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jueves, 1 de marzo de 2012

CRAPULA: CAPITULO X / DE TRIPAS CORAZON

La paloma entró a mi cuarto. Ya había agarrado esa costumbre. Su caca caía en todos lados. En mi televisor blanco y negro, en mi cama, en las ollas. Me habían dicho que el tallarín con pichón era lo máximo. La trampa funcionó. La decapité con un cuchillo sin mango, y encendí el primus a keroseno. Una tarea fastidiosa. No me asustaba su sangre. La cogí a la paloma de las patas, ya estaba algo tiesa. La hice girar sobre el fuego azul. Las plumas se quemaban. Cuando quedó sin plumas la abrí por la mitad. Era una piel negra y seca. Retiré las tripas menos agradables, entre ellas el hígado. El hígado recibe en la vida lo peor de lo peor. Pero si separé el corazón y el buche. Corté en la mitad su corazón y lo puse al lado, sobre un periódico de ayer. Luego le tocaba al buche. Era difícil hacerlo. Pero poco a poco la piel fue cediendo al filo del inmenso cuchillo sin mango, y bajé levemente en un corte perfecto. Debí retirar una capa de piel color verde, donde se depositaba toda la alimentación de la paloma. Encontré infinidad de piedritas limpias amontonadas en su diminutez una contra otra. Bote esta piel verde y luego lavé el corazón, también el buche. Eso es la vida: corazón y buche, imaginé. Amas mucho, luego se va quien amas, sufre tu corazón. Quieres ser libre, el corazón te lo pide, pero el buche dice "detente tienes que comer". Y renuncias. Oh, esta paloma de mierda. Lavé la carne de esa paloma y destripé. Luego la trocé. Sus huesos eran duros, como piedras.
Desistí de hacer tallarines. Puse dos cebollas, dos tomates, un pimiento, un pedazo de pollo y la paloma a hervir. Me mire en el espejo y me dije "hola" mientras se cocía. Mire el hueco por donde solía entrar. Después de todo la extraño.

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