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miércoles, 29 de febrero de 2012

CRAPULA CAPITULO IV / NO HAY MOTIVO PARA DEJAR DE DIVERTIRSE

Aquella mañana el economista dijo en radio
- Cada peruano nace debiendo mil dólares a los organismos internacionales-
Con razón es tan difícil obtener la visa para Estados Unidos, supuse. El mensaje parecía abstracto. Más aún era ese fenómeno de cada día devaluarse más la moneda. Los economistas aparecieron en la televisión. Era como si hubiese una plaga de ratas y surgieran los expertos en eliminarlas. Todos buscaban ser famosos. La mayoría quería un puesto en un organismo internacional. Todos tenían una gran opción para subir en la vida. Su pasaporte peruano. Cada quien sugería las recetas que daban estos organismos internacionales.
El presidente Belaúnde, a quien un diario de un narcotraficante llamaba “telahunde”, tenía cara de foto emblemática. Nunca se descontrolaba. Siempre me daba la impresión de que por más que estuviera en terno estuviese en bata. Los atentados terroristas eran cada vez más frecuentes.
Salió a decir que los ataques eran marginales y que por cada torre que derriben levantarían diez. Nadie se daba cuenta, pero espontáneamente el Perú de provincia se cansó de vivir en los Andes e inundaba Lima. Muchos tenían éxito. Otros no. La ciudad se fue poblando de mendigos. Eran gentes que abandonaban sus pueblos por muchas otras razones a las que se cree. Para suerte suya, posteriormente muchos de estos pueblos fueron tomados por Sendero Luminoso o el MRTA. No había excusas para seguir en sus montañas. Para mi esta gente que llegaba era muy extraña. Nunca me imaginé que podrían pensar. No los detestaba. Simplemente eran otra casta. En cierto modo el Perú es como la India. Solo que acá en vez de que caguen las vacas por las calles, cagaban los perros. ¿Será por eso que Sendero colgó perros en los postes?
Tomás venía de La Oroya, en Cerro de Pasco. Un lugar horrible, frío, lleno de montañas contaminadas por la siderúrgica de inicios de este siglo. El era un chico que tenía cadmnio en la sangre. Pero no estaba muy enfermo. De alguna manera lo metabolizó y parecía fortalecerse con la vida áspera que llevaba.
Llegó en silencio. A su padre, alcalde de Huaripampa le propinaron seis balazos. Yo pensaba que solo mataban a tipos importantes. A esos quer salen en la televisión. Pero en su microcosmos, su padre era la imagen de la ley. Comprendí que Sendero Luminoso estaba en todos lados y que por algo había soldados camuflados en cada torre de transmisión energética.
Cuando edificaron las Tores de San Borja, un proyecto de viviendas para miles, un compañero de colegio me dijo. Se jodió el barrio. Desde luego que había una guerra en el país. Una guerra de castas. Los inmigrantes llegaron a partir de los 60, pero cada día fueron encajando los desplantes de la ciudad limpia y educada que pretendía ser.
Por eso en los 80 Lima era un basurero. La gente hacía su caca en las veredas, allí mismo comía, y hasta dormía. El centro estaba plastificado por los vendedores ambulantes de millones de tonterías made in Taiwan.
Los restaurantes de lujo del centro se trasladaron a San Isidro o Miraflores, barrios exclusivos de Lima. Muchas fortunas terminaron de irse del país. No bastó con que Velasco terminara con los latifundios. Sendero Luminoso, igual que Velasco, odiaba a los ricos. No solo les chantajeaba con sus dinamitazos. También los mataba. Pero a mí no me importaba tanto esto. Yo quería gozar de la vida.

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