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martes, 27 de diciembre de 2011

UN PEDAZO DE MUGRE QUE MAULLA

Lo compro con la plata del pueblo, habría dicho al leer la última columna en su contra del antipático Aldo Mariátegui.
El tipo, Roncagliolo, era y es un canalla oenegeta. Llegó a canciller, sólo sabe Dios por qué. Tal vez por haber apoyado a Humala con su red de ONG, o por tener las rodillas tan duras como ligeras sus convicciones.
2,011. Todo iba bien en el puesto de canciller, obedecía (tiene relación amor odio a los militares). Pero un día no pudo más, y sintiéndose firme en el poder decidió jugar un poco con el poder prestado y buscó poner fin a los ataques del columnista del diario Correo. Lógicamente sin que aparezca su diplomática manita ergonómica a los shots.
Pero no seamos tan acres. Roncagliolo es el perfecto canciller. Tiene el camuflaje perfecto para no pronunciarse por nada. Es tan políticamente correcto como no se podría permitir un periodista de los que él sabe que deportaron para ponerlo en su puesto. Lo es que sí se trata de un buen empleado. Trabaja para quien le pague bien, sea comunistas o capitalistas, hombre, mujer, intermedio o alienígena, siempre y cuando no le duela.
Así es que no hay porque dudar de las razones por las que el comandante aún lo tenga en Torre Tagle, pero me parece que Valdez, el premier, le ha puesto una papa caliente en sus manos porque sabe que uno de los enemigos de los Chavín de Huantar es él y sus amigos. ¿A ver qué dice de esta decisión de decir no a la CIDH?

Pero a el canciller le encantan las minucias, es el tipo que se acerca a oler el piso sin que nadie se de cuenta. Y estaba herido de los ataques de la prensa. Se le nota, por eso le dió palmas a todo enemigo de la prensa, como el mandatario de Ecuador, rafael Correa.
Para vengarse del columnista que le atacaba, contrató como "asesor" a su gran amigo, también periodista, quien dicho sea de paso le debía haberle sacado del anomimato cuando pateaba latas, permitiéndole escribir en este diario.

Roncagliolo le puso el ojo y aplicó un plan siniestro. Lo compró, sí, al amigo. ¿Y cómo? Con una oferta irrenunciable: un puesto de asesor en la Cancillería, -¿asesor en qué?-. En verdad ponía en práctica su plan de división de los periodistas que, yo estoy seguro, apenas ha empezado.
En 1970, en plena dictadura militar, se dio la misma figura. Unos periodistas demasiado bocones fueron deportados, otros salvados, otros maltratados. La misma táctica con distinto efemérides. El divisionista Roncagliolo estaba en medio de la intriga.
El era un don nadie en los círculos periodísticos de los 60, no sabía improvisar chistes, le faltaban reflejos, no era de los intitados al club Agustín lara de Villarán.
Pero cuando la botas sacaron a los periodistas, él se sentó como jefe de editorial del diario Expreso. Desde allí, sin importar la verdad, y menos el destino de los periodistas que se fueron, alabó caninamente -no a lo Ddoberman sino a lo peluche- al gobierno criminal de Velasco Alvarado y desfiguró el norte del periodismo nacional.
La gente puede cambiar, es cierto, pero Roncagliolo no. Su táctica sigue vigente. No ha evolucionado. Ayer con Velasco, hoy con Humala. El cumple con dividir a los periodistas, lógicamente extrayendo la sangre del lado más débil como la del talentoso y víctima de sus virtudes, Vásques K, un conocido admirador del Duque de Winsord, famoso por haber traicionado al reino de Inglaterra -por una muchacha loca- para iniciar, aparentemente instigado por ella, unos acercamientos más que escandalosos al entonces enemigo del Reino Unido: Adolf Hitler.
Desde luego que esto no debe afectar al poco simpático, Aldo Mariátegui, director y amigo de Vásquez, pero sin duda, y aquí está la mala jugada del amigo traicionero, pues en vez de generar el disgusto de Mariátegui, ha llevado a la ira a los periodistas que no tenemos ada que ver con él, y que aunque éramos unos niños en la era de Velasco, no permitimos que a nuestros padres, víctimas de la estulticia y crapulería velasquista, se les llame olvidados viejos resentidos.
Es que a veces pienso que para cometer este tipo de travestismo periodístico, saltar de llamar "cívicos" a los inútiles como Roncagliolo a pasarle el plumero, y no solo eso, atacar a sus enemigos, en verdad, muestra no solo una inconsistencia de las convicciones, sino que muestra cuanto pesa llevar cogote la insoportabilidad de ser un bastardo maricón, o bien un desangelado hijo de puta de tristes navidades.

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