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jueves, 10 de febrero de 2011

ANHIDRIDO CARBONICO

Cuando uno piensa las veces que le han dicho no a uno podría llegarse a considerar un exceso de autoestima o falta de vergüenza no haber optado por el suicidio, el solipsismo o la bebida.
Los “NO (s)” que uno va recibiendo en el camino son proporcionales, no obstante, a esta dicha de vivir y poder, por ejemplo, una tarde aburrida en la lluvia, cojerse el pellejo y darle de tumbos a uno y otro lado de la cama hasta la eyaculación, precoz o prolongada, con la fantasía, ¡que cinema ni 3Ds! de follarse mentalmente a quien se quiera.
Sí, usted discreta, ok, no es como si fuese real este acontecimientoonanístico y de una intimidad cada vez más supuesta, ¡quien no se echa una paja!, pero tantas veces la vida nos dice no, que el si va por dentro, o es más, por oposición matemática el si va de por medio, todo los positivizamos, al extremo de quedarnos con la esperanza, aun pensemos en que así se llama, -la llamaría locura- de una vida eterna o un poco más allá.
El de Rojo ha recuperado la existencia al poner fin a sus aspiraciones panamericanas, cerrando de cuajo las escotillas de sus narices inacabables a la cocaína, increíblemente enfrentando su pequeña existencia a la de una potente y cargada naturaleza. Esta vez él le dice no a la cocaína, y me preguntyo las preguntas de postmant o “diler” que a diario le llevaba la dosis.
El de Roijo llegó, ustedes ya saben, a Cusco en avión. Traía dos maletas de fibra, una violeta, otra celesta, exactas a las que se ven en los aeropuertos arrastrando jubilados suizos, que van por semanas a una travesía tercermundista.
Las maletas les fueron confiscadas por Albert, el chamán español, a quien tanto le hablé a Colchón, quien aceptó hacverse cargo de El de Rojo. Albert ha hecho su ecoaldea en un lugar perdido de la selva, lejos de Cusco, un paraíso en una quebrada escondida de difícil acceso, pero no muy lejos de una urbe tropical donde la lluvia atiborra las exclusas en torrentes ciudadanos que nose esconden a su casa a jugar ajedrez.
En vez de maletas, el español que todo el día mastica y apesta hojas de coca, le prestó en Calca, donde su mujer alemana alquila una casa en el campo, una mochila, algo mucho más ergonómico para el caso, pues subir a Madre Selova, como se llama el hábitat silvestre de Albert, implica escalar por senderos resbalosos cubiertos de vegetación, cuando no serpientes, cukis u otro tipo de hormigas.
El de Rojo come sano hace más de un mes, a veces arroz y quinua, comuda en las antípodas de sus delirios concuspicases, o comilonas de grasa, sal y condimentos que acostumbraba de vida. Trabaja hoy llevando calaminas, martillando clavos, levantando puertas, para edificar o mantención de la casa de madera que Albert viene haciendo en su bosque de la Madre Selva.
Esto le ha llevado a bajar de peso, 10 0 12 kilos, calculo, pero no obstante, me pregunto en ese fango de ideas, trucos, atajos y mácula irreprimible, que ha sido el tropismo mental de El de Rojo, si es que va haciendo en sus entrañas una agenda de proporciones similares al de su genio y figuiraconsuetudinaria. “Es que Albert tiene un ego enorme”, me comentó en una de sus bajadas, y restó méritos a lo que venía haciendo el chamán por el, claro a 40 soles la noche.
El de Rojo concluyó que el método de sanación del español era taoísta, es decir, hacer sin hacer nada. “Finalmente yo soy el que me estoy curando de las drogas” me aseguró.
El de Rojo había roto palitos con Albert ante su inesperada negativa de brindarle 15 soles para que pase la noche en el pueblo donde bajan de cuando en vez.
Sospecho que El de Rojo ya ha visto el negocio de sanar a drogadictos llevándolos a una cárcel en la selva de la cual no se puede escapar, y me parece bien.
El español no es alguien en quien agtribuir los valores mundanos del bien y el mal, aunque me temo que más es bien, al ser una criatura arrastrada por el cosmos y burilada por su karma. No sé si son verdad los rumores de que elespañol le arrebató las tierras donde ha hecho la ecoaldea a otro chamán. Si es verdad, me atrevería a decir que El de Rojo es un extraño castigo.
Séque hubo entre ambos chamanes un intercambio de despachos negros.
No sé si Albert habrá tenido buena puntería. Me dicen que Jorge, como se llama el chamán A, murió de una cirrosis dinamitera. Si es así, llegamos a la rara experiencia de que El de Rojo lejos de estar en pleno proceso de sanación, es un instrumento divino de venganza de Jorge, el chamán que no contesta el teléfono y que raramente cobra su ventaja con el paquete t+oxico que le llevó El de Rojo, quien se purifica como el anhídrido carbónico secuestrado por las hojas del bosque en su inacabable reciclaje al oxígeno.
Creo que debemos obsequiar a Albert un millón de dólares, sinceramente. Tal vez así terminen sus penurias. ¡Y si El de Rojo le ayuda a esto! No, no seamos tan idealistas.
Lo que me temo es que con sus aspiraciones neocoloniales, el de Rojo decida en algún momento salir de caza, no como castigo de Dios, sino como revancha de la historia.
¡Ostia!

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