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martes, 27 de diciembre de 2011

DONDE HAY UN SUSPIRO A LA LIMEÑA

Gasto en hoteles, pasajes de avión y tierra, alimentación y café, del mejor, jabón, champú, lavandería, arreglar mi cámara, zapatillas para el hijo, las caras, skutter para la hija, el caro, estudios, los caros, en mandar a la casa, en Navidad, es decir, chancho, panetón, fruta fresca y en lata, nueces, aceitunas verdes y guindones, crema de coco y un bacardi para la piña colada, me compré un conchón para mí, para dormir mejor y, para no tener más a esos mugrosos jardineros, también una podadora y una grabadora para mis entrevistas. También invierto en divertirme, en una caipirovka o cerveza si hace calor o triunfo, en leer lo que me venga, ahora a Withman, y en cremas antihongos a fin de prevenir que me suban por los pies, igual gasto en una cena con alguna muchacha bonita y estúpida que me permita imaginar que aun hay encanto, en un a mochila fina, fuerte, linda, en mi lap top para robar señal en los cafés, y en una ropa de baño linda para el crio, y en aretes más lindos aún para la bebe qye llega a los 11, en un perfume que no le gustó -Yve Saint Laurent- a la señora mamá de ellos, y por si fuera poco, en el gimnasio donde voy, sea donde esté.
Pero una tarde tenía dinero y te quise invitar un suspiro a la limeña, y no había en el elegante restaurante. Me impresionó que no haya ese suspiro, pero más aún que no creas mas en los sueños, pero ya era tarde para que me partas el corazón.

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