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jueves, 12 de enero de 2012

VIVAN LOS PITUCOS, CONSERVEMOLOS , QUEDAN POCOS

Una vez en la discoteca Nirvana me sorprendió que, a diferencia de otras, nadie me robó el vaso. Esos espacios de honradez me hicieron pensar que todos estábamos allí porque al menos en algo queríamos ser mejores. Nos dimos cuenta de que en la escala de las emociones, la indignación al hurto, frente al terrorismo bizantino, a la mentira, al elogio convenido, es decir, el que ese da a cambio de que el otro elogie a uno, no era el camino y, es más, dañaba.
Si me molestan los pitucos, como dice un columnista guayacolizado, pues diría que no son tan dañinos al ser una especie en extinción, arrinconada a sus cenáculos marinos o campestres, donde vemos que con dinero, blanco, marrón o azul –la persona o el origen del billete-, uno puede darse el gusto y roce que prefiera.
Está comprobado. Lo que sí es malo es tachar a alguien por que no se da cuenta del entorno polvoriento y magullado del de abajo, por que nunca tuvo que ir allá. Ejemplo. Yo no detesto a los iraníes ni a los yemenitas por que no los conozco.
Lo que sí puedo suponer es que en general los humanos tendemos a ignorarnos a menudo, y eso es a veces molesto, pero absolutamente superable.
Nadie va a quitar al imbécil la prepotencia ni la arrogancia. Salvo que le tengamos en un cara a cara con quien poner a prueba nuestra solidez. Pero para esto hay que tener mucho ojo y herir bien al que se desea, afirmando por ejemplo algún punto de quiebre de este. Por ejemplo. LA otra vez vi a un prepotente maltratar a todos, incluso a su hijo. Le dije, ¡oye, te cayó mal la cocaína de anoche y por eso atacas a todos? El sujeto no me respondió, se avergonzó, pero yo anduve pensando que nunca dejará de odiarme. Odio gratuito me gané. Pero luego dije. Para qué. Es que en este país nadie hace nada. Como me dice mi amigo Alamo Day, es un país de meones.
Volviendo a los espacios, absolutamente elitistas, hablar de esto es como irse a Santa María y no a Agua Dulce a donde solo van fotógrafos a mirar a la gente que da asco, pero que tienen una plástica mostrable en concursos de fotografía. Uno va a sentirse cerca de casa en National Geographic.
Y en esto no estoy de acuerdo con este periodista, que en lo personal me dicen que es simpatiquísimo, pero que sus escritos huelen a resentido social, y desde luego, no van acorde a esa ambición que nos debe endurecer, tirar hacia arriba, dejándonos a los que podemos el mérito de decir sin miedo, si pues, me desmarqué de los obstáculos y lo hice.
Pero en nuestro país todos maldicen a Felipillo, cuando el es el primer héroe que se quiso desmarcar de su peruanidad, pues ¿Se debe sentir orgullo de este magma anticultural que está en el chip de millones? Así pues, en este país se elogia la mediocridad con mucha facilidad, en el mundo empresarial, cultural y social. Yo no voté por Fujimori, y votaría otra vez. Por qué temer. Porqué tener miedo a opiniones lisurientas pero bendecidas por ser políticamente correctas.
Por eso veo importantísimo ser -cuando se puede- integracionista y cuando no, sencillamente no, pues ser solitario, poliforme y sagaz para clavar un punto de vista distinto implica saber algo de rock, de Frank Zappa por ejemplo, quien bien hizo recordando el derecho a tener una opinión sobre millones.
Ahora, sé que buscar el punto de vista distinto arruinó al arte, pues esa experimentación es la que ha permitido que cualquier idiota diga que hace arte, minimalismos sin sustento, arte digital, Soledades Piqueras por ejemplo, seguidores de un Duchamp que pensaba en arte democrático y otras utopías. Yo tomo lo mejor de cada quien, depredo lo mejor de todos, y a pesar de eso no me canso de admirar a quienes no alcanzo, como este escritor Francisco Umbral- ¡y cómo defendía a la izquierda, que talento!- y, por cierto, me alío con el que desprecia a toda forma de envenenamiento de la ambición. Mueran los imbéciles. Pitucos o proletarios. Pero ya dejemos de volar tan bajooooo leyendo a estos antipitucos con tropiezos sobre el aserrín donde las cucarachas se disputan por lamer los restos de llantos y derrotas.

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