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domingo, 28 de agosto de 2011

CARLITOS, ANODO, NO CATODO, AMIGO, BUEY. NOS PARTISTE EL CORAZON CON TU MUERTE

Es un mail borroso, tan impreciso como lo eran sus horarios. No de Miami, donde Carlos vivía, sino de Barcelona, donde se le estimaba.
Es un rótulo en la ventana hotmail diciendo simplemente ¡Carlitos!
Nuestro amigo eterno de la U, Superman, me anuncia su muerte. Lo demás es una mierda, como diría Szyzlo, ¡un escándalo!
Al parecer fue un derrame cerebral, injusto final para alguien que más era piel e instinto que pensamiento especulativo. Y pues, si había pensamiento no importaba nunca. Como sí su instinto, bondad, humanidad.
Y porqué esta apología al instinto. Porque de él nace la gracia, el humor, la amistad, el amor, y no de los cartesianismos asustadizos, tan de moda, legitimados en nombre de un mañana hipócritamente descrito, adosado de una interminable clasificación de riesgos.
No. Para Carlitos no habían riesgos ni imposibles. El podía conquistar el mundo desde su espacio mínimo. Se que ya había viajado a marte dos veces, pero no pensé en esta empresa de pasar la vía láctea. El no tenía fronteras. Sus metas se replanteaban a diario. Trabajaba de ballet parking solo para idear nuevas proezas. Si me dicen que era irreal. Pues sí. !Y qué! !Tu may!
Con algo de infinito e inmortal, la sensación que tengo es de que nadie contaba con su muerte. No era candidato a irse temprano. Siempre fue impuntual.
No sabíamos de su urgencia para adelantarse a la muerte. es que todos llevamos vidas paralelas con nosotros mismos. Y tu Simmel no sé qué hiciste para que no nos diéramos cuenta.
Ahora que lo pienso, Carlitos, que me regaló hace poco un libro de la Conspiración Bilder, vivía o malvivía en un océano, me figuro, cargado de indiferencias. Separado, con una hija que veía poco, tal vez se encontraba muchas veces de noche en la cocina comiendo algo acompañado por una mosca revoloteando. Y nadie más. No lo sé.
Era inmortal. Como los dos policías que jodían todo el tiempo en The Long Good bye de Raymond Chandler, quienes al final de la obra, después de morir casi todos los personajes, seguían mirando traseros en las esquinas.
Porque Carlitos divertía, su andar tranquilo, sin ambiciones, su facilidad para mentir, sus maravillosos autogolpes a sus iniciativas más férreas, como cuando decidió ser buen alumno en la universidad, propósito que le duró no más de una hora, interrumpido por mi idea de aventurarnos en un viaje por la selva en los días que mataban gente a cada rato. lo recuerdo, a nosotros, un cúmulo de imbéciles chapoteando en las aguas del río Perené, ignorantes de que el MRTA nos apuntaba entre los matorrales con sus AKM.
Era un SÍ extremo y constante, que seguro, con el decurso de la vida y sus inflexibles reglas se supervivencia, socialidad, sufriría el ser mutilado por los horarios, el rostro hostil de la vida, los sentimientos que te obligan a ser derecho, es decir, quebrándote por amor. Desde luego no lo soportó un día más y por eso se atragantaba de lo que sea. Pero aun así, en sus visitas a Perú, cada vez más frecuentes, era evidente que quería volver. Por qué él era ánodo, y no cátodo, mezcla y no pureza, imperfecto, o mucho menos, e inquietaba saber de él, pues como cómic o drama, siempre estaba entrando o saliendo de algún lío nuevo. Y vaya lío en el que te metiste.
Y ahora que lo veo, pienso francamente que me encanta esa gente que entra y sale de líos, esos que no pueden explicar lo que hacen, por que en verdad nada se puede explicar como pretenden algunos, ya que incluso la más perfecta argumentación posee inflexiones que muchas veces son consideradas ataques subalternos del que las descubre, siendo, en fin, todo lo contrario.
Cada quien con sus castillos de naipes. Carlitos no los buscaba. El era el mago y no el naipe, el absurdo y no el equivocado. El mayor, no los galones, el que desestimó a la codicia que te convierte en otro, para ser simple, amable e inocultable ciudadano que se gana el pan en un resort de Miami, el que daba el paso a los autos cargados de amancebados.
Por eso fue risible cuando supimos que fue "hombre al agua" de un yate, ya que solo imaginar su caída libre –previa al despido- era un accidente tan absurdo como su eficiencia, demostrada cuando fue a Marcahuasi, hace poco, partió con los amigos, dizque con más experiencia en estos trajines, pero cuando estaba a mitad de camino -horas- se le escapó el burro con los víveres y la carpa. Y pensó morir ese día.
O cuando en otra noche fría, en la serranía de Canta, sin maderos con que calentarnos, recuedo que nos congelábamos, y Carlitos desapareció en la oscuridad regresando a los cinco minutos con la solución en sus brazos. Varios troncos, lo que festejamos con rones y bailes alrededor de una soberbia fogata, hasta que una visita de los del otro campamento nos aclaró que carlitos los había robado, generándonos un problema que lo debimos resolver a nuestro estilo, con matonería pleistocena, espantando a los que se esforzaron todo el día cortando leños. es que éramos los tipos, un puñado de gamberros con mucho desenfado, a lo mejor hasta peligrosos que queríamos pasar una gran noche.
Carlitos, el mismo que fue detenido y obligado a hacer ranas por los soldados porque se olvidó que había toque de queda cuando Lima era bombardeada por Sendero Luminoso, era también el chismoso irreprimible, el de las gafas de falso nerd, el de camisa de franela rojo y azul a cuadros, el que dijo que nunca abandonaría el país después de ser rechazado diez veces de Estados Unidos, y que se fue a la primera vez que pudo.
Estudiante eterno, mujeriego fracasado, amó a muchas, a otras y a cualquiera. Es que era el un cualquiera, pero nunca un estreñido de sentimientos.
Anoche los amigos le recordamos con cierta alegría. A cada canción que chillábamos, algunos ocultando lágrimas, surgía su memoria. Como en Lucky Man de Emerson Like and Palmer, incluso tocamos sus tontos gustos pop de los setenta. Le deseamos un viaje tranquilo por la vía láctea. Y hasta le recomendamos seguir amando a sus mujeres imposibles. George, Iván, Coquito y el que intenta escribir, recordamos en ese consultorio maltrecho su emblema: tener buen corazón.
Quién -¡carajo!- en estos días tiene buen corazón. Pocos. Bebimos un Absolut, y comimos varias manzanas. Muchas (petición mía). Y cantamos, desde Alan O Day hasta muchos temas Beatles, como “In my life”, ¡un himno para ese encuentro!

Cuando en Contrapunto Huxley clasificaba a sus enemigos, “por su inteligencia”, a sus conocidos, por lo que tienen, y a sus amigos, por su aspecto, esta última es la medida justa a los mil porqués de elegir a Carlitos “Perro en Celo” como gran amigo.

Extraño es un decir que nadie, nadie en su familia nos consideró a nosotros, sus amigos de ultramar, los de siempre, a ninguno, como si se olvidaran de que este Carlitos “perro en celo” tuviese gente que le quería y amaba como era, y tal vez porque nunca le dieron la oportunidad de ser el mismo, porque a lo mejor no le dieron importancia a su vida, quizás porque le veían de broma, sin saber que la broma es prácticamente lo único que debemos tomar en serio en este absurdo que es la vida. Salud Carlitos, si puedes allá en el cielo te coges una belleza de pies dorados. Y si no lo haces, sabemos que nos dirás que fue toda una hazaña cogértela. Chao amigo, gracias por triunfar en ti y en quienes te queremos.

1 comentario:

  1. Un saludo para tu amigo donde este...anda preparando algo parecido para "el que intenta escribir" que ese personaje te lo aseguro "intentare leerte "donde este...cuidate y suerte....recuerda todo se puede en la realidad....leete "los insoportables"realidad pura o solo fantasia.

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