Vistas de página en total

jueves, 21 de julio de 2011

UTOPICAMENTE IMPOSIBLE

Sincronización. Fue la máquina del tiempo la que hizo ese hoyo, traslado cósmico y real. Era la misma, aunque sin esquirlas, sin ataque, fumando como Golda Meier, un poco hacia atrás, cigarrillo entre los dedos, contabilizando mis gestos.
Le dije en broma que me sentía veinte centímetros menos, y hasta me expulsé de su casa por no llegar a ver tan alto como ella, camuflando de alegría a la emoción contenida, metabolizada, nivelando adrenalina.
Cuando alguien triunfa en uno acuña historia que no se agota con el tiempo. Y ella es inagotable, torrencialmente bella, aún disimulando con las gafas puestas.
Confirmó lo que sospeché, que nunca fue una derrota del amor, y que me las arreglé para que no me olvidara nunca, no solo como amor extraño y diabólico –por intenso-, sino porque aquel si fue uno perfecto.
Y me quedo con que amar perfectamente es vivir un sueño que pocos se llevan en esta vida, es llevar a Hollywood a la quiebra, ser un pez de piedra esculpido por el agua brava y que toma –cosa rara- su vida, su verdadera vida.
La pregunta es por qué falló el never more, o no hay en realidad, y por qué decidió venir a robar conmigo. Robamos tristeza a la noche nublada mientras la ciudad dormía, no sonaron las alarmas, el piano se reía, y cristalino, utópicamente imposible discurrió el agua de siempre. Olvidé que ella era la misma jueza, la que me declaró culpable, y que, cosa más rara, la que me dejó huír. Esta vez se aseguró de algo, me llamó para un pellizque, y ya lo hice, compareciendo ante mi, compartiendo lo de siempre, lo que no se acaba, eso que va más allá, sea lo que sea, tibio, bueno, sereno. Alegría sin fin en la vida, y salud por el triunfo de la perfección.

No hay comentarios:

Publicar un comentario