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domingo, 14 de agosto de 2011

ME ROBE DE TI, CENIZAS SOBRE CENIZAS, ASHES TO ASHES

Estaba fuera de su vida hacía 34 minutos y eso era todo. El gin tonic no bajaba de nivel, porque no era idea mía beber. No tenía ganas de darle sentido a lo sucedido. Pero tampoco quería huir como la vez primera. Ella quería, en cierto modo, mi muerte. Le había robado finalmente algo que ni ella sabía que tenía: A mí de ella. Le robé la imagen de mí en su fundamento. Y cuando ya estaba fuera de su caja le dije. No puedes robar mi imagen, por eso algunos nativos matsiguengas no quieren que les fotografíen.
2 horas 55 segundos antes. La ciudad se contemplaba de lo alto de la montaña. Era luna llena. El cielo negreaba en absoluto. La urbe eran miles de puntos luminosos. Hacía frío. Yo estaba abrigado. Ella era una leñadora en el bosque. Después del paseo nos sentamos en un lugar vacío que nos permitía mirar la ciudad en panorama.
Me contaba cosas que no me interesaban. Todo lo organizaba en una fraseología lógica e impersonal huérfana de do re mís. Que es normal que lo pienses, que se trata de la memoria sensitiva, que es un tema de alter egos. Otra cosa que mostraba era ser una militante de los espacios personales.
Le hice ver que todo lo ordenaba: lo bueno, lo malo, hasta la tragedia. No le dije otra cosa que vi: que apenas podía mostrar esas cicatrices o heridas nunca borradas de su vida. Ocultar ese mundo interior suyo era su obsesión y se defendía relativizando la verdad, diciendo que cada quien veía las cosas desde su propio prisma.
Era una especialista en la mente. Le dije,
-¿Y alguien ya vio la tuya?
Respondió afirmativamente. Y me dijo que le ayudaba. Pero le pregunté de nuevo.
- ¿Y tu psicólogo ve esas partes oscuras que nadie quiere ver?
- No, solo las que me ayudan.
- ¿Y las que no te audan?- El eco de mi pregunta era largo: "Te escuché decir una vez que el trabajo que tu practicabaz iba al fondo de las cosas, reconstruir auras de vidas destruídas desde niños, y que no era como la doctrina ayudín norteamericana en la cual lospsicólogos ponían a la gente en su sitio, con calzador, no importa si era otra talla el pantalón, y tu estás en tu sitio con ayuda de un psicólogo que te hace olvidar lo podrida que estás de tu vida por esas cosas feas que guardas y que junto a ellas me haz puesto, y por eso, no vaya a ser que yo coja algo, saque afuera algo de eso que temes que lo sepan".
Luego hice una verónica.
-Soy muy astuto.
- ¿Y necesitas decírtelo para estar seguro?
- Creo que los valientes tienen miedo. Yo en verdad me fui porque no quería que me acariciaras el pelo como un perrito pequinés
- Nunca te acaricié…
- Nunca fui un perrito pequinés.
- No se si es amor o memoria sensitiva, pero hay un hecho, la comunicación.
- Eres el pasado.
De no haber estado furiosa podría haberle creído. No hice mucho esfuerzo en demostrárselo.
- Estoy de acuerdo a todas las posibilidades de interpretaciones de las cosas, pero mi mayor acuerdo es la unívoca expresión que funda verdades universales. Sigues furiosa.
- La verdad que sí.
Eso quería decir que ella estaba completamente bajo mi propiedad, porque yo ordenaba que ella sea lo que yo no pensaba pero sí percibía.
Ahora que sabía que me amó cuando pensaba que nunca lo hizo, estaba mucho más seguro de que no más podía caer en su juego de contradicciones.
- ¿Ahora estás muy seguro no?
- No estoy loco para atacarte, pero yo no tomo tan en cuenta como tu las palabras y sus interlocuciones y significantes. Yo voy de frente al fondo. Eso ya lo sabes bien.
- Ha pasado el tiempo, no soy la misma, a lo mejor era más chiquilla- Trataba de desacralizar el recuerdo.
Y decidí arrollarla poniéndola en su sitio, pero ni pensar que sea a mi costado.
-No es que para mí no seas más atractiva o interesante. Pero siempre te vi una gravedad extrema, y secretamente te ponía furiosa como ahora. Dejarte fue, sin duda, la mayor de las bromas pesadas que te hice. Pero era merecido pues no me dijiste que me amabas y por eso es que yo suponía que dejarte así, queriéndote mucho era una victoria moral. No había sido eso, fue ser un imbécil. Pero sé que fui inocente de todo. No sé si tú por que fuiste quien escondía ese amor incluso a ti misma. Pero fue tan buen recuerdo que lo conté como si nunca más te viera. Era como hablar de Nefertirti o Flora Tristán.
Ella estaba desencajada. Poco más y me dice cómo me atreví a eso, a contar algo que solo estaba en su más profunda intimidad. Esa intimidad y no contar se llama miedo y poder. El silencio es poderoso, dice Boll.
Estaba furiosa y calmada. Y no es que el vino sea malo. Y mientras ella en sus andamios organizaba las respuestas, como ordenando una casa, yo desordenaba todo, para que la vida no se acomode a las organizaciones mentales que uno suele dar a las cosas. Cobardía.
Atropellé y entonces ella me dijo muy elegantemente nunca más. Yo solamente dije ¿Y? Total me había robado a mí mismo de su corazón. No era una derrota amorosa ni una victoria moral. Era como dos planetas que se juntan su órbita cada 20 años y se van. Ayer te deseaba el bien. Hoy no te deseo nada. No te conozco, no te recuerdo, no sé a quién amo, pero definitivamente no es a lo poco que queda de ti, presa de tu mundo de gusanos y subvenciones que odias al no tener nada tuyo… excepto una cajita linda en tu corazón, donde está lo que siempre amaste y amarás, aunque tal vez ahora sea para siempre más fría -ceniza sobre ceniza, ashes to ashes como dice David Bowie- al haberme robado yo de ti. No me devolviste esta vez la libertad. Nunca quise ser libre. Ahora que harás sabiendo que tu verdad vuela en papelitos por todo el planeta. Verás que solo son fantasmas, y que soy un fórmula uno, en efecto, a quien te atreverás...

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