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lunes, 15 de agosto de 2011

MISERIA DE LA TECNOLOGIA

Aconseja, embrutécete, ahoga, no orines, ni mezcles, acude, desespera, no sudes y abastécete… ¡de lo que puedas! en ese mínimo histórico que no se puede pulverizar. Mil veces más atómica que ayer, mil veces más completa que ayer, mil veces más infeliz que ayer.
Ayer, ayer, ayer, más ayer, y maldita sea ayer.
Ectoplasma, grito, en la bombonera electrónica, acudiendo al aturdimiento, fenecer en el caos y llorar conscientemente de la muerte de un ser querido, ese no querer aceptar la muerte que adorna el dolor de esa belleza que penetra.
Mendicidad, listones amarillos y concertaciones implosivas, gans de destruirlo todo, éxito absoluto, pero nada, nada, nada revive eso.
Luna llena por las huevas, costra rota, mercados sin pescado ni mediodías nocturnos. Están sin embargo, embargando todo lo que fluye de bueno en mí. Amansig.
Constante y tercer día, 20 años, y 20 minutos eternos de contra, Martha Sánchez 93.
Me caigo, me pincha el pecho, me descoso de pena. Y me puse mi polo horrible para salir. Mi estómago está lleno y hace días no me he curado. Solo he bailado, comido, conversado con algo que ya no hay.
Cuánto quisiera que sucedas, y cuanto me gustaría que así fuera, aunque sea fuera, lejos, eterno.
No era solo en mi eterno, ahora es solo en mi, debo pero no debo creer. Debo, otra forma de pero, debo, pero, debo, pero, debo pero.
Obligación, excusas, obligación, intrusa, obligación. Los pasteles no volaron.
Pero sé que algún día –y para qué pedazo de caca- joderé, una vez más, cuan do llegue sobre la mesa inesperada ella, el, o cualquiera que pedirá sin que puedas saber qué es, ese suspiro, un suspiro limeño del amanecer.

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