ayudarte". Pero un alto porcentaje de él me era agradable, divertido. De jovenes nunca habíamos visto nada en serio, era uno mas del barrio, y por ese fugaz recuerdo cómo iba yo a ser históricamente un magnífico amigo. No. Lo cierto es que el pedía ayuda y se la di… hasta que apostó, especuló con mi ya precaria amistad, lo, peor sin tener crédito. Y perdió.
Pero, ¡oh las estadísticas! Estas le traicionaron. No podía confiar en alguien que tenía las estadísticas en contra. Menos yo. Yo soy un maldito.
Y por eso cambié de opinión. Pero cambié de a pocos. Cuando me dijo que estaba en problemas y me compiló a que le ayude, en este caso a abogar para que le dieran a crédito una noche en el hotel, que yo la iba a pagar, le dije, ok, hablaré con el dueño. El destino quiso que no lo encuentre a Lorenzo, como se llamaba el dueño del hotel. Era una noche en la que debía ser garante para ayudarle a tener un techo, una puta noche fuera de la intemperie. Pero ya iba un mes y cuando le llamé para recordarle que solo una noche le apoyaría y me dijo al teléfono que seguía en el hotel y, más aún, sorprendido me comunicó, “pero yo creía que tu…”. No, no fue un error de interpretación. El de Rojo quería probar suerte tomándome por mi lado débil, la amistad. Y me dijo "entonces volveré a la smismas". Allí perdió. No le creí nada. Y jamás me chantajea nadie.

Los tipos duros se caen, los blandos igual, lo único que debemos buscar es el ritmo, la constante, la cuesta verdadera, y desear suerte a los otros hombres solitarios como yo.
Seguimos en la brecha, no hay que ayudar, ni siquiera ser el primero, solo hay que estar como una rana asustada anunciando la lluvia, para en un solo instante cambiar de opinión, y atravesar a ojos cerrados la gran pista humedecida llena de autos, obviamente, con la menor probabilidad de sobrevivir, y acaso solo eso sea importante. Ser inmortales, aunque uno muera en el intento.

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