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viernes, 9 de marzo de 2012

CRAPULA / CAPITULO XIX / MAS QUE SUCIO

El taxi se detuvo. Y me imaginé que ambos subiríamos. Imaginé el camino. De hecho ya estaba en el taxi. Junto a ella. En esos instantes pregunté qué diablos yo hacía con una chica tan linda. Me daba temor. No, no voltees ni me mires limpiamente. No lo hagas, rogaba. Pero la verdad atravesó todas las barreras esperadas. Se me erectó el pene. La desnudé en la medida que la luz de la calle la sometía a claros oscuros destacando el rojo de sus labios, la caída de sus cabellos, su delicada forma de tomar el bolso. Era una reina. Esta vez ya fui demasiado lejos. No sabía qué hacer. Y si vamos muchas cuadras y Mary no quiera hablar. ¿de qué le hablaré? ¿Cómo la fregué? ¿Qué hice? ¿Me teme? ¿Debo ser un imbécil o un atrevido? Mirko se lanzaría apenas haya subido al taxi. Yo era inofensivo. Tenía la seguridad de que no intentaría nada. O tal vez no. Cómo saberlo. Ya iba a subir al taxi cuando Larrañaga se interpuso. - Vos por su ruta- - Agustín sube- invitó Mary Luz - Si, sube- Me hice el desinteresado. Pero un sentimiento del deber práctico me asaltó. Apenas tenía dinero para comer al día siguiente. No podía gastar más de lo que tenía. Pero tampoco podía dejarla ir. Solo sentir su perfume unos minutos valía la pena cualquier sacrificio. Mirko ya se iba. Lo llamé. Se me acercó y me dio el paco. - Sin saber qué hacer, traté de irme sin que nadie se percatara. Me arrinconé en el kiosco de diarios y aspiré dos cerros de coca. Pensé que ya se habían ido. Pero con sorpresa al volver encontré a Mary algo disgustada. - No tengo auto. Ya lo ves- Le dije. - ¿Y? - No tengo dinero, apenas, no quiero mentirte belleza. Tu eres una mujer titánica y de un metal demasiado duro para mi. Soy un trozo de mantequilla que te teme y condena por que estás como un colmillo del pleistoceno. No. No importa lo que diga. Soy el chico que aspira, que aspira amorcito, y solo aspira. Y estoy triste de no tener para llevarte a casa. Mary Luz hizo una sonrisa forzada. Era muy alta. Caminaba y todos la miraban. Se notaba fuerte, de gluteos grandes y tetona. - Eres un huevón- Dijo. Estaba rebuena para un polvo. La miré y me pregunté ¿Y ahora qué? Fumamos cigarrillos. La gente juergueaba en las calles de Barranco. Caminamos entre los embotellamientos. La tomé increíblemente de la mano. Y me sentí, no lo sé, iraní, sunita, tal vez Simbad el Marino. Realmente me sentí hermoso. Mary se detuvo y me dijo seriamente. - Beto. Yo me voy a mi casa. Entonces la miré fijamente a los ojos y me di cuenta que era una hembra con necesidades. Luego comenzó un forcejeo entre los árboles orinados. Sus tacos tropezaron. Se sacó los zapatos. Estaba medio ebria. Se dejó besar. Fui bruto. Hacpia tiempo que no cogía a una hembra. Y sentí sus senos recién salidos del mercado, y su sexo mordía, o eso quería imaginar. Sabía que a ella le gustaba el sexo. Le decían Mary de todos. Toqué un seno. Era suave, duro, vigoroso. Ella intentó zafarse. - Déjame mierda, qué te has crido apestoso de mierda Pero era tarde. Le metí la lengua entre sus labios. No pudo resistir. Estaba ardiendo de deseo. Ella misma buscó con sus manos mi pene y lo apachurró como si fuese un objeto para destrozar. Bajamos a la playa. Entonces la penetré. Mary gritaba. - Cáchame papi, papi, papi, cáchame, hazme tuya, mira como me tienes. Eyaculé. No discurrieron más de dos minutos cuando alguien nos dijo con voz áspera. - ¡Qué hacen! Un tombo. - Nos besamos. ¿Esta mal?- dije al poli. - Han estado fornicando en la calle - Usted nos ha estado observando- Reclamé. Mala jugada. Apareció otro policía. - ¡A ver documentos! Tuve que dárselos. Este policía me llamó unos metros. Yo no quería dejar sola a Mary. Pero no tuve más remedio. En eso escucho un grito. Mary le cogía a cachetadas al policía. - ¡Maldito cholo asqueroso¡ No ,. No hagas eso, pensé. Recordé que estaba con cocaína en la billetera. El policía la abofeteó. Mary lloró. Yo me fui encima del policía. Mal hecho, me golpeó con su cachiporra. - ¡Me ha tocado abajo sucio policía de mierda! - Mátame concha de tu madre o pelea, sácate el uniforme!- Grité. Mary gritó. - Te cagaste Canchán. Mi tío es el general Alzamora. Te cagaste cholo de mierda. La agresividad de Mery Luz me asombró. Parecía tener mucho más calle de lo que aparentaban sus buenos modales. Los dos policía ordenaron. -Suban al auto- Entonces le recordé al tombo concha su madre que yo serví en el Ejército. Que por imbéciles como eran, en Ayacucho los mataban, degollaban, hacían picadillo a sus colegas y que por mucho menos eran puestos en la mira de los tucos. Le recordé que tenían suerte de hacer ronda por Barranco, que era un barrio tranquilo, unos de los pocos del Perú, pero que no se confíen, que si los llevaban detenidos sería por gusto pues ella no iría a callar hasta mandarlos a la zona. O solo les quedaba matarlos, o reducirlos. Y faltaban doscientos metros para subir hasta la calle donde estaba el auto patrullero. Varios fumones aparecieron. En verdad eran muchos. Unos veinte por lo menos. Los policías sacaron sus armas. Estaban paranóicos. Sendero solía estallar bombas con anfo en las comisarías. Esa verdad ya estaba en el inconsciente de estos policías. Muchos de sus compañeros murieron con el cráneo despedazado. Entonces fueron bajando el tono, a excepción de sus armas desenfundadas. - Ya váyanse- dijo de mala gana el policía grandote. - Concha tu madre cholo de mierda- dijo la muchacha. Subimos por el gras, sucios, humillados, el efecto de la cocaína había pasado. El taxi fue por Miraflores, calle Borgoño, sexta casa. Mary Luz dijo. Esta es mi casa. Era una residencia descuidada. Tenía una buganvilla demasiado crecida que coronaba desordenaba la muralla. El timbre estaba roto. Sin duda era una familia en decadencia que ya no podía mantener las apariencias. Comprendí por qué no quería que los impolutos la traigan a su casa. Su modo de ser aceptada era regalando sexo. - No sé porque mi papá conserva este auto tan viejo- se excusó. Yo sabía la verdad. Estaban quebrados. Me quedé callado. - ¿Qué hace tu papá- Me preguntó. - Es contador- Confesé. Pero mentí un poco- Vive de alquilar varias casas. - Mi papá quiere que sea odontóloga. Odia a mi vieja. Por eso es que yo salía a la calle. Antes era una perdida. - ¿Por qué? - Allá –señaló- paraban los Calígula. Me buscaban. Nos íbamos a juerguear. Se levantaban a viejos y viejas con plata. Pero es ya pasó. Lo mataron al enamorado de Lucila, una prima. Traficaba. Y era malo. Vendían coca en grupos de gente ficha. Mary se despidió con un beso en la mejilla. Eran las cuatro de la madrugada. Sin dinero tuve que caminar. ¿Te das cuenta el lomo que has cenado? Grité. No pude dejar de pensar en ella. Supuse que ella se había regenerado. Mentira. Ella me eligió porque sintió alguna empatía, algo indescifrable pero que le dio confianza. Pero reflexioné y pensé en los estúpidos que fueron los Calígula para morir y caer en prisión. Unos narcos de tercera.

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