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jueves, 10 de febrero de 2011

EL SECRETO DE LOS INCAS

Sin duda Cusco paga algo, y se mantiene para recordarnos la maldad de Dios. El pago es cruel, ha degenerado las miradas de sus moradores, sucios, chatos y con caspa en la ssolapas. Los doctos del Poder Judicial, periodistas o paseantes, son generalmente insignificantes, mozos envejecidos, casi mascotas que pueden llevarse a cagar al parque, mientras que las arrendadoras de casas o cuartos, no hablo de Ada y familia, sino de las viejas principalmente que llevan esa palidez extrema de planta ornamental guardada, son una miasma u escupitajo de tuberculoso en su pocilga de mal morir.
Pienso en los cusqueños, en el ignorante superado, pero que nunca superó a sus antepasados incas, sino que viven condenadon a vivir de por siempre bajo la sombra de una cultura que desconoce por su malformaciòn educativa y anímica, y me viene a la mente sus miradas amarillentas, sus narices sin capilares en los aleros nasales, gente que no estornuda ni piensa que se junta como cuyes en esas pobres y cuchitrilezcas picanterìas de Nueva Alta donde declamaba un gran actor sin ser entendido.
!Que miedo uno de esos guìas de turistas, profesores, o comunistas chauvinistas que beben hasta la esquizofrenia epiléptica! Asi beben. Asi son. Lo dice el caballero. Un amigo de la DEA dijo, que maravilloso es el Cusco, lo serìa aun màs si no habrìan cusque´ños, dichos ea de paso, sanguijuelas, roba gringas, zafios, seguros de no se que, siempre y cuando estèn en grupo o en posiciòn ventajosa.
Cusco es una desgracia por que está llena de cusqueños y la maldición es que estos son diametralmente opuestos a un mínimo de también cusqueños que tienen en si el progreso y la mirada hacia adelante. Verdaderos señores, casi lo mejor del paìs, que a lo mejor como efecto antibiòtico nacieron en ese caldo de cultivada mediocridad.
Ahora entiendo por que los incas hicieron su central imperial en Cusco, por que solamente allì habìan la suficiente cantidad de imbéciles capaz de cargar entre varios las pesadas piedras de Sacsayhuamàn o Machupicchu. Se ahora que los incxas si eran de Cusco, pero se rebelaron a su estulticia inveterada.
Puedo decir que hay cusqueños con el rostro iluminado y otros que simplemente son chatarra humana.
Por eso es que veo con placer la llegada de cientos o miles de extranjeros de Lima o del mundo exterior adueñándose de sus calles, casas, mujeres y dinero, pues los cusqueños, no sabiendo administrar tan cultural urbe andina, no hay por qué desestimar el llamado de la UNESCO a declarar dicha ciudad patrimonio de la humanidad.
No siendo la mayoría de cusqueños humanos completos, pues no ejercitan su cerebro, debemos de considerar humanidad a todo aquel que si aprecia y despierta ante la magnífica mitología metamorfoseada, creo yo, en su rarísima arquitectura, obviamente lograda en una mezcla clarísima de audacia inca o pre inca, (lo mismoq ue hoy), y un larvado esclavismo que aún persiste.
A esta ciudad ha llegado ya dos veces Colchón Celada, y han sido llegadas de diversidad anímica, cosa rara, pues el tío aparece siempre cuando yo o él se va, y por eso nuestros cruces han sido decisivos, ràpidos como ràfagas d emetralletas dialècticas de inequìvoco color como esos kisscurt de night before.
Vara apariciones de Colchón. Como esa vez en la que, después de divertirse esquivando o matando al de abajo, reapareció y bebimos algunos jugos de piña y naranja en el Yajuú, frente al templo de la Merced, ¡de arquitectura tan barroca y ampulosa! Lugar de mis explicaciones de por que le dije que se divierta en el álgido momento que se encontraba.
Si se trata de una posesión, mucha de esta se ha fragmentado en esa licuadora de demonios que es la paz de la calle Ataúd, pues no hay que olvidad que la muerte también es un problema para la muerte.
Le presenté esa noche al dueño del bar Ukukus, u cusqueño maravilloso que solamente por su terca forma correcta de ser, no se declara de otro lugar. Tito Roa, el propietario del extraño bar atiborado de ángeles, duendes y artefactos, es un loco de certificada probidad, a quien una vez estando el desesperado torbellino de la depresión, al darse cuenta de que no se pesentaba tan guapo, le aconsejé destrozar su bar, y lo intentamos después de un lleno vibrante, una gran noche, arrojando muebles y sillas para todos lados.
Creo que esto le ayudó mucho. Esa madrugada, recuerdo, estando el ambiente ya vacío después de una noche de harta juerga, el Ukukus era un cementerio de borrachos, y que no obstante aquello su mente vivía a 300 por hora con pensamientos similares a las horrendas expresiones de las mascaras que adornan su antro, y que le hormigueaban en el nervio donde fluye la desesperación y locura.
Yo le dije.
-Permite escucharme de cabeza.
Y me paré de cabeza den el mueble mientras él hablaba sus penas.
-es para entender mejor tus ideas- le propuse.
Tito no dejaba de hablar mientras aquel torrente de angustia recibió la compañía de un triángulo de luz del día mostrando los listones de madera de un piso trajinado.
- No le gusto a mi mujer- bramó con el noveno apleton.
Y le aconsejé tirar las bancas sobre las paredes coloreadas.
Lo hicimos así unos 15 minutos en medio de sus gritos y los de su mujer que estaba seguro de su pérdida de la razón. Tito no pudiendo más, en una célebre partida donde al fin ganó la sinrazón, se fue corriendo de su bar, libre, molesto, soberano de sus angustias.
A los dos días lo vi y me dijo.
-Fue lo que necesitaba.
Y me invitó una copa.
Espero que se lleve bien con Colchón que amenaza con trabajar en dicho bar. Creo que la química puede ser tan perfecta como el sueño a la vigilia.

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