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martes, 22 de marzo de 2011

LOS CHARCOS DEL ALMA

Estaba en una calle de Lima cuando pasó el dirigible con la palabra escrita en su panza. Hacía un calor espantoso y la sombra de la potente figura cubría casi toda la cuadra. Los niños corrían en jirón Washington siguiendo al gigantesco aparato. Reían. Era un día especialmente luminoso. Las mujeres colgaban la ropa en los cordeles, y los homosexuales querían dejar de ser homosexuales. Aquella era una de esas tardes verdaderas, nítidas y de contrastes, cuando se ven los charcos de meados reflejando el cielo serruchado por los techos.
Esa tarde la imaginé o la leí pero también se lo prometí a la mujer que no existía. Y no era difícil decirle que la prefería imposible a difícil porque era así más concreta.
Hasta que un día esta fingió que existía y me dijo algo que sobrepasó todo el atrevimiento que podría perpetrar quien no existe: “Porque no quieres amarme si yo te amo”. En realidad estaba ella cantando y yo fingiendo que fingía.
Entonces compré una fresa, una sola fresa y la miré media hora mientras las gotas se condensaban en su brillante rubicundez. Que hermosa era. Crocante, grande, jugosa, pero algo más. Tenía sabor a fresa. Pensé como describir de manera subjetiva el sabor a fresa porque todo en ella era objetivo excepto su interior.
Luego no recuerdo bien lo que sucedió. Apenas me vienen ráfagas y ráfagas de estaciones de radio, capas de sonidos, palabras dulces y desconectadas. Botero pinta a gordas con la cremallera estallando, las mujeres de estos tiempos buscan a escondidas caramelos… alguien que le diga eres combustible frío, que no quema y hace correr fresco en las venas.
Quieren un piloto que le diga correspondes a la velocidad que quiero tener, no eres obstáculo, eres bajada que me ayuda a la subida, y subida que me hace prudente la bajada, un tobogán al revés y hacia mis sueños.
Buscan un tipo que pueda decirle te amo en tu estado sólido, líquido y gaseoso, eres plasma, océano, espacio, yo estoy en guardia con mi traje de soldado amarillo…resistiendo tu encanto.
Pero todo es mentira. Por eso me encanta esta ciudad con sus relojes, Lima. Todos descoordinados, no como en Berlín. Aun aquí los hombres podemos ser diferentes. Y tenemos al Océano Pacífico de nuestro lado.
Pero de pronto desperté y la mujer me tomó mi mano y me dijo.
- No eres romántico. Solo Dios supo el talento para no morir.
- El hizo una bomba. Azul. Tú estabas siempre viva como un halcón que merodeaba los edificios de una ciudad prohibida y santa.
- Me gusta escuchar radio 89.2, envíame saludos.

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