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viernes, 27 de enero de 2012

A mi viejo teclado

Este teclado es un torpe. Va con mis dedos de falso albañil, de modesto guitarrista que no dio importancia cuando la tercera cuerda le hundió una herida en las yemas. Le gusta o necesita, que es una forma de gusto, que le golpee rudamente, un amasijo de letras que abc a organizarse, humilde, sumisa… a mis caprichos. Mis yemas le deben su ser a la tercera de mi vieja guitarra. Strauss, vaya nombre para guitarra chusca, comprada entusiastamente con mis primeros sueldos, tercero para ser más exacto, en la tienda de quincha de Colmena y Alfonso Ugarte, en la mas hostil, orinada y tropical, Lima. Lima, la fea que nadie quiere conocer. También mis yemas le deben algo a esta guitarra sonora, aunque no sea la misma que la heroica, que apareció en apagón, que canceló el falso juego de ludo que inventaron en Mirones. Que muerta estaba. Le arrancamos un ser vivo que lloraba, que se encontró en su hora bruja, cuando el apagón de sendero nos dejó a toda la ciudad y a nosotros sin el juego, hundidos en la oscuridad de la noche acabada. Era una guitarra huérfana y guerrera. Como la mía, ni huérfana pero si heredera. Y este teclado sodón, me han dado mas que las alfombras rojas y no sabes bien planeados de mi aventura al entrar.

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