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sábado, 9 de julio de 2011

VERNISAGGE


http://www.youtube.com/watch?v=oFJQoa8_vOo


Aquella noche Lima no humeaba y los motores generadores de energía descansaban. Sendero Luminoso no había bombardeado ninguna torre de transmisión eléctrica, lo que quería decir luz garantizada en el centro cultural de la embajada rusa, Marc Chagall.
Vernissage. Siete de la noche. Avenida Salaverry. Las ganas de joder combustionan. A la siniestra, Maky, compañero de esta y otras aventuras. No íbamos por la cultura, sino por las chicas y la incultura de los instintos.
Era tarde y debíamos acortar. Los jardines centrales de la ancha avenida eran un obstáculo y los segundos importaban. El pasto estaba muy crecido y minado de caca y ratas bien nutridas. Cruzamos el campo minado. Nos esperaban chicos divertidos y muchachas espolvoreadas. Corríamos como el soldado Ryan esquivando las cacas. Los eucaliptos tan crecidos llamaban ver el cielo lechoso.
La casona rusa lucía como la casa Husher. Misteriosa, sovíética. Los árboles la recortaban pero sus ventanas iluminadas, mostraban personas, mozos, se presentía bullicio.
La muestra era de una muchacha loca, allí todos estaban locos. Todo olía a vino. Había rumor.
Primer prospecto. Telma. Paseaba de cuadro en cuadro. Era una artista plástica. Nos acompañamos a repasar la muestra. Me inquietaba lo bonita que era. Era media chata, pero culta y de buen poto, en cierto modo la medida perfecta. Imaginaba la fragancia de sus cabellos castaños y era relajante ver la delicadeza de sus dedos tomando el broshure informativo. Me estaba enamorando nuevamente. No. Por semanas decantaría ilusión.
Y llegó el corte. Apareció Milagros, ¡oh no!, a quien solamente tomaba para mis apetencias. Hasta entonces no sabía mi nombre. Siempre le mentía diciéndole que me llamaba Casandro.
Se me apareció con un ¡Hola Casandro! Había filo en sus ojos. No me gustaba por ser excesivamente cachetona. Esto disminuía el attraction de su poderoso cuerpo. Me habló de tal manera que parecía una esposa celosa. Telma se incomodó y, a lo mejor pensando que interrumpía algo, se apartó. Snob de mierda pensé.
Fue la primera vez que sentí lo odioso que podía ser cualquier tipo de compromiso con una mujer que no quieres y que te desea de la mano. Pensé en la avenida Tacna y los letreros de los espiritistas vendiendo “amarres”. Cómo una mierda de mujer puede pagar para un hechizo buscando que un hombre, por arte de magia, la vea a amorosa y bella, siendo mas bien odiosa, fea y con tres pelos en la teta.
Pero el vernissage, palabra francesa que significa barnizado, proseguía. Había un gran grupo de estudiantes de la Villa, mi universidad, la cual no servía mucho para estudiar, pero si para conversar y pasar creativamente el tiempo. Eran estudiantes de maestros, un compacto, unido, idealista y grupo cultural.
Aparté a la intrusa al descubrir nombre.
-Llegaste en el momento inoportuno- Dije. Estava ganadora.
Eso de no permitir que prospere la confianza de una nena es lo primero que uno debe aprender en la vida. Ella quiso celarme. Se regaló a otro. Yo ya la había olvidado.

II

Con algunas copas, la tribu de estudiantes era abeja alrededor del vino. Al salir, era aun muy temprano. La idea fue ir por unos rones. A sumar monedas. Tres botellas.
Caminamos sin hogueras por la selva de cemento. Salaverry, Santa Beatriz, hasta Arenales. Calle extraña, muy extraña, de oficinistas, putas y algunos árboles y hoteluchos para putas y travestis que a dos cuadras ofrecían encantos solo percibibles por borrachos.
Me pasaron la botella y el vaso. Éramos como una veintena. Algunas chicas de negro acompañaban. Las trataban como hermanas. Todos tenían algunos poemas. Recitaban. Cargaron al profesor. Gran borracho. Los míos no eran tan felices y decían cosas donde el mal triunfaba. No era considerado tan buen chico. Era lo que deseaba.
Yo no las veía como hermanas. El ron las fue transformando en presa, bull, objetivo, chiste, joda. Objetivo: la rompechompas. Sus tetas desafiaban las leyes de la gravedad. Claro que no era necesario pasar la voz a mi compinche. Sincronizadamente el Maky ya estaba al costado de Nelly.
Pasamos una calle y antes de perdernos en el curso dre Arenales la jalé a un costado-La rompechompas no pusob resistencias. Maky hizo lo mismo con Nelly. Corrimos en sentido contrario. Era el rapto de las sabinas… y de una de las botellas de ron. Maky y yo nos reíamos. Otra vez una aventura. No, esta vez no era pasar un billete falso, o viajar sin dinero a Huaraz, tampoco almorzar en un restaurante y hacernos pasar como degustadores de un concurso culinario. No. Esta vez nos llevábamos a dos pechugas.
Entonces solo era necesario ser un vampiro, imposible darle una oportunidad, capitalizar al máximo los instintos, y si ella cuyo nombre siempre ignoré, estaba enamorada de mí, como años más tarde me enteré, era imposible ceder a la consideración y la pena. Lo que deseaba era la presa. Y lo mejor de todo fue que se me ocurrió en un momento oportuno.
Fuimos a un parque medio descampado. Al medio había un monumento de mármol. Muy grande, ideal para apoyar la botella y sentar a ella en las piernas. Su culo era inmenso. La rompechompas bebió tres cubas libre. Ya se había zampado otros tantos. Estaba medio ebria. Nelly igual. Maky era un pulpo. Se perdió con ella cerca del grass. Pronto todos estábamos sobre el grass esquivando las cacas, cogiendo tetas. Oh no, una muy seca se pegó en mi casaca. Ahora olía a caca. No importaba. Estaba arrecho, muy arrecho y luchaba con el cierre de la rompechompas. Nadaba, estaba en medio de una tempestad. Moby Dick estaba muy difícil. Finalmente cedió. Pero en eso un alarido. Hago una plancha y veo al fondo a Maky persiguiendo como en un jardín d de los cerezos en la oscuridad a Nelly.
En eso ¡Boommm! Otra vez Sendero. La noche es más profunda. Las ratas saltan. El parque es para nosotros. Los vidrios se rompen. Gritos. No se escuchan los grupos electrógenos. Nadie quiere luz. Ya es media noche. Nosotros tampoco. Queremos oscuridad, es un momento dark, todos como REM perdemos la religión. El tema que va entrando a la moda.
He sentidos sus vellos. Mi mano se ha herido. Su pantalón es demasiado apretado. Pese al sangrado avanzo. La rompechompas delira, está muy pero muy arrecha. Otra vez estas faenas. ¿No es más fácil ir al hotel? Eso cuesta.
Otra vez Nelly aparece como un conejo que se ríe detrás de Maky. La coge. De perfil se ven besandose. Bueno, se ven sus sombras. Pasa un auto. El reflector ilumina la pupila a dos centímetros de la rompechompas. Noto que sus tetas impiden que me aproxime a ella con facilidad. Estamos en el suelo recostados, pero me da ganas de empinarme para acercarme más a ella. Es gorda, lo compruebo. Le rompo el sostén por detrás. Es un sostén chiquito. Me encanta. Levanto la chompa y aparecen las dos tetas. Cada una es un ojo, una manifestación, un porque, una revolución, una polaridad. Cada teta es una promesa incumplida, es Troya, si, es Troya. Me saco la verga y estoy dispuesto a darle duro. Hago malabares y la estoy a punto de meter. La Rompechompas estás vencida. Pero en eso escucho el grito de Nelly. ¡Ayyyyyyy!!! Maky triunfó, me figuro. Pero no. Es lo contrario. Pasos ligeros se acercan sobre el pasto. Un ruido seco, maleza, inquietud, enojo. La alcanza, la toma de nuevo. Caen al piso. Forcejeo. Adiós derechos de la mujer. Adios convenciones de Viena, adiós la identidad de género, adiós todas esas huevadas. Este es el mundo real.
La rompechompas tiene mi pinga en su mano. La teta quiera hablar. tetas, pingam ambas están duras. Ella tiene unas tetas rompechompas, y tengo una pinga lista para romperle la concha.
Pero, ¡oh desgracia!, ella retrocede. Me implora con los ojos. Está como diciéndome. No, por favor, no lo hagas. Entonces ocurre algo desagradable. Noto que me ama. No. Problemas. No necesito que me ame. No necesito alguien que piense en mi. No necesito eso. Es necesario encontrar una salida. Planeo. Se la meto y ni bien suceda lo esperado, mi eyaculación, escapo.
Pero Nelly esta vez corre y tropieza sobre nosotros. Está borracha y asustada. Maky le dice ¡Vete a la mierda puta concha de tu madre! Maky sin su objetivo alcanzado se va molesto.
Nelly está cansada de Maky, yo de la rompechompas. Nelly no me gusta tanto, pero es una hija de puta. Su risa mostró unos dientes enormes y es satánica, se achina a cada rato. Se divierte y no sufre cuando se divierte. Me gusta ella porque desde el principio dime dijo que era una mierda. Siempre me ha gustado que me digan eso. Tal vez porque no me calumnian. Y yo odio las calumnias.
Me deshago de la rompechompas diciéndole.
-Si ves doscientos metros allá está la avenida Salaverry. Ya está amaneciendo. Faltan diez minutos para que sean las seis. Tu papá te va a matar. Tal vez si comienzas a caminar llegues a tu paradero en el instante preciso en que llegue el Enatru que te lleva a casa. Si no lo haces, es posible que tengas que esperar media hora más y me de cuenta de que no eres lo que esperaba.
La rompechompas está ofendida y Nelly no para de reír. Con su desafío a la gravedad, la rompechompas arranca su camino de regreso. Virgen y derrotada, convencida de que no fue buena idea salir con un tipo que no la quiere, obediente va a su paradero. Una buena chica después de todo.
Pero la vida continúa. Nelly, polo y pantalón marrón. Eram crema. Parece pedir libreto. Tierra y caca. Es un comando. Un comando de noche de juerga. La tomo sin ambages. La beso. Un beso largo. Comparar dos chicas en una noche es agradable. Para empezar es más delgada, sus cabellos son cortos, los de la rompechompas eran largos y clásicos. Nelly es más Pat Benatar. Peinado espacial con cola de lengua de vampiro. Se siente más moderna, más tamden, más capaz de cualquier cosa.
Estamos en la Lima que se acaba. En el momento final- Fukuyama dice que se acabó la historia. Todos se van a Estados Unidos a fregar platos, a fracasar, otros a Europa, no hay turistas en Cusco, no hay futuro en el Perú. Nosotros si tenemos futuro. Joder. Continuar a donde sea. Es mañana, no hemos comido. No hay hambre. Melly necesita mear. Es de día y no se puede bajar el pantalón. Alguien la puede ver. Un mañanero abrió su cafetín en las cercanías. Vuelve más fresca y me dice. “Estoy muy cochina, que me va a decir mi padre”. No puedo ir así a casa. Tomamos el micro. La 89, esos ómnibus destartalados pintados de verde fosforescente y azul que surcan la avenida Cuba. La cosa esa está repleta de tipos que van a algún lado, todos muy limpios y bañados. Creo que varios se van al templo evangelista de Brasil. Nosotros apestamos a alcohol, a tierra, caca, a pecado. Nos reímos mucho. Era estar como dice en Eitileda “sobre una gran autopista con miles de carteles que no dicen nada”.

Quiero verte la cara, brillando como una esclava negra, sonriendo con ganas,
Lejos, lejos de casa, no tengo nadie quien me acompañe a ver la mañana
Y que me regale sol a tiempo
Aunque de que se me pudra el corazón
Ni caliente estos huesos fríos, nena

(Eitileda de Seru Girán .Charly García, bajo de Pedro Aznar)

III

Ella no sabía cuál era el plan. El mío era una ocurrencia mayor. Como era una chica demasiado sucia como para llevar a casa pensé que, con motivo de lavar su ropa, la podía convencer para ir a un lugar y ofrecerle un caño con agua y que así lave su ropa, evitando estar sucia, entonces quedaría desnuda o máximo con una toallita y en los jugueteos sería oportuno tomarla y así concluir mi expedición carnívora que inicié con su mejor amiga, la rompechompas.
Entonces tuve un pensamiento olímpico. Pensé en lo que era el testimonio de las postas. Me vino la imagen de un estadio y el velocista corre al máximo sobre el carril y pasa, sin pérdida de tiempo, el testimonio al compañero que espera continuar la posta hacia el triunfo. Ahora Nelly debía de coger mi pinga, el testimonio, la gloria.
Pero no había dinero para un hotel, tampoco podía llevarla a mi casa, tampoco a la de ningún amigo. Todos vivían en casa de sus padres. Excepto. ¡Claro, él podía estar en su casa! Quintanilla.
Llegamos a la descuidada casa, que estaba a media cuadra de la mía. Ella aceptó ir con tal de lavar la ropa, engañar a sus padres que la pasó en casa de la rompechompas, que era tarde etc. Quintanilla vivía solo, era un tipo loco, jubilado, intelectual aficionado, voyerista, viejo, mañoso, abandonado por su mujer e hijos, y que por un plato de chifa, no andaba tan bien de plata, te prestaba alguno de sus cuartos si querías estar con alguna ninfeta.
Pensé deberle un plato de chifa. Pero al llegar a la casa nadie abría. ¡Mario!, ¡Mario!, grité. Pero nadie abría. Nelly estaba riéndose. Estaba a la expectativa de qué iba esta vez a hacer. No era posible bajar el ritmo. Me subí por el techo. Entré, le abrí la puerta del estacionamiento. Y ella entró. Eres un loco, estás completamente con el cerebro rajado, comentaba muy dispuesta a continuar el plan.
Ahora había que entrar a la casa, encontrar el agua, detergente y lavar su ropa. Pero, ¡desgracia!, como diría Ciro Alegría, las puertas interiores estaban cerradas. Solo había una opción, entrar por una más pequeña que ofrecía un espacio en la parte superior. Salté como un gato a tomar el borde. Luego subí. Todo estaba oscuro. Caí al otro lado como un saco de papas. Solo había un montón de objetos viejos. Era un depósito, una celda que no conducía a ningún lado. Abrí la puerta con algunas heridas en los brazos. Ella me fue a auxiliar.
-Me saqué la mierda- comenté. Y ella me dijo que debía ir al médico para que me vean.
El sol iba cayendo, las baldosas del patio estaban sucias, no había agua, todo era seco. No había nada blando, ni una colchoneta, nada. Sólo polvo sobre el piso que comenzaba a entibiarse por los primeros rayos del sol. Ya eran las once de la mañana.
La besé sobre el piso, ya estaba metiéndole la mano detrás del pantalón. Otra vez protagonista de una porno, supuse. Herido, maltratado, luchando, ahora ya estaba otra vez al borde de un deseo, el tema más aburrido y sin argumento. Cachar. Pero, ¡desgracia otra vez!, tocaron la puerta. Al fin, Mario, pensé.
Pero no, era una mujer muy extraña. Mirada impersonal, vacía, sin intriga, sin destino, que usaba un vestido azafranado. Preguntaba por el extraño Mario.
-Ustedes quien son- preguntó
-Sus amigos, y usted-
-Su amiga.
Estaba detenida en la puerta. No se iba. Pensaba no sé que.
Sin avisarle, le cerré la puerta.
Pero a los dos minutos volví a abrirle y seguía allí.
- Estamos ocupados- le indiqué. Pero dijo
- No se preocupen, lo esperaré.
- Pero estamos ocupados. Ella insistió.
- No se preocupen, hagan lo que tienen que hacer, yo esperaré sentada. Y la hicimos pasar al patio. Yo besaba a Nelly y la mujer sin importarle nada sacó su tejido amarillo. A Nelly le tocaba las tetas, e intentaba un coito. Y la mujer seguía tejiendo. Una y otra vez. La rompechompas no paraba de reír. Era obvio que se trataba de una situación irregular. Yo tampoco. Es que era muy extraño todo eso. Una figura que ni al más creativo hongo del surrealismo se le había podido ocurrir. Una pintura de Magritte. Nosotros en el piso besándonos, revolcándonos, riendo, y una mujer impertérrita, como en otra escena, pero sin paredes sentada frente a nosotros, a medio metro, tejiendo en una silla.
Penélope está buena, pero un poco vieja, la analicé. Sus piernas eran demasiado blancas, no inspiraba. Claro que ya pensaba en un trío. Pero en medio de la ocurrencia apareció Dios.
¡Dios mío, hijos del pecado, se van a ir al infierno!
Ese alarido aún resuena en mi cabeza. Era la vecina que desde el frente podía ver todo lo que sucedia en el patio del no muy reputado Dr. Quintanilla.
Nelly le dijo a la vieja, ¡calla concha de tu madre!
Cosa extraña. Era el medio día. Nelly dice. Me tengo que ir, Mis padres me van a matar. La tomé de nuevo, pero entonces sus ojos se voltearon, comenzó a templar, cayó al piso y comenzó a morderse la lengua. Era epiléptica. La ayudé, si, la ayudé, despertó a los pocos minutos. La tal Penélope seguía tejiendo. No existía. Y al verla bien le dije. Estás enferma.
Poco a poco Nelly despertaba. Soy epiléptica, me dijo avergonzada. Y yo le dije, y yo eléctrico.
Entonces se me ocurrió algo. Que Nelly era de mi especie. Una esperie rara en extinción, y que hacerle el amor habría sido un tipo de incesto. Es cierto que btraicionó a su mejor amiga al irse conmigo. Pero era afinidad. No amor.
Le dije.
-Te llevo en taxi a casa. Era la última idea.
-Estoy sucia.
-Ven -le ordené- Tenemos un plan.
-Habla-
-Diremos a tus padres que tuviste un ataque de epilepsia y que yo te ayudé. Que para cruzar la avenida era difícil cargarte. Caímos al piso. Por eso estabas sucia.
Así fue. La llevé en taxi a su casa. Su papá pagó la carrera. Luego me dio algo de dinero para que regrese a casa y muchas gracias. Pensé en la palabra Verniossage, barnizado. No, no estaba barnizado en arte. Estábamos barnizados en lodo y caca. Y me dio suerte. Si. La caca da suerte. Nunca pensé que sus padres me lo agradecerían. Sencillamente creo que aquella fue una noche perfecta.

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